Capítulo 3: Vida de ensueño nuevamente
(5 meses de gestación) (16/09/1990)
Quien diga que nunca soñó con casarse con el príncipe verde (Sí, el azul no me gusta.) Y tener un vestido gigante, un lindo peinado; sumado a la mejor luna de miel que uno puede imaginar; miente.
Romántico, ¿no? Ojalá lo que hoy "festejé" como mi casamiento hubiera sido como tantas veces lo soñé: mágico, con amor y deseado. Claramente no pasó como pensaba. La situación en la que me encuentro no se pasó nunca por mi mente.
Entre familiares, que supongo imaginarán el maltrato, pagaron un lujoso hotel con el afán de que yo pueda reestablecer mi armoniosa vida. Ruego al cielo que al menos sea una habitación de las grandes donde el sillón sea aún más cómodo que el mismísimo colchón.
Observo todo a mí alrededor, estamos frente a una recepcionista que coquetea descaradamente con mí, ahora, marido. Cuento hasta diez, una y otra vez, para calmar mis nervios.
No tendré un matrimonio feliz, pero ella no tiene derecho a ser una mujer sin dignidad, como se está comportando. La mujer que tengo frente a mí es alta, rubia y tiene muchas curvas, que a Héctor parece gustarle; ella mira a Héctor mientras enrolla un dedo en un mechón y mueve rápidamente las pestañas. Por no ignorar el hecho de que cuando mi marido se acercó a la mesa de entrada ella desprendió el primer botón de su apretada camisa, dejándonos una buena vista de sus pechos y brasier rojo.
Luego de que la amable muchacha nos diera la tarjeta de acceso, nos dirigimos al ascensor que nos transportó rápidamente al piso 4, y por alguna extraña razón Héctor tenía un semblante furioso, creo que notó mis expresiones en la entrada.
Siento la ira recorrer mi cuerpo y tengo unas grandes ganas de gritar; después de todo, yo tenía mucho que soportar para bancar a Héctor y sus constantes coqueteos a las demás féminas.
Cuando nos paramos frente a la habitación 404, habitación especial para los recién casados. La habitación desbordaba lujo por doquier, simplemente hermosa.
Fue en el momento en que noté cuánta necesidad tenía de llorar, dejé que él entrara primero al sanitario. Cuando salió permaneció en silencio y yo no lo molesté.
En cuanto entré al baño me deslicé, con la espalda apoyada en la puerta, hasta quedar sentada en el piso; en ese momento lloré como nunca lo había hecho. Sentí mi pequeño, nótese el sarcasmo, "ladrillón" sonar dentro de mi bolso; era un mensaje de Mery y decía algo cómo:
"<< Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en Él. >> (Isaías 30:18) Te quiero, Ruty."
Sonreí al ver cuán conectadas estábamos, es decir, siempre fue igual; si yo estaba mal ella llamaba y viceversa. Era una extraña conexión que compartimos desde el día en que ella me ayudó a salir de mi pozo emocional.
Ninguna se encontró en una buena situación, maltratadas por el destino juntamos fuerzas para retomar vuelo. Y fue en el momento en que ambas reconocieron que la vida no te dio un respiro, que no hay tiempos para detenerse y respirar; no hay tiempo alguno para bajar los brazos.
Tuvimos que empezar de nuevo a caminar y paso a paso retomamos el ritmo, pero esta vez, íbamos juntas agarradas de la mano haciéndole frente a todo problema que se presentase.
Siento unos fuertes golpes, como si martillaran mi cabeza; mi cuerpo duele y tengo los músculos adormecidos. Poco a poco me estiro y noto que aún estoy sentada en el baño. Trato de levantarme, pero mi cintura duele y no logro moverme.
-¿A qué hora pretendes salir, inútil? –Puedo imaginar su cara furiosa.
-Ya salgo –susurro.
-Vamos, toda la noche metida allí, ni que te fuera a matar.- dice y sigue golpeando la puerta.-no aún.-susurra y me estremezco.
Respiro hondo, no tengo que dejar que él me disminuya de tal forma. Después de todo, si tengo que confiar en Dios, sé que puedo hacerme valer; aunque sea un poco.
Cuando logro pararme de mi posición inicial, me aseo y salgo; me encuentro a Héctor recostado en el sillón que estaba en nuestra habitación. Su cabello estaba húmedo y olía a jabón, una vez más sentí la ira invadir mi cuerpo.
Me limité a reprimir mis impulsos y detener aquéllos pensamientos que avanzaban cual fuego arrasador. No quería sacar conclusiones.
No debería pensar que él había ido a otro baño, de sólo asimilar la idea me invadían las náuseas. Inspiré hondo y me preparé para enfrentarlo:
-Agradecería un poco de respeto.-dije con tranquilidad.
-¡Ja! ¿Respeto? -dijo acorralándome con la puerta del baño. Retrocedí e inútilmente probé abrir la puerta. - Lo mismo que tuviste cuando me metiste los cuernos. ¿No?
-Yo no te engañe. Tú lo haces. -susurré, su cercanía me ponía un tanto nerviosa. Seguía intentando abrir la puerta y lo notó. Agarró con fuerza mis brazos por encima de mi cabeza.
-Quieta, pequeña fiera. Yo me he portado bien, hasta me he casado contigo. -dijo haciendo cara de asco. - he aceptado al bastardo con mi nombre y te dignas a decir que no te respeto.
>> Muy caradura de tu parte pedirme respeto, cuando fui la víctima de la situación. - soltó mi cuerpo y comenzó a caminar por la extensa habitación. - ¿Sabes? No pensaba casarme contigo. Eres extremadamente aburrida, nunca quieres sexo y no tenemos cosas en común.
