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Chapter 4 - Capítulo 2: Deseando desaparecer del planeta.

Capítulo 2: Deseando desaparecer del planeta.

(5 meses de gestación) ( F: 15/09/1990)

Seis de la mañana y mi mamá ya me levantó. La casa es un revuelo. Llegó el día, hoy es mi casamiento. Luego de cuatro meses de esperar y tener la esperanza de un día despertar y no vivir la pesadilla por la que he estado pasando.

Si, sé que papá había dicho sólo dos meses, pero, tuve pérdidas y estuve en reposo con más mareos y nauseas de lo común, según el doctor es consecuencia de mis nervios y me tuvieron media dopada por un tiempo. Cuando papá vio eso nos dio dos meses más así yo me recuperaba bien.

Desde aquella vez que mi padre dijo que debíamos de casarnos, Héctor, se ha puesto muy agresivo conmigo y hasta a veces viene a casa borracho. Hace un mes aproximadamente mí papá decidió que Héctor podía quedarse en casa a dormir y los golpes se han incrementado desde ese día. Hay días en los que su ropa huele a perfume de mujer y eso aumenta la tortura. Imagínense, mi futuro hasta hace 4 meses me prometía una gran vida y de la noche a la mañana todo se vino abajo, tuve que abandonar la carrera con la que siempre soñé, perdí sentimentalmente a mi papá y ahora desconozco a mi prometido, que, por cierto, cada vez está peor.

-Maldita ramera, tú arruinaste mi vida. - dice él arrastrando las palabras. Luego de ello golpea fuertemente mi mejilla. Su ropa huele a alcohol y a fragancia femenina, por no comentar que en su cuello hay una marca de lápiz labial rojo.

Cierro los ojos al recordar cuando llegó anoche. Entró tambaleándose en la habitación. Cada recuerdo de esos cae en mi mente como un dominó, llega uno y llegan otros miles, de noches anteriores, que mi cerebro se le da por recordar. Las lágrimas salen antes de que pueda detenerlas.

Mi abdomen ya está más abultado. Hace unos días me hice la segunda ecografía y mi ecógrafo me dijo que parece que es una nena, eso es una de las cosas buena que me pasó, porque muero de ganas de conocer a mi linda princesita, estoy ansiosa y aunque mi padre y Héctor estén en desacuerdo yo decidí seguir con mi embarazo estoy dispuesta a conseguir las fuerzas suficientes para luchar por la vida de mi bebe. Aunque todavía no le haya visto he aprendido que mi amor es un amor ciego y este bebe es un gran regalo del cielo, como dice Mari.

La vida de mi cuñada ha dado un giro de 180 grados, pero para bien, conoció a Fernando, él la llevó a un evento que organizó a la iglesia a la que concurre, y desde allí no solo Mari tiene en su vida a Fer, sino que también recibió a Dios en su corazón. Más allá de que no compartimos religión con Mari tenemos largas charlas de las que ambos disfrutamos, sé que ella lo hace para que yo me despeje un poco.

Una noche ella me encontró llorando y con el ojo morado y tras un largo cuestionario logró enterarse de lo que hacía su hermano. Ella se enojó mucho y después de rogarle mucho para que no le dijera a nadie ella finalmente aceptó, pero siempre se preocupa mucho por mí.

- ¡¡Ruty!!- Grita Mari a mi lado.

-¿Qué?- le pregunto cuando salgo de mis pensamientos.

- Pequeña, te estoy hablando.-dice mientras me acaricia la mejilla y toca la zona morada bajo mi ojo. Hago una mueca de dolor. - ¿Duele? Yo todavía no entiendo cómo es que no quieres decirles nada a tus padres, eso sería la solución a todo.

-Sabes que no puedo, Héctor se enojaría mucho... amenazó con quitarme a mi bebe si digo algo y yo no quiero eso. Además, yo lo amo. Lo sabes.

-Mmm... el otros día me enojé mucho con Héctor, resulta que estoy llegando a casa y veo una chica con un sobre en la mano, en la puerta, llorando; Cuando me acerco le pregunto qué le pasa y me dijo que venía a hablar con mi hermano para decirle que estaba embaraza de cuatro meses. ¡CUATRO MESES! Casi lo mato.- dice mi cuñada enojada.- Mi ira se incrementó cuando la chica me dijo que él le había negado ser el padre de la criatura y que le dio plata para que abortara.- Yo escucho atentamente y siento como las lágrimas poco a poco amenazan con salir.- Corazón, no vale la pena que llores por él.- finalizó Mari mientras me abrazaba.-Perdóname por sacar el tema.- dice secando mis lágrimas

- Es que me duele Mari, yo lo amo, él fue mi gran amor, y saber que le importo poco me lastima. -Dije terminando de secarme las lágrimas.

