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Chapter 2 - A Las Tres De La Madrugada

Jeanine junto con Mirla estaban sentadas en el sillón que compro en una venta de garage. Mirla fue por unas palomitas de maíz mientras miraban una película. Tábata deseaba ver una película de terror, pero Mirla se opuso a ver una película de ese tipo ya que más tarde harían una tontería. Jeanine insistió que Mirla decida que película ver pero no contaron que la chica pondría un aburrido documental. Tábata al final decidió por quedarse con su teléfono y enviarse mensajes de texto con un joven abogado.

Tábata, es una chica muy liberal, alguien que no le importa meterse en problemas con tal de sentir el vibrante respiro de la vida. Es conocida por su par de amigas como "la chica que no puede retener parejas", cosa que a la misma Tábata no le interesa, su lema siempre ha sido: «Cámbialo si no es el indicado». Tábata es una joven universitaria de moda, entre telas y cocidos elabora vestidos que para los ojos de Mirla son indecentes y que muestran demás, no dejando nada para la imaginación.

Por otro lado Mirla siempre es el cerebro de las tres, es la que piensa por lo menos tres veces la decisión que se debe de tomar y no es segura de si misma, siempre le ve los factores de riesgos y beneficios, y si los primeros son superiores a los segundos, tendrás una negativa por parte de ella.

Tábata cree que Mirla es una pobre chica aburrida que no sabe lo bueno de la vida. Ella nunca ha tenido un novio o pareja, y es muy común verla sola o que desaparezca sin que te des cuenta. Mirla estudia cine y le fascinan los documentales y las películas históricas; Tábata cree que para estudiar cine tiene un pésimo gusto por las películas y Mirla cree que Tábata no tiene el estilo como para algún día ser una diseñadora de modas brillante.

Dos chicas que no se soportan, pero que las unen una misma y sola persona, Jeanine.

Jeanine tiene un espíritu igual de liberal que Tábata para la toma de decisiones, pero también tiene ese sexto sentido que le permite saber que es lo correcto y que no, pero no tan extremo como el de Mirla.

Tábata y Jeanine se conocieron desde la escuela, desde ese día no se han separado y han jurado ser mejores amigas, mientras que con Mirla se conocieron en una exposición de la universidad, Tábata fue quien planto la semilla de la amistad y Jeanine quien la cosechó.

Jeanine miraba sus pies, con la esperanza de que la sacaran de ese profundo aburrimiento, pero era como ver algo estúpido, en sí prefería sus pies antes que el absurdo documental de Mirla.

El sonido de la televisión encendida inundaba al lugar. Eran las dos y treinta de la madrugada, Tábata había acomodado todo. Necesitaba unas velas, específicamente eran tres las que tenía que conseguir y trajo las que uso esa noche en la que jugó por primera vez.

Un amigo de un familiar suyo llevó el juego, o mejor dicho se le explicó. No era tan difícil de entender o de conseguir los instrumentos, y eso provocaba que el juego sea sencillo y al mismo instante peligroso.

Se encargó de cerrar todas las puertas y obligó a sus amigas a entrar al dormitorio de la dueña del hogar, Mirla se resistió por un par de minutos pero Jeanine logró convencer a la insegura chica.

Tábata encendió las velas que sacó de su mochila, eran de tres colores diferentes, una roja, la otra negra y la última de un color púrpura. Saco una hoja y le pidió a Mirla que la corte como un triángulo.

La chica tomó las tijeras e hizo lo que su amiga demandó. De esa misma mochila, Tábata sacó los dos pedacitos de madera. La curiosidad de Jeanine la venció y miró que en las tablillas tenían escrito una palabra diferente en cada una. La una era Ari y la otra Mana. Jeanine estaba muy segura que nunca había escuchado o visto esas palabras, pero lo pensó mejor y decidió preguntarle después a su amiga el significado.

De la misma mochila sacó un vaso brillante, por un momento Tábata pensó en tomar uno de la cocina pero ese desconocido chico le dijo que era mejor con un vaso de aluminio o negro, o tal vez una tasa. Así que decidió tomar sin permiso el vaso de aluminio de su primo.

