« 𝙊𝙡𝙞𝙫𝙚𝙧 𝙍𝙞𝙚𝙙𝙚𝙡 »
Adoro la comida, a montones y cualquier tipo de comida, desde verduras y frutas, comida chatarra y enlatados. Su sabor es delicioso. Solo que odiaba algo de mi cuerpo: No engordar.
Por más que comía no engordaba y era algo que yo anhelaba, porque la que me gustaba le gustaban así, llenitos. Yo toda mi vida he sido alto y delgado.
Era el más alto de todos y el más delgado, yo sabía que jamás se interesaria en mi..
Siempre la veía en la cafetería, sentada con sus amigas, riendo y conversando. Tan linda y bella que se veía Alexandra.
Solía imaginarme que yo me encontraba a su lado, hablado y riendo y sobretodo comiendo juntos. Sabía que jamás sucedería.
Yo solía pasarme el tiempo comiendo muchas cosas, solo en la cafetería y escribiendo en mi libreto una que otra cosa.
Interactuaba con muy pocas personas, pero siempre escuchaba que me decían que era raro, que era un adicto a la comida y solo pensaba en comida y si, no están equivocados, yo realmente la amaba con exageración. Tanto como yo amaba a Alexandra.
Todos los días vivía la misma rutina, ir a la escuela, esperar el descanso para comer, contemplar a mi amor imposible y regresar a clases para luego irme, la verdad todo era una mierda.
Mientras descansaba, llegaban ideas a mi mente, ideas que yo jamás había imaginado tan buenas, como si fueran sacadas de películas.
Así que yo decidí hablarle por fin, hoy estaba decidido a hablarle y a entablar una amistad con la dueña de mis suspiros.
Era el descanso y como siempre, yo hacía fila para comprar mi alimento. Al ser atendido, decidí irme mientras tomaba mi bandeja con mi comida, hasta que alguien se atravesaba en mi camino, era ella.
—Yo lo si-siento— decia nerviosa la más pequeña.
Yo tenía la comida embarrada en la camisa y con la bandeja en el suelo.
La miraba y ella estaba nerviosa. Yo tan alto y ella tan chiquita. Me daba ternura, no tenía nada de nervios como los que siempre cargo.
—No te preocupes, no pasó nada— decía sacudiendo mi camisa.
—No, en serio lo siento, ven— me jalaba del brazo, en dirección a los lavabos mientras sus demás amigas se reían por la escena.
Ella tomaba una parte de mi camisa, arrimandome y la mojaba un poco, tratando de tallar en la área sucia.
—Oye, enserio, no tienes porque hacer esto, no pasó nada.
—¿Estas seguro? Si quieres te pago la comida. —decía sacando dinero de su bolsillo.
—Hey no, enserio, lo agradezco pero no gastes tu dinero en mi, Alex.
—¿Me conoces?.—preguntó confundida.
Vaya, al parecer ni siquiera sabía de mi existencia...creo que 2 años de estar enamorado de ella no valían la pena, ¿o sí?..
—Si, vamos en las mismas clases desde hace 2 años... Me llamo Oliver.
—Oh ya, eres el tipo altote. En serio, una disculpa por lo de tu comida. No te vi y eso que eres enorme. — soltaba una pequeña risita
Yo solo me limitaba a sonreírle.
—¿Qué pasa? ¿Por qué me ves tanto? ¿Tengo algo en el rostro?
—No jaja, solo que eres muy linda. Solo eso
—Oh, estem gracias.. No sé que decir jaja.. —decía mientras sus mejillas tomaban un color rosado.— me tengo que ir, Oliver, un gusto conocerte.
Y sin más, se iba. Sentí que era el hombre más afortunado y por eso me fui a celebrar comiendo.
Las clases seguían y yo la veía desde lo más atrás de la clase, ella se encontraba a unos cuantos metros y era lindo verla, tan concentrada, tan metida en la escuela.
—Jóvenes, la tarea que les dejé la pueden hacer con ayuda de alguien, es opcional. —nos mencionaba el profesor.
Yo daba por muerto que haría la tarea solo, como de costumbre. Pero mi forma de pensar cambio cuando la vi a ella acercándose a mi.
Todo el salón era un desastre, todos haciendo ruido y parados sin querer sentarse, pero eso no me era un impedimento para ver a ella acercándose a mi.
