Kedeon Lensleth
Los mercenarios del Rey Fredryck cargaban a los cuerpos de los soldados muertos. A la mayoría de los desafortunados le faltaban varias extremidades y el resto estaba sin cabeza o sin testículos. Los más afortunados volvían vivos, pero con el pecho abierto o con los intestinos colgando. Los cadáveres llegaban a la cifra de quinientos hombres. Quinientos hombres perdidos por las trampas del bosque que rodeaba a La Ciudad de los Bárbaros, mientras que al otro lado los esperaban casi veinte mil salvajes bien alimentados listos para la batalla y cuarenta mil personas entre mujeres, niños y ancianos.
Era la décimo sexta primavera desde lo sucedido en la Gran Noche y Kedeon Lensleth acababa de cumplir sus dieciséis años de edad. Ya era todo un hombre, y su padre, el Rey Marshall, le ordenó participar en su primera guerra. Desde que tenía siete años veía como el verdugo del palacio decapitaba a los traidores de la corte y a los doce había matado a un jabalí con su flecha, pero nunca había matado a un hombre. La única vez que hizo algo similar fue en un sueño, donde le cortó una oreja a un eunuco de la corte por oír una conversación entre él y su hermana gemela; pero en esos momentos, soñar no le ayudaría a armarse de valor.
El campamento de sus compañeros de batalla olía a humo y a carne de conejo quemada. Sobre las tiendas se alzaban dos estandartes conocidos. Uno de ellos era el emblema de los Lensleth, con una corona dorada de ocho puntas sobre el terciopelo rojo; y el otro era el emblema de los Ray. El emblema del reino aliado destacaba por su rareza. Era solo un fondo negro con un reloj de arena de color verde, similar al vientre de una araña venmés. La armadura de los caballeros vasallos de los Lensleth era totalmente llamativa. Sus yelmos, las empuñaduras de sus espadas y sus petos eran doradas, mientras que el resto de la armadura era de color rojo. No siendo así, los mercenarios de los Ray, carecían de armaduras y; los pocos caballeros con honor portaban una armadura completamente negra con dibujos dorados y una gran capa verde. Pero a pesar de esas diferencias, los hombres se toleraban. La tolerancia era una de las mejores armas de los hombres para mantenerse unidos en tiempos de guerra. Ya llevaban casi un mes en el campamento y aún no habían podido caminar diez varas en el bosque gracias a las ingeniosas trampas de los bárbaros. La mayoría de las trampas estaban en el suelo o en los troncos de los pinos y eran las responsables de la muerte de cuatrocientos hombres. Los otros cien murieron tratando de sacar los cuerpos de sus compañeros. Se suponía que era una guerra simple, como la de hace ochenta años contra los Mundell del norte; pero los salvajes de las islas del sur estaban liderados por Meldrokh El Grande.
Meldrokh, al igual que Jorner Mundell; había traicionado a la Araña - o al menos eso decían -. Todos los rumores eran distintos. Los creyentes decían que había matado a todas las Crías de La Araña que habitaban entre los bárbaros; la corte decía que decidió separarse de la alianza que unía a los ocho reinos al declarar la guerra; los aprendices de los sabios creían que todo era un simple malentendido que fue tomado muy en serio por Ser Griventer y algunos de los bárbaros que estaban fuera de su territorio opinaban que Meldrokh había decidido apoyar a la nueva religión que surgió en La Gran Noche. A pesar de que alguno de estos rumores podría ser cierto, Kedeon creía que el motivo era otro. Era imposible que el líder de los bárbaros se hubiera revelado contra el credo que controlaba a los ocho reinos de la Telaraña. Meldrokh era famoso por ser uno de los líderes más sabios de las dinastías; era imposible que tomara una decisión tan irracional. El problema había comenzado hace un año, cuando Meldrokh decidió ausentarse en una de las reuniones tradicionales de los reyes. Desde ese día, Kedeon había notado un gran cambio en los reyes cuando lo incluían en la conversación. El mayor error del bárbaro fue ausentarse a esa reunión.
