La vida...dando vueltas y vueltas,
Destruyendo personas, vidas, familias y atribuyendo horrores y enfermedades a la gente, como a mí.
Mi nombre es Dakota Tourner, sufro de esquizofrenia, soy dócil...no acostumbro a agredir o dañar a alguien más, que no sea a mí misma, aunque últimamente todo ha cambiado. No sé qué me pasa, soy un poco impulsiva.
Pero primero déjenme contarles todo desde el inicio...
Desde que era pequeña tenia pequeñas alucinaciones y sueños donde la gente moría, y siempre me culpaban, A la edad de tres años me diagnosticaron esquizofrenia. Sin embargo, siempre me mantuve calmada, tanto en mis alucinaciones, como en la vida real. A los seis años perdí mi primer año escolar, ya que no prestaba atención, según mis compañeros y mis maestros, tomaba un mechón de mi cabello, y lo pasaba por mis manos una y otra vez, mirando a un punto fijo, pero cuando me tocaban o hablaban, no reaccionaba mal. Como acostumbran a hacer o a reaccionar los esquizofrénicos.
Al cumplir siete años, Debido a esta enfermedad, Me internaron en un hospital psiquiátrico para niños y cuando cumplí doce años me trasladaron a uno normal, por desgracia no tan normal, pues era Máster Center el mejor hospital psiquiátrico del país y con la mejor seguridad de este.
A medida que fueron pasando los meses todo iba mejorando.
Pero...por desgracia llego la adolescencia ahí fue donde todo se complicó.
A pesar de que era tranquila mi esquizofrenia empeoró ahora no solo imaginaba gente muerta culpándome, sino ahora veía como yo la mataba o como sucedían accidentes y estaba involucrada.
A pesar de que yo guardaba la calma en el día durante mis alucinaciones...
En la noche llegaba mi tormento.
No toleraba la idea de dormir, Se convirtió en un infierno lleno de pesadillas y voces tratando de reinar una y otra vez en mi cabeza, por lo que no dormía nada.
Al ver los doctores que al llegar las noches yo no dormía, decidieron ponerme un calmante fuerte para dormirme... pero el efecto no duraba mucho, decían que era por el calmante, el cual mi cuerpo rechazaba y cortaba el efecto antes del tiempo esperado.
Con el pasar del tiempo me fui deteriorando física y mentalmente.
Recuerdo que un día mi psiquiatra me mostró un espejo y yo solo lo mire con terror.
Los espejos no son muy bien vistos por mi persona. Simplemente los evito a toda costa, lo único que hacen es revelar mi apariencia la cual cada día es peor.
Él me puso el espejo enfrente y pude observar las grandes bolsas moradas debajo de mis ojos y lo pálida que estaba, mis ojos llenos de soledad y frialdad, mis labios resecos y partidos, no es algo que me enorgullezca, pero aun así no hago nada para cambiarlo
-¿qué vez Dakota? -pregunto el señor con un tono de intriga en su voz.
-un monstruo-conteste yo con una mirada de desprecio.
Desde ahí cada día me recuerdo lo desastrosa que puedo ser.
Luego empecé a actuar impulsivamente contra mí, a autolesionarme y golpearme con cosas, aun lo sigo haciendo de vez en cuando
Los doctores al ver tales reacciones me encerraron en un cuarto sin ninguna clase de implementos, los cuales tengo que ganar con buen comportamiento o algún avance en mi conducta
Dejaron de darme ese calmante, por lo cual yo no dormía ni un solo poco.
El doctor que casi siempre manejaba mi caso decía que al no dormir, mi cuerpo se iba deteriorando, hasta tal punto que yo misma me dormiría y daría paso al descanso necesario.
Mi vida paso así de aburrida encerrada en ese cuarto, solo con una cama, una mesa, un pequeño baño, un televisor y una consola de juegos.
Actualmente tengo veinte años...
Llevo demasiado tiempo sin ver a mis papas exactamente nueve años, ya he olvidado como es su apariencia, al igual que la mía.
Llevo seis años encerrada en este cuatro color blanco, sin ningún tipo de compañía y así me gusta.
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-Por aquí, síganme-escuche pasos en el pasillo y la voz del doctor que atiende mi caso.
Me acerque a la puerta, mire por el pequeño vidrio que se hallaba en la parte superior de esta misma. Y logre observar a una pareja, que caminaba por el corredor acercándose a mi aposento.
Rápidamente me moví de la puerta y me pare en la mitad del cuarto mirando hacia allí, vi el rostro de una señora asomarse y mirar por la ventana.
Tenía una mirada profunda y un brillo en sus ojos. El cual fue opacado por unas gruesas lágrimas asomándose, tapando su vista.
El doctor abrió la puerta de metal
-Hola, Srta. Dakota-replica el doctor, acercándose a mí -¿se siente bien?-dice el al ver expresión.
Gracias a las alucinaciones, convivir con otras personas no es mi fuerte ni mi deseo, he estado aislada de las personas aproximadamente hace 4 años, ahora el terror a lastimar a alguien más, me carcome día y noche, a la hora de compartir un mismo ambiente con alguien es un infierno para mí. Solo una enfermera y el doctor Nick, entran y salen de este cuarto sin ningún problema, porque ya me acostumbre a ellos.
Aunque este cuarto me lo facilita, me aterra convivir con los demás.
-emmm...- vacilo un poco-si todo está bien-dije mostrándole una sonrisa no tan honesta.
-¿sabes quiénes son ellos?- pregunta el doctor, mientras señala tras él, en dirección a la pareja que se encuentra allí.
Sacudo con la cabeza.
La señora da un paso al frente y de una manera brusca e instantánea, camine torpemente hacia atrás, hasta golpear mi espalda con la fría ventana
-Tranquila, Dakota, no te van a hacer daño- replica el doctor, acercándose y colocando una mano en mi hombro, en un intento vano de tranquilizarme. De seguro por la cara de horror que tengo en este momento.
-no, pero yo si- menciono mirándolos fijamente a los ojos.
Rogando que se marcharan, me junto más a la ventana, puedo sentir como cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensan en desesperación.
-¿porque lo dices?- cuestiona el hombre junto a la señora
Aquí va otro interrogatorio...
-Porque me conozco- digo, sin ganas de más preguntas.
-¿Quieres...saber quiénes son ellos?- pregunta el doctor señalándolos de nuevo.
Acabemos con esto de una vez por todas.
-no, no me importa -replico con tono fuerte y decidido.
Miro expectante a la pareja...
El hombre abraza a la señora y esta llora desconsoladamente.
-Quiero... quiero estar sola- menciono suavemente, tratando de mantener la calma y no gritar.
Estoy acostumbrada a convivir con el personal del hospital, pero no con otras personas.
El doctor asiente, los tres salen del cuarto, cerrando la puerta a sus espaldas.
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