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Chapter 6 - Capítulo 3

Al día siguiente, estaba en una de las torres vigías, rodeada de desconocidos que caminaban de un lado a otro, esperando la llegada de mis compañeros.

Marcos estaba al otro extremo, con los brazos cruzados y las piernas algo separadas escuchando con atención lo que uno de los hombres le decía. Su rostro llevaba una expresión seria, con un ceño levemente fruncido. Estaba tan concentrado en la conversación que asentía continuamente. El hombre a su lado apenas le llegaba a los hombros, así que manoteaba y gesticulaba alzando la voz, obteniendo la atención de varios grupos a su alrededor.

— Marcos es un excelente líder.

Roger se sentó a mi lado con los codos en las rodillas. Esta vez vestía completamente de negro.

— No ha llegado a los treinta años y ya se ha ganado el respeto y la admiración de todos en la muralla sur— confesé sorprendida. Él sacó un cigarrillo y lo prendió. El humo de color verde rodeó mi rostro.

— Hemos perdido compañeros a causa de la policía, pero estamos agradecidos de no haberle perdido a él. Al ser el único joven en la muralla, nos brindaba algo de esperanza... Recuerdo su primer día. Tenía tu edad cuando llegó aquí. Su rostro era confuso, lleno de emociones como: el miedo, la preocupación, desaliento y dudas, pero la más sobresaliente era la tristeza.

— ¿Tristeza?

— Oh, si. Al parecer uno de sus parientes murió al otro lado de la frontera.

— Le entiendo. La mayoría de las veces, la pérdida de un ser querido es lo que nos motiva a patrullar esos territorios.

— Lo es. En su primera exploración perdió a tres de sus compañeros, pero se las arregló para traer con vida a cinco emigrantes de La Península. Hoy, conoce los territorios entre esas dos murallas como la palma de su mano. No necesita de mapas ni lentes.

— Impresionante — admití.

Por cortos segundos mis ojos se encontraron con los de Marcos. En ese lapso, la expresión de determinación de su rostro despareció visiblemente, pero el hombre a su lado habló más alto y logró llamar su atención de nuevo.

— No es impresionante, Cath. Es aterrador.

— ¿De qué hablas?— ahora sí se había llevado toda mi atención. Roger arrojó su cigarrillo hacia el cesto en la esquina. El cabo rebotó y cayó al suelo, pero el cesto inteligente sacó unas pinzas y lo recogió con cuidado. Se acercó aún más a mí y habló bajo y despacio.

— Mientras más importante sea, más crecerá ante sus enemigos y se volverá un blanco fácil para la amenaza en el centro de la ciudad: la policía. Todos estamos conscientes de ello, pero no tenemos el valor de quitarle el puesto.

— No cambiaría nada. El próximo líder de los exploradores sería el blanco.

— Es por eso que tu padre no quería que te nos unieras—sonrió—. Sé que deseas ser la segunda al mando en el Escuadrón de Exploración.

— En el norte era la líder, era como él.

— ¿Deseas quitarle el puesto a Marcos?—soltó una carcajada—. Sí que eres valiente. Será como intentar arrebatarle la comida a un león.

— Puedo lidiar con ello.

Escuché una risa discreta de su parte. Cuando regresé la mirada, el hombre que hablaba con Marcos ya se había ido y este caminaba en nuestra dirección.

— Adivinaré...— le dijo Roger cuando estuvo lo suficientemente cerca como para oírlo—. Mikel volvió a tocar el tema de los vehículos.

— Protesta por el estado en que regresan los autos a la base— completó Marcos.

— El problema es que el territorio prohibido es molestosamente irregular—  me explicó Roger—. Cuando salimos, nuestros vehículos de levitación magnética a veces no notan el cambio en la superficie y los imanes rozan el suelo sufriendo daños que dificultan el rápido avance a la hora de limpiar el terreno.

