El tiempo había transcurrido con rapidez; el reino ya había recobrado mucha de su arquitectura, sus hermosos castillos en cada una de las Zonas, así como sus carreteras y caminos fronterizos entre cada Piedra. Había sucedido algo de suma sorpresa para los líderes políticos y militares; la población sobreviviente de demonios había iniciado una convivencia menos agresiva con los híbridos de demonios y algunos caídos.
El Lord de la Piedra Negra ya se había recuperado, aunque sus poderes todavía no regresaban por completo ahora podía volver a sus actividades políticas. El Lord de la Piedra Roja también estaba en mejor condición y había optado por tomar la situación con más calma. Los otros tres Señores del Infierno habían llevado a cabo casi toda la restauración del reino, pero la inestabilidad era notoria.
A pesar de que los sobrevivientes habían comenzado un trato distinto hacia los caídos e híbridos de demonios, se manifestaban constantemente en las calles para pedir justicia. La justicia que el reino demandaba era una forma de reclamo: que los Lores tomaran el control de una manera más directa y uniforme para así gobernar bajo una sola ley. Incluso la milicia notaba los desacuerdos que existían entre sus gobernantes y el caos que esto ocasionaba en las guerras, cambios sociales y otros factores importantes.
Todos estos comportamientos habían capturado la atención del Lord de la Piedra Gris; aunque pensaba que era un tanto temprano para las protestas sociales, no lo consideraba algo erróneo ni desgastador. Era una señal para Astaroth, una de las respuestas más destacables que no podía dejar pasar. A pesar de que aveces prefería esperar, ya que tenía en mente la salud de sus homólogos infernales, no creía que debía desaprovechar esta oportunidad.
Sin embargo, pasados cinco meses después de la batalla brutal que había devastado al reino, había sido el Lord de la Piedra Negra el primero en responder a los llamados del pueblo. Empero, su respuesta no era la más acertada para Astaroth, pero sí la indicada en la situación actual.
Samael había organizado una reunión de alcurnia para rebelar su condición de mejora, así como para conocer a los líderes que movían a las masas. Era una estrategia que creía conveniente en el momento. Por esta razón, el Castillo de la Piedra Negra se había llenado en sus salones de toda clase de invitados.
La sala de fiestas era rectangular y muy grande, de más de ochocientos metros cuadrados hacia el fondo, con unos pilares oscuros adornados por antorchas para la ocasión. Los balcones internos estaban conectados por varias escaleras que desembocaban en la pista central, y en el exterior había unas terrazas que permitían la vista a unos jardines casi como laberintos con algunas fuentes de un estilo gótico. Los pasillos principales también habían sido preparados con alfombras y antorchas de un rojo vivaz; estaban adornados con algunos cuadros, muebles cilíndricos con pequeñas estatuillas y una que otra armadura demoniaca.
En esa reunión, Samael mostraba una armadura robusta que cubría solamente una parte de sus hombro izquierdo y pecho; así como una especie de media túnica de un tono negro con bordados rojos carmesí. Junto al demonio Lord se apreciaba una hermosa dama de ojos verdosos, con unos cuernos pronunciados y una vestimenta sensual de un tono rojo oscuro; era Lilith, la amante del Lord de la Piedra Negra. Así como ellos, el resto de los Lores mostraban sus ropajes más elegantes. Astaroth prefería los tonos grises, máscaras teatrales y túnicas alargadas. Belphegor, por su parte, portaba una armadura rústica y con algunos picos oscuros que acompañaban a la capa larga que lo caracterizaba. Leviathan y Mammon preferían ropas muy ligeras, como medias togas, aunque cada uno mostraba su estilo característico: uno acuático y el otro lleno de joyas.