Mirla le dió el triángulo y esta tomó un marcador de tinta roja y tras del triángulo escribió la palabra «SUTIN» y a lado «ÑAHUI», por un momento esas palabras le provocaron miedo, no las había escuchado nunca. El triángulo lo puso en el suelo. Las velas encendidas fueron colocadas en cada uno de los extremos.

Con muecas y raras señas demandaba que cada una de las chicas se coloqué en el espacio entre cada vela. Pero la única que logró entender fue Jeanine.

—¡Habla claro! —grito Mirla irritada y con sueño—. No me hables en lenguaje de señas.

—¿Te pongo subtítulos? —ironizó la chica con una coqueta sonrisa—. Ponte entre las jodidas velas.

Jeanine soltó una leve risita que provoco el enojo de Mirla y también un golpe en su brazo.

»—El juego es mucho más simple de lo que parece. Les explico —Mirla soltó un bufido muy pesado y llenó de cansancio—: Faltan casi siete minutos para que empecemos, el cuarto debe de estar completamente oscuro y antes de cinco minutos tenemos que poner una sonata muy especial. Necesitamos que esté completamente oscuro. Y estos pedacitos de tablillas son el secreto del juego, en cada una de los pedacitos y a los dos lados están escritos mana que significa no y Ari significa sí. Los metemos dentro del vaso de aluminio y hacemos una pregunta cualquiera, la que ustedes quieran. Y está nos contestará. El pedacito que quede sobre el triángulo es la respuesta y sí son dos palabras que caen del mismo lado, es mejor aún, la respuesta es segura. Pero si por rarezas, los dos pedacitos quedan en un mana y un ari sobre el triángulo es una señal que debemos terminar el juego, no me explicaron por qué. A nosotros nunca nos quedaron una de cada uno sobre el triángulo. Siempre fueron una encima del triángulo

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La cara de Mirla tenía una mueca de no creer lo que su amiga decía.

—Quizá porqué es un juego estúpido y que no tiene sentido.

—Ya veremos si tiene sentido o no —respondió Tábata con mofa—. Siento que tienes miedo y no tienes los suficientes ovarios para hacer esto.

—Acepté solo porque quiero demostrarle a Jeanine que es una payasada y a ti solo una simple lección de valentía.

—Me la darías si mantuvieras esa boca cerrada para que podamos comenzar.

—No te detengo, chica —sonrió Mirla—. Podemos empezar cuando quieras.

Tábata comenzaba a desesperarse y Jeanine no ha sido tolerante estos últimos días en escuchar las peleas de sus dos mejores amigas.

—Bien, tenemos que comenzar con...

—¿Hay que hacer un tipo de oración o qué? —se burló Mirla al ver a su amiga ponerse de pie.

—No seas tonta, necesita música.

—¿Música? —Jeanine no entendía que tenía que ver la música en este momento.

—¿Acaso a ustedes no les gusta? —Mirla pretendía decir algo irónico pero se mordió la lengua al ver como su amiga apagó la luz, se acercó al computador y dió click para que una canción se reproduciera.

Se escucharon el sonido de unos violines. Tan vibrantes, tan fuertes, tan vigorosos que si cerrabas los ojos podrías fácilmente viajar en el tiempo hacia el pasado y vivir un poco de ese momento.

La sonata era tan delicada y suave, pero con toques fuertes que te traían total calma. ¡La música era espectacular! Mirla no sabía que pieza musical estaba sonando pero era una de las mejores que había escuchado, era intrépida, fuerte y al mismo tiempo misteriosa. Jeanine se dió cuenta de lo que decía en la pantalla: «El Trino Del Diablo».

—Me olvidé decirles que necesitamos algo más —debajo de un abrigo se encontraba una hoja afilada y la destapó, la sorpresa de ver un cuchillo inundó a sus compañeras—. Tenemos que dejar un par de gotas de sangre en el vaso o en los pedazos de madera para que empiece el juego.

—¡¿Qué te hace creer que me cortaré solo para este juego?! —Mirla se puso de pie dispuesta a marcharse—. ¡Esto es una tontería! ¡Un juego de niños que no deseo jugar!

—Solo es un pequeño corte, en tu dedo, en tu brazo, en tu mano; no es mucho.

A Jeanine comenzó a estrañarle la forma en la que este juego debía realizarse.

—¡No lo haré! —dijo segura la chica y dispuesta a salir del dormitorio—. Ustedes pueden seguir solas.

