Diez días habían pasado desde que se marchó de Hedeby. Después de todo ella había vivido allí desde que tenía 6 años y nunca había salido del pueblo. Había vagado por los bosques y por algún que otro pequeño pueblo hasta que encontró unas aguas termales que soltaban un vapor agradable.
Ni siquiera se lo pensó, se quitó el vestido que había lavado ya en varias ocasiones, lo dejó colgado en la rama de uno de los árboles más cercanos y se metió en el agua. El frío no la afectaba como al resto de personas y había descubierto que el calor tampoco.
Por eso apenas sintió un ligera diferencia en el cambio de temperatura cuando se sumergió casi por completo. Se tomó su tiempo, el viaje era largo y la nieve ya se había vuelto más tupida. Lo recordaba, había empezado su viaje y los primeros copos de nieve empezaron a caer sobre ella.
Después de diez días era ya el frío invierno y todo estaba congelado y cubierto por la nieve. Ella sin embargo viaja sin más ropa que su vestido viejo de esclava. Con los días sus pensamientos parecían más claros, casi podía escuchar a los Dioses susurrándole el camino adecuado al oído.
También había puesto en práctica sus nuevas habilidades. Había descubierto que no existía un arma que no supiera manejar a la perfección y que su fuerza había crecido.
Una mujer viajando sola siempre era blanco de hombres repugnantes, y cuando descubrió que no podían con ella su seguridad creció. Estaba conectada con el mundo, con los Dioses y con la vida misma. Su única misión era encontrarlo a él.
—¿Vais a salir o preferís seguir ahí observando? —preguntó Elin en voz alta, cuando se dio la vuelta vio a dos hombres salir de entre los arbustos, la luz de la luna iluminaba de forma tenue todo— Muy bien.
Los hombres se rieron, llevaban ropas de lucha y aún tenían sangre seca en el rostro— ¿Que hace una esclava tan lejos de sus amos?
Elin revolvió el agua con las manos delicadamente— No soy una esclava, me liberaron.
—Entonces eres una mujer libre —dijo el otro— Me encantaría poder casarme con una mujer tan hermosa como tu.
Elin sonrió— Gracias por el alago, pero yo ya pertenezco a un hombre.
Los dos se miraron con complicidad— ¿Dónde está que no lo veo? —dijo uno de ellos— ¿Cómo puede dejar a su mujer sola en medio de este bosque?
—Yo no soy mujer de nadie —dijo ella, empezando a salir del agua y haciendo que ambos hombres la mirasen ensimismados— Decidme algo, ¿Dónde puedo encontrar a Björn Lothbrok?
Los hombres se rieron— ¿Buscas a Björn? Mírate, tu no puedes hablar con Björn.
Elin tomó el vestido con una sonrisa y se lo comenzó a colocar. Cuando terminó volvió a mirarlos.
—No lo voy a repetir, ¿Dónde puedo encontrar a Björn?
—Cuida tu lengua mujer —gruñó uno de ellos dando un paso hacia ella— Tendré que arrancártela.
Intentó pegarle y ella le sujetó el brazo con fuerza, lo miró a los ojos fijamente— Espero que tu día haya sido bueno, porque es el último.
Y en un segundo el corazón del hombre dejó de latir y calló al suelo sin vida. El otro hombre se asustó y dio varios pasos atrás. Elin en cambio mantuvo la calma.
—¿Qué le has hecho? ¡Bruja!
Elin puso sus ojos en blanco y se agachó para tomar el hacha que colgaba del cinturón del muerto.
—¿Vas a ayudarme o simplemente intentaras matarme? —el hombre gruñó y arremetió contra ella, en un segundo estaba muerto en el suelo con el hacha clavada en la cabeza— Vaya pérdida de tiempo.
Se acomodó el pelo y volvió a emprender su camino. De una forma y otra encontraría a Björn, y sus esperanzas crecieron al ver no muy lejos las luces de Kattegat.
