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Obsesión

Gema_Gozalo
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Synopsis

Chapter 1 - la peor ceguera, es no querer mirar.

Estoy enamorada del drama "The Untamed" desde que lo vi por primera vez y no pude resistirme a escribir algo acerca de una de mis parejas favoritas, Xue Yang/Xiao Xingchen. Espero que sea de vuestro agrado y, si es así, agradecería muchísimo un comentario con vuestra opinión :D

Elegi el nombre de Yin para la madre de yang por el simbolo taoista del yin y el yang. Me parecio interesante que xue yin, siendo dulce y pura como ireis viendo en la historia, representase lo sombrio, mientras que yang siendo cruel y despiadado represente al brillante sol.

¡Hasta el próximo capitulo!

~●●●~

El rugir de las espadas, el choque del acero y los alaridos de los hombres caídos se entremezclaban en una sinfonía realmente aterradora, mientras la sangre derramada teñía el suelo bajo sus pies del color del infierno. Manos, piernas y brazos yacían rígidos y  desperdigados por doquier sin que nadie pudiera reclamarlos, amontonados unos sobre otros. Ojos llorosos e inertes, mandíbulas destrozadas, gargantas sesgadas, órganos e intestinos que sobresalían de sus cuerpos. Incluso el hombre más curtido se tambalearía solo por contemplar un espectáculo semejante.

-Sólo quedas tú... -siseó el responsable de tan atroz masacre, desenterrando su recién adquirida espada del cuerpo de su última víctima.

Con la mayor de las parsimonias, el muchacho atravesó la extensa marea de cadáveres en dirección a quien fue su principal objetivo desde el inicio de aquella sangrienta noche. Se detuvo frente a su trémula figura y se acuclilló con la espada reposando sobre su hombro derecho, tarareando una canción por demás macabra. Observó con plena satisfacción cómo su presa trataba de incorporarse con una torpeza casi agónica, dirigiéndole una mirada colmada de terror.

-Ánimo, Chang Cian, casi lo consigues -le alentó el muchacho, contemplando la escena con diversión.

-Tú... maldito perro traidor -jadeó el aludido, con el sabor metálico de la sangre inundándole la boca.

El muchacho rio histéricamente.

-Irónico, ¿verdad? Durante toda mi vida creíste que no era más que un pobre y desvalido huérfano. Pensabas que sólo servía para saquear en tu lugar, acogerte entre mis piernas y dejar que me incrustaras tu asquerosa polla y, ¡mírate ahora! Arrastrándote frente a mi como una alimaña que teme ser pisoteada -escupió. Su mirada refulgiendo de odio.

-Xue Yang... -gruñó el hombre, casi atragantándose con su propia saliva, gimoteando al tomar consciencia de la crítica situación en la que se encontraba. Ese pequeño bastardo había destripado hasta el último de sus guardias, sirvientes y discípulos, tanto a los que habían tenido la desgracia de hallarse en el interior de su mansión al inicio del devastador ataque, como a los que habían logrado pisar el exterior en busca de ayuda. Estaba completamente solo, herido y a su merced.

Por más que lo intentara, el muchacho no podría describir la inmensa satisfacción que le embargaba en ese instante. Contemplar aquel rostro compungido por el dolor, la ira y la frustración reflejada en sus ojos, era un espectáculo realmente sublime. Podría contemplarlo toda una eternidad.

-Es una lástima que no pudiera entretenerme contigo, antes de que tus perros dieran la voz de alarma. ¿Sabes? Tu hijo fue el único que se dejó matar sin darme problemas. El imbécil estaba tan enamorado de mí, que ni siquiera hizo el intento de defenderse cuando me abalancé sobre él-El muchacho río con sorna, rememorando dicha escena-. Tendrías que haberle visto cuando le cercené la mano derecha. Estaba tan conmocionado, que ni siquiera se dio cuenta de que le había apuñalado en el pecho justo después. Patético, ¿no crees?

Los ojos de Chang Cian parecieron salirse de sus órbitas. Sintió como su cuerpo temblaba, víctima de la cólera. Sin embargo, por más que deseara maldecirle y escupirle todo su odio a la cara, sabía que no era lo que más le convenía..

-Xue Yang... no puedes... -balbució el hombre, viéndose incapaz de completar la frase.

-¿No puedo? -inquirió el muchacho, emitiendo una estridente carcajada que logró alimentar la angustia de su presa-. ¿Crees que tienes más derecho a vivir que cualquiera de las personas a las que he asesinado esta noche? ¿Crees que, después de todo el daño que me has hecho desde que tuve la estúpida idea de esconderme en tu carruaje, voy a compadecerme de ti? -La mano con la que empuñaba la espada le temblaba a causa de la ira contenida. De no haber sido imposible, juraría que su cuerpo estaba envuelto en llamas-. He cercenado las gargantas de veintenas de hombres con los que nunca había tenido ningún contacto, solo porque pertenecían a tu jodida secta. Ya que hemos llegado a este punto, contéstame una pregunta, Chang Cian -elevó la espada sobre la cabeza del hombre, cortándole la respiración-. ¡¿Qué te hace pensar que tú puedes elegir, maldito bastardo?!

En respuesta, Chang Cian se plegó sobre sí mismo, temblando violentamente mientras aguardaba a que su carne fuese atravesada por el acero de la espada. Pero la agresión no llegó a producirse. Al borde de la desesperación, el hombre se atrevió a gritar, implorando el perdón del más joven.

-Mira esto, Chang Cian -le incitó Xue Yang, mostrándole su mano izquierda, la cual se hallaba parcialmente mutilada-. ¿Lo recuerdas? Oh, seguro que sí. Perdí el dedo meñique al poco tiempo de ingresar en tu secta. Concretamente, cuando me violaste por primera vez. Yo no paraba de gritar, llorar y patalear. Y eso te molestaba ¿no es así? Tanto que, para silenciarme, fuiste capaz de darme una paliza tan brutal que acabé con todos los huesos de la mano izquierda fracturados. Pero ese dedo se llevó la peor parte...

Aterrorizado, Chang Cian escuchaba atentamente la narración del muchacho, evitando interferir a toda costa y enfrentar su mirada.

-Prácticamente, se desprendió del resto de la mano. Pero eso no te detuvo. Lo vendaste para frenar la hemorragia y después me arrancaste la ropa, te colaste entre mis piernas y me follaste durante horas, sin permitirme siquiera desmayarme. Querías que te sintiera dentro hasta el final -La voz de Xue Yang temblaba, mientras el rencor y la ira le consumían-. Te lo supliqué docenas de veces. Te rogué que me dejaras en paz, que te detuvieras. Pero lo único que logré, fue que sacudieras mi cuerpo con más fuerza, destrozándome por dentro. Cuando te saciaste por completo, apenas podía moverme. Me agarraste del pelo y me arrastraste por el suelo hasta llegar a la pocilga que me habías asignado por habitación, dejándome tirado junto a la puerta. Estuve allí días enteros, sin comida ni agua. Hasta que volviste a sentir el deseo de metérmela y te dignaste a alimentarme, solo para asegurarte de que estuviera consciente. Te excitaba hacerme suplicar, ¿verdad, jodido enfermo?

