Chapter 41 - X

—¡Cómo te atreves! —gritó Samael una vez se abalanzó contra Astaroth desde su posición. Utilizó a Lieruz para intentar dañar a su enemigo; empero, el ataque fue contrarrestado por la lanza de Belphegor.

—¡Samael, no es el momento para comenzar un conflicto! —aseguró Belphegor con furia.

—No te metas en esto, Belphegor. Ya lo has oído; ahora ya sabes que intenta oponerse a mí.

Sin embargo, Belphegor no desistió. Mientras que Astaroth no se movía, lo único que hacía era observar con suma inquietud. No temía pelear contra sus homólogos, pero todavía necesitaba el apoyo de otros dos si quería iniciar la guerra civil. Por supuesto que el Cielo era un problema de urgencia, aunque en estos instantes no podía resolver la situación.

—Lo dijo para enfurecerte, Samael —reveló Belphegor con decadencia—. No caigas en su juego. No destruyas tu honor por sus provocaciones. Eres mejor que eso.

—¿Ahora te pones de mi lado? —inquirió el Lord de la Piedra Negra con desfachatez.

—No, Samael; ¿a caso no ves mi arma chocar contra la tuya? Pensé que te había quedado clara mi posición; soy como un neutral. Voy a colocarme entre ustedes para evitar otra pugna interna como la rebelión, ¿comprendes?

De pronto, Astaroth suspiró con fuerza y caminó hacia la mesa; dejó la carta caer sobre el cristal y dio una media vuelta. Por su mente pasaban dos dudas; la primera era respecto al paradero de Mammon ya que si él también había recibido un llamado de urgencia habría arribado desde hace unos minutos. La siguiente cuestión se relacionaba con la posible respuesta de la primera, pues Astaroth creía que Mammon había actuado sin su consentimiento y había contactado con Beelzebub.

Después de unos minutos de silencio, Samael bajó su arma y Belphegor lo imitó.

—¿Dónde está Mammon? —Leviathan preguntó con un tono de voz lo más tímido posible.

—Astaroth —Belphegor contrapuso. Caminó hacia la mesa y se quedó parado frente al Lord de la Piedra Gris. Prosiguió—: ¿debemos preocuparnos de esto?, ¿del retraso de Mammon a esta reunión?

—Si fue informado, entonces debe estar en camino —resolvió Astaroth.

—Yo no he mandado todavía ninguna alerta o grupo de espías al territorio del Edén —de pronto la voz de Samael inundó la sala—, esta linda manera de hacernos guerra es algo que ha caracterizado al Cielo.

—Además, no podemos ignorar que esto tenga que ver con aquella carta que recibimos sobre el Creador —agregó Belphegor—, es probable que los ángeles piensen que hemos sido nosotros.

No, pensó Astaroth. Debía existir un motivo todavía más profundo por el cual el Cielo intentara otro asalto con desesperación, casi como si quisieran acelerar un proceso o resultado.

—Es verdad. No podemos ignorar esta posible resolución por parte de ellos —dijo Samael.

Los tres demonios contemplaron a Astaroth con intriga; sus rostros mostraron su deseo de interrogar y conocer la opinión del Lord de la Piedra Gris. Empero, Astaroth no estaba dispuesto a revelar información sin antes corroborar sus teorías.

—Astaroth, deja de jugar —Belphegor se atrevió a insistir—, yo sé que estamos a punto de iniciar con nuestros planes aquí en el Infierno, pero si el Cielo está en busca de un conflicto, no podemos ignorarlos.

Antes de que hubiera alguna réplica o queja, la puerta se abrió con brusquedad y la imagen de Mammon apareció. El demonio de cabellos blancos denotaba agitación y su rostro estaba lleno de alarma.

—¿Qué rayos están haciendo aquí? —cuestionó con rapidez Mammon.

—¿De qué hablas? —renegó Samael.

—Del Cielo; ¿no se han dado cuenta? ¡Es un maldito caos cerca del borde sur, en la Piedra Verde!

—Mammon, tranquilízate y explica con calma lo que quieres decirnos —ordenó Astaroth con sequedad.

—¿Quieres que me calme? El Cielo envió un mensaje de advertencia y mató a uno de los demonios de la Legión Azul; pero nuestros espías han encontrado algo todavía más importante que eso. Supuse… —Mammon pausó con respiro profundo y continuó de inmediato—: supuse que ustedes lo sabrían. Los ángeles abrieron un canal de comunicación, cerca del Limbo, de la tierra neutral. Algunos mercenarios y otros viajeros cruzaron el Lago de los Cadáveres y se metieron en el camino de los ángeles. Es peor de lo que pensábamos, mucho peor.

Como un velo oscuro, los rostros de los cuatro demonios Lores se mostraron en alerta y consternación. Astaroth intentaba comprender y dar sentido a la explicación de Mammon, ya que no creía capaz que el Cielo comenzara otra guerra cuando en su territorio no existía estabilidad. Por otro lado, Belphegor y Samael interpretaban el peor escenario; sabían que no había manera de proteger al reino de otro asalto, ni mucho menos de enfrentar las armas de destrucción masiva que los ángeles poseían. Mientras que Leviathan era consciente de que el Cielo tenía una ventaja superior sobre ellos.