Ese día llegarían más barcos a las costas de las Playas Rocosas, donde estaba el campamento de los dos ejércitos. Los barcos vendrían con más soldados, jinetes y mercenarios liderados por los mejores caballeros de Thorne, Venm y el recién reino aliado: Freess. El príncipe sentía que una vez que sus compañeros atravesaran el bosque, ocurriría una gran masacre. Recordaba las anécdotas que le contaba su abuelo Alber sobre las costumbres de los Burie y su enemistad con los Ray; las historias de la gran batalla del Valle Hostil y la gran montaña de cadáveres que quedó en el medio del lugar. En ese valle de conoció la brutalidad de los Ray y los horrores de los Burie. Todos le temían a los hombres del Holocausto.
-Príncipe Kedeon-Uno de los caballeros de su reino se acercó a él terminando de comerse un trozo de carne de conejo.-- . Llegaron los barcos con los soldados. El capitán del ejército desea verlo en su tienda; allí estarán reunidos.
- Allí estaré. -se levantó del tocón que estaba a solo pocos pasos el bosque.
- Oh, y se me olvidaba algo... su hermano también vino. El príncipe Lohan Lensleth.
Kedeon asintió pesadamente. Si su hermano había llegado eso solo significaba una cosa: no podía participar en la masacre o si no este le diría a su padre que solo fue a la guerra a estorbar. Odiaba tener que mirar todo desde su caballo. Atravesó casi todo el campamento de camino a la tienda del capitán del ejército que estaba cerca de la costa de las Playas Rocosas. Todos los soldados, caballeros y mercenarios estaban comiendo con cerveza thorniense. Los hombres de Venm estaban en sus tiendas, los novatos como él solos en los bancos y los hombres de la capital alrededor de lo que quedaba de la fogata para calentarse un poco. La primavera de las Tierras Salvajes era mucho más fría que el invierno de Thorne, y algunos de los caballeros cambiaban sus armaduras rojas por abrigos de piel de oso.
El príncipe era uno de ellos. Llevaba una indumentaria totalmente negra. Una chaqueta de cuero negra bajo la cota de malla y sobre esta tenía un abrigo grueso de piel de oso negro; una capa de lino, guantes y botas altas de cuero. Cualquiera lo confundiría con uno de los Ray; ya que también portaba su físico, heredado de su madre. Algunos lo llamaban el bastardo Ray... pero Kedeon se alegraba de no portar ojos rojos.
Uno de los caballos andaba sin montura y sin riendas trotando por las afueras del campamento mientras uno de los novatos trataba de agarrarlo. El animal relinchaba y agitaba su cabeza, permitiéndole el libre movimiento a su corta crin. Se paró sobre las patas traseras y dio varios pasos hacia atrás. El novato le gritaba que se detuviera tratando de agarrarlo por la gualdrapa, pero provocaba carcajadas en ese lado del campamento. Algunos hombres se apartaron de las fogatas y trataron de ayudarlo, pero el caballo trotaba de un lado a otro esquivando las acciones de los hombres. Uno de los mercenarios se cansó del espectáculo y caminó airado hacia ellos. Medía casi ocho pies de altura y le faltaba el ojo derecho. Sacó su espada y le cortó la cabeza al caballo con un solo movimiento.
- Aquí está tu caballo...- dijo totalmente tranquilo mientras le daba la cabeza del animal al novato.
Fuera de la tienda de Lord Joase Tomber, el capitán del ejército; los guardias de armadura roja y dorada estaban petrificados por el frío. De sus alientos salían una cortina de vapor que se desvanecía en el aire. Miraron el aspecto de Kedeon, compartieron miradas, y lo dejaron pasar apartando sus lanzas doradas. A Kedeon le agradaba el frío, a diferencia del resto de los thornienses.
<< El oro y el frío no son compatibles >> pensó.
Al entrar, el murmullo de las conversaciones de todos los hombres de la tienda lo aturdió. El primer rostro conocido fue el del príncipe Garryon Ray, llamado el Domabestias; un hombre de cuarenta años, alto y de cabellos negros y láseos que le llegaban a la mitad de la espalda. Conocido como uno de los Ray más despiadados de la historia. A su lado estaban el capitán del ejército Lord Joase Tomber, apodado el Capitán Dorado y el Rey Fredryck Ray. Tras ellos estaba un joven Ray alto, de pecho y brazos musculosos, afilando un extraño cuchillo. También estaban varios caballeros de alto rango alrededor de una mesa conversando. El capitán del ejército de Venm, Lord Fedor Ghost, hablaba con el príncipe Gahred Ray, que tenía un aspecto algo inusual debido a sus largos cabellos que bajaban hasta su trasero como si fuera una chica; y en el fondo estaba su hermano, el príncipe Lohan Lensleth.