—Oye Oliver, ¿Podemos hacer la tarea juntos? Es que tu eres bastante bueno en la materia y quería que me enseñaras—preguntaba sin ocultar la pena.
—¿Lo dices en serio? Alexandra, hay mejores en el salón, yo no...
—Por favor, Oliver...
No podía decirle que no, me gustaba y mucho, me sentía obsecionado de su ser.
—Esta bien. ¿Qué te parece si vienes a mi casa? Te paso a buscar y te regreso...
— Si, me parece bien. Entonces... Te dejo mi numero. —sacaba un papel y lápiz y anotaba su numero y dirección.
—Claro, no vemos en un rato.
Ella se iba y tomaba sus cosas para irse a su casa. Me sentía satisfecho, ya podía ser feliz.
Después de la escuela, arregle mi casa, dejando impecable el lugar para así darle una buena opinión. Lo bueno de vivir solo es que no hay mucho que ordenar, claro, si eres ordenando.
La hora se aproximaba y decidí ir por ella. Me subí a mi pequeño auto y fui a la dirección que ella me había dado. Ella ya estaba afuera.
Se subió al auto y la llevé a mi casa para la tarea. Al bajarse, miró la entrada de mi casa y sonrió.
—Linda casa.
—Gracias...vamos pasa.
Pasamos a la casa y nos sentamos en la sala. Ella dejaba sus cosas de un lado y sacaba sus libros. Yo tomaba mis cosas y empezábamos a hacer la tarea.
Ella era inteligente, no lo demostraba pero lo era, tenía potencial. Cada uno aportaba demasiadas ideas bastante buenas y llamativas.
Su celular se prendía y ella lo revisaba. Curioso le pregunté.
—¿Qué pasó? ¿Tus padres ya quieren que regreses?
—Ah, no. Mis padres no saben ni donde estoy. Ellos siempre trabajan. Solo los veo unas horas.
—Ya veo.
Seguimos con el trabajo, pero decidí detenerlo.
—Ya son las 7 pm y merecemos algo de comer. Regreso en seguida. —me paraba e iba a la cocina.
Preparaba unos cobadillos y unas bebidas. Salí de la cocina y llevaba una charola con los alimentos. La mejor parte de todo era la comida.
Le entregue un sandwich y su bebida y yo tome los míos. Vi como ella tomó el sandwich y le daba una mordida. Seguido de ellos le daba un sorbo a su bebida.
Yo solo la observaba sonriendo, era tan linda, tan hermosa que me la podía comer.
Seguimos con la tarea y ella de pronto se empezaba a sentir mal, su piel se tornaba a un color blanco, estaba pálida. Su respiración bajaba y trataba de gritar.
—Oli...ver ayu...dame no puedo res...pirar.—decia tratando de respirar y de pararse, pero sus fuerzas no se lo permitían.
Yo no actuaba y no por miedo, sino porque todo salió a la perfección. Juraba que no funcionaria pero no fue así, salió mejor de lo que yo esperaba.
Al verla en el suelo, ya sin vida. La miré feliz. Su piel pálida era linda, se veía rica.
Tomé su cuerpo y la llevé al sotano, donde la empezaba a desnudar, yo contemplaba su cuerpo frío, pálido y desnudo. Yo no la miraba con ganas de haber tenido algo con ella, el sexo no me llamaba la atención.
Al tenerla ya desnuda, tomé un cuchillo y empecé a clavarlo en su cuerpo, tratando de desmembrala, de arrancar su piel de sus huesos.
La necesitaba probar, se veía tan apetecible. Me demoré un par de horas y listo, todo ya está terminado. Alexandra había desaparecido de la fas de la tierra.
Limpie todo rastro de sangre o marcas que habían y la carne la guardaba en un refrigerador. Lo sobrante, tenía que guardarlo y esperar un poco de tiempo para poder deshacerme de ellos.
10 de la noche y me encontraba en frente de la ventana, mirando la noche, cenando un lindo platillo de carne ahumada y un licor no muy fuerte, ya que al día siguiente iría a la escuela.
¡Vaya que la carne humana es deliciosa! La podría comer toda la vida. Pero por lo menos, tenía carne para un tiempo.
Jamás encontraron rastro de Alexandra, las personas lloraban su pérdida y yo disfrutaba de su rico, sabroso y satisfactorio sabor de ella, comiendolo a montones hasta embutirme.