Sin importar que la Zona Alta estuviera repleta del cuerpo enorme de La Bestia, las protestas no habían cesado. Los dos grupos de demonios gritaban y mostraban su enojo entre ambas multitudes; unos estaban a favor de comenzar la conquista de la tierra sagrada y los otros renegaban por la insensatez que esa odisea representaba.
En las cercanías se encontraba el Lord de la Piedra Negra; estaba parado en uno de los torreones que se usaban como puestos de vigilancia en las proximidades de su campamento. Su rostro serio mostraba tranquilidad, aunque en realidad se deleitaba con la belleza sublime de la escena. Su plan había funcionado, ya que una parte del Infierno estaba a favor de iniciar una nueva conquista, mientras que los desertores servían como una señal de provocación hacia los otros Señores Infernales. Samael creía que si apoyaba la idea de conquistar el Edén, entonces obtendría aprobación por parte de la mitad de todo el reino y con ello coronarse como rey sería más fácil.
Unos instantes después, un demonio élite tipo rinoceronte se acercó al Lord de la Piedra Negra; luego hizo una reverencia de respeto y aclaró su garganta.
—Mi Señor, el último informe muestra que la tierra que protege al Edén ha sido rondada por ángeles, híbridos y Nefilinos.
La voz del General Osthar resonó como un llamado de guerra para Samael. Su sonrisa se dibujó y su mirada recorrió con sumo cuidado la imagen de protesta. No le sorprendía que los Nefilinos observaran la zona externa al Edén, pues era lógico aquel movimiento. Sin embargo, Samael sabía que no podía permitir que esas creaturas se apoderaran de esa tierra.
—Mi Lord, ¿quiere que inicie la convocatoria de guerra? Muchos civiles están entusiasmados con la idea de participar en esta gloriosa guerra —aseguró el General Osthar con elocuencia.
—Sí, puedes comenzar la convocatoria. Hazlo de forma pública, ya que así los otros Lores verán que el reino nos aclama como supremos soberanos.
—A la orden, mi Señor.
Empero, antes de que el General Osthar pudiera abandonar el puesto de observación, una figura demoniaca se colocó frente a él. Las alas invertidas y negras, así como la tez oscura y ojos naranjas resplandecientes sorprendieron al demonio élite. Justo como Samael, Belphegor imponía y causaba terror en sus enemigos y súbditos. El Lord de la Piedra Roja dio unos pasos y contempló con desprecio al General de la Legión Negra, después se quedó parado detrás de Samael.
—Belphegor, ¿qué te trae por estos rumbos? Pensé que eras más inteligente que aparecerte por mis territorios.
—¡No es tu territorio! —reclamó Belphegor con enojo y presura—. La zona Alta es un territorio neutral en estos momentos, por lo que tú estás violando una ley de nuestro reino, Samael.
—¿Violando la ley? —Rio con descaro Samael; prosiguió—: no seas ridículo. Las carreras políticas dictan nuevos privilegios, y si quiero usar la Zona Alta como un punto de reunión, entonces puedo hacerlo. Tenemos ese mismo derecho, así que no reclames tonterías.
—La Zona Alta es el territorio para refugiados, no puedes… —empero, Belphegor detuvo su explicación; suspiró con fuerza y esperó estático unos segundos. Sabía que no valía la pena iniciar una discusión con Samael—. No he venido a pelear, Samael. Necesito hablar de algo muy importante.
—Oh, ¿por fin has aceptado que soy el demonio digno de gobernar este reino?
Belphegor contuvo su ira ante aquella bravata. Sus impulsos lo orillaban a atacar a Samael y hacerle ver lo ridículo que sonaba; aunque tampoco podía sucumbir a esos deseos, ya que consideraba innecesario probar algo obvio.
—Se trata de la Piedra Verde.
Samael movió su cuerpo unos noventa grados para caminar hacia otro extremo de la torre. Esto obligó a Belphegor a moverse. Ninguno de los demonios Lord dijo nada.
—General Osthar —de pronto resonó la voz seria de Samael—, puedes retirarte. Lord Belphegor y yo tenemos un asunto importante que tratar.
—Como ordene, mi Señor —replicó Osthar con respeto y abandonó de inmediato el sitio sin reproches.
Pasaron unos minutos; el ruido de la protesta en la cercanía inundó el momento y provocó consternación en ambos demonios. El Lord de la Piedra Negra había notado las tendencias en la Piedra Verde, además estaba enterado de los cambios que el mercado de esclavos había sufrido. Leviathan había informado de los detalles y había mencionado un nombre.
—La Piedra Verde está fuera de nuestra jurisdicción —inició Samael con preocupación genuina—, así que no podemos lanzar una intervención sólo porque no nos gusta lo que hacen los mercenarios. Sabes muy bien que si actuamos sin cuidado podríamos contradecirnos.