- Te entiendo, Ruth, te entiendo. Vamos a maquillarte y vas a quedar más hermosa de lo que eres.- dijo la muchacha sacándome una sonrisa nostálgica.- Vas a ser la novia más que linda que se haya visto, de seguro, te van a confundir con una princesita.

- ¿Una princesa con panza? - Dije mientras largaba una sonora carcajada.

- Bueno, si te hace sentir mejor, la princesita más linda y con panza- me contestó siguiéndome el juego.

Luego de que mi cuñada me peinara y maquillara dejándome tal y como dijo ella, toda una princesa, vino mi suegra con el hermoso vestido que me confeccionó. Tenía corte princesa y el escote en forma de corazón. La falda era ancha, muy ancha, así la panza se notaba menos, eso lo decidieron Héctor y papá.

Ella volvió a repetir que esperara, que el tiempo iba a cambiar a Héctor. otra vez, no lo entendí.

Y llegó el momento, fastidioso momento, sentía una enorme necesidad de llorar, salir corriendo y llorar. Estábamos sentados en la limusina de papá. El tráfico estaba estancado, papá se removía impaciente y nervioso en su asiento mientras yo me limitaba a observar el camino, reteniendo las lágrimas.

-Escuché sus golpes, todos. -dijo en un susurro, yo tragué grueso; eso lo único que prometía era problema y más problemas.

Me limité a asentir a lo que había dicho y lo miré expectante. Él continuó:

-Quiero que confíes en mí, hija. - dijo en apenas un hilo de voz. Levante mi vista y lo vi, el hombre que me dio la vida está llorando frente a mí.

Apreté fuerte su mano, si abría mi boca iba a romper a llorar y lo único que íbamos a lograr era retrasar el gran acontecimiento que había provocado mi embarazo.

Cuando llegamos a la catedral, papá me ayudó a bajar y nos colocamos en nuestro sitio para luego dar comienzo a nuestros pasos restantes al altar, quería detener el tiempo y volverlo atrás, pero no se podía, no tenía opción.

Cuando el camino al altar terminó me encontré con un entrajado Héctor y la iglesia repleta, claro, ¿quién no querría concurrir al casorio de la hija del intendente? Con Héctor éramos la parejita feliz, este casamiento se merecía una gran ceremonia, y aquí estábamos concluyendo el sueño del pueblo.

-Reunidos en la Casa de nuestro Padre del Cielo vamos a participar del matrimonio de Ruth Sara Villegas y Héctor Carlos González que han decidido unirse para siempre delante de Dios. Todos nos alegramos por este acontecimiento y nos disponemos a ser testigos de la promesa matrimonial que estos novios van a pronunciar según el rito de la Santa Madre Iglesia.

>>Queridos novios: habéis venido a la casa de Dios para que el Señor consagre vuestro amor, en presencia del ministro de la Iglesia y ante la comunidad cristiana. Vosotros ya estáis consagrados por el bautismo. Ahora, Cristo, al bendecir el amor que vosotros os profesáis, os enriquecerá y fortalecerá, por medio de otro sacramento, para que podáis ser mutuamente fieles y asumir las responsabilidades propias de la vida matrimonial. A fin de que la sinceridad de vuestro propósito quede de manifiesto delante de toda la Iglesia, os interrogare en su nombre.

>>Héctor Carlos González, ¿quieres recibir por esposa a Ruth Sara Villegas y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida?

-Si, quiero.- contestó Héctor con una gran sonrisa mientras colocaba la alianza en mi mano.

>> Ruth Sara Villegas, ¿quieres recibir por esposo a Héctor Carlos González y prometes serle fiel, tanto en la prosperidad como en la adversidad, en la salud como en la enfermedad, amándola y respetándola durante toda su vida?

-Si, quiero.-respondí, respirando hondo, mientras colocaba el anillo en el dedo de Héctor.

Sabía que me iba a arrepentir de esto toda mi vida, terminaba de decir "si, quiero" a un pacto con el mismísimo infierno.

>> El Señor confirme el consentimiento que habéis manifestado delante de la iglesia, y realice en vosotros lo que su bendición os promete. Que el hombre no separe lo que dios ha unido. Puedes besar a la novia.