Cerca de la baranda de uno de los balcones, el Lord de la Piedra Gris aguardaba como una figura distante; la brisa nocturna era fresca y estaba acompañada de un olor a lluvia. Por un momento prolongado, el demonio conservó su posición, aunque mantenía una mueca tranquila, estaba expectante sobre los movimientos de sus adversarios. De una forma abrupta, otro demonio invadió la terraza y se colocó junto a Astaroth. No hubo necesidad de moverse o inmutarse, ya que Astaroth percibió la esencia del otro ente.
—Astaroth —sonó la voz profunda del demonio Lord—, a raíz de la última batalla han surgido algunas dudas respecto a nuestro mandato. Algunos de los líderes que conducen las quejas y marchas dicen que nuestra gente no confía en la labor que estamos haciendo. Se ha hablado de un traidor que mantiene contacto con los ángeles.
—¿Un espía? —inquirió Astaroth con calma.
—Más que eso. Más que un traidor: un doble cara.
—Estoy de acuerdo contigo, Samael —advirtió el Lord de la Piedra Gris.
—Palabras falsas pronunciadas por un mentiroso.
—Lo mismo pienso sobre tu discurso.
—¡¿Cómo te atreves?! —se exaltó Samael.
Antes de que Samael pudiera actuar, mantuvo su mano sobre el hombro del demonio enmascarado. Empero, Belphegor se había unido a sus homólogos; se había colocado con rapidez del lado libre de Astaroth.
—Belphegor —Samael intentó parlar con un tono seco pero calmo—, ¿qué te parece la velada?
Belphegor hizo un gesto con su rostro para mostrar su verdadera intención, así que causó seguridad en Samael.
—Los ángeles obtuvieron información muy precisa sobre nuestro plan —expresó el Lord de la Piedra Roja.
—Explica tu punto —pidió Astaroth con presura.
Astaroth sabía muy bien que Belphegor, como estratega militar, podría analizar los movimientos de los ángeles y así descubrir que había fuga de información desde los rangos más altos.
—Estaban bien preparados por el frente que habíamos planeado como sorpresa; además el rey no te mató. Es como si hubieran sabido lo que pasaría.
—Es precisamente de lo que quería hablar con Astaroth —interrumpió Samael,—, sobre el traidor que mantiene contacto con el Cielo.
—Astaroth —Belphegor pronunció con frialdad pero con un poco de duda—, esto no puede pasar por alto ante el Consejo del Infierno. No podemos solapar un acto así de hipócrita cuando hemos exiliado a Baphomet.
—Estoy completamente de acuerdo —replicó Astaroth con solemnidad, como si fingiera cordura—, esto representa un acto de traición altísima. Por si fuera poco, el pueblo se ha percatado de los problemas que conllevan las decisiones dispares entre nosotros.
—Escucha bien, Astaroth —Samael volvió a intervenir; ahora había acortado la distancia entre él y su enemigo—, sea quien sea el que está actuando a nuestras espaldas, lo pagará muy caro.
—Samael tiene razón, Astaroth. Si es necesario hacer una alianza entre él y yo para sacar a la rata que nos está destruyendo, entonces ocurrirá —amenazó Belphegor al acercarse a sus homólogos.
Por un momento Astaroth mantuvo un rostro inmutado; sus ojos parecían vagar por los jardines como si se deleitara de la escena. En verdad lo hacía; Astaroth disfrutaba de las acciones de los otros dos demonios, ya que lo llenaban de una energía positiva. Se divertía hasta cierto punto, pero respetaba la magnitud de poder si esos dos demonios se unían. Repentinamente, la boca del Lord de la Piedra Gris dibujó una sonrisa segura pero discreta.
—Estoy seguro de que encontraremos al traidor. Y si lo que están intentando es intimidarme, les recuerdo que ni juntos podrán ganarme en una batalla directa.
—¿Quieres probar tu suerte? —cuestionó Samael con desazón y un tono filoso.
—¿Arruinaremos la hermosa fiesta que representa algo tan positivo en medio de esta tormenta? —arrebató Astaroth con otra duda cargada de cinismo.