—Fue como si todo hubiera sido planeado, como un montaje perfecto. Creí que nos atacarían de inmediato, pero no fue así.

—¿Un montaje? —inquirió Samael, —¿de qué hablas?

—Un grupo de ángeles se rebeló contra sus superiores, allí mismo, frente a nosotros. Ordené de inmediato una retirada y hemos cerrado las fronteras principales, excepto la que colinda con la Piedra Verde. ¿Fue un juego de ellos?, ¿una forma de indicarnos algo?, ¿tenían otro objetivo al matar a uno de nuestros soldados?, ¿fue una forma de hacernos saber de su rebelión?

—¡¿Rebelión?! —Leviathan se expresó con un grito ahogado.

—¿El Cielo? —ahora agregó Belphegor.

Astaroth ocultó su sonrisa de satisfacción y continuó con su expresión adecuada para el momento. Por fin había llegado el tiempo de continuar. Así como el conflicto en el Cielo, era hora de dar inicio a los primeros pasos para la guerra civil.

—Imposible —decidió opinar Astaroth—, el Cielo no es un reino inestable; ¿cómo ha sido factible que una rebelión se gestara?

Las palabras de Astaroth, casi como falsas, fueron el código que Mammon comprendió. A partir de este instante, todo lo que ambos Lores rebelaran al resto de los Señores sería la base para incitar la guerra civil venidera.

—No conocemos con exactitud lo que ellos planean, así que no podemos juzgar —Mammon parló con un tono seco; luego dirigió su mirada a Astaroth.

—¿Cómo nos afectará esto a nosotros? —Leviathan intervino—, ¿cómo afectará su rebelión a nuestro reino?

Será el siguiente paso, pequeño demonio acuático, pensó Astaroth con seguridad, su rebelión significa una sola cosa para el Infierno: un nuevo gobernante llegará y con ello el Infierno se convertirá en el reino más temido de toda la Creación.

—Eso dependerá de la resolución que ellos obtengan —divulgó Belphegor con respeto—, si es una rebelión para destronar a su actual soberano, entonces nosotros tendremos una gran oportunidad para atacar.

—No —Samael interrumpió—, no tendremos oportunidad de nada. Nosotros todavía estamos buscando a nuestro legítimo rey. Yo no voy a ceder, y eso ustedes deben tenerlo muy en claro.

—Samael —Belphegor intentó reprochar, pero Mammon se colocó entre los dos demonios de altura superior.

—Estoy de acuerdo, Samael. Nosotros todavía debemos resolver nuestro conflicto —aceptó Mammon.

La revelación de Mammon fue casi sublime, pues nunca antes el Lord de la Piedra Blanca había encarado a Belphegor. Aquél comportamiento denotaba la seriedad con la que el Infierno debía enfrentar la situación de un supremo soberano.

—Eso quiere decir que…¿ignoraremos al Cielo? —nuevamente Leviathan hizo la pregunta clave.

—Sí —replicó Astaroth—, por ahora sí.

***

El clima nocturno de la Piedra Verde era hostil; casi todo el territorio correspondía a un enorme desierto y a unas cuantas montañas de roca oscura. Casi todas las noches las tormentas de arena se hacían presente, provocando que las construcciones estuvieran llenas de viajeros nocturnos, mercenarios ebrios y mercantes ambulantes. La mayoría de las construcciones eran acondicionamientos de cámaras internas que las montañas ofrecían como protección natural; además de que el grupo Anti-esclavista se las había ingeniado para construir una base que se mantenía suspendida en el aire para más protección.

Para los habitantes de la Zona, las hostilidades del lugar ya eran algo común y se habían adaptado a ello. Sin embargo, para los demonios que visitaban por razones variadas, todavía era molesto moverse por las noches. La Piedra Verde era caliente y sofocante durante el día, mientras que la noche era invadida por una brisa suave y refrescante, aunque llena de tormentas arenosas en los puntos más desolados.

A diferencia de las ciudades en las otras Piedras, allí era imposible divisar una carretera o un camino que conectara a los poblados dispersos. Además, tampoco existían hermosas metrópolis repletas de edificios gigantes, ni de mercados concurridos, no se podía encontrar un castillo ni una ciudad emblemática que perteneciera al domino de un demonio Lord. La única ciudad de tamaño decente era la que contenía la base flotante del grupo Anti-esclavista, y era porque poseía uno de los bares más grandes que se usaba como punto de referencia para obtener información.

