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Chapter 2 - 01

"Todo el mundo es como la luna, tiene un lado oscuro que no muestra a nadie."

Mark Twain

(***)

21 de noviembre, 2015

Oscuridad...

Todo a mi alrededor es una espesa negrura, un hoyo umbrío, sin vida, que parece querer succionarme, tragarme y convertirme en parte del sombrío entorno. Estoy asustada, mi pecho yendo y viniendo alocado lo confirma. Siento el aire atascarse en mi garganta.

Este lugar está muy frío, puedo sentirlo soplando en mi nuca, pero extrañamente el frío no me afecta. Huele a descomposición y siento que dejaré de respirar en cualquier momento.

Miro a todos lados, intentando divisar algo más allá de las sombras, buscando una salida, no sé dónde estoy y lo único que quiero es salir de este agujero putrefacto.

La negrura, la sensación inerte del frío y el olor a podredumbre me aterran.

Pierdo el control de mi raciocinio y grito, grito hasta que siento como mi garganta se abre y desgarra y todo mi cuerpo comienza a temblar. Entonces, una parte de la oscuridad se despeja, se abre como una cortina de sombras y un halo de luz cae desde arriba, iluminando un lugar en específico y veo algo, o mejor dicho a alguien, veo a una niña.

La niña sin rostro.

Ella es flacucha, demasiado delgada, está consumida, como si estuviese muy enferma. No tiene rostro, su cara es una sombra oscura y difuminada. Está de pie, totalmente inmóvil hasta que gira su cabeza a un lado, sigo el movimiento con la mirada y entonces noto que a un lado de la niña sin rostro, a unos pasos de diferencia, hay una chica.

Tampoco logro ver el rostro de la chica, solo sus ojos, oscuros y sin vida, ella es de mi tamaño y por el contrario de la niña, la chica parece saludable y fornida, de su cuerpo sale una especie de humo negro y las vibras que transmite hacen estremecer.

Ella mira fijamente a la niña sin rostro, los hoyos muertos que tiene por ojos nunca dejando de ver a la pequeña.

Ella es malvada.

Su sola esencia lo hace resaltar.

La niña sin rostro da un brinquito en su lugar cuando la otra comienza a acercarse. Ella tiene miedo de la chica, su pecho sube y baja con rapidez y cuando la chica está muy cerca de ella, la niña sin rostro comienza a correr en mi dirección.

Me sobresalto e intento moverme, ella se aproxima con velocidad y quiero echarme a un lado para que no choque conmigo pero mi cuerpo no responde. Estoy estática. Cuando la pequeña llega a mí cierro los ojos esperando el impacto, pero el golpe nunca llega. Cuando los vuelvo a abrir veo un humo negro salir de mi abdomen y pecho.

Estoy desconcertada. <<¿Dónde se ha ido la niña sin rostro ?>>

La otra chica también corre en mi dirección, persiguiendo a la pequeña, asumo, pero esta vez no cierro los ojos cuando la tengo cerca, me mantengo mirándola y cuando pienso que chocará conmigo, ella traspasa mi cuerpo dejando humo negro a mi alrededor.

Me giro, buscándolas y me sorprende que mi cuerpo está vez si me permita voltear. Doy un grito cuando logro verlas de nuevo.

La chica alcanzó a la niña y ahora todo está tintado de rojo, hay sangre por doquier. Ella está clavando una cuchilla en el vientre de la pequeña una y otra vez, puedo oír sus gritos y yo también comienzo a chillar, sintiéndome impotente cuando intento ayudarla y caigo en cuenta de que mi cuerpo una vez más está inmóvil. Soy sólo una espectadora, alguien destinada a ver semejante atrocidad sin poder hacer nada.

—¡Detente! —imploro por la vida de la niña y consigo que la chica pare, su atención cae en mí.

Miro a la pequeña tendida en el suelo, con un gran charco de sangre a su alrededor y la vista perdida, me doy cuenta que ya es demasiado tarde para ella, está muerta y siento una lágrima caer por mi mejilla. Su rostro ya es visible y mi ceño se frunce cuando creo conocerla.

Me parece... familiar.

—Tú la mataste. —Escucho a alguien decir con voz profunda y distorsionada, mi vista cae en la chica.

La niebla oscura de su rostro se desvanece y puedo verla. Una sonrisa de medio lado burlona pinta sus labios.

Ella es...

La chica se levanta del suelo con la cuchilla en la mano y comienza a caminar a pasos lentos en mi dirección. Sus ojos inyectados en sangre traspasando mi ser.

Ella es...

Su caminar lento cambia a grandes zancadas que pronto se transforman en velocidad, ella está corriendo hacia mí y yo estoy helada.

—¡Asesina!—grita y siento la cuchilla encarjarse en mi pecho.

Ella soy yo.

Despierto de golpe, saltando en la cama. Estoy bañada en sudor, las pequeñas gotas pegajosas deslizándose por la línea de mis pechos, el calor consiguiendo que la blusa de tirantes finos que llevo puesta se adhiera a mi espalda. Mi respiración es irregular y por más que trato de respirar hondo no consigo que mi pecho deje de subir y bajar como si quisiera romperse.

Miro la hora en el reloj ubicado a mi lado en la mesita, 11: 24 am.

Un suspiro tembloroso escapa de mis labios mientras paso ambas manos por mi corta y ondulada melena oscura, quitando los mechones alborotados de mi rostro.