•••
—Björn, tienes que venir —le anunció Léif, uno de sus compañeros de batalla más fieles— Hay una persona que te busca.
Björn no dejó su hidromiel, bebió de este y sonrió con su cinismo natural— Estoy comiendo y bebiendo Léif —celebró con una sonrisa, sus acompañantes se rieron a carcajadas. Este estiró la mano hacia una de las esclavas y se la sentó en el regazo— Y luego pienso follar hasta cansarme y caer dormido. Quien sea puede esperar hasta mañana.
—Björn, no te molestaría si no fuera necesario —Léif miró seriamente a su amigo y Björn no tuvo más remedio que prestarle atención— Hace horas que está aquí, exigiendo verte con determinación.
—¿Quién es? —preguntó, tornándose más serio— ¿Quién es, Léif?
El hombre se encogió de hombros— No nos quiere dar nombre, ella dice que solo hablará contigo.
—¿Ella? —preguntó confundido, la sombra de una sonrisa apareciendo en sus labios.
—Las mujeres aclaman tu nombre Björn Piel de Hierro —bramó alegre uno de sus acompañantes alzando su cuerno— Todas quieren yacer con el protegido de los Dioses, con el guerrero intocable.
Björn sonrió por fin con su engreída personalidad floreciendo. Se levantó apartando bruscamente a la esclava de su lado. Ni siquiera se colocó las pieles para protegerse del helado tiempo. Abrió sus brazos alegremente y tomó una nueva jarra de hidromiel llena.
—Veamos quien es esa mujer que se muere por verme.
Su cerebro ya estaba afectado por el hidromiel y la cerveza, y eso mezclado con su ego y sus compañeros que se dedicaban a enaltecerlo provocaban más en él ese comportamiento irritable. Björn abrió las puertas del salón y el frío aire de invierno cargado de nieve lo golpeó.
No se quejó, porque sentía que podía aguantarlo. Sus pies enormes forrados en piel dejaban marcas en la nieve espesa, vio no muy lejos a los guardias que parecían vigilar un menudo cuerpo que estaba dado la vuelta, de espaldas a Björn.
La mujer tenía el pelo rubio y llevaba un vestido tan fino y viejo que suponía debía ser una esclava a punto de morir helada. Aún así la idea de la determinación de la mujer lo hacía sonreír.
—¿Quién desea verme con tanta insistencia? —alzó la voz, casi pudo ver el cuerpo de la mujer tensarse. Le dio un trago a la jarra— ¿Me puede decir su nombre?
La mujer se dio la vuelta poco a poco, y cuando por fin pudo ver su rostro la sonrisa desapareció del suyo, el brazo que sostenía la jarra se estiró por completo y el liquido se vertió sobre la nieve. La noche no era capaz de evitar que él detallara su rostro una vez más después de años. Ni siquiera encontró su voz para hablar, ella sonrió ampliamente.
—Hola, Björn Piel de Hierro.
Björn tragó en seco, era como tener un fantasma delante de sus ojos— Elin.
—¿La conoce señor?
Preguntó uno de los guardias. Björn reaccionó unos segundos después, dejando caer la jarra y acercándose al guardia para quitarle el abrigo de piel que llevaba y correr hacia ella para taparla.
—Vamos dentro —le dijo, con un tono de voz mucho más calmado del que solía usar siempre, la guió hasta dentro de la sala— Avivad ese fuego, traedme más comida y bebida. ¡Vamos!
Las esclavas pegaron un respingo y corrieron a cumplir su cometido. Elin no pudo borrar la sonrisa, aunque no esperaba esa reacción, se sentía complacida de que aún quisiera cuidarla. Casi parecía que nunca se hubiera ido dejándola sola.
Él la dejó acomodarse a orillas del fuego, sentándose a su lado, y ella dejó que el calor calentara su piel, aunque realmente no lo necesitaba. Pasaron unos segundos de silencio hasta que ella giró su rostro para mirarlo. Lo detalló, él no la miraba a pesar de saber que ella sí lo hacía.