—Lo sé, Samael. Pero tampoco podemos ignorar la influencia que ha tenido en el reino sus nuevas reglas; aunque no controlamos el territorio, ellos deben abstenerse de quebrantar la ley.
—No han quebrantado ninguna ley, Belphegor.
—No aún —reiteró Belphegor con rapidez. Dio unos pasos hacia el frente y se colocó a un lado de Samael—. Hay un límite, y sus acciones deben representar lo que nosotros imponemos.
—Si te refieres al mercado de esclavos, entonces no estás muy enterado de lo que Astaroth hizo.
De un momento a otro, Belphegor suspiró y agachó la mirada. Por supuesto que sabía lo que Astaroth había hecho; tenía noción del programa que buscaba erradicar la esclavitud en el Infierno.
—Astaroth y Mammon han unido a sus Legiones para apoyar a los refugiados, caídos e híbridos; según ellos buscan proteger a quienes ya tienen la ciudadanía Infernal.
—Me queda claro que Astaroth está planeando algo más —opinó Belphegor.
—Sí —divulgó Samael con sutileza—, sí; él busca acercar a un nuevo demonio al poder.
—¿El líder del movimiento?
—Beelzebub, un caído.
—Lo sospechaba —informó Belphegor con un tono cotidiano.
Con cautela, el Lord de la Piedra Negra dio unos pasos y tocó el hombro de su homólogo; no podía ignorar el hecho de que extrañaba trabajar con ese demonio. Empero, Samael no deseaba retractarse de su palabra, ya que quería demostrar que era superior al resto de los Señores del Infierno.
—No sé que planeas hacer, Belphegor —la voz de Samael sonó cargada de consternación—, pero yo tengo otros objetivos. Astaroth ya decidió cuál camino tomará en su campaña política, así como yo. Si tú realmente deseas el puesto de rey, entonces debes tomar una decisión.
No hubo respuesta. Belphegor había visitado a su homólogo de la Piedra Negra para buscar detener a Astaroth y poner orden en la Piedra Verde, pero lo único que había obtenido como respuesta había sido una explicación ilógica. Belphegor sentía que ninguno de los otros dos demonios eran capaces de ver la repercusión que todo aquello traía al reino. Ahora las separaciones eran notorias; incluso se había despertado un odio por los demonios diferentes a lo común. La nación se debatía si debía continuar de una forma o si sería mejor proseguir con el mismo camino.
Belphegor optó por el silencio. Las acciones de Astaroth y Samael eran muy claras: ambos demonios movían a las masas de acuerdo a sus intereses personales. Astaroth conseguía con rapidez el apoyo y aceptación de los caídos e híbridos; estos grupos ya habían crecido en número, así que representaban una gran parte de la sociedad. En la otra mano, Samael obtenía la aprobación de aquellos ciudadanos que deseaban proseguir con conquistas, guerras y mascares tradicionales.
De pronto, Samael notó la expresión seria de su homólogo; se movió unos centímetros hacia la baranda de piedra y respiró con profundidad. A pesar de que deseaba la aprobación de Belphegor, sentía que aquello sería imposible de conseguir.
—Si Astaroth permite a ese sujeto subir al poder, el Consejo de Lores se vería afectado de la peor manera. Además, todavía no hemos aceptado a un rey —Belphegor decidió hablar con honestidad.
—Lo sé. Pero, justo como lo dije, Belphegor, yo ya he tomado una decisión. Tú eres el que sigue entre dos líneas. ¿A caso no deseas ser rey?
Durante unos minutos prolongados Belphegor analizó la cuestión. Había sonado diferente a su propia inquietud por el poder; por supuesto que el Lord de la Piedra Roja se había cuestionado a sí mismo si desearía ese puesto.
—No —reveló Belphegor con suma seriedad y veracidad.
Samael arrojó una risita con cautela y denotó una mueca de complacencia al escuchar la respuesta del otro demonio Lord. Juzgaba a Belphegor como a un cobarde y un demonio débil, y ahora corroboraba que eran completamente opuestos. Sí, Astaroth era su archirrival, su némesis, aunque fueran parecidos; empero Belphegor era una representación de un fracaso de acuerdo al Lord de la Piedra Negra.
—Entonces —Samael parló con seguridad y un tono severo—, abstente de meter tus ideales en mi camino. Si Astaroth quiere dar poder a un caído, que lo haga. Yo lo enfrentaré y lo mataré. Es un hecho de que conquistaré el Edén, destrozaré a esa horrenda creatura que llamamos 'La Bestia' y me coronaré.