Chang Cian sofocó un grito en su garganta cuando, sin previo aviso, Xue Yang pisoteó los dedos de su mano izquierda. Pudo escuchar claramente cómo crujían los diminutos huesos bajo la suela de la bota ajena, provocándole un insoportable dolor.

-¿Tienes idea de lo que se siente al arrancarte una extremidad? El dolor es tan intenso, que te ves forzado a hacerlo despacio para evitar desmayarte, aunque eso signifique prolongar tu agonía. Ni los golpes, ni los cortes ni los latigazos que recibía de tu parte casi a diario me dolían tanto como percibir la ausencia de ese dedo. Algo irreparable, insustituible. Me propuse cobrártelo, y ahora tengo la oportunidad -presionó con fuerza la extremidad atrapada bajo el peso de su pie, sonsacándole un alarido a Chang Cian-. Dame las gracias, hijo de puta. Yo no seré tan cruel como para dejarte con vida después de mutilarte...

-¡Espera! -suplicó el hombre, logrando apaciguar a su atacante-. No puedo cambiar lo que he hecho, ¡pero puedo compensarte por ello!

Haciendo un esfuerzo titánico, Chang Cian ignoró el punzante dolor procedente de su mano molida y del corte que le atravesaba el abdomen, y se arrodilló frente a los pies de su verdugo. Sin meditarlo dos veces, el hombre se aferró a ellos con toda la fuerza que fue capaz de reunir en ambas manos, evitando alzar la vista y conectar su mirada con la ajena.

-Dime qué deseas. Sabes que puedo darte cualquier cosa que me pidas -Xue Yang fingió meditar su respuesta, relajando su semblante. El hombre rio para sus adentros; milagrosamente, había recuperado el control de la situación. La ambición había anidado en el corazón humano desde sus inicios, cuando apenas comenzaban a poblar la Tierra. Nadie, por muy perturbado que estuviera, se plantearía rechazar una oferta de esa índole. Sería capaz de entregarle su mismísima alma con tal de conservar el aliento-. No importa lo que sea, podrás tenerlo en este instante.

El muchacho esbozó una sonrisa diabólica que, fácilmente, podría competir con la del mismísimo diablo. Con saña, incrustó el filo de la espada en la tierra húmeda frente a los ojos de su acompañante, quien dio un violento respingo debido al sobresalto. Conteniendo la risa, se inclinó y sostuvo el mentón ajeno entre los dedos de su mano derecha, acariciándolo y elevándolo con suavidad. Cuando la mirada de Chang Cian enfrentó la suya, siseó:

-Está bien. Acepto.

Los labios de Chang Cian se curvaron en una patética sonrisa de triunfo. De haber sabido que le resultaría tan fácil esquivar a la muerte, hubiese intentado sobornar al muchacho mucho antes.

-Entonces, dime qué es lo que quieres, Yang -insistió el hombre, tiritando por la emoción que le embargada en ese instante.

Impaciente, Chang Cian observó como el muchacho hurgaba en su espalda sin mediar palabra. No advirtió el peligro inminente en su sonrisa afilada. Tampoco reparó en su mirada, aún hambrienta de sangre y vísceras. La devastadora mezcla entre la adrenalina, el pánico y la tensión acumulada le había nublado por completo el juicio.

-Me conformaré con tu vida.

Debido a su estado, Chang Cian tardó una décima de segundo más de lo debido en procesar aquellas palabras. Cuando quiso reaccionar, el raudo filo de una pequeña daga había creado una profunda y letal zanja en su garganta. Aterrado y desorientado en igual medida, buscó los ojos inyectados en sangre del más joven mientras su cuerpo se agitaba en múltiples espasmos.

Xue Yang se carcajeó con suavidad, presenciando como el agonizante hombre trataba inútilmente de taponar la herida con ambas manos. La sangre salía a borbotones, empapándole el torso y parte del abdomen.

-Nunca hagas tratos con un demonio, Chang Cian -musitó, fingiendo reprenderle-. Créeme, se volverán en tu contra.

Esperó pacientemente a que el hombre exhalara su último aliento. Después, se irguió con lentitud y se encaminó hacia el montículo de tierra en el que yacía su espada, dispuesto a recuperarla. La limpió meticulosamente, la enfundó y se la ató a la espalda. Después, alzó la vista hacia un cielo nocturno y desprovisto de estrellas, contemplándolo con una sonrisa demencial expandiéndose en su rostro. Lo había hecho. Había destruido a esa maldita secta infestada de víboras venenosas. Y lo había logrado en apenas unas horas.

Tan concentrado estaba recreándose en su hazaña, que no advirtió la proximidad de una nueva amenaza.

-¡Xue Yang! -le llamó una voz conocida.

El futuro líder de la poderosa secta Yi Xiao, conocido como Xiao Xingchen, descendió del cielo y aterrizó frente a una inmensa alfombra de sangre y vísceras. Apenas logró contener la náusea que trepó por su garganta cuando reparó en el grotesco escenario frente a sus ojos.

-Algo tan repugnante y atroz solo podría ser obra de un demente. Ha pasado tiempo desde la última vez que Shuanghua detectó semejante acumulación de energía de cadáveres -espetó el joven cultivador, mirando al aludido con desprecio-.Te he seguido la pista durante meses por delitos menores, pero jamás pensé que fueras un asesino despiadado.

-No sé de qué me hablas -resopló Xue Yang, sin moverse ni un ápice-. Yo solo pasaba por aquí y me topé con este desastre. Hice todo lo que pude para socorrer a los heridos que aún seguían con vida, pero su estado era grave. No pude hacer nada por ellos-El muchacho suspiró con fingida aflicción-. Esa es la razón por la que ahora estoy manchado con su sangre. Como ves, se trata de un malentendido, Xiao Xingchen.

Al escuchar su propio nombre de los labios de aquel ser abominable que se mantenía impasible frente a él, Xingchen sintió un escalofrío recorriendo su columna vertebral. En su situación, no podía permitirse una sola distracción, de modo que se forzó a sí mismo a recomponerse y enfrentó la silueta del otro joven, aún de espaldas.

-Insultas mi inteligencia con una defensa tan poco elaborada, Xue Yang -espetó el cultivador con tono desdeñoso-. No me interesa oír tus explicaciones. Entrégame tu espada y acompáñame sin oponer resistencia. Será lo mejor para los dos.

