Existió, hace muchísimo tiempo, una humilde familia que tenía demasiados hijos, tantos que resultaba casi imposible poder contarlos. En esa larga línea familiar se encontraban dos jóvenes, ambas gemelas, que no tenían oportunidad alguna de heredad algo más que el apellido de su padre. Ellas eran repudiadas por los pueblerinos por ser las únicas gemelas que alguna vez vieron. Las llamaban brujas, aunque en realidad no lo fueran. Sus padres nada podían hacer por las más pequeñas de la familia, pues si algo era cierto es que jamás habían conocido dos jóvenes que hayan nacido del mismo vientre, y no podían silenciar los rumores, porque nadie creería a una pobre familia de granjeros.
Y así crecieron las niñas, entre odio y temor por su procedencia, únicamente contando la una con la otra, porque tampoco podían confiar demasiado en sus hermanos, que eran los que más las odiaban. Luego estaban sus padres, que las amaban sí, pero que también amaban a los hermanos de ellas por más groseros que fueran. Rápidamente aprendieron que no podían confiar en nadie, porque solamente traerían odio y dolor a sus vidas, aun así deseaban encontrar un lugar donde ser gemelas no fuera sinónimo de brujería.
Cierto día, cuando las hermanas cumplieron dieciséis años (la edad mínima para poder emprender una aventura) decidieron probar suerte en otro sitio, donde las malas lenguas no contaminaran sus vidas. Al fin podían emprender su propio camino, lejos de todos, y con la oportunidad de ser felices. La noticia tomo desprevenidos a sus padres que, si bien sabían que en algún momento las niñas se irían de su hogar, no esperaban que fuera tan pronto. Pero la decisión estaba tomada, y por más que sus corazones se lastimaran con la idea de dejar a sus padres con esas bestias que tenían por hermanos, allí ellas solamente serían amargadas y sin un futuro por delante.
—Algún día volveremos.—Aseguró Monique, la mayor de las hermanas.
—Y, en ese momento, se sentirán orgullosos de nosotras—Concluyó Julianne la menor, por dos minutos, de las dos.
Y así, con un bolso pequeño en sus hombros, las dos emprendieron el viaje que cambiaría sus vidas.