>> Y es aquí cuando entra Mikel. Él es el jefe de nuestros talleres. Las herramientas y las máquinas necesitan piezas nuevas, piezas que son realmente difíciles de conseguir. Así que la mayoría de los vehículos no pueden ser reparados, y eso es algo que cabrea a Mikel. Por eso todos los días se dedica a quejarse con Marcos— prendió otro cigarro—. Es realmente intenso— me miró—. Estoy seguro que en el norte todos los vehículos funcionan.<<

— De hecho, no poseen levitación magnética— le corregí—. A diferencia de ustedes, el territorio prohibido que nos conecta con Urbe Nevada carece de una ciudad subterránea y el magnetismo terrestre no nos proporcionaría una mayor velocidad, por lo tanto, usamos jeeps o motos de nieve.

— Entonces los talleres son simples— afirmé con la cabeza—. Debes estar deseosa de ver el nuestro.

— Tienes razón.

— Marcos puede enseñarte toda el área, incluido el taller— sugirió Roger.

Una notificación apareció en mis lentes.

Rick: Ya llegamos al nivel sur. En diez minutos estamos ahí.

— Bueno, tendrá que ser después— les dije—. Han llegado.

— Arthur— se comunicó Roger tocando su oreja—, envíale un mensaje a todos los exploradores diciéndoles que sus futuros compañeros llegaron. Baja tú también— le hizo una seña a alguien y retrocedió—. Ahora vengo.

Y Roger desapareció de nuestro alrededor en pocos segundos. Estuve esperando junto a Marcos durante varios minutos sumergida en un incómodo silencio.

— ¿Estás seguro de que todos vendrán a recibirlos?— le pregunto algo ansiosa a Marcos.

— Si fueron llamados vendrán— dice sin mirarme—. No dudes de ellos.

En efecto. Ya llegaban. Eran hombres de casi dos metros de altura, cubiertos de plástico y hierro, muy intimidantes. Marcos parecía un adolescente a su lado.

— Parecen tipos duros — comento observando sus aspectos—. No me sorprende que todos sean cyberpunks, es el punto fuerte en Ciudad Subterránea.

— Pertenecían a las bandas mafiosas de esa ciudad. Son mejores matones que cazadores, pero la frontera necesita de ellos. Antes de llegar tenían cargos de múltiples asesinatos, contrabando de armas, extremidades y droga. Son la única razón por la cual la policía no deshace la guardia de la muralla.

— ¿Han habido problemas serios entre ellos?

— No. Al menos no en mi presencia. Su aspecto es desagradable, pero son buenas personas.

Lo dijo con tanta neutralidad que el sentimiento hacia ellos se volvió mutuo. Quise agregar algo, pero ya estaban junto a nosotros. Al parecer, pocos notaron mi presencia, ya que los de alante estaban golpeándose y riendo a carcajadas. Eran los mismos hombres que vi ayer en el Club P.G.

— Jefe... — uno de ellos le habló a Marcos. La parte derecha de su cabeza era de metal, con una oreja falsa de goma —. ¿A que no se imagina quién ganó las cien monedas?

— ¡Cállate, Craig! — espetó el más delgado, o mejor dicho, el saco de huesos —. ¡Fue trampa!

— ¿De qué hablas, Cable?— el tal Craig puso su mano en el pecho y fingió indignación—. Soy un hombre de palabra, incapaz de hacer trampa. Tú fuistes quien propuso el reto. Dijistes: "cien monedas a que le gano a Craig en un torneo". Todos me miraban, tuve que aceptarlo.

— ¡Estaba borracho! ¿A que hombre de ciento treinta kilos se le ocurre aceptar un torneo de pulsos contra otro de cuarenta kilos?— preguntó "Cable" casi histérico, tratando de golpear a Craig en el rostro —. ¡Ahora no podré entrar al club! ¡Hijo de puta!— el resto estalló en risas. Al parecer era divertido trolear al pequeño.