Gruñendo, Xue Yang viró el rostro lentamente, mirándole con hastío.

-Eres un incordio, Xiao Xingchen. Parece que no puedo dar un paso sin encontrarme con tu irritante presencia.

Finalmente, Xue Yang se dignó a encarar al cultivador, caminando hacia él con lentitud. De inmediato, Xingchen adoptó una postura defensiva, apuntándole con el filo de Shuanghua.

-Detente, te lo advierto.

Para Xiao Xingchen, la sola idea de arrebatar una vida humana era algo inaceptable, incluso tratándose de alguien como Xue Yang. Desde tiempos antiguos, los miembros del clan Xiao habían defendido el derecho de todo ser humano a redimirse, y aspirar a una segunda oportunidad para redirigir sus pasos. Su filosofía de vida les impedía tomar decisiones drásticas y definitivas. Por el contrario, preferían agotar todas las opciones posibles, aún si aquello les hacía pecar de ingenuos.

-Ya que estás convencido de mi culpabilidad, ¿confías en poder derrotarme tú solo?

La pregunta de Xue Yang hizo que Xingchen tensara la espada.

-No hay necesidad de seguir con el derramamiento de sangre. Entrégate, y me encargaré personalmente de que tu condena sea racional y justa.

-Con esas expectativas, casi podrías llegar a convencerme, Xiao Xingchen -rio Xue Yang, sin frenar su furtivo avance.

-No necesito convencerte. Si valoras tu vida y deseas conservarla, harás lo que te pido. Ríndete ahora y entrégate voluntariamente. Asume la autoría de estos crímenes y responsabilízate de tus actos.

Xue Yan se detuvo, afilando la mirada.

-Te repito, taoísta Xiao Xingchen, que yo no he tenido nada que ver con esta matanza. ¿Cómo puedes hacer acusaciones tan graves, cuando no tienes ni una sola prueba en mi contra? -El cultivador frunció el ceño ante las cínicas palabras del otro joven, guardando silencio. Satisfecho, Xue Yang continuó-: ¿Me viste asesinando a esas personas? Yo creo que no. Ni siquiera llevo la espada en la mano, sino enfundada y asegurada en mi espalda.

-¿Por qué habría de creer tu versión, después de haberte encontrado en medio de una marea de cadáveres y empapado con su sangre? -inquirió Xingchen. Su mirada férrea, al igual que su temple.

-Por supuesto; la palabra de un delincuente no tiene ningún valor. Si tuviera un nombre y una reputación tan impecable como la tuya, quizá podrías haberme dado el beneficio de la duda, ¿me equivoco, Xiao Xingchen? -El tono de Xue Yang rebosaba rencor y desdén-. Así funciona este mundo: los poderosos pueden hacer lo que les plazca, sin miedo a que les juzguen, mientras que los débiles, los menos afortunados, no son más que basura sin derecho a nada.

-Esto no tiene que nada que ver con los nombres o estatus sociales. Conozco tus antecedentes, Xue Yang. La última vez que te vi, alzabas la espada en contra de los guardias que protegían mi casa, dispuesto a masacrar hasta el último de ellos con el propósito de saquearla. No solo amenazaste sus vidas, también las de los miembros de mi familia. Dime ¿cómo puedo creer en tu palabra?

Xue Yang esbozó una cínica sonrisa, relajando su semblante.

-Está bien, Xiao Xingchen, tú ganas. Si confieso, ¿estarás satisfecho?

-Lo estaré si te entregas.

Xue Yang rio con suavidad, negando con un leve cabeceo.

-Lo siento, pero no podré complacerte esta vez, Xiao Xingchen.

Sin darle al cultivador la oportunidad de contestarle, Xue Yang desenvainó su espada de un raudo movimiento. Xingchen se preparó para repeler el inminente ataque. Sin embargo, en lugar de abalanzarse sobre él, Xue Yang se valió de la funda de la espada para crear una espesa neblina que cegó al instante al otro joven, permitiendo su huida.

-Esa técnica... ¿Es la Ola de Qiankun? -musitó Xingchen, desorientado.

Cuando quiso reaccionar, Xue Yang había desaparecido sin dejar rastro.

Dos semanas después.

-¡Cogedle! ¡Deprisa!

-¡No permitáis que escape!

-¡Ya es vuestro! ¡Arrinconadle!

Xue Yang se hallaba cercado por un grupo de guardias frente a las puertas del Ataúd, la residencia del clan Xiao. Sin mediar palabra y pese a su crítica posición, el joven trató de abrirse paso a espadazos, embistiendo ferozmente a sus atacantes, quienes retrocedían conmocionados ante su brutal determinación. Sus pies se movían con gracia y agilidad. Su cuerpo bailaba con destreza al compás de su espada, fusionándose con ella, sobrevolando sus cabezas y asestándoles golpes por la espalda. Lentamente, los guardias fueron achantándose uno tras otro, creando grandes distancias para la satisfacción de su contrincante.

-¡¿Qué demonios estáis haciendo?! ¡Somos veinte contra uno! -bramó uno de los guardias, furibundo ante la actitud cobarde y desleal de sus compañeros, quienes parecían incapaces hasta de sostener sus propias espadas, paralizados por el terror de estar siendo aplacados por un muchacho.

-¡Tiene razón! ¡Esto es vergonzoso!

- ¡¿Y nos consideramos dignos de pertenecer a la escolta del noble clan Xiao!? ¡Demostremos lo que sabemos hacer!

La forma en que trataban de infundirse valor unos a otros hizo que Xue Yang torciera en sus labios una sonrisa burlona. En cuestión de minutos, más de la mitad de los guardias habían caído, y los que aún se mantenían obstinadamente en pie parecían estar perdiendo su espíritu de lucha, descoordinado su ofensiva y tambaleándose con cada espadazo que, a duras penas, lograban repeler. La sonrisa diabólica de Xue Yang se ensanchaba cada vez más, denotando su creciente estado de euforia.

-¡Xue Yang! -Xiao Xingchen hizo acto de presencia y lanzó a Shuanghua contra el joven maleante, quien recibió un fino corte en la mejilla derecha al tratar de esquivarla. Tras fallar el ataque, la espada volvió raudamente a la mano de su dueño-. Después de lo que ocurrió la última vez que nos vimos, ¿eres tan descarado como para venir aquí en busca de problemas y a plena luz del día?

-Te he echado de menos, Xiao Xingchen -confesó Xue Yang sin borrar la sonrisa de sus labios.

Temblando vergonzosamente, los seis guardias que aún se veían capaces de continuar luchando cercaron al muchacho y le apuntaron con el filo de sus espadas.

-¡Suficiente! No quiero que nadie intervenga desde ahora -sentenció Xingchen, obteniendo de inmediato la respuesta deseada.

