A veces creo saber qué piensas, frecuentemente llega hasta mí lo que sientes, pero a mis ojos compruebas ser impredecible.
No quiero verte partir una vez más. Las incontinentes ofuscaciones cuando a escondidas te evidencio confiriendo caos a mi ser, fragmentan toda inverosímil realidad.
Tú, quimera de amores, libre de todo aquello que nos ata, dichosa, inmune a locuacidades baratas. En ocasiones, al descubrir tu repliegue, inmediatamente mi alma se ve imbuida con tal vigor que pienso vilmente en detenerte. Luego, muy dentro de mí, quizá por debilidad, orgullo, o tal vez cobardía de que marcharas aún más lejos de mí, comencé a amar tu presencia casual.
Vigilo noches pensando si es posible amanecer siendo aquella persona, dichoso de exponerse a tu ser, fausto de entrever aquella poética mirada, en la que sin mediar palabras ni ardides comprende uno las causalidades del azar.
Si la ventura nos accidenta en el mismo lugar, bohemio de los deseos y delirios, me apresuraré sabiamente a lo esencial, vislumbrando más allá de tus pensamientos, expondré a flor de piel, inocente y transparente, la magia del presente.