Lohan lo miró de arriba abajo algo asqueado; su hermano no soportaba que un Lensleth vistiera de negro. Él llevaba una armadura completamente dorada, con la capa roja. En su pecho tenía el emblema de la familia y Kedeon lo imaginaba sentado en el trono con su corona dorada. Lohan caminó hacia él, presumiendo de su estatura, y arqueó una ceja.
- Mi hermanito ha llegado-dijo en voz alta y todos abandonaron sus asuntos. Sintió el peso de la mirada escrutadora de los que le rodeaban.
-- Kedeon Lensleth-habló Lord Joase Tomber--, tu padre fue muy claro conmigo cuando me dijo que quería que presenciases tu primera guerra. Sus primeras instrucciones fueron que tú estuvieras presente en todas las reuniones para discutir las tácticas de la guerra y que estuvieras cerca de mí en el campo de batalla. Lo que no entiendo es por que no me dijo que eras el más pequeño de sus hijos...
-- Darles es muy delicado - respondió Lohan en su lugar--. Si mi padre lo hubiera mandado en su lugar, en estos momentos estaría dibujando el bosque con sus pinturas -todos soltaron una carcajada, excepto el joven del cuchillo.
-- Entonces mandaron al correcto-siguió el Capitán Dorado-, aunque tenía la impresión que era un Ray. Solo le faltan los ojos rojos para convertirse en su bastardo, Rey Fredryck.
<< Soy un Lensleth... No un bastardo Ray>> quiso decir, pero las palabras llenas de ira pronto de esfumaron.
--Eso es porque heredó la belleza de su madre-respondió el viejo rey--. La Reina Alleeson Byern era hija de mi tía Liena Ray y Cross el Bastardo. La sangre de los Ray corre por sus venas. Su hermana gemela, la princesa Khara es la viva imagen de su difunta madre; será la futura esposa de mi hijo Gideon-señaló al joven del cuchillo.
<<¿Gideon Ray?>> se preguntó a sí mismo. Desde pequeño había escuchado que Gideon era delgado, débil, ojeroso y pequeño; pero a quien habían señalado era a un joven de buen parecer, fuerte y más alto que su hermano Lohan. Gideon lo escudriñó de abajo a arriba y terminó mirándolo fijamente a los ojos. Kedeon asintió con recelo simulando un saludo, y Gideon se lo devolvió. De todos los Ray presentes, Gideon era el que más corto traía el cabello; liso y por los hombros, enmarcando su perfecta mandíbula cuadrada y sus tupidas cejas negras.
--Dejémonos de charla y empecemos a crear la estrategia para entrar al bosque-interrumpió el Domabestias, molesto.
--¿Ves?-el Rey Fredryck lo señaló con el dedo.-Por eso es que no los quiero a ellos como los futuros reyes de Venm. No entienden que la guerra, el vino y las putas pueden esperar por ellos. Garryon no deja de pensar en las mujeres; Gahred solo desea pelear con los bárbaros y mi otro hijo es un creyente de la araña. Por eso es que deseo que Gideon sea el futuro rey de Venm. Es el único hombre de ojos rojos que tiene aptitud.
Gahred suspiró, como si hubiera estado toda una vida escuchando las mismas frases; Gideon terminó de afilar su cuchillo y lo guardó tranquilamente; pero Garryon el Domabestias apretaba la mandíbula disimulando la rabia hacia su padre. Kedeon sabía lo que deseaba aquel Ray.
- Además - agregó - No podemos empezar sin el sabio Husserl y el Rey Auro Rovenyache - nada más que terminó de pronunciar sus nombres ambos entraron acompañados del capitán de Freess.
- Rey Fredryck-saludó el Rey Auro cordialmente. Llevaba vestimentas rojas bordadas con hilos de bronce que resaltaban sus cabellos castaños-, señores.
- Disculpen la tardanza - dijo el V Gran Sabio Andree Husserl. El anciano de cien años aún se encontraba saludable, y hablaba con palabras firmes, sin atisbo alguno de debilidad-. Estábamos hablando de la boda que se aproxima.