Luego de eso sentí los labios de Héctor sobre los míos, el beso era grotesco, violento y desagradable... pero a la gente pareció agradarle ya que empezaron a aplaudir.

En cuanto me alejé de quien ahora era mi esposo entrelazamos nuestras manos y emprendimos el camino hacia la puerta donde había muchísima gente esperándonos para saludarnos. Me sorprendí de mi capacidad de actuación, realmente me veía feliz en cada una de las fotos que nos mostraron.

Estaban ambas familias juntas, esperándonos junto a la puerta de la catedral para la foto familiar, había muchos periodistas siguiendo el gran acontecimiento.

Empezó la celebración, papá pagó uno de los mejores salones del lugar y aquí estamos, en la boda más falsa que alguna vez se ha visto.

Fingir, saludo personas que en la vida había visto con una sonrisa, una gran sonrisa, a este paso me voy a convertir en una estrella de Hollywood.

Desde que llegamos al lugar perdí de vista a Héctor y me limité a sonreír y agradecerles, a las muchas, personas que se acercaron a mí y que se alegran de que nuestro amor nos uniera aún más. Otras, quienes se habían enterado del embarazo, se mostraban felices y se ofrecían a ayudarme en caso de que necesitara de alguien. Yo sabía que eso no iba a ser verdad y menos cuando eres la hija del intendente, todos los favores después son cobrados con otros favores, siempre es igual.

Y... ¿Yo? Pues yo, me senté en una silla que estaba en medio de la barra y de la mesa dulce mientras ahogaba mis penas en tragos sin alcohol, aguantando las ganas de desaparecer, ya era la Sra. González, ya no había opciones de escapar... a partir de mañana comenzaría mi infierno y dormiría en la misma cama que el ser más miserable y despreciable que había conocido.

Héctor no había mostrado intenciones de acercarse a donde yo estaba; paso por mi lado en un momento de la fiesta y su imagen reflejaba un desastre:

Adiós corbata.

Hola alcohol.

Minuto de silencio por los primeros tres botones de la camisa que, mágicamente, volaron de su sitio.

Un monumento a aquélla marca de lápiz labial rojo en el cuello.

Sin ignorar a ese olor a mujer que despide su cuerpo.

¿Quién pasaría por alto lo despeinado que lo ha dejado el coito?

Merezco un premio a "La portadora de cuernos"

Esto debe ser un gran record, no llevamos ni un día de casados y ya está con otra.

-Mi amor. - dice Héctor pegando sus labios a mi oído. Intenta tocarme, pero me aparto. - Deberías aprender a disimular, pequeña ramera. Hay gente observándonos.

Coloca sus repugnantes manos entorno a mi brazo y tengo que reprimir mis nauseas. Pensar que hace unos meses atrás, 5 para ser específica, le di mi inocencia como regalos de cumpleaños.

Vaya, no pensé que iba a resultar así. Tengo vagos recuerdos de esa noche.

-Vamos, no seas miedosa; un poco de alcohol no le hace mal a nadie. - dijo aquella chica pelirroja, mientras extendía un gran vaso de una bebida que desconozco.

Me encogí de hombros, recibí la bebida y le di un buen trago; sentí el espeso líquido pasando por mi garganta, dejando un ardor a su paso. No me resigné y le di otro trago, esta vez no molesto tanto como antes.

Al cabo de un rato los amigos de Héctor se fueron y yo, sentía el alcohol recorrer mi cuerpo de punta a punta; todo daba vueltas a mi alrededor.

-Te amo, Héctor. -dije lanzándome a sus brazos.

Pasé mis brazos por su cuello él presionó mi cintura con sus manos; me sentía en las nubes. Las cosas fueron tomando otro rumbo, aunque no me lo disponía, seguí lo que habíamos empezado.

De pronto era la mañana, mi cuerpo dolía y tenía un terrible dolor de cabeza; yacía desnuda junto a Héctor que dormía a mi lado. Él tenía sus brazos derredor a mi cintura y por muy romántico que nos viéramos no me sentía cómoda.

Comencé a moverme, inquieta, y sentía como Héctor despertaba. Comenzó a besar mi cuello y como me negué a su petición tácita; se enojó.

Recuerdo que ese fue su primera reacción violenta.

-No puedes insinuarte y luego darme un rotundo "no". -me gritó y luego se metió al baño, a darse una ducha fría. Tomé mis cosas, y me fui de su habitación.

Veo que, con esa situación, hay dos cosas en común:

Héctor es violento

Yo tengo ganas de desaparecer del mundo.