—Te necesitamos, Mir. No podremos solo las dos —y sin más para demostrar que el juego iba en enserio, se subió la manga derecha de su suéter e hizo un corte con la afilada hoja del cuchillo. Tuvo que esperar unos segundos y cerrar sus ojos para callar su dolor. Una fina línea roja se dibujó en la blanca piel de su brazo. Con la punta del cuchillo tomó un poco de la sangre que comenzaba a resbalar por su extremidad. Apuntó el extremo fino a los pedacitos y dejó caer dos gotas a los pedacitos de tabla con extrañas letras—. Su turno, señoritas.

Ver que Tábata fue capaz de cortarse causó cierto impacto en Mirla quien negaba con su cabeza y en su mente se rehúsa a cortarse. Pero no contó que Jeanine sin pensarlo tomará al cuchillo por el mango.

Ella lo observaba con curiosidad y con cierta intriga de saber la verdad. Si lo que Tábata decía fuese cierto lo único que necesitaba para estar más cerca de lo real y lo seguro era una simple gota de sangre.

Habían tantas cosas que deseaba preguntar. Tantas cosas rodaban por su cabeza que quería saber todo. Muchas cosas que pasaron, muchas mentiras, muchos secretos escondidos. No esas tonterías de cuándo acabará el mundo o me casaré en un futuro. El juego aunque fuese verdadero no serviría como para hacer preguntas incoherentes que necesitan una respuesta larga. Aquí era un simple sí o no, mejor dicho, mana o ari.

Desde el mango observaba el instrumento filoso, levantó su dedo gordo y acercó la afilada hoja. El dedo fue herido cuando la hoja paso muy despacio por la carne abriéndose paso. Alejó el cuchillo y con su dedo manchado en sangre lo colocó sobre los pedacitos de madera barnizados.

Sin pensarlo paso el arma a su amiga, a Mirla quien quedó aún más sorprendida.

—Es tu turno, Mir.

—¿Acaso perdiste la cabeza?

—Solo es un corte, como si fuera un exámen de tipo de sangre. No duele.

—No es normal hacer esto. Es como un tipo de pacto, un pacto de sangre...pero con un juego que no sabemos lo que provocará.

Tabata hace presencia, mostrandose segura de sí misma así como de lo que están a punto de provocar.

—A mí no me ha pasado nada —intervino Tábata—. Ya lo jugué y sigo aquí viva, junto con ustedes.

—No estoy segura —divago Mirla.

—No es tan complicado —sugirió Jeanine ansiosa de comenzar el juego.

Pero la mirada de Tábata se alejó de su amiga nerviosa y se posó en un reloj digital. Faltaban tres minutos para las tres de la mañana.

—¡Si no te apresuras, nadie podrá jugar!

—¿A qué te refieres? —preguntó Mirla arrodillándose nuevamente.

—El juego inicia a las tres de la madrugada y acaba a las tres y treinta tres de la madrugada —contesto Tábata impaciente—. Tenemos solamente ese tiempo para acabar el juego y preguntar todo lo que podamos...o lo que queramos.

Jeanine sintió como algo la obligó a tomar el cuchillo que reposaba muy cerca de su rodilla. Sin poder más tomó el cuchillo, observó la pierna desnuda de su amiga...

Algo malo paso, acercó el cuchillo y paso lo filoso en la carne, la hoja solo le acarició la piel y Mirla pegó un fuerte grito.

—¡Pero que rayos! —se puso de pie mirando con rabia a su mejor amiga—. ¿Por qué carajos hiciste eso?

—Tú no lo ibas a hacer.

Jeanine con su dedo tomó un poco de la línea roja que se le marcó para luego marcar los pedacitos de madera.

—Me sorprendes, Jeani —sonrió Tábata—. No esperaba eso.

El entusiasmo de Jeanine era mucho más grande que cualquiera de las chicas. Hace muy poco terminó con su novio, según por chismes ella se llegó a enterar que él la había engañado. Y eso era un dilema del cual ella quería asegurarse, a pesar de que ahora era muy complicado que las cosas se solucionen. Más bien era un forma muy masoquista de poner sal en las heridas que seguían abiertas. Pero su concurso de fotografía era lo que más la llevaba a querer jugar el bendito juego. Querer saber si ese premio de fotografía sería suyo, anhelaba saber si su éxito estaría asegurado.