—Has cambiado, Björn —la voz de ella era suave como un arpa, y había dejado atrás todo rastro del dolor que antes albergaba— Estás más grande.
Björn se giró hacia ella también, no se creía que la tuviese tan cerca. Había ignorado por completo a los compañeros con los que estaba compartiendo comida, porque eso pasaba siempre que ella estaba cerca, que solo existía ella.
—¿Qué haces aquí?
Ella sonrió con los labios sellados— Pero sigues siendo igual de directo.
—Lo...lo siento —le tomó una mano— ¿Cuánto llevas viajando? ¿Te ha mandado tu Jarl? ¿O te ha liberado?
Las esclavas volvieron con la comida y la bebida, y Elin se permitió disfrutar de un buen manjar después de casi cuatro meses sin comer decentemente. Pasó la carne con la cerveza y siguió comiendo mientras hablaba.
—Ya no tengo Jarl, y no lo volveré a tener.
—¿Entonces te han liberado?
—Ningún hombre me ha liberado —dijo ella, haciendo que él se removiera incómodo— He venido porque es mi destino estar aquí, es mi destino luchar a tu lado.
Björn la observó comer con frenesí, no se atrevió a contradecirla en aquel momento, siendo tan tarde y ella estando en esas condiciones.
—Ordenaré que preparen una habitación para ti —dijo, levantándose de su lado, todos sus sentidos parecían haber sido golpeados con el martillo de Thor, estaba aturdido. Se alejó de ella, adentrándose hacia la cocina para dar la orden cuando Aslaug apareció poco contenta.
—¿Quién ha llegado? —preguntó, y sus alertas se dispararon cuando vieron lo afectado que parecía Björn— ¿Quién ha llegado Björn?
—Una antigua esclava de Hedeby —dijo— Ahora es libre.
Aslaug negó con la cabeza— No, esa no es una simple esclava —se inclinó a un lado para poder verla sentada junto al fuego comiendo— Es una enviada de los Dioses.
—¿Que?
—Preparadle un lugar para dormir que sea confortable —dio la orden y salió al encuentro de Elin, que solo la observó con una pequeña sonrisa traviesa— ¿Cuál es tu nombre?
Elin se limpió la boca con el dorso de la mano— Elin
—Los protegidos de Odín son siempre bienvenidos en mi casa —Aslaug hizo una especie de reverencia que descolocó a Björn— Disfruta de nuestra hospitalidad, mañana podremos conocernos mejor.
Elin asintió— Ha sido un placer, princesa Aslaug.
A la mujer ni siquiera le sorprendió que la chica supiera su nombre, porque ella era una bruja, podía ver más allá de la simple humanidad, podía ver lo que los humanos no podían. Así que Aslaug podía notar que ella era especial. Le hizo una pequeña reverencia y se marchó nuevamente.
Björn se rascó la cabeza— ¿Necesitas algo más?
Elin sonrió mirándolo— No es tan mala como decías —dijo, Björn se perdió por un segundo y ella lo pudo notar— Aslaug, no es tan mala como me contaste una vez hace años.
—¡Björn! ¿Por qué no vienes a beber con nosotros? —uno de sus compañeros alzó la voz aclamándolo— ¿O es que esa mujer es tu esposa y no te deja beber más?
Elin se giró con una sonrisa divertida hacia la mesa en la que estaban los hombres. Se levantó y dejó caer el abrigo de pieles que le habían dejado.
—Björn no tiene esposa —dijo ella, y la ausencia de algún sentimiento en su voz llegó a impactarlo— Y definitivamente yo no tengo esposo.
Se apartó del fuego y se acercó a la mesa, Björn la observó atentamente y no dudó en acercarse también. Elin le quitó el cuerno de hidromiel al hombre que había clamado por la presencia de Björn y se bebió el líquido de un trago.
—Skål —dijo, alzando el cuerno, los hombres sonrieron y celebraron aquella acción— Porque los Dioses nos deparen grandiosas batallas.