-Muy bien. Enséñame lo que tienes -le provocó Xue Yang, dirigiéndole una mirada depredadora.

Sin contestarle, Xiao Xingchen se abalanzó sobre su adversario, quien reaccionó rápidamente, chocando el acero de sus respectivas espadas. En ese instante, ambos jóvenes se vieron enzarzados en una feroz y equilibrada batalla. Las chispas resultantes de cada estocada les cegaban, mientras sus cuerpos volaban, giraban y se contorsionaban sin que ninguno de los contrincantes le cediera terreno al otro. Por una décima de segundo, Xue Yang bajó la guardia, y Xiao Xingchen logró asestarle una patada en el estómago. Pese a la brutalidad del golpe, el muchacho se estabilizó rápidamente, sonriéndole y asintiendo con admiración.

-No está mal, Xiao Xingchen. Es mucho más de lo que han logrado esos inútiles que tienes a tu servicio -espetó Xue Yang, riendo con sorna.

-Cállate -respondió el cultivador, sin poder ocultar su preocupación .

Aunque no habían tenido la ocasión de enfrentarse anteriormente, Xiao Xingchen era consciente de que Xue yang era un espadachín increíblemente diestro, ya que fue capaz de masacrar al clan Chang sin dificultad. La energía espiritual del otro joven era baja en comparación con la suya, pero lo compensaba con sus implacables reflejos, su astucia y su fuerza desmedida. No podía aspirar a tener un combate rápido.

-¡Xingchen! -una voz grave captó la atención del cultivador y su contrincante casi al unísono.

-Padre -musitó Xingchen, haciéndose a un lado para darle cabida.

-¿Qué ocurre aquí? ¿Qué significa esto? -indagó Xiao Ning, el líder actual del clan Xiao, examinando el panorama con detenimiento.

-Creí que nadie intervendría, Xiao Xingchen -protestó Xue Yang con fingida indignación.

Xiao Ning observó al muchacho con estupefacción. Toda la sangre contenida en su cuerpo parecía haberse drenado en un instante.

-¿Xue Yin? -inquirió con un hilo de voz, sintiéndose palidecer ante el terrorífico parecido entre el muchacho y su madre-. Xue Yin, ¿eres tú? -Reconoció la joya en forma de alacrán que recogía la melena de Xue Yang, un regalo que su padre y anterior líder del clan Xiao, Xiao Wang, le hizo a Xue Yin años atrás. El hombre comenzó a temblar de pura emoción-. A-Yin...

-Me confundes con ella. Xue Yin era mi madre -le corrigió Xue Yang. La expresión de su rostro había cambiado por completo.

En silencio, contempló el adorno prendido en el cabello de Xiao Ning, muy similar al que había pertenecido a su madre. Lo único que aún conservaba de ella. Rio para sus adentros. Su plan finalmente cobraba forma. El clan Xiao estaba sentenciado a muerte. Lo despedazaría miembro por miembro, vida por vida, tal como había hecho con el aborrecible clan Chang. La muerte de su madre no quedaría impune. No lo permitiría.

-¿Es tu madre? -inquirió Xiao Ning, más para sí mismo que para el muchacho.

«Es hijo de Xue Yin» pensó Xingchen, tan desconcertado como lo estaba su padre.

-Así es -Xue Yang contuvo la risa mientras veía cómo se acentuaba el estupor presente en las facciones ajenas.

-¿Dónde y cómo está ella? -indagó Xiao Ning, consumido por los nervios.

-Muerta.

La respuesta de Xue Yang fue contundente, como una gigantesca roca impactando contra el cuerpo de Xiao Ning, quien había comenzado a temblar con violencia. Las lágrimas caían en cascada sobre sus pómulos, pero el hombre no parecía ser consciente de ello. Ni siquiera parpadeaba. Su piel demacrada le otorgaba la apariencia de un cadáver. Xue Yang incluso podría jurar que había dejado de respirar.

-A-Yin... -sollozo el hombre. Su voz apenas perceptible.

-Padre... -le llamó Xingchen, observándole con preocupación .

-¿Puedo saber qué le ocurrió? -inquirió Xiao Ning, conectando su trémula mirada con la de Xue Yang.

-Murió a causa de una enfermedad. No recuerdo el nombre, apenas era un niño por ese entonces. Sólo sé que arrasó con más de la mitad de los habitantes de la ciudad de Yi. Mi madre estaba destinada a contagiarse. Salía constantemente en busca de comida, ropa y medicinas para los dos. Era cuestión de tiempo -narró Xue Yang, mirando desdeñosamente a Xiao Ning, quien parecía negarse a dar crédito a sus palabras.

-¿Cómo es posible que siguiera en la ciudad de Yi sin que yo lo supiera? ¡Estuve años buscándola! En algún momento tuve que cruzarme con ella sin saberlo... -Xiao Ning apretó los párpados. Los temblores que sacudían su cuerpo se habían intensificado-. Ella... ¿Te habló de mí alguna vez?

-No. Nunca... -mintió Xue Yang.

El dolor y la tristeza oprimían el corazón de Xiao Ning. Los recuerdos acudieron a su mente como una incontrolable avalancha.

Años atrás...

-¿Viste al monstruo que capturó papá en la cacería de la Montaña Fénix? ¡Era enorme! -enunció un fascinado Xiao Ning, mirando a su hermana pequeña con ojos brillantes.

-¿Qué tiene de raro? Papá es un hombre muy fuerte, nada puede contra él -Al igual que la de Xiao Ning, la mirada de Xue Yin resplandecía de orgullo.

-Cuando sea mayor, seré mucho más fuerte que él. Hasta el monstruo más grande temblará cuando me vea -Con la mano derecha cerrada en un puño, Xiao Ning se golpeó el pecho en un gesto solemne que, en contra de lo que esperaba, hizo reír escandalosamente a su hermana.

-¡Eres demasiado cobarde y debilucho para darle miedo a un monstruo! -exclamó Xue Yin, haciendo que su hermano inflara las mejillas, indignado.

-¡El primer monstruo que cace, te lo enseñaré solo a ti! ¡Tendrás que disculparte por lo que has dicho! -Xiao Ning se cruzó de brazos, frunciendo exageradamente el ceño.

-¿Ah, si? ¡Eso ya lo veremos! -sentenció Xue Yin, sacándole la lengua.

Xiao Ning arremetió juguetonamente contra ella, pero enseguida se vio reducido bajo el peso de su cuerpo. Aunque era considerablemente más pequeña que su hermano, Xue Yin siempre lograba someterle de un modo u otro. Los dos niños empezaron a forcejear entre risas, captando la atención de Xiao Wang, quien les observaba con diversión mientras caminaba hacia ellos.