No existía una ley local extensa, ni tampoco había una Legión militar que se encargara de conservar el orden; era una tierra de forajidos que se guiaban con algunas leyes generales que aplicaban para todo el reino. Empero, eso no era suficiente para cubrir situaciones, tratados ni peleas. En la Piedra Verde los problemas se arreglaban de distintas maneras, especialmente con enfrentamientos directos entre grupos de mercenarios o asesinos a sueldo. Aquello había propiciado la fuga de esclavos desde otras partes del reino, en especial la gente que pertenecía a los híbridos de demonios, caídos y demonios nacidos fuera del Infierno. Los esclavos allí no tenían dueño, ni tampoco debían obedecer a un documento que sólo era válido por localidades específicas; por lo tanto, la población del sitio era tan variada como un festival.

Las ventajas que ofrecía la Piedra Verde eran únicas en el Infierno, ya que eran una forma de protección para aquellos que buscaran un refugio o un lugar para llamar hogar. Así se había instaurado la base ideológica de los esclavos que vivían en libertad en la zona; y con ello el movimiento había tomado fuerza. Un líder había sido seleccionado y de esta forma las primeras reglas locales habían nacido; una ley local que no afectaba con los mandatos básicos de la Piedra Verde: la abolición de la esclavitud. Esto significaba que ningún esclavo podía ser visto como tal en el sitio; a pesar de que existían mercantes y mercenarios que se especializaban en la venta de mercancía y tráfico de esclavos. Las restricciones eran claras, donde aquellos que buscaran protección obtendrían su libertad. Únicamente unos cuantos grupos eran permitidos trabajar bajo el rubro de traficantes de esclavos.

El líder del grupo Anti-esclavista era un joven demonio que descendía de una raza externa a los demonios; pero ya había adaptado sus poderes, apariencia y vida al Infierno. Su nombre era Beelzebub y se había encargado de establecer cierto orden en la Piedra Verde. Su ideología se expandía con rapidez, así mismo era temido por algunos mercenarios y mercantes que estaban en contra de sus objetivos. Beelzebub tenía una apariencia jovial, con sus ojos amarillos claros que resplandecían en contraste con su tez azulada oscura, así como uno cuernos curvados hacia atrás que compaginaban con sus alas negras e invertidas. También era reconocido por su poder y su sencillez.

La fortaleza del grupo Anti-esclavista era protegida por soldados unidos a la causa y mercenarios de turno; tenía una entrada directa que conectaba con la montaña rocosa más frecuentada y grande del poblado mayor. Había un puente mágico que se activaba a través de los pilares que conectaban a la montaña y al edificio flotante; era una manera precavida que tenía la construcción contra sus enemigos. El interior estaba acondicionado con grandes pasillos pulidos con una pintura dorada que daban un toque arenoso, las paredes conservaban en la parte superior su tono oscuro, pero se apreciaban jarrones y vasijas enormes llenas de arena.

En aquella ocasión, los guardias habían permitido el paso a dos demonios encapuchados y misteriosos; eran escoltados por los corredores dorados hasta la sala de reuniones que existía. El trayecto era corto y la sala de reuniones parecía más un cuarto enorme con poca presentación. Los guardias ordenaron a los invitados aguardar unos minutos. Beelzebub había sido informado de dos extranjeros que buscaban ofrecer un trato a favor de la abolición de la esclavitud; empero las medidas de protección impedían una junta directa con él.

De inmediato, un demonio de tez pálida y ojos azules claros se acercó a los desconocidos; luego se colocó frente a ellos dos. Junto al demonio habían dos mercenarios de turno que servían como protectores.

—Retiren sus capuchas y muestren sus rostros —ordenó el demonio de ojos azules. Sus cuernos eran pronunciados y estaban invertidos hacia el interior de su cabeza y salían como adornos de su barbilla; además mostraba una apariencia mayor y llena de sabiduría.

Los dos invitados retiraron sus capuchas. Uno usaba una túnica gris y el otro una dorada con joyas y otros adornos resplandecientes. El primero usaba una máscara teatral de un tono plateado y el segundo dejaba ver su rostro jovial.

—Astaroth y Mammon —divulgó el demonio de tez pálida y ojos azules—. ¿Qué quieren aquí?

—Hablar con Beelzebub. Ofrecer ayuda, poder e influencia —aseguró Astaroth.

—Tendrás que ofrecer más que eso si quieres que te crea, Astaroth.

Mammon se movió un poco pero fue obstruido por el brazo de su homólogo; había dejado que sus impulsos se interpusieran en el momento.

—Estoy aquí para ofrecerles una oportunidad. Una guerra que pueden ganar y un mandato que pueden expandir en todo el reino.

—¿Una guerra?, ¿pero qué dices? —dudó el demonio mayor.

—No estoy interesado en un puesto como el del supremo soberano —la voz hizo un eco en toda la habitación; había denotado la corta edad de su poseedor—. No voy a involucrar a mi gente en una guerra civil inútil.

Astaroth y Mammon contemplaron al demonio acercarse a ellos; estaba vestido con un atuendo holgado y casi delicado. Sus ojos amarillos se posaron en la mirada y rostro de los demonios invitados.

—Beelzebub, es un honor conocerte al fin —aseguró Astaroth con elocuencia.