Prólogo.
Sabía que existía un mundo en dónde las personas eran divisiones, por eso lo conocí a él, que con su insufrible historia logró lo que ningún otro había conseguido jamás. Gracias a ese hombre conocí la indulgencia del enamoramiento, conocí la fragancia de su adiós, y lo amé, lo amé porque sabía que en mi vida no había nadie más que yo, y lo amé, porque aún con sus interminables pecados, yo estuve ahí.
lo amé, y él me amó a mí.