— Oye oye— le llamó la atención un hombre de cabellos canos—. El jefe está aquí.

Todos borraron su sonrisa. Craig se rascó la parte de la cabeza que aún seguía con pelo.

— Perdón jefe— Cable estaba nervioso—. Sé que no le gusta que llevemos los problemas del club a la muralla...

— Les entiendo— Marcos me observó con el rabillo del ojo —. Están emocionados por la llegada de los nuevos.

De repente toda la atención cayó sobre mí.

— ¿Es...—  Craig me señaló con el índice. Cuando abrí mi boca para hablar me interrumpió—. Eres Catherine Nilveght?

— Sí — sonreí algo confundida—. ¿Cómo lo sabes?

— Tu padre nos ha hablado mucho de tí — comentó un hombre de cabellos castaños—. Te lleva en su mente todo el tiempo.

— En especial cuando está borracho— bufó Craig y todos rieron —. Todos nosotros conocemos a la chica del cabello rojo. ¿Sí o no, caballeros?

— ¡Síiiiiii!— soltaron al unísono.

Ok. No me esperaba esta reacción. No entiendía nada, pero a la vez, la situación me parecía graciosa, ya que todos coincidían en las miradas y los comentarios: tenía razón, no exageraba. Sabía que volvería al sur, todo volverá a empezar... Por otro lado, Marcos seguía a mi izquierda, con la mirada perdida . ¿En qué estaría pensando?

Las puertas de acero se deslizaron y decenas de rostros nuevos aparecieron para hacer silencio en todo el lugar. Todos eran jóvenes como yo, la misma cantidad de hombres que de mujeres, pero la mayoría de clase cyberpunk. Sus miradas eran escrutadoras, observando todo a su alrededor atentamente. A la cabeza estaban Rick y Kelany, mis antiguos compañeros en el norte. Se detuvieron frente a nosotros. Rick acortó la distancia y me besó. Le devolví el beso sin problema alguno, acompañada de los rumores de parte de ambos grupos.

— No ha parado de decir lo mucho que te extraña— dijo Kelany tras él. Me aparté con una sonrisa—. Ha sido insoportable tenerlo así durante un mes, Cath.

— Te extrañé, Catherine. Pero...— Rick señaló al grupo nuevo— aquí están los chicos.

Intenté hablar pero Roger llegó con mi padre.

— Bienvenidos al infierno sureño— canturreó Arthur con un tabaco en la boca—. Me llamo Arthur Nilveght, soy el Teniente General de este pedazo de muralla, pero ustedes pueden tutearme. No quiero respetos innecesarios. Este hombre— palmeó el hombro de Roger—, es Roger Black, el líder de la guardia de la muralla. Siempre lo verán en el club nocturno bebiendo. Es tan viejo cómo yo, pero tampoco desea formalidades. Pero este hombre— señaló a Marcos—, es Marcos Holt, el comandante del Escuadrón de Exploración. En solo cuatro años ha pasado de ser un simple explorador a ser el líder de estos hombres que ven a su izquierda— se refirió al grupo de Craig y Cable—, que cómo ven, podrían ser sus padres.

>> De más está decirles que sus palabras son órdenes para ustedes. Y bueno— suspiró—, sé que están aquí gracias a mi hija, Catherine. Estoy seguro de que la mayoría proviene de los otros puntos cardinales de la ciudad, y que los rumores sobre nuestra situación actual les hizo dudar; pero debo admitirles que estamos más que contentos de tenerlos aquí <<.

— Se equivoca— una voz masculina sobresalió entre los recién llegados. Era un hombre rubio que portaba un acento extranjero —. Todos conocíamos la situación del sur, pero no dudamos ni un segundo en aceptar.

— Tiene razón — le defendió Rick —. Están conscientes de lo que pueden perder.

