Cuando subí a este autobús, los demás pasajeros solo me observaron fijamente. No sé si eran mis muñecas vendadas o los moretones de mis brazos, pero me había vuelto el foco de atención de muchas miradas. El chófer parecía no creer lo que veía. Me senté junto a un señor mayor. El llevaba puesta una camisa blanca junto con un chaleco de rombos y parecía no asimilar lo que estaba pasando. Me había vuelto su compañera de viaje y eso parecía incomodarle de cierto modo. ¡Mi apariencia era algo que incomodaba a quien me rodeaba!
-¿Te encuentras bien? -el tono de sus voz irradiaba preocupación.
No me sorprende que el conductor pareciera asustado mientras yo abordaba. De vez en cuando volteaba a mirar por su espejo. La sangre ya se había secado en mi blusa y mi pantalón se había marcado de violencia.
-Si, estoy mejor que nunca -respondí y el viejito hizo un gesto curioso.
Su cabeza llena de canas brillaba con la luz que atravesaba por la ventanilla.
-¿Segura? Estás sangrando por todos lados -añadió él.
Y la verdad es que me sentía bien. No pensaba volver, no quería hacerlo. El abordar este vehículo fue para mi una oportunidad de seguir viviendo, de respirar más en esta vida que casi se me acaba. Ya no esperaba nada de nadie. Ni siquiera esperaba algo de mí.
-¡Buscó pegamento para pegar cada parte de mi! ¿Sabe? -hice una pausa-Tengo el alma rota.
-¿Tú familia sabe...? -pregunto él.
-Supongo que sí. A estas alturas, ellos ya saben de mi ausencia -le interrumpí.
Las burbujas de la cerveza saben bien. Cada esfera de gas puede refrescar con tanta fugacidad el deseo de personas como nosotros.
-¿Quiere saber mi historia? -mi pregunta causó sorpresa en él.
-¿Tu historia? -pregunto incrédulo.
El alcohol sirve para sincerar a las personas.
Había una vez una chica que vivía cerca de la tristeza y lejos de la realidad. Le encantaba caminar por los campos y escuchar música independiente a todo volumen mientras lograba conciliar el sueño por las madrugadas. Su nombre era sinónimo de soledad y la compañía de todos sus amigos eran antónimos de la tristeza que le ahogaba.
-¡Pienso quitarme la vida! -exclamé con tanta fugacidad que hasta las estrellas parecían apagarse por completo.
-¿Piensas que? -preguntó mi amigo.
Tu cuerpo siempre está latiendo vida a cada instante y el corazón bombea esperanza; es verdad que la pesada oscuridad que brilla dentro de uno, comienza a quemar todos los motivos que tenemos para ser felices y eso nos convierte en almas desdichadas.
La oscuridad que apagaba mi vida era un relato que contaban los libros y leyendas de la vida cotidiana. Pasas tu lengua, muy cerca de la humedad que burbujea risas y locuras a cuerpos frágiles que no sirven para nada. Terminas vulnerable en habitaciones vacías. La lejanía de los sentimientos humanos hinchan de dolor mi pensar cada vez que me acuerdo de todo, todo lo bello que parecía querer aparentar ser alguien que no era.
-¿Que se siente sonreír cuando no tienes ganas de sonreír? -le pregunte a mi profesor de secundaria.
La piel de cristal es tan suave que hasta excita e incita a querer tomar la inocencia de una persona con tanta violencia. Los tragos de alcohol dan fuerza cuando las lagrimas te han secado por completo, cuando te sientes sin nada y a la deriva.
-¿Cuando has hecho el amor? -la curiosidad se asomaba por los ojos de mis compañeros.
El amor no se hace, solo se demuestra y los labios son cómplices cuando quieres sentir el infinito. Todos somos de alguien, pero solo pertenecemos a quien logró llevarnos al cielo sin tocar ninguna parte de nuestro cuerpo. Así es esto, los ojos nos transmiten cosas sin decir palabras y las sonrisas esconden lo Saudade de una persona.
Las manos te tocan. El tacto humano puede inspirarte muchas cosas. Sus dedos parecían ser tan hábiles y silenciosos mientras se escurrían con detenimiento sobre mi piel. Abrí los ojos. Apreté los labios y la piel de vidrio se partió en miles de fragmentos delgados que causaban mucho daño. Cuando abrazas a alguien con mucho afecto llegas a sentir chido en el fondo de tu alma, cuando nadie tiene afecto hacia a ti, usas el vidrio de tu cuerpo para hacerte daño, mucho daño. Las caricias de la noche son las más frescas y cálidas que alguien como yo pudo recibir. Era tan dulce, fresco y natural lo que parecía ser no poder dormir. Mis ojos miraban y remiraban cada parte del cielo de una forma única. Era como llorar sin llorar. Pensar que el mundo era normal y simple sin cosas y personas tóxicas, sin nada que pudiera causar daño a nuestros pensamientos.
-¿Has visto el color rojo que expulsa mi cuerpo cada vez que te miro?
La respiración que tienes cuando estás cerca de mi parece ser el humo que inunda lo más profundo de mis pulmones. El tacto es tan pesado y me lástima. El mar viene y va. Los escalofríos son parte del panorama. La lluvia es cosa de una unión simple de la violencia y el engaño. Cada vez que apagaba las luces o cuando me miraba al espejo...