—Eres un idiota —respondió Belphegor con sensatez. Su rostro mostró molestia y retó a Samael con la mirada una vez recibió los ojos del otro demonio Lord.
—¿Qué dijiste? —cuestionó el Lord de la Piedra Negra. Ya se había colocado frente a Belphegor y se paraba con una pose retadora.
—Dije que eres un idiota —repitió Belphegor sin miedo.
—Si así es tu forma de contrarrestar mi carrera política, eres tú el idiota, Belphegor.
—No. No es por eso. Es porque tú y Astaroth lo único que hacen es comportarse como unos tiranos. Tú has aceptado que la Piedra Azul se quede como el único centro de comercio legal, esto ha puesto en estado de alerta a los otros pueblos. Y lo único que te importa es el poder que este movimiento te da ante Astaroth. ¿Qué hay de la gente? Oh, claro, ellos son desechables: como simples objetos sin valor. Después te has inclinado al autoritarismo y ahora has causado un conflicto entre las dos grandes masas sociales que conforman al Infierno.
—Es una excelente estrategia.
—Donde los civiles son sólo objetos para obtener poder, Samael. Esas acciones que tú y Astaroth hacen no son dignas de un líder.
—Por favor, no me vengas a decir que ahora te importa la moral —reclamó Samael con cinismo—. ¿O necesito recordarte que tu gente es la más atroz con los caídos?
—Un verdadero líder unifica, no usa —resolvió Belphegor con enojo.
—Si tú fueras un 'verdadero líder', entonces habrías resuelto ese problema en tu zona. —De forma repentina Samael convocó a Lieruz y se preparó para una posible pelea.
Sin embargo, Belphegor mantuvo su postura. Ya había detectado el incremento en los poderes de su homólogo; pero había decidido conservar su imagen y honor. Con presura, se dio la media vuelta y suspiró.
—Mammon está a punto de abrir la venta de demonios-bestia a los mercenarios de la Piedra Verde, ¿eso no te dice nada? —la voz de Belphegor resonó con fuerza y desilusión.
—Astaroth busca darle poder a Beelzebub, ¿por qué otra razón ordenaría a su súbdito venderle experimentos?
—Samael —Belphegor pronunció el nombre del otro demonio con resentimiento. Por fin estaba listo para dar una verdadera respuesta a todas las acciones de su nuevo enemigo—. Mi posición en esta guerra será la que un rebelde mantiene, la misma posición y principios que fundaron al nuevo reino, al Consejo… Bajo estas convicciones yo me regiré. Tú y Astaroth son dictadores que deben ser observados y obligados a responder por sus atrocidades. Quizás ha llegado el momento de cambiar mi postura un poco, pero no voy a traicionar a las raíces que nos crearon.
—Ya habías dejado en claro eso, Belphegor. Y si no has venido a darme otra razón de tu odio y envidia, entonces lárgate.
Sin previo aviso, Samael cubrió un ataque directo del Lord de la Piedra Roja. Había sido casi intencional para que Samael consiguiera chocar su arma con la de Belphegor; ambos demonios sabían lo que eso significaba. La espada Lieruz y la lanza Kin aguardaban estáticas mientras sus cuerpos metálicos friccionaban; el viento soplaba con sutileza y movía los ropajes de los demonios. Las miradas se habían quedado estáticas, justo como los cuerpos de ambos Señores infernales. Empero, el poder de ambos se incrementaba paulatinamente. De entre el espacio, una especie de campo oscuro y rojo chochaban y se enaltecían en toda la torre. Las esferas de poder crecían a los costados, pero en el centro destellaban con ferocidad.
—Pierdes tu tiempo, Belphegor —Samael parló con seguridad—, este es el inicio de la coronación, y tú, así como Astaroth, Mammon y Leviathan, te inclinarás ante mí.
—Nunca —respondió Belphegor casi como un susurro filoso.
—Tú solo no podrás detenerme. Ni a Astaroth.
A continuación, ambos demonios se alejaron de un salto y se elevaron en el cielo; las esferas de poder se disiparon al dejar una ráfaga de viento. Algunos demonios de la proximidad ya habían notado el espectáculo. Belphegor deshizo a Kin en una arena blanca y se alejó con lentitud para regresar al suelo de los alrededores. Por otro lado, Samael se quedó suspendido en el aire; a pesar de que tenía el deseo de encarar a Belphegor en un combate directo, se abstuvo al código de honor que tenía.
La siguiente ocasión que ambos Señores del Infierno se encontraran a solas, sería para pelear en una batalla honorable a muerte. Samael estaba seguro de su decisión; podía sentir que algo sumamente importante estaba por acontecer y con ello él aprovecharía la oportunidad y pronto acabaría con Astaroth y todos sus enemigos.