- Da igual - respondió el Ray -. No era yo quien estaba apresurado. Ahora si podemos comenzar - todos rodearon la gran mesa. En ella estaba tallado todo el territorio de las Islas Salvajes sobre la superficie de madera. Las islas del sur estaban pintadas con cal, y sobresaltadas sobre el fondo de roble que simulaba el mar sureño.
Las Tierras Salvajes eran un conjunto de diez pequeñas islas ubicadas en lo último del mapa de Xantis, tan frías como las Tierras Blancas. En ella no habían majestuosos castillos como en los demás reinos. Su único castillo había estado deshabitado hace muchos años, pues estaba situado en la isla Kveennor, que estaba a varias millas al este. Mientras, los bárbaros vivían en ciudades de madera. La aldea de Meldrokh El Grande estaba situada en la isla de Nysoorsk, la tercera isla más grande de las islas salvajes y la que estaba más al norte. La isla estaba llena de hermosos bosques, fiordos y lagos profundos que Kedeon nunca había visto.
- La Ciudad de los Bárbaros está protegida con una muralla de veinticuatro pies de espesor, cubierta con empalizadas de estacas de madera pesada - comenzó Lord Joase -. Dentro de ellas nos esperan casi veinte mil bárbaros con hachas, espadas y cuchillos y más de cinco mil mujeres guerreras. Los niños y los ancianos no son una preocupación, pero saben usar el arco.
-Nosotros contamos con cincuenta mil hombres en total - continúa el capitán venmés-. Quince mil hombres de Venm, doce mil thornienses y acaban de llegar trece mil freessios.
-Nuestros hombres pertenecen a la Nueva Caballería thorniense, las Crías de la Araña y la Orden de los Caballeros del Centro. Tienen experiencia en las guerras del Valle Hostil, excepto la Nueva Caballería thorniense. De ellos, quinientos hombres murieron en el bosque. En Venm compraron a los jinetes del centro, los jinetes negros de las tierras rocosas de Sirah y, a los mercenarios de la Batalla de los Perros y las Playas Negras. La Orden del Veneno nos brindó a seiscientos caballeros y con el Rey Auro llegó completa la Orden Libre de Xantis.
- ¿Todos nuestros hombres poseen caballos?- preguntó el sabio consejero de las guerras.
- Casi cincuenta mil caballos- Lord Joase Tomber señaló el campamento.
-¿Y ellos cuántos caballos tienen?
- Apenas dos mil caballos -respondió Lord Fedor Ghost -. No tienen posibilidad alguna de ganar esta guerra. Los aplastaremos como cucarachas y exhibiremos el cuerpo de su líder en la plaza para que el pueblo lo burle.
- No haremos nada de eso- protestó el Rey Auro-. Lo llevaremos vivo ante la Araña para que él mismo lo juzgue.
- El líder no durará ni un día en el campamento - habló Gideon y todos callaron. A pesar de ser más joven que Lohan, destacaba por su madurez. Kedeon lo escuchó con atención-. Aunque lo agarren con cadenas de hierro de la cabeza a los pies, el bárbaro romperá las cadenas y matará a diez de mis hombres con sus propias manos. Lo mejor será que uno de nosotros lo mate cuando entremos a su aldea- el viejo Ray asintió orgulloso.
- Aún no sabemos cómo entrar en el territorio bárbaro, majestades - recordó el sabio Andree -. ¿Que haremos con las trampas?
- Deberíamos esperar a que se queden sin alimentos-propuso Lord Fedor Ghost-, o estudiar la zona y así encontrar las trampas.
- Si hacemos eso la guerra no terminará este año y el invierno nos matará de hambre y de frío- respondió Lord Joase Tomber-. Debe de haber una manera de poder entrar, y debe ser pronto o muchos salvajes vendrán de otras islas.
- No hay manera de entrar sin perder cientos de nuestros hombres-dijo Fredryck.
- Si la hay...Criminales- el Rey Auro ajustó su corona de bronce.
-¿Criminales?- le preguntó el Rey Fredryck con curiosidad.
-Traje cinco mil criminales de Freess. Este año deberían morir ahorcados en la plaza por violar, robar, matar y conspirar contra la Araña y sus crías; pero les he prometido lo más preciado que tenemos en Freess...
