—Maldito insomnio —se quejó Enzo. Ya eran las doce de la mañana; los hombres dormían y la luna había tomado poder. Pero a pesar de lo tarde que podría ser, Enzo se había mantenido despierto haciendo el papeleo de novatos. Cuando por fin se decidió dormir, el insomnio apareció.
Y que lo impulsó a abandonar su lecho fue el deber de mandar unos papeles, que hacía doce horas debió de entregar. Así que se armó de valor y salió de su habitación con cien hojas en mano.
Cuando lo escuchó dos horas seguidas, el canto de los grillos le pareció incesante e incómodo. Pero ahí seguían. Más que como una película de terror, el escenario oscuro asimilaba al momento en que los personajes se percatan de que lo echaron todo a perder; ahogándose en su soledad, acompañados del alcohol.
'Un buen vino me hace falta ahora...', se dijo Enzo, y se respondió a sí mismo asintiendo.
La oficina del Comandante (lugar donde debía de entregar tanto papeleo), se hallaba detrás del comedor. Acceder por una puerta cercana a la cocina le aseguraba llegar en segundos, pero entrar al comedor por la noche le causaba incomodidad, por no decir que era miedo.
Se decidió inmediatamente rodear el comedor cuando sintió que una sombra lo acechaba.
Caminó a zancadas, con el corazón en la boca, y cuando estaba acercándose a una esquina de la construcción, escuchó cristales quebrarse al suelo, todo dentro de la oscura cocina.
'Más te vale estar vivo para darte una golpiza', dijo Enzo en su cabeza, "amenazando" a todo fantasma o ser que se halle dentro.
Se armó de falsa valentía y abandonó su camino; yendo al lugar de donde procedió tanto escándalo.
Pareciera como si la oscuridad se hubiese convertido en un humo tan espeso que rodeaba a Enzo. Asimilaban manos acercándose a él, como insectos colándose por sus zapatos, queriéndoselo llevar al mismo infierno.
Sin saber dónde caminaba o qué tenía en frente, decidió seguir su instinto e ir adónde creía que empezó el ruido. Un paso más, y lo único que escuchaba era su respiración, agitada; jadeando.
Un hombre apareció detrás de él.
Alzó sus gélidas manos, y atacó a Enzo. Tirándolo por los pisos.
Enzo soltó un quejido cuando su cabeza golpeó el suelo. El miedo repentinamente había sido sustituido por enojo al sentir como se trataba de un hombre normal, quien estaba encima suyo, y quien probablemente deseaba saquear la cocina.
'¡Dios como odio a los novatos!', se quejó en su mente.
Encima suyo solo veía la sombra de cabellos y hombros. El hombre desconocido lo tenía muy pegado al suelo, como si supiese de qué era capaz Enzo, y temeroso por que lo demuestre.
Repentinamente las luces se encendieron y segaron al élite. 'No es un saqueador, son dos', pensó tras cerrar los ojos con fuerza,
A pesar de que soltaba leves quejidos de dolor, el hombre encima suyo no dejaba de hacer presión, y cuando por fin Enzo pudo verle la cara, se topó con el rostro menos esperado.
—Ah... Tú —suspiró irritado el élite.
—Qué causalidad encontrarte por aquí —El hombre sonrió de oreja a oreja, sintiéndose orgulloso por tener a un élite debajo suyo.
Era una "relación" extraña, se decía Enzo siempre. Quien se encontraba encima suyo era Aryan: un hombre que llegó al campo militar hacía algunos meses. Su rostro encantador y actitud feroz siempre distraían a Enzo en cada entrenamiento, por lo que el élite comenzó a tenerle odio, ya que Aryan bien sabía lo que provocaba, y se enorgullecía por ello.
Algo así como un encantador pero malicioso gato que jugaba con un ratón de apodo élite.
—Aryan —dijo Enzo, maldiciéndolo más de mil veces en su cabeza.
—Enzo —rio Aryan, con una sonrisa que hacía enloquecer a cientos... mientras que Enzo trataba de no ser uno más en su larga lista.
—Para ti soy el Alpha —gruñó Enzo, removiéndose incomodo en el suelo. Al ser el líder de los Cuatro de Élite, más un largo historial que pareciera criminal, recibió el apodo de "Alpha". Toda persona con rango menor debía de llamarlo así. O eso decían las reglas.
—No lo creo —respondió Aryan con una sonrisa maquiavélica, mientras que inmovilizaba a Enzo de todas sus extremidades—. O no mientras que estés debajo mío.
El élite frunció el ceño, pero no se pudo evitar desviar la mirada cuando sentía que en los ojos de Aryan una llama crecía y lo apresaba. Pero lo que vio en cambio fueron sus dos piernas abiertas, con Aryan dentro de ellas.
Volvió a ver a Aryan, chasqueó la lengua y en su mirada le dijo "bien jugado".
—Suéltame —ordenó el élite, sacudiéndose inquieto, pero eso solo hacía que Aryan apretase más. Enzo sentía que sus muñecas comenzaban a arder por los largos dedos ajenos. Pero en esa posición no podía hacer nada.
—¿Qué harás si lo hago? —Volvió a sonreír, y Enzo sintió cómo su sangre comenzaba a arder. 'Dejarte sin hijos, maldito des...'—. Sé lo que piensas. Tus ojos expresan mucho —'mierda, mierda, mierda'.
Enzo suspiró agotado y ya no trató de escapar. En cambio miró a todos lados; algo que pudiera usar en su defensa. Pero no halló nada. Dependía de él y nadie más. Así que estudió bien el... tan perfecto cuerpo de Aryan, y sonrió malicioso cuando encontró una forma de escapar.
Rápidamente alzó su cabeza, acercándolo bastante a la de Aryan, amenazante por golpearlo, por lo que el contrario se hizo para atrás tratando de evitarlo, pero en cambio soltó las muñecas del élite, y Enzo rodeó el cuello de Aryan para después acercarlo a su pecho, hacer fuerza, y lograr estar encima de él; presionado sus extremidades.
Enzo sonrío satisfecho.
—Supongo que la agilidad sustituye la falta de fuerza —dijo Aryan, alterando nuevamente al élite—. Pero no se puede ganar si careces de alguna —Sin advertencia alguna, Aryan alzó su pelvis y obligó a Enzo a perder equilibrio, lo que después aprovechó para volver a dejarlo contra el suelo.
Bastó de un parpadeo para estar igual a como iniciaron.
'Mierda —maldijo Enzo—. Esto tomará mucho tiempo'.
N.R. — Fuego Fatuo