De pronto, Belphegor suspiró y se alejó un poco del demonio mayor. A diferencia de Samael, ese no era su estilo; prefería otro tipo de confrontación que simples acusaciones sin corroboración. Por supuesto que él desconocía lo que Samael sí había confirmado respecto al Lord de la Piedra Gris.
—Te recomiendo ser más cuidadoso, Astaroth, porque buscaré lo que sea necesario. Y si tu nombre aparece entre los actos de traición, entonces sí te enfrentaré —divulgó el Lord de la Piedra Roja con un tono neutral.
Sin previo aviso, Belphegor notó la presencia de Mammon; el demonio Lord estaba parado detrás de los otros tres. Belphegor caminó con presura hacia la puerta de vidrio de la terraza y abandonó la discusión. Mientras que Samael aguardó unos segundos más; pero decidió que era mejor encontrar otro momento.
—Disfruten la velada —la voz de Samael sonó como si hablara al aire. Luego se marchó con un paso lento.
La tensión había desaparecido una vez quedaron Astaroth y Mammon a solas.
—¿Estás bien? —inquirió con precaución el demonio joven.
Astaroth no se dispuso a responder. No consideraba como algo importante ese tipo de charlas banales, menos con su perro más fiel. Dio una media vuelta y se acercó con elegancia hasta Mammon.
—¿Qué quieres, Mammon?
Aquella reacción no sorprendió al Lord de la Piedra Blanca; ya se había acostumbrado a los tratos volubles de aquél demonio de ojos rojos.
—Ashmedish te busca; dice que es urgente. Está en la sala privada, cerca de la torre norte del castillo.
El Lord de la Piedra Gris ni siquiera agradeció y se dirigió con presura hasta el punto de reunión que había preparado para su propia fiesta privada. A pesar de que estaba en el territorio del enemigo, los poderes de Samael todavía no alcanzaban su tope, por lo que Astaroth podía aislar una zona del castillo sin que nadie más lo notara.
***
La torre norte tenía un pasadizo que conducía a una sala de invitados con muebles de un estilo gótico y una pésima iluminación para el gusto de Astaroth. Aunque no podía pedir algo mejor, pretendía usar la ventaja de la reunión para encontrarse con sus nuevos elegidos. En el interior se encontraba el general Ashmedish, con su armadura de un tono plateado casi blanco; estaba sentado en uno de los sillones de cojines morados. Había otros dos individuos más; un era demonio de tez gris pálida de ojos púrpuras y de cuernos ondulados hacia el exterior de su cabeza. El último era un ángel hermoso y andrógino de cabellos rubios rizados. Al demonio mercenario le parecía sospechoso que un ángel estuviera presente en la reunión privada con el Lord de la Piedra Gris; también el general así lo creía. Aunque ninguno de los dos había actuado con imprudencia por respeto a su Señor.
Una vez Astaroth entró al lugar, caminó hacia el frente de un sillón y pidió que los tres tomaran asiento. No hubo reclamos y por fin la reunión comenzó.
—¿Mi Lord? —Ashmedish se atrevió a hablar entre el silencio y postura de Astaroth—, ¿qué hace un ángel aquí?
—Todos ustedes recibieron la invitación que mi demonio gárgola, Swan, envió —Astaroth ignoró la cuestión de su general y parló con elegancia y misterio—, así que por eso están aquí. Aunque esa no es la razón real.
—Milord —insistió, ahora, Sadim—, ¿es usted amigo de esta creatura?
—Tengo nombre —replicó con una voz poco masculina y molesta el ángel al ser señalado por el mesnadero.
—Mi Lord —Ashmedish volvió a hablar—, ¿esto quiere decir que usted es quien envió la información al Cielo? ¿Es usted quien mantiene contacto con los enemigos?