- La libertad.
- Pasarán por el bosque antes que nosotros y lo dejarán libre de trampas.
-¿Estás seguro de que llegarán al otro lado del bosque? Han muerto quinientos hombres en los primeros metros. El lugar está lleno- el rey de ojos rojos señaló el bosque en el mapa tallado.
- Lo harán. Llevan meses encerrados y siendo torturados, la gran mayoría sin ver la luz del sol. Prefieren ser libres que morir. Solo necesitamos tener a todos los hombres preparados y esta misma tarde podremos atacar.
- Estarán preparados en una hora, su majestad-aseguró Lord Joase-. Solo necesito estar seguro de que el plan funcionará. No deseo perder a ninguno de mis caballeros.
- Doy mi palabra de rey...
-¿Todos morirán?- preguntó Kedeon.
- Son criminales...-respondió Lohan-. Tarde o temprano iban a morir.
- Si sobreviven al bosque serán libres-Auro sonrió-. Esperemos que más de uno lo haga. Antes estaban condenados a morir frente a sus familiares y conocidos, ahora correrán por sus vidas en un bosque lleno de obstáculos ocultos. Es lo más justo para violadores y asesinos como ellos. Algún día, cuando tengas tú propio castillo y seas un lord, entenderás que personas como ellas deben morir por hombres como nosotros.
-¿Que haremos con sus hijos?- preguntó Gahred Ray.
- Matarlos igual-contestó Garryon Ray secamente. No parecía ser un hombre de muchas palabras
- He escuchado que son menores que nosotros, pero con el valor de su padre, y que tienen una bestia con ellos.
- ¿Un oso?- preguntó Lohan- Cualquiera puede domar un oso.
- No es un oso. Muchos dicen que es un perro gigante con tres cuernos y dientes tan grandes y filosos como nuestras espadas.
<<¿Perro gigante?>> Kedeon arrugó la frente.
- Pensaba que el perro estaba protegiendo el castillo abandonado en Kveennor- el V Gran Sabio se rascó su barba blanca- y que en Nysoorsk no habían criaturas como esas. No traje cazadores ni equipos para capturarlo. Se comerá a muchos de nuestros hombres.
- Yo traje a los míos- dijo el Domabestias-. Mis hombres son los mejores cazadores de bestias de Xantis. Lo capturaremos vivo.
- Prepararé a todos los hombres- anunció Lord Joase Tomber y los otros capitanes le siguieron-. En una hora los quiero a todos frente al bosque montados en sus caballos listos para la guerra. Majestades-llamó la atención de los reyes-,¿Estarán presentes en la guerra? La presencia de los reyes llenará de valor a los soldados y los animará a luchar por la causa de la Araña. Sé que el Rey Fredryck siempre está frente a su ejército, pero tengo entendido que esta sería su primera guerra, su majestad- le habló al rey Auro. Este levantó la vista del mapa y su corona se alzó repleta de rubíes sobre un aro de bronce. Kedeon encontró miedo en el rostro del rey freessio.
- Lo es-respondió el rey del bronce-. Los Rovenyache no son hombres de guerra, sino hombres de paz. Mi padre es llamado Romeo el Bondadoso por todas las guerras que ha evitado a lo largo de su reinado. Nunca me envió a ninguna de las famosas batallas de hace décadas porque era un hombre débil; su corazón se abría más rápido que las piernas de una mujer en un harén. Pero yo soy diferente, pelearé junto a mi ejército.
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- Me alegra oír eso- respondió el Capitán Dorado-. Preparen sus caballos y pónganse sus armaduras. Cuando oigan la señal los esclavos pasarán por el bosque y lo dejarán libre para nuestro paso.
Los capitanes salieron y en pocos segundos todo el campamento se puso en marcha. Kedeon buscó a su escudero y le dió la tarea de ensillar su caballo y de afilar su espada.
-¿Va a algún lugar, mi príncipe?- le preguntó Tate, su escudero.
- Voy a subir el acantilado más cercano. Llegaré a tiempo para la liberación de los criminales. Necesito que me tengas todo preparado.
- Mi príncipe...- Tate lo detuvo. Cuando Kedeon frunció el entrecejo, este bajó la cabeza avergonzado- no es seguro que explore la zona usted solo. Estamos en tiempos de guerra...