— En ese caso... — mi padre caminó hacia ellos con el gesto sombrío. Se detuvo frente al rubio que habló—. Dejaré mi confianza en ustedes— le ofreció su mano.

— Pierre Carrier— el rubio aceptó su mano con una sonrisa ladina.

Detrás de él apareció Roger, y así, todos los nuevos saludaron personalmente a mi padre, diciendo sus nombres. Marcos se paró a mi lado, mirando la escena. Los hombres de su grupo también se habían unido a los saludos. Estábamos conscientes de que esta podría ser la primera y última vez que todos estuviéramos juntos, vivos...

— Nada de esto hubiera sido posible sin tu ayuda, Catherine— comentó Marcos sin establecer contacto visual conmigo—. La ciudad entera está en deuda contigo, aunque no lo parezca— Dió media vuelta y desapareció por uno de los pasillos. Lo tomé como un "gracias" bien disimulado.

— Esa mirada...— comentó Rick en voz baja—. Estoy seguro que bajo su liderazgo han muerto más hombres que los presentes en esta sala.

— Yo creo que le gusta su trabajo— opinó Kelany—, pero a la vez hay personas que lo presionan para que lo deje.

— Puede ser.

No, no era nada de eso.

Horas después, los recién llegados se habían acomodado en sus habitaciones. Yo me encontraba en la de Rick, esperando a que se bañara. Era una habitación de colores opacos y sombríos como la mía, que carecía del cristal y sólo tenía un cuarto. Kelany, su hermana estaba en la habitación contigua.

— Ha sido un puto mes sin follarte — me besó en el cuello y me rodeó con sus brazos.

Rick era de piel bronceada, pero la falta de sol característica de nuestra ciudad lo hacía lucir mucho más claro. Tenía el cabello oscuro, con matices azulados, un poco largo, que ahora estaba despeinado y mojado. Sus ojos eran grandes y expresivos, enmarcados con cejas de corte casi recto.

Me quité la chaqueta negra y la camiseta bajo ella, quedando solo en sostén. Rick bajó hacia mi pecho y besó la piel desnuda mientras yo desabrochaba mis zapatos para poder quitarme el pantalón. Cuando estuve solo con mi ropa interior, se quitó la toalla enseñándome su erección. Me puse de rodillas sobre el colchón e hice desaparecer el sostén, luego las bragas, quedando ambos completamente desnudos. Me cargó y rodeé su cintura con mis piernas, sintiendo el roce de nuestras partes íntimas mientras nos besábamos.

Rick y yo habíamos sido novios desde que llegué al norte. Era un chico adorable, bastante divertido y cariñoso. Me tomó menos de un año enamorarme de él, y desde ese entonces, llevamos un noviazgo más o menos libre, ya que a veces nos pasamos meses sin tocar a otra persona. No era celoso, ni yo tampoco, y eso fue lo que hizo que la relación durara casi una década.

Al tenerlo dentro de mí, olvidé por completo lo que había pasado hace algunas horas. Él era como un filtro que absorbía las preocupaciones de mi día. ¿Él era el filtro, o lo era el sexo? No lo tenía claro realmente.

— Catherine...

Llegó al orgasmo poco tiempo después que yo alcanzara el mío, mirándome a los ojos. Estuvimos unos minutos en silencio, y luego me puse de pie para vestirme. No tardó en imitarme.

— Quiero que vayas esta noche a mi cuarto— le digo en la puerta de su habitación, a pocos centímetros de sus labios—. Todavía tenemos horas para recuperar el tiempo perdido— agarré su miembro con mi mano y le di un beso sonoro. Soltó un pequeño gruñido.

— Estaré ahí — prometió tras besarme la mano.

El resto de la tarde estuve perfeccionando el plan que había ideado hace meses para la expedición hacia el centro del país. Un paso decisivo e importante era el convencer a Thiago, un robot creado a partir de el héroe de la primera expedición hacia el sur. Lo que yo deseaba hacer, era prácticamente lo mismo que él había intentado hace dos siglos: reunir a miles de soldados exploradores para viajar al Nido Capital y eliminar el origen de los contaminados.

