Puente Rialto, Venecia, Italia.
Lugar de sueños, pero para True... de deseperación.
Lo delicado del puente Rialto se percataba a simple vista. Tanto así como para alcanzar la perfección.
El clima era arrogantemente grandioso. Como si se restregara a los no perfectos que caminaban por ahí.
La nostalgia estaba presente; "el puente más viejo de los cuatro que cruzan el canal".
Añejo y nostálgico.
"Todo está tan... triste"
Ese pensamiento atascó todo el fluir de paz que sintió ella. Tras abrir los ojos, intentó moverse sin éxito. Al despertar todo fue paz, al segundo todo tormenta.
Todo dolía, todo pesaba.
"¡Ayuda!"
Mas nada sonaba. El agua correr, el agua zarandearla, la gente y su bullicio habitual...
"¡Por favor!"
Nada.
"Mi cabeza me va a explotar"
Sentía como algo la agarraba por el pelo. A pesar del zarandeo por parte del agua, no sentía que avanzara.
"Frío"
Era agonizante.
"¡Ayuda! ¡Alguien!"
Los ruidos de la civilización eran como clavos en su mente.
"Hagan que pare"
Su boca no respondía, ningún sonido era emitido.
"Un esfuerzo más"
Y así fue, intentó moverse, mas nada era el resultado.
Todo se volvió negro.
"Voy a morir"
"Quizás ya estoy muerta"
Sus ojos se volvieron pesados.
—¡Papá!—la pequeña Sena se apresura hacia el borde del bote, y su padre rápidamente la aparta.
—¡Sena! te he dicho que te alejes del borde.
—¡Pero, papá!—Intento protestar la pelinegra derrochando ternura.
—Pero nada, siéntate— Por un momento casi flaquea al ver el puchero de la pequeña— No volveremos si no te sientas ahora mismo.
—¡Papá!
—Pequeña, te castigaré.
—No tengo 5 años. No soy pequeña.
—No, tienes 8. Sigues siendo pequeña.
Tras esto, Adler vuelve a concentrarse en su laptop. Su restaurante necesitaba que él terminara ciertos porcentajes. Últimamente siempre solía estar en eso.
—¡Pero es una sirena!—Chilló la nena
—Calma, enana, si quieres una sirena te la compraré.
—¡Papá, no es eso! La hija de Jack Frost y Ariel esta allá.
Adler B'last era conocido por muchas cosas, pero la imaginación y la paciencia no eran unas de esas.
Sena estaba encantada por su sirena, y orgullosa por demostrarle a su padre que éstas sí existen.
Adler lentamente subió su cabeza hasta dar con la pequeña pelinegra cruzada de brazos, con mirada orgullosa. Adler entrecerró los ojos y arrugó el entrecejo.
—Sena Troian Alphonse... te he complacido en venir a pasear en bote por el canal. No tienes que mentir—Vuelve a bajar la cabeza a su laptop— y déjame trabajar.
—Vinimos al canal a estar juntos, pero sólo trabajas—Los ojos de la nena se aguaron, era verdad—, deberías devolverme con mamá—Adler sintió una punzada de culpa, y la sola mención de Claire le revolvía el estómago—. No estoy mintiendo, solo debes mirar, papi.
Un afectado Adler levanta su cabeza y el pelo negro cae por su frente. Casi pierde los papeles al ver los ojos grises de la pequeña Sena aguados. Eran los mismos a los de él. En nada se parecía a Claire.
Sena siempre fue su punto débil.
—¿Dónde, Sena?—Sena niega lentamente, ya su día perfecto al lado de su papá se había arruinado.
—Podemos volver a casa, si así lo deseas, Adler.
—Lo lamento, enana, lamento acusarte de mentir.
—¿Eriol, podemos volver al apartamento?—Dice esta vez al castaño, que hace de asistente y chofer. Ignorando completamente a Adler.
Esto más que molestarlo, le afectó.
—Claro, señorita—dice Eriol haciendo caso omiso a la mirada de Adler.
Un Adler frustrado y agobiado por sus pensamientos bufa.
"¿Cómo le diré a Sena de su madre?
"Me ha llamado Adler, no papá, no papi..."
Tan ensimismado estaba él y aún así sus pensamientos fueron interrumpidos por algo flotando.
—Eriol, detente.
—Señor, yo—
—¡Detente, es una chica!
—¡Mi sirena!— le corrige Sena.
—¡Eriol, detente y llama a la policía!
—Creo que está muerta, señor.— Añade Eriol. Su rostro estaba deformado sólo de pensar en que era un cadáver. Y por lo obvio de todo; la chica estaba desnuda, seguro la habían violado.
Para Eriol ya era personal, lo llenaba de rabia. El recuerdo de su hermana siendo violada viene a él.
Y sí, Adler había visto a la "sirena", sólo que no lo era.
Era una True, desnuda, y su blanco cabello se había enredado en la parte inferior rústica del puente.
Su piel era similar a la porcelana, pero manchada por unos tatuajes. Todos eran negros, pero indescifrables por la distancia.
Adler le había rodeado con los brazos a una desconsolada Sena.
—¿Mi sirena está muerta?