-Vamos a ver, ¿qué está pasando aquí? No estaréis peleando de nuevo, ¿verdad? -indagó el hombre, inclinándose frente a la plataforma de madera en la que se hallaban sus hijos.

-¡Es culpa de A-Yin! ¡Estaba burlándose de mí! -Pese a la acusación, Xiao Ning reía sonoramente, siendo imitado por Xue Yin, quien continuaba sobre él, inmovilizándole ambos brazos -. ¡Ha sido ella! ¡Lo juro!

-¡No es verdad! ¡Ha sido él! -se defendió una sonriente Xue Yin, sintiendo como su hermano pataleaba en un intento infructuoso de liberarse de su férreo agarre.

-Siempre os estáis provocando el uno al otro, no volveré a ponerme del lado de ninguno de los dos -aseguró Xiao Wang, cogiendo en brazos a Xue Yin y dejándose contagiar por sus risotadas-. Cálmate, tigresa -rio, usando el apelativo cariñoso que él mismo le adjudicó a la pequeña desde que, asombrado, presenció su primera gran muestra de carácter. Contuvo a Xue Yin tanto como pudo, mientras la niña trataba de aferrarse a las manos que su hermano extendía hacia ella-. Hoy tenéis que bañarnos, y no quiero escuchar quejas de ninguna clase. Tú primera, tigresa, tu madre espera junto a las termas.

En cuanto sus pies tocaron el suelo, Xue Yin corrió entusiasmada hacia el lugar indicado por su padre.

-Se va a enterar cuando vuelva -gruñó Xiao Ning. Sus labios fruncidos daban forma a un adorable mohín.

-Deja en paz a tu hermana, A-Ning. Después te quejarás cuando ella se enfrente a ti -advirtió Xiao Wang a su hijo mayor, acariciándole la cabeza con suavidad. En respuesta, el pequeño pronunció aún más el pliegue de sus labios.

-Ha empezado ella.

Xiao Wang suspiró largamente, negando con un leve cabeceo.

-Me queda claro que, entre vosotros, hay una relación de amor y odio -declaró el hombre, divertido.

-¡Mentira! ¡Yo no la odio! -se apresuró a contestar Xiao Ning, mirando a su padre con horror.

Xiao Wang emitió una carcajada-. Entonces, compórtate, jovencito.

Xiao Ning asintió con lentitud, obteniendo en respuesta una sonrisa enternecida de su padre.

En la actualidad...

-Crecimos juntos -musitó repentinamente Xiao Ning, captando la atención de Xue Yang y Xingchen al unísono-. Xue Yin era mucho más que una hermana para mí. Entró en el Ataúd siendo una niña, por decisión de mi madre, Zhuang Li, y mi padre, Xiao Wang, para servirme únicamente a mí y hacerme compañía, ya que mi madre no podía concebir a más hijos. Lo cierto, es que jamás la tratamos como a una criada. Desde el principio, A-Yin formó parte de la familia.

Xue Yang pudo sentir como la sangre le hervía de puro odio conforme avanzaba la narración del hombre. Por su parte, Xingchen observaba a su padre con interés. Conocía algunos detalles acerca de su tía. Había sido una mujer extremadamente fuerte, inteligente, osada y valiente. Sabía que su padre la había amado intensamente, incluso más que a su difunta esposa y madre de sus hijos, y que el simple hecho de recordarla le destrozaba el alma. A pesar del abandono de Xue Yin, Xiao Ning no dejó de añorarla y jamás perdió la esperanza de encontrarla.

-Siempre me he preguntado por qué se marchó de repente, sin despedirse, sin decir nada; ni siquiera a mi...

Xue Yang apretó los puños. Sabía perfectamente que su madre no había abandonado a su clan. Fue calumniada, ultrajada y humillada por su propia familia. Xiao Ning debía de ser aún más cínico de lo que él mismo era.

-Es una lástima que no podamos aclarar ese asunto -espetó, sin lograr atenuar la mordacidad en su tono. Por suerte para él, Xiao Ning estaba demasiado abrumado por los recuerdos, y no se percató en absoluto.

-¿Quién es tu padre? -inquirió Xiao Ning, volviendo a centrar su atención en Xue Yang.

-Un violador al que, afortunadamente, no llegué a conocer.

Xiao Ning cerró los ojos, asimilando la confesión del muchacho. Sentía que la tierra se abría bajo sus pies y trataba de succionarle. Tal vez, eso era lo que deseaba en ese instante. La ira, la tristeza, la culpa. Todos los sentimientos que creía haber enterrado en algún rincón de su ser, tras resignarse a no volver a ver a Xue Yin, resurgieron con fuerza, torturándole cruelmente. Debió de esforzarse mucho más. Debió de hacer todo lo posible y lo imposible por encontrarla, por devolverla al lugar al que siempre había pertenecido. Por cuidarla, protegerla y amarla como una vez prometió hacerlo.

-Lo siento. No tienes idea de cuánto lamento todo esto -confesó el hombre, cuya mirada había vuelto a aguarse-. No sabía... yo...

-Padre, tranquilízate -intervino Xingchen. Su padre parecía estar muerto en vida.

Forzándose a sí mismo a recomponerse, Xiao Ning le dirigió a Xue Yang una mirada suplicante.

-¿Qué puedo hacer por ti? Por favor, dímelo.

El demonio interno de Xue Yang se agitó de emoción, riendo perversamente.

-Padre, Xue Yang está en busca y captura desde hace meses por múltiples allanamientos y saqueos en la ciudad. Además, fue el responsable directo de la masacre del clan Chang -informó Xingchen, mirando al otro joven con desprecio.

-No existen pruebas de que fuera el autor de esa matanza. Nadie de los alrededores pudo ver ni escuchar absolutamente nada. Ni siquiera sabemos si el responsable pertenecía o no a la secta Yueyang Chang.

Las palabras de Xiao Ning sorprendieron a su hijo, quien, incrédulo, frunció el ceño y entreabrió los labios sin pronunciar palabra. Xue Yang sonrió levemente, recreándose en la expresión disgustada de Xingchen.

-Es un delincuente, padre. Fue una coincidencia demasiado grande que lo encontrase frente a la residencia de Chang Cian, rodeado por los cadáveres de sus discípulos y empapado con su sangre -insistió Xingchen, desesperado por convencer a Xiao Ning de la seria amenaza que representaba Xue Yang, no solo para ellos y el resto de sectas, sino también para la región.

-Ya te dije, Xiao Xingchen, que intenté socorrer a los heridos. Por eso estaba manchado con su sangre.

-¡Cállate! -rugió Xingchen, fulminando a Xue Yang con la mirada.

-¡Xingchen! -le reprendió Xiao Ning, mirándole severamente-. No le viste ejecutando a esas personas, ¿no es así?