- Cállate Tate- le ordenó con desprecio-. Solo te preocupa tu cabeza. Sabes que si muero mi padre personalmente te la destrozará con una maza frente al pueblo. Ahora prepárame mi caballo. Lo quiero ensillado y alimentado.
El chico, tan joven como él, corrió hacia el animal y emprendió su tarea. Mientras, Kedeon quería explorar un poco más la zona. Atravesó el ajetreado campamento evitando ser golpeado por los escuderos que corrían de un lado a otro apresurados para agradarle a sus caballeros que al mismo tiempo trataban de no pisotear las pequeñas montañas de heces de los caballos. Las carretas se movían de un lado a otro, guiadas por los hombres de guerra y sus pajes. Kedeon las esquivaba una a una, pasando bajo los pilotes de madera recién colocados hace una semana. Las ropas interiores de los caballeros y los mercenarios que colgaban de las sogas rozaban y desordenaban su cabello, provocando una mueca en su rostro debido al hedor que desprendían. Su pie derecho resbaló con un charco de lodo y terminó introduciéndose completamente en un agujero espeso. Cuando Kedeon lo sacó, la bota de cuero estaba llena del glaciar lodo de color marrón que producía un incómodo sonido al caminar.
Regresó a las Playas Rocosas, donde todo estaba más ajetreado. La costa pedregosa estaba llena de miles de galeras de grandes velas rojas y verdes que se alzaban juntas como bestias salvajes. Centenas y centenas de esquifes transportaban a los caballeros de Freess junto a los jinetes. La pequeña bandera del continente ondeaba con fiereza por las frías ráfagas de viento provenientes del mar sureño. El fondo de la bandera era negro, y sobre este reposaba la araña blanca sagrada de diez patas. El pequeño animal era único en su especie, blanca como la cal y tan resistente como los cuernos de marfil de los elefantes de Elle. Las diez patas de la araña blanca simbolizaban a los respectivos dioses de Xantis. Kedeon aún no conocía al dios de los salvajes. Según los caballeros, estaba en la isla de Kveennor junto al castillo abandonado.
Recorrió toda la playa, hasta llegar a La Cabeza del Oso; un pequeño acantilado rocoso que se alzaba en solitario, a una milla de la costa, apartado del campamento. La cima de la antigua pendiente estaba sobre la costa sureña a unos ciento cincuenta brazas de altura, con la forma de la cabeza de un oso negro con la boca abierta, que olfateaba el aire buscando a su presa. Las rocas afiladas le impedían avanzar con equilibrio y el musgo provocaba algún que otro resbalón. Subir por esa ladera era la única manera de llegar a la cabeza del oso con las extremidades intactas. La otra manera era pasar por el bosque que estaba tras la montaña, pero era el mismo bosque que mató a los quinientos soldados.
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Llegó exhausto a la cima, respirando por la boca; pero la subida valió la pena. Desde la cima del acantilado, se podía apreciar la gran dimensión del bosque de trampas. El bosque de coníferas, se extendía de un extremo a otro de la isla y rodeaba por completo a La Ciudad de los Bárbaros. El campamento apenas era visible, estaba cubierta por una gran neblina, y solo se alcanzaban a ver algunos de los fiordos lejanos al sur. A la izquierda, decenas de acantilados con el doble de altura que en el risco donde él estaba ,y la derecha solo estaba cubierta por el Bosque de los Pinos Gigantes. El sur era casi invisible.
Kedeon caminó hacia el borde del acantilado y la columna de viento lo golpeó en el rostro. Estaba parado sobre la nariz del oso, mirando hacia abajo asustado. El mar gris de las Playas Rocosas chocaba contra las piedras puntiagudas con violencia, y el choque levantaba el agua salada a más de cuatro pies de altura.
<< Es más agradable que Thorne- pensó al sentarse en el borde, dejando las piernas colgando-. A Khara le gustaría vivir aquí. Cuando sea mayor le pediré a mi padre ser el dueño de esta isla, y la traeré aquí conmigo...>>
- Sabía que te encontraría en un sitio como este- le sorprendió Lohan, su hermano. Lohan, al igual que Kedeon, había subido el acantilado, pero no mostraba señal alguna de estar agotado. O al menos la ocultaba muy bien-. Esta isla es detestable- miró todo con desprecio-. Es aburrida, no hay nada que hacer. No hay burdeles...
