Ella estaba cayendo una vez más en el fondo de esa confusión que volvía y cada año la abrazaba, le besaba las heridas y antes de irse dejaba una uña clavada en el medio del dolor.
-Y esto es lo único que necesito – dijo sin recordar lo mucho que dolía salir de esa situación tan viciosa. El universo se rio en su cara, pero no retruco nada.
En el fondo no necesitaba que le dijeran que tenía que frenar todo aquello he irse en sentido contrario, pero qué lindo era sentirse acompañada por alguien alguna vez. La realidad era que sin aquella confusión pasaba mucho tiempo consigo misma.
Acostumbrada a no dejar entrar a nadie se mostraba fuerte y autosuficiente, siempre guardando la información contundente sobre sentimientos en lo profundo de su corazón. Prefería ser una columna para otros que cargar a alguien más con sus pesares; las cosas pasadas la llevaban a mostrarse así, mucha gente no la tomó totalmente enserio y tuvo que levantar muchas veces su propio cuerpo malherido.
La confusión no estaba siempre, tenía un ritual de iniciación, aparecía y de a poco se iba instalando, dejaba su mensaje de buenos días y no finalizaba la conversación para seguirla al día siguiente. No se iba de ninguna forma, daba palabras de apoyo y cada tanto dejaba caer algún que otro halago, si se lo requería también demostraba toda la fe que podía tener en ella y en sus objetivos.
No había cigarrillo, cerveza ni otro vicio malicioso que borrara las ganas que generaba la confusión de que los cuerpos se encontraran, y no necesariamente en plano sexual, solo pasar tiempo uno junto al otro mirando a la gente pasar mientras se comparte un chocolate.
No había promesas a largo plazo, solo una compañía intensa de corta duración y con muchos momentos sin concluir; era precisamente eso lo que dolía tanto en el corazón, porque llegaba y se iba repentinamente.
Lo peor es que ella sabía que no era correspondida en su sentir, entonces dejarlo ir significaba dejarse morir de a poco en cada despedida inconclusa, matar a sangre fría eso que ella quería decirle en todos sus encuentros: "Te quiero, tonto"