-No, no le vi. Sin embargo, él mismo me lo confesó mientras intentaba persuadirle para que se entregara voluntariamente -explicó Xingchen, mirando insistentemente al otro joven.

-Estabas convencido de mi culpabilidad y no está as dispuesto a dejarme marchar sin una confesión. Por eso mentí, Xiao Xingchen. ¿Qué otra cosa podía hacer? -se defendió Xue Yang, con voz lastimera.

-Tú... -siseo Xingchen, anonadado. El descaro del otro joven parecía no tener límites.

Xiao Ning cabeceó en un gesto de desaprobación.

-Xingchen, no te enseñé a dejarte llevar por las apariencias, sino por los hechos -espetó, observando reprobatoriamente a su hijo.

-Padre, por favor, escuch...

-Se quedará con nosotros aquí, en el Ataúd. Yo me encargaré personalmente de saldar sus deudas, que son lo único que se le puede reclamar.

-¿Saldar sus deudas? ¿Crees que es tu responsabilidad? -Xingchen no pudo evitar alzar la voz ante la descabellada idea de su padre-. ¡Es un criminal! ¿Has olvidado que el Ataúd fue uno de sus objetivos? ¿Eres consciente de lo que podría haber ocurrido si no le hubiéramos descubierto en pleno asalto?

-¡Xingchen!-graznó Xiao Ning, fustigando a su hijo con la mirada-. Intentar sobrevivir, de ninguna manera puede considerarse un delito. Es un derecho nato que todo ser viviente está obligado a ejercer constantemente. No deberías condenarlo de esa forma.

-¿Sobrevivir a costa de la vida de otras personas te parece justificable? -espetó Xingchen con la voz ronca. No podía dar crédito a las palabras de su padre.

-Si no recuerdo mal, nadie resultó herido durante el asalto al Ataúd, lo mismo ocurrió en el resto de viviendas que fueron allanadas -insistió Xiao Ning, inquebrantable-. Ni siquiera hace un momento, mientras luchaba contra nuestros guardias, que claramente estaban en desventaja, a pesar de superarle en número.

-¡Padre!

-¡Silencio! -El tono contundente de Xiao Ning logró intimidar a Xingchen, aplacándolo rápidamente-. A partir de este momento, Xue Yang residirá en el Ataúd como un miembro oficial del clan Xiao. No voy a retractarme, Xingchen, acéptalo y no protestes.

Pese a la orden directa de su padre, Xingchen sentía demasiada indignación para mantener la boca sellada.

-¿Has perdido el juicio? ¿De verdad vas a darle acogida en nuestro clan? ¿A un maleante sin escrúpulos...?

-¡Xiao Xingchen! -Rugió Xiao Ning, al límite de su paciencia. Xingchen frunció los labios, permitiendo que las palabras quedaran atascadas en su garganta, abrasándola-. ¡No estás hablando con cualquiera! ¡Soy tu padre y, como tal, exijo respeto! ¡Cuida tu tono y escoge bien tus palabras!

Xingchen tensó la mandíbula, alternando la mirada entre su padre y un sonriente Xue Yang. Pese a su creciente inconformidad, el muchacho cedió, inclinándose ante su padre con respeto.

-Perdóname. Se hará como tú digas -dijo en voz baja, mirando al otro joven de soslayo.

Xiao Ning suspiró, asintiendo con un leve gesto.

-Ayúdale a instalarse, y te suplico que te comportes debidamente. No quiero más conflictos en mi casa, ¿de acuerdo? -Xingchen asintió en silencio, resuelto a no contradecir a su padre, por el momento. Con el rostro aún húmedo, Xiao Ning miró a Xue Yang, con una sonrisa cálida en los labios-. Bienvenido al Ataúd.

Aunque correspondió el gesto de Xiao Ning, Xue Yang no pudo engañar a los ojos de Xingchen, quien percibió el cinismo en sus facciones y no dudó en encararle con resolución, afilando la mirada.

-Ahora que lo pienso, Xue Yang. La última vez que te vi, no atiné a preguntarte quién te había hecho ese corte en la mejilla izquierda -comentó Xingchen, observando la fina grieta que aún estaba cicatrizando. En silencio, Xue Yang elevó las comisuras de sus labios-. ¿Algún miembro de la secta Yueyang Chang antes de apuñalarlo, tal vez?

Xue Yang no pudo evitar reír con suavidad. Tenía la excitante certeza de que la convivencia con ese chico iba a ser realmente interesante.

-Vamos, Xiao Xingchen, ¿por qué no me crees? No fui yo -El muchacho alzó lentamente la mano derecha, que se hallaba cerrada en un puño y con el dedo meñique expuesto, el cual zarandeó mientras sonreía juguetonamente-. Te lo prometo...

Xingchen contuvo el impulso de abofetearle. Ese desvergonzado tenía la habilidad de sacarlo de sus cabales.

-¿Una tregua? -propuso Xue Yang, manteniendo esa sonrisa ladina en sus labios mientras le extendía una mano al otro joven.

Xingchen la aceptó, estrechándola entre sus dedos al tiempo que forzaba una pequeña sonrisa. Si Xue Yang iba a desafiarlo, le respondería debidamente.

-Acompáñame, por favor -le instó, con una muda advertencia brillando en sus ojos.

Conteniendo la risa, Xue Yang esperó a que Xingchen le diera la espalda y, manteniendo una distancia prudente, siguió sus pasos en dirección al Ataúd. Los guardias que flanqueaban la entrada de la mansión desenvainaron las espadas, apuntando hacia el intruso.

-¡Deteneos! -ordenó Xingchen rápidamente, desorientando a los aludidos-. Xue Yang es un invitado, no un enemigo. Que nadie se atreva a alzar su espada contra él. Estáis advertidos.

Los guardias se miraron entre sí antes de acatar la orden del muchacho.

-Disculpa. Adelante, puedes entrar cuando quieras -Xingchen se dirigió a su acompañante con cortesía, permitiéndole adelantarse.

Sin borrar su sonrisa de hiena, Xue Yang asintió y se adentró en el Ataúd con parsimonia, admirando su imponente interior. A pesar de su macabro nombre, el Ataúd tenía una presencia majestuosa. Las paredes parecían recién pintadas, y el olor que emanaban embriagó al muchacho al instante. El suelo de madera pulida emitía un resplandor cegador. El hall estaba delimitado por gigantescas y fornidas columnas que se dividían en dos amplias hileras. La decoración era sobria, pero elegante, y los colores vibrantes.

Ni siquiera la residencia de Chang Cian hubiera podido competir con algo semejante. Xue Yang estaba resuelto a disfrutar de su estancia en aquel palacio, en todos los sentidos posibles. Sus ojos se posaron sobre una habitación cuya puerta se encontraba entreabierta, enfocada hacia los frondosos jardines exteriores. Pudo distinguir una pila de urnas, cada una con una inscripción cuidadosamente tallada. Aquella debía de ser la sala ancestral, donde se rendía culto a los difuntos miembros del clan. La residencia de Chang Cian también poseía una.