—Son las tres de la madrugada —avisó Tábata mirando el reloj digital con cierta alegría en sus ojos—. El juego comenzó. Ahora tenemos que empezar con la primera pregunta. ¿Quién inicia?

—Yo debería —levantó voz Mirla para sorpresa de todos.

—Creí que no querías jugar este juego de niños —anexó Tábata con risa triunfante.

—Jeanine me corto —lanzó una mirada fulminante hacia su amiga—. Merezco ser la primera en preguntar. Pero te diré una cosa —con su dedo apuntó a Tábata—. Si tu súper juego de las adivinanzas no sirve, me largare a dormir. Y me regalarás ese vestido azul con el que fuimos a la fiesta de Zoé.

—Ese vestido es mi favorito —se quejo la chica.

—¿Tienes miedo de perder?

—No, no lo tengo —contesto olvidando a su bello vestido azul de encajes—. Anda. Pregunta.

—Solo para que aprendas a madurar —los dos pedacitos de madera fueron ingresados en el vaso de aluminio tal y como explicó Tábata, lo sacudió varias veces y la pregunta fue lanzada—. ¿El color de mi brasier es verde?

Le dió vuelta al vaso y los dos pedacitos de madera rebotaron en el triángulo de papel. Uno de esos se salió de la figura quedando mana como respuesta.

Los ojos de Mirla se hicieron como platos. Como si hubiera recibido su merecido, como si la verdad estaba latente.

—Dijo que no —Tábata tomó el pedacito de madera que cayó en la zona del triángulo—. Deja ver el color de tu sostén.

Mirla tenía una cara helada, como si la verdad estuviera del lado de su amiga coqueta. Y sin más, se levantó su blusa dejando ver que el sostén es de color negro.

—¡Es simple coincidencia! —expuso ante la sonrisa triunfante de Tábata, Mirla no era capaz de aceptar sus errores, pero más que nada buscaba dejar al juego como una payasada—. Lo intentaré otra vez.

Quisó tomar los pedacitos de madera pero enseguida Tábata los tomó.

—No puedes —colocó los pedazos dentro del vaso de aluminio y paso el objeto a su amiga—. El turno es de Jeanine.

Ella lo tomo con cierta pizca de negación muy parecida a la de Mirla pero no con tanta intensidad.

Quería ir hacia las preguntas fuertes, pero algo le decía que debía comprobar que el juego no fuese una farsa como piensa Mirla. A veces las coincidencias de la vida son muchas.

—¿Soy abogada?

Preguntó, dió vuelta al vaso y uno de los pedacitos de madera apenas tocó la zona del triángulo y salió disparado hacia el otro extremo, fuera del triángulo. Mientras que el otro pedacito de madera se quedó en la zona de la verdad, como si ese pedazo de papel fuera un imán que atrajo a la madera: mana fue la respuesta.

—Dijo que no —con asombro repitió la respuesta Tábata que estaba igual se impresionada como la primer noche que lo jugó pero no tanto como las dos chicas.

Dos de dos, ya eso era más que una simple coincidencia para Jeanine, pero ante los ojos de Mirla faltaba mucho como para etiquetar al juego como cierto.

Ahora era el turno de Tábata que con su mirada observaba la mirada de asombro de Mirla. Para la chica coqueta Mirla siempre se ha creído una sabelotodo que no tiene errores, alguien que según piensa que la ciencia siempre tiene la verdad y que hay una respuesta lógica para todo.

Quería dejarla más impresionada de lo que ya estaba. Y sin más hizo su interrogante:

—¿Estamos en la casa de Jeanine?

Dejó caer los pedacitos de madera y uno de esos rebotó fuera del triángulo mientras que el otro le dió la respuesta: ari.

La cara de Mirla palideció varios tonos, la mirada de Jeanine se perdió en la respuesta y la sonrisa victoriosa se enmarcaba en el rostro de Tábata.

Lo que las chicas no sabían era que no había tiempo para sorprenderse, los treinta y tres minutos se acababan y si no finalizan el juego a tiempo, muy seguramente algo perverso, malévolo y alejado de este mundo las estará acechando para toda su vida .. .y hasta la eternidad misma.