Como siempre sentada en la última fila de las 45 mesas que adornaban la clase, aburrida y distraída observando cómo la profesora de matemáticas explicaba esas difíciles ecuaciones o fórmulas algebraicas que no lograba entender por más que me esforzara, no me entraba en este pequeño cerebrito que tenia, era como que alguien te hablase en chino mandarín sin entender un carajo de lo que te intentan decir. Y para mala suerte sentada junto a el chico más nerd de la clase, de esos que solo te hablan si se trata de lo que están estudiando, así que se pueden imaginar que me la pasaba parte del tiempo sin hablar, lo único que esperaba con ansias era que la clase terminara.
—Por fin.—musité estirando mis pequeños brazos, tomando mis pertenencias para ir a por mi casillero que quedaba en el pasillo.
—¡Que ay!—me dijo James tocando de mi hombro.—Me asustaste tarado ¿acaso no sabes que mi corazón es delicado?—Le dije soltando una pequeña carcajada.
—Yaaa, discúlpeme señorita regañona, y ¿a que no sabes quién viene allí? pero mira con cuidado, no no te vayas a desmayar porque ahora sí que te dará un paro cardiaco.—Me gire discretamente. Bueno eso intente pero creo que no tuve un buen resultado; Allí estaba él, tan alto y guapo como siempre lo había sido, con esos ojos tan verdes como el mismísimo amazonas, que brillaban cada vez que lo miraba, la brisa que se interponía entre su cabello castaño, como película de cine me encantaba, pero lo que más admiraba y contemplaba era como se les formaban entre sus mejillas daisies, perfectos hoyuelos en su perfecta sonrisa, totalmente "enamora" de su ser. Era una pena que él no supiese de mi existencia.
Para ser sincera John Langford era una persona que jamás se fijaría en mí y no es porque yo sea inferior a él, sino porque somos de mundos muy diferentes y sabemos que solo en las películas terminan juntos, pero eso era una vil mentira que nos hacían creer, nos engañan como cuando nos dicen nuestros padres: "Si hijo ya no llores, te prometo que mañana te lo compraré", pero ese mañana nunca aparece. El amor siempre acaba en dolor, traición y mentiras, era bien poco el estar tranquilo y feliz, dicen que después de la tormenta sale el arcoíris. pero y si no aparece nunca, no, no, no, yo no podía soportar pasar por algo así.
—James me tengo que ir, tengo que llegar a casa pronto.—Le dije disimulando mi nerviosismo al ver que John pasaba por al lado mío, pero realmente quería estar un momento a solas.
—Okay Kehy, nos vemos mañana, cuídate y no veas películas para adultos, y ya sabes a que me refiero.—Me dijo el muy tarado riéndose como un bobo. Se acercó y se despidió con un beso en mi mejilla.
[...]
Mi casa quedaba a unas cuadras del instituto, y antes de llegar siempre pasaba a tomar un batido a Gombok, que es mi lugar favorito en todo este mundo. Mi padre desde pequeña me llevaba allí por bocadillos, y es lo más cerca que puedo estar de él, sentir que lo tenía tan pegado a mí pero tan lejano a la vez, me dolía en lo más profundo de mi corazón. Leía mis libros que me daban en clases de literatura he historietas que iba a buscar cuando tenia tiempo a la biblioteca, amaba este maldito lugar.-Jale de la puerta y entré; me senté en la última mesa del fondo. No sé si desde siempre me gustaba estar aislada por decir así o solo era por costumbre, en fin.
—Hola buenas, me gustaría tomar lo de siempre por favor; ellos sabían perfectamente que era.—Si claro, te lo traemos enseguida.—Me dijo la chica.—Gracias.—musité mostrando una pequeña sonrisa.
[...]
—Aquí tienes que lo disfrutes.-Me dijo ella muy amablemente.—Disculpe pero yo no pedí panecillos—le dije algo confundida, pero ella solo sonrió dejándome intrigada. Al ver que la mesera se había ido tomé de mi batido de fresas con chispas de chocolate y empecé a beber lentamente. Media pensativa me quede pausadamente observando el lugar muy a detalle y me inquieto algo en especial que hacía que de la nada recorriera por mi cuerpo un frío cosquilleo; parecía ser un chico de no más de veintidós años "sacando cálculos", con un fuerte aura que llegaba hasta mí, de cabello medio oscuro no se notaba muy bien, y una profunda mirada como el mar, se le podia notar de lejos, eso no lo podía negar; no logre apreciar más de su aspecto ya que traía puesta una capucha negra que me lo impedía, solo quise disimular sacando mi celular para que no sospechara que lo estaba observando, y mire la hora.
—¡Mierda!—me dije. Ya era tarde. En ese lugar se pasaba rapidísimo el tiempo, no te dabas cuenta cuando te consumes junto a él.—Pedí la cuenta y la pague con un cupón que tenía hace un tiempo pero al pararme me di cuenta de algo, el chico ya no estaba, que raro, no dejó ningún rastro, me pareció algo confuso y misterioso a la vez, pero no le tome mucha importancia, quizás solo estaba alucinando, estos días habían sido bastante agotadores.
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