- Solo piensas en mujeres.
- Tu hermano no piensa en mujeres, Lohan- el príncipe Gahred llegó a la cima de la misma manera que Lohan. Sin un ápice de cansancio-. No es como tú.
El príncipe Gahred Ray era apuesto como una mujer. El cabello negro liso le llegaba a la parte baja de su espalda y se batía con las ráfagas de viento sureñas. La piel pálida realzaba el rosado de sus labios y el color rojo vino de sus ojos. Eran unos ojos grandes, pero inexpresivos, donde era imposible saber su estado de ánimo. Con una mandíbula triangular tan pequeña como la de una mujer. Gahred Ray era más alto que Lohan, y más delgado que él, con una cintura estrecha y unas piernas largas, pero musculosas. Vestía una indumentaria de lana negra con adornos dorados y alguna que otra piedra preciosa de color verde como los jades de su cinturón; y una capa de piel de lobos norteños completamente negra. Sin embargo, su hermano, el príncipe Lohan Lensleth estaba cubierto de oro de los pies a la cabeza, sin contar a la capa roja de terciopelo que lo cubría.
Su cabello rubio era rizo, y estaba completamente desordenado bajo su corona salpicada de rubíes. La piel blanca estaba algo bronceada por los días soleados de Thorne, y su mandíbula cuadrada brillaba sin vello facial, con ojos de color miel que a la luz del día se tornaban dorados. Lohan era de hombros anchos y robustos, pero de piernas delgadas y ágiles. Era la digna imagen de la joven dinastía Lensleth, la cual Kedeon pertenecía, pero no llevaba sus rasgos.
- En el harén real hay cientos de mujeres hermosas- siguió Lohan-. Lo supieras si no te pasaras todo el día con tu hermanita Khara.
- Hay cosas más interesantes que las piernas de una mujer- dijo Kedeon y tiró una piedra con desgana. No le gustaba hablar con Lohan, porque solo hablaba de mujeres-. En menos de una hora habrá una matanza. No hay tiempo para pensar en eso.
- Cuando abandones tu virginidad sabrás de lo que hablo. Tal vez traerás a una mujer al campamento para no estar solo. Cómo yo...
- Joanne... Siempre la llevas contigo a todos lados.
- Joanne hace que me olvide que estamos en una guerra, cerca del enemigo.
- Solo la traes porque es arjemita- El Ray habló y Lohan soltó una carcajada-. No la traes porque te haga olvidar que estamos en una guerra.
- Es cierto- admitió Lohan-. Las arjemitas son las mejores de Xantis. Deberias experimentarlo hermanito.- Kedeon suspiró.- . Padre estaría contento.- Lohan miró su indumentaria-. ¿Por que vistes el negro? Será tu primera guerra. Deberías estar atento y cubierto de la cabeza a los pies con la armadura dorada como los Lensleth- le habló con frialdad.
- No me gusta la armadura. No soy tan fuerte como ustedes...- Kedeon tiró otra piedra-. No me dejaría moverme rápidamente.
- ¿ Quién dijo que tú ibas a pelear? Vas a estar sentado sobre el caballo mirando desde lejos. Tomber te protegerá. Son órdenes.
- He estado toda mi vida entrenado con Ser Bren.
- Ser Bren no es más que tu guardia. Su único deber es defender, no matar- caminó hacia la ladera.
- Por favor, Lohan...
- El chico quiere pelear- interrumpió el príncipe Gahred Ray. Sus ojos grandes e inexpresivos le aportaban un aire misterioso- ¿No es así? - Kedeon no pudo soportar su mirada más de tres segundos.
- Si- respondió y Lohan lo miró con recelo. Su hermano detestaba desobedecer a su padre, a pesar de tener casi treinta años de edad. Suspiró con pesar.
- Si te pasa algo Tomber será quién pague las consecuencias- bajó cuidadosamente por la ladera del acantilado.-. Ahora vuelve al campamento. Ya queda poco para que los criminales se sacrifiquen por nosotros.
- Está bien- gritó Kedeon. Lohan ya estaba fuera del alcance de su vista.