Marcus fue el séptimo y último hijo de la señora Eudije Arriaza y de Marcos Plomero que, residían al norte del pueblo Colinas silenciosas donde tenían una finca pequeña heredada del abuelo de Marcos y poco a poco, la finca fue creciendo hasta ser una de las más grandes del norte del pueblo. Pero, aunque la familia Plomero les iba muy bien, y eran conocidos, poco a poco sus tierras fueron tomando un tinte oscuro pues en ella los trabajadores comenzaron a encontrar el ganado mutilado y más que eso, devorados por un animal que nadie podía identificar. Esto sucedió, por muchos años hasta que la finca fue conocida como la finca de los mutilados, cosa que no molestaba a el señor Marcos, ya que esto evitaba que los ladronzuelos de ganado invadieran sus tierras, pero, le afectaba en un punto y era cuando los mismos trabajadores comenzaron a no querer trabajar las tierras, ni cuidar el ganado a solas y, exigían tener siempre un arma en la mano y un compañero cuidándoles las espaldas. Un día Marcus jugaba en el campo, mientras que su padre trabajaba la tierra con la maquinaria pesada nueva, que había adquirido mediante un crédito.
En un descuido, Marcus se alejó de la vista de su padre y se adentró en una zona fuera de los límites de la finca, caminó por el bosque escuchando el canto de los pájaros, y viendo como algunas creaturas saltaban de rama en rama hasta que algo llamo su atención. Creyó escuchar un aleteo detrás de un tronco podrido y gigantesco. Un crujido y un aleteo, se podía escuchar mejor mientras se acercaba al tronco, y ahora escucho un gruñido. Escucho a sus espaldas los gritos de su padre que al darse cuenta de su ausencia salió en su búsqueda, Marcus volvió a ver al tronco luego de voltear por los gritos de su padre y pudo ver un gran pato que salía detrás del tronco caído. El animal se arrastraba por el suelo emitiendo un gorgoteo antinatural. Le habían arrancado un ala, y su parte posterior estaba desplumada y mordisqueada. Mientras intentaba ponerse de pie, algo salió detrás del tronco dando un gran salto y cayendo sobre el pobre animal, tomándolo del pescuezo y sacudiéndolo de lado a lado mientras que la sangre manchaba las hojas secas sobre el suelo. Marcus aún estaba de pie, cuando el animal comenzó a comerse al pato. Marcus se asustó, se sorprendió y quería correr, pero su cuerpo no le obedecía. Lo que tenía de frente era un lobo de gran tamaño de color gris oscuro y de ojos negros penetrantes y profundos.
El animal se quedó parado, con parte de las entrañas del ave en el hocico y sus ojos fijos en Marcus. Los dos petrificados, viéndose uno al otro como si los dos estuvieran hipnotizados, hasta que un grito del padre del chico lo saco del trance. Este se disponía a correr, grito fuertemente como si sus gritos provinieran de su alma. Pero el lobo se abalanzo sobre él, tomándolo por un pie y arrastrándolo más al bosque.