-Nada de lo que hay en esa sala es de tu incumbencia. Ni se te ocurra asomarte -le advirtió Xingchen al percatarse de su interés.

-De acuerdo -contestó Xue Yang, despreocupado.

Recorrieron el Ataúd de norte a sur, pasando por las bodegas rebosantes de licores de toda clase. Xue Yang frenó su avance al sentir un fuerte impacto en su estómago, mirando al responsable con una ceja alzada.

-¡A-Qing! -exclamó Xingchen, alarmado, interponiéndose entre su pequeña hermana y el otro joven-. ¿Qué te hemos dicho acerca de corretear a esa velocidad por la casa ? -la reprendió con un tono de voz suave, acariciándole la cabeza.

-Lo siento -ronroneó Xiao Qing, frunciendo levemente los labios, acción que hizo sonreír a Xingchen. La niña desvió su atención hacia el acompañante de su hermano, contemplándole con curiosidad-. ¿Quién es?

-Él es Xue Yang. Se hospedará aquí... durante un tiempo -explicó Xingchen, sin molestarse en ocultar el rechazo en sus palabras.

Xue Yang se limitó a sonreír con engañosa simpatía.

-Es muy guapo. No parece un hombre -murmuró Xiao Qing, tomando a los dos jóvenes por sorpresa.

Xingchen la reprendió con la mirada. Xue Yang, por su parte, se vio forzado a contener la risa.

-Ella es mi hermana, Qing -suspiró Xingchen, mirando de reojo a Xue Yang.

-¿Cómo está, señorita? -inquirió Xue Yang, sonriendo con aire encantador y extendiéndole una mano a la pequeña, quien la estrechó con timidez entre sus dedos, mordiéndose los labios que se curvaban ligeramente hacia arriba.

Rápidamente, Xiao Qing volvió a centrarse en su hermano mayor, lanzándose a sus brazos sin previo aviso.

-¡Xingchen! ¡Me prometiste que me llevarías a cazar!

El aludido suspiró y frunció levemente los labios, elevando el esbelto cuerpo de la niña hasta que pudo conectar sus respectivas miradas.

-Lo siento, pero hoy será imposible, Qing. Voy a estar ocupado el resto del día.

En realidad, ese día Xingchen estaba completamente exento de compromisos. Sin embargo, la presencia de Xue yang en su casa le inquietaba de sobremanera. No quería descuidarlo ni un solo segundo; necesitaba saber a qué debía atenerse con él.

-¡Pero lo dijiste! Tú siempre cumples lo que prometes, así que tienes que llevarme. ¡Tienes que hacerlo! -Con el ceño fruncido, Xiao Qing se aferró a las nevadas túnicas que cubrían el cuerpo de su hermano, zarandeándolo con tanta fuerza como le fue posible-. Si no lo haces, no volveré a creerte nunca más. ¡Igual que al traidor de papá!

Xingchen rio ante las palabras de su hermana. Con apenas once años, la pequeña Qing había demostrado, en varias ocasiones, tener más carácter que cualquiera de los adultos con los que convivía.

-Eso es un chantaje, ¿lo sabes, verdad? -protestó Xingchen, sonriendo al ver como la aludida se cruzaba de brazos al tiempo que inflaba las mejillas, a la espera de la repuesta deseada-. Te prometo que mañana te dejaré acompañarme de cacería nocturna, ¿de acuerdo? -Las arrugas del entrecejo de Qing se acentuaron, mientras la pequeña deliberaba para sus adentros-. No estoy faltando a mi palabra. Te prometí que iríamos a cazar, pero no te dije cuándo.

La explicación de Xingchen obtuvo el efecto deseado. Incapaz de rebatir sus palabras, Qing asintió con una sonrisa resplandeciente en los labios.

-¡Muy bien! ¡Pero mañana tendremos que ir, no lo olvides! -Qing extendió el dedo meñique de su mano izquierda frente al rostro de su hermano, quien al instante hizo lo propio, entrelazando el suyo con el de ella.

-Te lo prometo.

Satisfecha con la respuesta de su hermano, Qing saltó de sus brazos y, tras despedirse de Xue Yang con una fugaz reverencia, continuó alegremente con su recorrido.

Al enfrentar la mirada del otro joven, quien había presenciado la escena con gran interés, Xingchen cambió radicalmente su semblante.

-Es adorable. No se parece nada a ti -comentó Xue Yang, divertido.

Xingchen puso los ojos en blanco, ignorando su comentario y retomando la marcha.

Sonriente, Xue Yang siguió sus pasos obedientemente, asegurándose de memorizar cada recodo visible. Las horas transcurrían a una velocidad vertiginosa, mientras el muchacho escrutaba el Ataúd a conciencia, desde las decenas de habitaciones y salas distribuidas por doquier, hasta los frondosos jardines que la bordeaban. Finalmente, decidió adentrarse en el extenso bosque que se alzaba imponente a escasos metros de distancia. No le preocupaba lo más mínimo lo que pudiera ocultarse en sus profundidades.

Xingchen le observaba de cerca, atento a cada paso, a cada movimiento. El cielo estaba oscureciéndose, aunque no suponía un problema serio para Xue Yang, quien estaba habituado a moverse con absoluta libertad entre las sombras. Su recorrido le llevó frente a lo que parecían unas termas naturales. El muchacho cedió al impulso de desnudarse y sumergirse en las aguas templadas, disfrutando de la agradable sensación que le envolvió al instante.

Agazapado detrás de un tupido arbusto, Xingchen le observaba conteniendo la respiración. A pesar de su esbeltez, la sutil musculatura y las idóneas proporciones de su cuerpo le conferían al otro joven una belleza casi apolínea. Su lacio cabello de ébano le caía por la espalda como finos riachuelos de tinta, contrarrestando con la blancura resplandeciente de su piel imberbe. Su silueta se hallaba ligeramente difuminada, debido al vapor que emanaba de las profundidades del agua, lo que le hacía parecer una deidad.

-¿Disfrutando de las vistas, Xiao Xingchen? -La inesperada pregunta de Xue Yang casi provocó que Xingchen se atragantara con su propia saliva-. Podrías haberme avisado, para ofrecerte mi mejor ángulo -Rio, de espaldas al otro joven.

-Insolente... -masculló Xincheng, sintiendo las piernas demasiado endebles para permitirle salir de su escondite.

-¿Vendrás a bañarte conmigo? Te gustaría estar aquí dentro. Es agradable -Xue Yang apenas pudo resistir la tentación de girar el rostro y contemplar la expresión petrificada en las facciones de su admirador.