—¿Enemigos? —la voz suave del ángel resonó nuevamente—, yo no soy enemigo de los demonios. ¿En qué concepto me tienes, niño?
—¿A quién le llamas niño? —Ashmedish contestó con enojo.
Durante unos minutos, los tres invitados mantuvieron una conversación que se limitaba a dudas y acusaciones innecesarias. Astaroth únicamente contempló la escena como si se encontrara en un circo; a pesar de que no se arrepentía de su selección, creía que tomaría un poco de tiempo y esfuerzo conseguir una buena relación entre ellos tres.
—Silencio —la voz del Lord de la Piedra Gris se escuchó con suavidad, pero fue suficiente para calamar a los tres sujetos—. Están aquí por un motivo superior al Cielo y al Infierno como naciones enemigas. La enemistad entre ambas razas nunca va a cambiar y no pretendo que deje de ser así. Ustedes me han demostrado su lealtad, poder e influencia, así que los he seleccionado como mi propio Consejo del Guardián.
El silencio se posó con pesadez. Los rostros de los tres invitados se contemplaron con perplejidad entre ellos y de vuelta a la figura de Astaroth.
—Lo que yo les ofrezco es algo más que simple poder y control. Lo que yo les otorgaré no tiene comparación con nada de lo que conocen. Quizás crean que estoy ofreciendo mi influencia como político, pero no es así. Lo que ustedes pueden obtener es algo superior a toda clase de autoridad que conocen. Ustedes pueden cambiar el rumbo del mismísimo Balance, pero sin el remordimiento de haber hecho algo indeseado. Nosotros cuatro forjaremos la historia de los siguientes líderes más poderosos de la Creación y seremos los responsables de la invención de los mundos que no han sido ni concebidos.
—¿De qué habla, milord? —Sadim tuvo el coraje de dudar de las palabras del demonio Lord.
Astaroth apareció una reliquia frente a los tres invitados; era una especie de medallón con forma de llave en tercera dimensión, adornada con el cuerpo de un dragón. El Lord de la Piedra Gris se acercó al ángel y colocó la pieza sobre su mano.
—Gabriel, el Mensajero, el ángel que controla la información en el Cielo; ¿acaso no quieres obtener aquello por lo que te has lamentado toda tu existencia?, ¿no te gustaría guardar los secretos más infalibles de toda la Creación?
El ángel no replicó, sólo permitió a la energía del artefacto recorrer su ser entero. Luego, Astaroth dejó a Sadim tocar el objeto.
—Sadim, líder de los Mercenarios de Arena, la influencia más notoria entre los tuyos; ¿quieres convertirte en el demonio mercenario más temido y peligroso de la Creación?, ¿deseas evocar el poder de tu espada al son de la ganancia más valiosa y peligrosa de la Creación?
El demonio joven suspiró con pesadez al sentir el poder que aquel objeto emanaba. Al final, Astaroth permitió a Ashmedish sujetar la reliquia.
—General Ashmedish, guerrero élite con habilidades únicas y una curiosidad insaciable; sé que otros te señalan y se burlan de tus pensamientos. Pero, ¿es tan descabellado pensar en la expansión de la raza al punto de aceptar el mestizaje como algo natural?, ¿no deseas ser partícipe en el inicio de lo que deparan las posibilidades de nuestro futuro?
Cuando los tres individuos se cercioraron del poder que podrían obtener, las posibilidades que conseguirían crear y su influencia en las siguientes guerras, generaciones y decisiones, comprendieron que, efectivamente, Astaroth no ofrecía algo ordinario.
—Si están dispuestos a trabajar para mí, entonces se convertirán en las figuras más poderosas del futuro —aseguró Astaroth con placer—. Únanse a mí y moldeemos un nuevo rumbo; uno que no parezca ni probable, pero que nosotros crearemos con nuestras palabras, poder e influencia. Esto es lo que ofrezco a ustedes tres, mis estimados Guardianes de las Siete Llaves.