>> Además de que eres una niña mimada, no sabes ni siquiera respirar por tu propio dominio. Y lo más importante, me das asco. - dicho esto salió de la habitación.
Fue entonces cuando me di cuenta que su valija no estaba en la habitación, de seguro, está con la zorra de la recepción. Quise gritar, quise llorar, tenía esa impotencia dentro de mí que me desesperaba.
Me puse un pijama y me metí en la comodidad de esa cama, aunque en mi estado, nada era cómodo; lloré hasta que sentí los ojos resecos, sollozos se escaparon de mi boca hasta quedarme afónica.
Por más que lo intentase, no lograba dormirme, revisé el cajón de la mesita de luz y encontré una hoja con un lápiz; comencé a escribir.
"Héctor:
Te amo, aunque me duele profundamente cada una de tus palabras. Quiero pensar que sólo son episodios de pánico frente a este cambio radical que ha dado nuestras vidas.
Fuiste mi primer novio oficial, y aunque tú quizás no lo pensaste, yo sí quería casarme contigo. Muchas veces soñé con formar una familia armoniosa. Quería que tuviésemos un "Tu & Yo" perfecto.
Pero, la vida no me ha sido justa, mis planes truncaron y aunque no lo esperé, la idea de ser mamá sólo ha sido causa de gozo en mi vida. No esperaba casarme ahora, quería terminar mi carrera y que tú cumplieras tus objetivos.
Verás, las cosas no son como las planeamos, de hecho, creo que no hemos de controlar ni nuestros tiempos. Perdóname por arruinar tu vida.
Estoy dispuesta a cumplir todas las cosas para satisfacer tu bien.
Te amamos.
Ruth y bebé. "
Doblé el papel y me decidí a salir de la habitación, luego de ponerme una decente vestimenta y tapar aquellas marcas de los golpes. Salí.
La fría brisa que corría me abrazó y comenzó a caminar por la calle principal; no sabía dónde me dirigía pues no conocía mucho el lugar, Mendoza no era tan grande como me la imaginé.
Papá decidió que un pueblo iba a ser de ayuda a que mi relación con Héctor se reestableciera. Como si eso fuera posible, ahora entiendo, nunca hubo una conexión entre él y yo.
Luego de un largo rato he llegado a un lindo parque, me he sentado y he llorado; pero mi pequeña burbuja de paz se rompió en el momento que una anciana se sentó a mi lado. Posó una de sus arrugadas manos en mi espalda y se dedicó a realizar círculos por la extensión de ésta.
- ¿Qué pasa, hija? -preguntó suavemente.
Y bastó esa ínfima pregunta para que yo le contase, con todos los detalles, lo que me acontecía. Quizá no fuera tan mala la idea de estar en el pueblo. Ella sólo se limitó a asentir a cada cosa que yo le contaba. Entonces, cuando finalicé, me dijo:
-Vamos a arreglar eso, te llevo a tu hotel; le hablas a tu hombre y si las cosas no se arreglan, te vas a mi casa. - ella sonrió y como pude le respondí el gesto.
Y así lo hicimos, ella me acompañó hasta la recepción y prometió esperarme allí durante la media hora; si no bajaba, ella iba a volver a su casa. Le agradecí su bondad y subí al ascensor.
En cuanto entré a la habitación quise volver abajo con la amable Eli; Héctor estaba en la cama, con un vaso whisky en la mano y mi carta en la otra, la leía una y otra vez. Hasta que sus ojos chocaron con los míos y sentí temblar mi cuerpo cuando me recorrió con la mirada.
Su mano abandonó el vaso en la mesa y se levantó de la cama, quise correr, por una vez tuve tanto miedo de que me golpeara otra vez. Comencé a retroceder, y el avanzó a grandes zancos hasta mí.
Por mi parte, sentí las lágrimas acumuladas en mis ojos, y estábamos a una corta distancia; ninguna articulaba palabra alguna. Hasta que él rompió el silencio.
-Piedad. - demandó. Fue en ese instante que me di cuenta que estaba llorando con la cabeza gacha.
-¿Qué? - susurré.
-Yo también te amo.- dijo él. Acariciando mi mentón con sus grandes manos. Y me besó, como si su vida fuera en ello.
Rápidamente ese beso se va intensificando y el me acorraló contra la pared y yo le devolví el beso con el mismo fervor, colocó mis manos en su nuca mientras acaricio su corto cabello. Él por su parte coloca una de sus manos en mi cintura y la otra en mi nuca.
Me separo sólo unos centímetros de sus labios dulces. Nuestras respiraciones son erráticas y pega su frente con la mía. Cuando recupero todo el aire que necesito vuelvo a pegar sus labios con los míos con la misma ferocidad que antes y él gruñe, yo entreabro los labios y él aprovecha mi acto para introducir su lengua y empezamos en una lucha.
Lo atraigo más hacia a mí, como si eso fuera posible, y él me aprieta contra su torso fuertemente. Nuevamente, nos separamos por falta de aire. Y así, nos entregamos uno al otro durante la noche.
Que bien se siente volver a la normalidad. Quisiera que alguien me asegurara que esto no es un sueño.
Tengo esa sensación como cuando caes y al momento de levantarte siente que te vas a volver a caer. Bueno, así me siento, pero quiero disfrutar lo que dure el momento.
Basta de pensar, Ruth.
A disfrutar este cálido y feliz momento.
Mamá siempre decía "... siempre, después de la tormenta sale el sol, sólo hay que esperarlo…" y ahora creo en sus palabras.
Sólo tengo que apreciar este maravilloso sol que me abraza.