-¡Cállate! ¡Jamás osaría hacer tal cosa y lo sabes muy bien! -exclamó Xingchen, indignado frente a tales provocaciones.

-Es una lástima que seas tan aburrido, Xiao Xingchen. Podríamos haber pasado un buen rato.

-¡Ya basta! ¡Cállate! -Xingchen pudo sentir como la sangre se arremolinaba en su rostro, trasluciendo su bochorno. Deseó emprender a correr en ese preciso instante, pero se contuvo. No estaba dispuesto a darle a ese indeseable el placer de verle humillado. Le perdería el poco respeto que aún era capaz de mostrarle-. ¿Cómo te atreves a sumergirte en esas termas con tanto descaro, sin preguntarte a quién pertenecen?

-Estamos en las tierras del clan Xiao, ¿verdad? ¿Por qué habría de preguntar a quién pertenecen? -Xue Yang se alzó de hombros, indiferente.

-Los únicos que pueden disponer de esas termas con libertad, son los miembros directos del clan Xiao -explicó Xingchen, mirándole con hastío-. El hecho de que cuentes con la protección de mi padre, no significa que puedas hacer lo que te venga en gana. No dejas de ser un intruso aquí. Mantente en tú lugar, Xue Yang.

El aludido esbozó una sonrisa hambrienta, abandonando el confort y la calidez que le ofrecían las aguas termales y exponiendo su anatomía frente a los ojos de su acompañante, quien se apresuró a desviar la mirada.

-No tengo nada que no hayas visto antes, Xingchen. Relájate -se mofó, exasperando al cultivador.

En silencio, Xue Yang rescató de la maleza las túnicas que anteriormente le cubrían, vistiéndose con deliberada lentitud.

-Me queda claro que no sientes respeto por nada ni nadie. Es una pérdida de tiempo tratar de razonar contigo -espetó Xingchen, resistiéndose a mirarle.

-¿Me hablas de respeto, después de haberme espiado en estas circunstancias, Xingchen? -inquirió Xue Yang, forzando al cultivador a encararle-. Me sorprende que, alguien con tu reputación, pueda tener ese tipo de aficiones...

-Si te espiaba, era por motivos muy distintos a los que planteas. Si no fueras tan descarado, nada de esto habría ocurrido -se defendió Xingchen, recuperando la compostura. Su mirada se posó sobre la espada enfundada que yacía tendida a los pies de Xue Yang, reconociéndola casi al instante-. Jiangzai, la cambia formas. ¿Cómo la obtuviste? No es una espada que pueda manejar cualquiera. Me consta que llevaba más de dos décadas sin ser utilizada.

-Pues ahora me pertenece -contestó Xue Yang, sonriendo levemente mientras sostenía la espada entre sus dedos-. Es magnífica, ¿no te parece, Xiao Xingchen?

-Responde a mi pregunta. ¿Cómo la obtuviste? -La insistente mirada de Xingchen hizo que la sonrisa de Xue Yang se expandiera.

-¿Por qué te interesa saberlo? Si puedo empuñarla, es porque soy digno de ella. Tú mismo lo has dicho: Jiangzai no es una espada fácil de manejar. Solo unos pocos privilegiados han conseguido blandirla sin resultar perjudicados.

-El hecho de que tú seas uno de esos privilegiados, me preocupa. La energía espiritual congregada en esa espada es descomunalmente inmensa, y muy poderosa. Si Jiangzai cayera en malas manos, podría ser devastador para todos nosotros. Tú eres la última persona que debería empuñarla. Entrégamela.

-Me temo que no.

La respuesta de Xue Yang hizo que las entrañas del cultivador se incendiaran.

-¡Entrégamela en este instante!

-Ya te he dicho que no. Vas a tener que obligarme, Xingchen. Y te prometo que no será nada fácil -Xue Yang hizo el amago de desenvainar la espada, sonriendo internamente al vislumbrar el fulgor en la mirada de Xingchen.

-Justo cuando pienso que no puedes ser más descarado, acabas por sorprenderme. Eres increíble -Xingchen emitió una carcajada carente de humor, haciendo sonreír a Xue Yang.

-Me llamas descarado, cuando tienes la entrepierna tan abultada solo por haberme visto desnudo, Xiao Xingchen.

Por un instante, Xingchen se creyó capaz de matar al otro joven con sus propias manos. Nadie le había enfurecido tantas veces consecutivas y a un nivel semejante en sus diecinueve años de vida. Todos sus demonios internos parecían haberse sublevado al mismo tiempo, luchando por salir a la superficie. Si Xue Yang no fuera peor que una bestia salvaje, se abalanzaría sobre él sin pensarlo.

-Eres despreciable -siseó el cultivador, acuchillado al aludido con la mirada.

Xue Yang frunció el ceño y entreabrió los labios, haciéndose el ofendido.

-Vaya, Xiao Xingchen. Pensaba que eras un noble y distinguido caballero, incapaz de faltarle al respeto a otro ser humano. Todos los que te veneran deberían conocer esta faceta oscura de tu persona. Qué decepción...

-Cállate...

-¿Puedes verme desnudo, pero no puedes escucharme cuando hablo? No me parece justo de tu parte. Pensaba que tenía el derecho de expresarme, después de haber intimado de esa forma, Xingchen.

Sin previo aviso, Xingchen desenvainó a Shuanghua de un raudo movimiento. Xue Yang hizo lo propio con Jiangzai, sonriéndole con diversión.

-¡A-Chen! -La oportuna llamada de Xiao Qing logró aplacar las intenciones de ambos jóvenes, quienes enfundaron sus respectivas espadas al unísono-. ¿Estáis peleando? -inquirió la niña cuando logró alcanzar a su hermano, abrazándose a su cintura.

-Por supuesto que no -contestó Xingchen, acariciando su rostro con delicadeza.

-Entonces, ¿qué hacíais con las espadas en la mano?

Los muchachos se miraron entre sí, guardando silencio.

-No hay que enfadarse sin antes hablar las cosas. Es lo que siempre dice papá -continuó la pequeña, observándoles inocentemente-. Vamos, daos un abrazo y haced las paces, ¡venga! -Les instó, aplaudiéndoles con suavidad.

Xue Yang rio disimuladamente.

-Vamos, Xingchen, hagámosle caso a la niña. Vamos a abrazarnos y a olvidarnos de todo, ¿de acuerdo?-propuso, sonriendo ampliamente.

Xingchen le lanceó con la mirada, cogiendo a una desconcertada Qing en brazos y caminando de vuelta hacia el Ataúd. Xue Yang le observó marchar en silencio. Incluso un hombre tan recto como Xiao Xingchen, debía de tener un punto débil. Y disfrutaría encontrándolo.