Esa mañana, en la que Lucy pretendía estar dormida, tomo algo de ropa, dinero y salió con un lindo recuerdo de lo que fue vivir ahí.
Entonces Lucy subió al tren, al que creía que la llevaría a su destino, pero se equivocaba.
Se asustó, pues al llegar la estación estaba sola, ningún estudiante, ningún trabajador, miro el reloj sobre las taquillas, 7:43 de la mañana, no le tomo mucha importancia, compró su boleto y se sentó en espera del transporte.
Sacó sus auriculares de su mochila beige, al encender el celular aparecía que tenia dos llamadas perdidas de Tía Elizabeth, ignoro el dato y se fue directo a su música, entre los artistas pulso a The Beatles y Lucy comenzó a articular cada canción.
El tren llegó y con ansias subió, escogiendo uno de los lugares de la izquierda, pegada a la ventana, no debía preocuparse porque alguien ocupará el lugar al lado suyo, pues el vagón estaba completamente solo.
Había pasado alrededor de hora y media, tiempo en el que Lucy se encargó de seguir el ritmo de la música con sus dedos y pies, pero era extraño que tardará el tren en llegar, el sol ya se había asomado, ella se quitó los audífonos al terminar el álbum como si eso ayudara a que el tren demorará menos.
-Ya es tarde- susurro para ella misma.
-Así es- al escuchar la voz de aquel hombre se asustó , dio un pequeño brinco y colocó una de sus manos en su boca para no pegar el grito en el cielo- últimamente el tren ha tardado mucho en llegar.
-Oh no, hija, no te asustes- esta vez fue una voz femenina, aguda y temblorosa.
¿En qué momento habían subido?, pero fuera de eso ¿Como la había escuchado hablar?
Volteo hacia ellos, el señor era canoso, tenía el ceño fruncido, como si algo lo molestaba, era alto y algo robusto. La señora era castaña, de ojos grandes y oscuros, a un lado de él, era muy chiquita.
-Perdón, no me di cuenta de que habían subido.
El tren se detuvo, había llegado a la penúltima estación, era cuestión de minutos para que ella se bajara.
-¿No van a bajarse aquí?- no quería ser descortés, pero le incomodaba el hecho de que estuviera observándola desde quien sabe cuanto tiempo.
-No, queremos hablar contigo- ella frunció el ceño.
-¿Sabes lo que estás haciendo hija?- el hombre hablo lento y claro.
-De que… ¿que?, ni siquiera los conozco- respondió confundida.
-Ten cuidado con lo que hay allá afuera.
Dijo la anciana, se puso de pie y caminó hacia la chica quien ya se había puesto de pie y retrocedió tres pasos.
-Perdón pero, no entiendo- ahora que la anciana estaba sobre ella, se encontraba de espaldas a la puerta.
-Ellos quieren a tu familia.
-¿Que?- esas palabras lograron desorientar a la chica por completo.
- ¿A que se refiere?- le pregunto a quien estaba frente a ella.
-Cuídalos muchacha, mucho.
-Es que no entiendo nada, ¿qué es lo que va a pasar?
La campanilla que informaba la llegada del tren se escuchó mientras los ancianos volvían a sus lugares.
-Esperen, no, no entiendo, ¿que?
Entonces, en cuanto las puertas se abrieron alguien la empujo, no supo quién, ni cómo, tan solo salió disparada del vagón y todo desapareció.