- ¡Lucia! - Mirada fija. - ¿Cómo se te ocurre decir esas barbaridades? - me observa con desprecio, indignada de mis acciones - ¡Vete a tu cuarto!.
Estiré el cuello y fui hacia donde me indicó. ¡Si es la verdad! Acéptalo. Tengo razón. Pero no, como le voy a responder, a menos que quiera recibir uno de sus fuertes golpes, o una charla intensa en donde nombra cada uno de mis errores.
El reloj hacía tik tok y la vida pasaba. Mejor dicho, se acababa. El viento soplaba y las hojas avanzaban en conjunto. Algún día va a ver que tengo el discurso. ¿Qué es lo que te aterra si del otro lado es mejor? ¿Acaso viste a alguien retornar?
Un leve aliento se hallaba debajo de mi nariz. Las palabras no me suelen conmover, me resbalan sin más. A menos que sea sobre mi físico. Tengo unos 20 kilos arriba con tan solo 17 años, ¿Crees que me gusta serlo, o que yo elegí estar así? Y no, como vas a saberlo si naciste para ser modelo, los brazos hermosos y el glúteo levantado; abdomen marcado y las piernas tonificadas. Por eso, cómo vas a criticar tu apariencia si es la envidia de muchas personas; ¿Acaso hiciste algo para obtenerlo? Tal vez sí, lo más probable no. La vida otorga elementos diferentes a cada uno, ¿Pero si no te da nada? ¿Si solo te pasa de largo y continúa su camino? Pues eso ocurre, aunque nadie lo sabe. Nadie. Cada uno vive en su caja cerrada sin mirar alrededor. Podría llover granizo con fuego y ni se darán cuenta. No, se darán cuenta cuando ya no estén. Cuando decidió irse a un lugar mejor, a uno bien alejado, a uno del que jamás saldrá.
Tomé mi arma, la cual yo sola podía ver. Abrí la ventana y comencé a disparar. Que bien que se siente esa gente cuyos son mi punto en blanco. Llevaban cargando sobre sí un peso enorme, y con tan solo un "boom" todo se desvanecía. Ahora podrán estar tranquilos, sin nada que contener. Sin nada a qué temer. Ya que el que no vuelve es porque le gusta ese lugar, que la pasa mejor y no tiene intenciones de regresar. Y es eso, lo que mi madre no quiere entender.