— El origen... — pensé en voz alta.

Recordé las palabras del capitán Zeno en una de sus clases. Era un día común y corriente en el norte, pero la información que obtuve fue crucial.

— ¿De dónde creen que salen los contaminados?— había preguntado el Capitán Zeno.

— ¿Un virus desconocido que se originó gracias a la abundante radiación?— una chica de piel oscura levantó la mano.

— Los científicos descartaron esa posibilidad— negó Zeno—. Hace un milenio la humanidad fantaseaba con la aparición de un virus capaz de generar algo similar a la rabia en los humanos, pero el proyecto fue cancelado tras llegar a la conclusión que el mismo acabaría con la raza humana. ¿Otra idea?

— El simple descontrol de la célula al entrar en contacto con la radiación— contestó Rick levantando los hombros—. En la escuela nos dijeron que la célula fue capaz de adaptarse a esas condiciones y que evolucionó de manera alterada, lo que provocó el aspecto inhumano de la piel y el rostro de los contaminados.

— Ese es el proceso, pero la radiación sigue presente aún después de siglos de desarrollo.

— Tal vez ese era el objetivo — hablé —. Tal vez las bombas cayeron en lugares específicos, o tal vez el impacto capaz de ocasionar un desastre gigantesco fuera capaz de crear algo similar a un agujero bajo tierra.

— Exacto— aprobó Zeno mirándolos a todos mientras me señalaba con el brazo—. Fue un impacto tan violento que devastó el centro de la capital y abrió un cráter muy profundo, al que nosotros llamamos Fosa del Origen. Esa fosa es totalmente desconocida para nosotros, ya que nadie ha sido capaz de ingresar a su interior gracias a la falta de trajes especiales y a la presencia constante de los contaminados.

>> Se cree que es un lugar bajo la maleza, lleno de radiación nuclear y con fragmentos de la última bomba atómica. Hemos enviado naves y drones para evaluar el lugar, pero por desgracia no encontramos la entrada a la fosa, ni tampoco el agujero por el cual los contaminados deberían emerger. Los pocos humanos que fueron capaces de acercarse un poco al lugar eran los hombres del comandante Thiago Kennedy, pero ninguno de ellos pudieron regresar con vida para brindarnos información. Él único sobreviviente fue el propio comandante, pero regresó tan mal herido que el gobernador de nuestra ciudad decidió congelar lo que quedaba de su cuerpo para preservar su memoria para el futuro. Actualmente, nuestro gobernador Charles Forbes trabaja en la creación de un cuerpo robótico para él. <<

Tres años más tarde, Thiago era un robot. Lo único humano en su cuerpo era su cerebro gracias a que sus creadores estaban a favor de que mantuviera sus sentimientos, emociones y recuerdos. Cuando fue capaz de entender lo que le había pasado, los psicólogos le hicieron preguntas sobre lo ocurrido en el Nido Capital y la ubicación de la Fosa del Origen, pero esa información jamás llegó. El héroe aseguraba que al poner un solo pie en la capital los contaminados aparecieron de la nada y les atacaron de manera brutal. Sus compañeros perecieron uno a uno. Él sobrevivió gracias al sacrificio de uno de ellos.

Mi objetivo era traerle y hacerlo formar parte del Escuadrón de Exploración. Su presencia sería un imán que atraería a más jóvenes como nosotros, y que otorgaría seriedad al asunto. Si se negaba, podría hablarle del motivo por el cual estaba en este lugar, y de la razón que me hizo llegar hasta este punto. Utilizaría la venganza como arma para hacer que retomara lo que dejó inconcluso hace dos siglos.

Miré pensativa por el cristal de la ventana.

— Si pudiera convencer al gobernador Forbes...