—Hermosa y guerrera —dijo el hombre, mirándola con ojos diferentes, Elin estaba cómoda, era lo que pasaba cuando ya no se sentía miedo— ¿De donde has salido tu preciosa?
—Tu alcoba está preparada ya, Elin —la mano de Björn la había tomado del brazo provocando que todos, incluida ella lo mirase— Vamos, debes descansar.
Se rió, aquellos gestos eran indicios que podían esclarecer a Björn lo desequilibrada que se encontraba ella, pues ya no era la misma niña que había conocido una vez. Se la llevó a paso apresurado y la guió hasta la habitación comentada. La soltó una vez dentro y cerró la puerta de madera a su espalda.
—Cuanta hospitalidad solo para una antigua esclava —dijo ella dando una vuelta sobre sus pies, observando todo. La luz era escasa, apenas habían unas velas que iluminasen todo, cuando volvió a estar frente a él sonrió— Te ha ido muy bien desde que te fuiste de Hedeby.
—A ti también —dijo, señalándola. Estaba de pie junto a la puerta, no se movía, con su mano apoyada sobre su cinturón, un gesto que había adquirido de su padre— Te ves mucho mejor.
Ella se rió— No, la muerte cernía su sombra sobre mi cabeza una vez..
Björn dio un paso adelante, notablemente afectado con las palabras de ella— ¿Cómo? ¿Acaso el Jarl Sigvard..?
—No, la muerte iba a llegar de mi propia mano —anunció, ya no le avergonzaba aquel momento, porque fue aquel momento el que la llevó hasta donde estaba ahora— Cuando te fuiste el infierno se abrió por completo para mi, Björn Piel de Hierro.
Él agachó la cabeza— No tenía elección. Mi padre me necesitaba y tú eras solo una esclava.
Se sorprendió al ver que la sonrisa se ampliaba en su rostro, no esperaba aquella reacción— Lo sé, no te culpo. Pero ahora los Dioses me han dicho que hacer, y mi destino está a tu lado... —se hizo un silencio incómodo por unos segundos, ella jugaba con las palabras para confundirlo porque realmente le divertía— En el campo de batalla, es ahí donde he de morir cuando llegue mi momento.
Björn suspiró y asintió.
—Buenas noches Elin, descansa, mañana hablaremos de todo mejor.
Elin asintió y llevó sus manos a la parte trasera de su vestido, tirando de una cuerda que sujetaba todo en su lugar. El vestido se aflojó y ella empezó a quitárselo de los hombros, Björn se había quedado en el lugar, con los ojos sobre ella, totalmente incrédulo. Cuando el vestido calló al suelo por completo y el cuerpo desnudo de ella quedó expuesto él apartó la mirada, escuchando la risita traviesa de la chica.
—Buenas noches.
Se giró hacia la cama y entró en esta para taparse con las sábanas, fue entonces cuando Björn salió de la habitación. Se quedó en el pasillo, la respiración se había vuelto un desastre para él y la imagen del cuerpo pálido y delgado de la chica se quedó grabado en su mente a fuego. Empezó a caminar con decisión y tomó a la esclava que se había pasado la noche dándole sonrisas coquetas para poseerla en el primer rincón apartado que encontraron.
Lo hizo con fuerza, con brusquedad, queriendo quitar de su mente la imagen de Elin y apagar el fuego que se había encendido en sus entrañas, pero cuando terminó ese fuego seguía ahí. La esclava no había sido nada, no había hecho una diferencia, lo que causó que se fuese a dormir con mal humor. Dio vueltas sobre la cama, sopesando la idea de volver a la habitación de Elin, ella se había desnudado ante él, era evidente que ella se insinuaba.
Gruñendo, se levantó de la cama, se colocó la ropa y las pieles y salió a la fría noche. Fue ahí, sentado a orillas del mar que el amanecer lo sorprendió, con los recuerdos de aquella chica en su cabeza.