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Bufando, pateo las sábanas que me cubren lejos de mi cuerpo, el material que las componen de repente resulta asfixiante. Me levanto de la cama y camino directo a la ducha, estoy sorprendida cuando noto que no me tambaleo al caminar.

Dejo que la lluvia artificial corra una vez estoy debajo de la ducha, los chorros de agua caliente mojan mi cabello y bajan por mi rostro hasta empapar todo mi cuerpo. Me relajo al instante, la calidez del líquido ayudando mucho en la tarea e inmediatamente, mi mente abre paso a los pensamientos.

<<¿Qué significan esas pesadillas?¿Porqué me atormentan?Necesito saber qué es esta sensación que hay dentro de mí, necesito entenderla>>

Cuando decido que estoy limpia y fresca, cierro la llave de la ducha y enredo mi cuerpo en una toalla, pequeñas gotitas de agua caen de mi cabello estampándose contra el suelo de mi habitación cuando salgo del cuarto de baño.

Pantalones ajustados negros, camiseta azul marino de cuello en "U", chaqueta negra y converses del mismo color componen el sencillo conjunto que elijo para comenzar el día. Utilizo el secador para quitar la humedad en mi cabello y cuando estoy lista, voy a la cocina.

Aún no me acostumbro a tanta soledad. Casi puedo escuchar el eco de mi propia respiración resonar entre las cuatro paredes. Mi departamento es pequeño, y ciertamente no está ubicado en el mejor de los sitios pero es lo que puedo pagar con mi sueldo de camarera.

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Vuelvo a comprobar la hora en el reloj en la pared de la cocina y maldigo cuando veo que se está haciendo tarde. Tomo zumo de la nevera por que es lo único para lo que me alcanza el tiempo de ingerir y cuando bebo un par de tragos, salgo corriendo de mi departamento.

Finick estará tan molesto.

(***)

El sol está dominante en el cielo y me pierdo en la vista. La altura del despacho de Finick siendo algo que siempre he amado por las vistas que otorga. Una parte de la ciudad de Versalles se ve perfectamente enfrente de mí, los edificios alzándose avasallantes del suelo y el manto celeste del cielo robándose toda mi atención.

Es una imagen etérea y me encanta.

Me hace sentir tan viva y pura, tan lejos de la realidad.

—Señorita Whitmore. —La mención de mi apellido me hace girar la cabeza. Finick, mi psicólogo, me observa sereno mientras desliza los lentes de pasta blanca por su nariz, quitándoselos. Los deposita en el escritorio frente a él.

Alzo una ceja.

—Pensé que habíamos dejado de lado las formalidades, Finick —comento, tratando de lucir impasible, su nombre se desliza por mi lengua con obviedad, queriendo remarcar el hecho de que no estoy siendo formal con él.

Ya nos conocemos, ha sido un año viniendo a sus consultas desde que mi hermano insistió en que necesitaba desahogo, ofreciéndose a pagar él mismo las consultas cuando me vi reacia a tomar el dinero que me dejó mi padre.

Lejos de ser mi psicólogo, Finick es mi amigo. Y aunque el siempre está rígido en el ámbito profesional, no puede negar que tenemos algo más que una relación psicólogo-paciente.

—Pregunté algo, señorita Whitmore —avisa, ignorando completamente lo antes dicho por mi persona. Quiero reír cuando noto que él también ha remarcado su manera de llamarme —. ¿Sigues teniendo pesadillas?

—No.

—¿Estás siendo honesta?

—No.

Chasqueo la lengua comprobando una vez más que no puedo mentirle a este hombre. El verde opaco en sus ojos me hipnotiza siempre que miro. El doctor Maxwell es un hombre atractivo, no voy a negar, abundante cabello castaño, ojos verdes y sonrisa victoriosa lo convierten en unos de los hombres más atractivos que me he permitido apreciar. Pero es algo más. Es otra cosa la que me hace no ser capaz de ser deshonesta con él.

—Pensé que habíamos dejado de lado las mentiras, April. —Ruedo los ojos, él es tan listo, siempre sabiendo para que momento dejar sus jugadas, me molesta, en cierta forma—. Habla de estas pesadillas.

—No es algo que no haya dicho ya —bufo, removiendome en el sillón de cuero negro que carga mi peso ante la atenta mirada de Finick.

—No me lo vas a contar a mí, es algo que necesitas decirte a ti misma, yo sólo soy el medio por el cual alcanzas un fin, en este caso; enfrentar tus miedos y aceptar tu oscuridad.

Alzo la vista ante la mención de esa palabra.

Oscuridad. Sí, ciertamente es un buen término para catalogarla.

Doy un suspiro resignada a sus métodos y necesito tragar saliva antes de hablar, mi boca quedando deshidratada de repente.

—Está siempre esta niña, la niña sin rostro, y otra chica que tampoco tiene cara. —Comienzo a decir con voz temblorosa, sintiendo las palabras atascarse en mi garganta —. Es lo mismo, a veces en diferentes circunstancias pero siempre la niña acaba muerta y termino descubriendo que quién la asesina soy yo. Tal vez, otra versión de mí, una más oscura, pero soy yo —. El doctor Maxwell me escucha atento, de vez en cuando haciendo algunos apuntes en su cuaderno.

—¿Crees que estas pesadillas tienen algo que ver con tu padre?

Lo miro con horror.

—C-creo que sí, comenzaron poco después de que él... —Me atasco, siento la presión en mi garganta expandirse y comienza a doler. Veo a Finik suplicante.

—Debes decirlo, April —.Me dice y casi parece que está rogando.

Me remuevo una vez más en el sillón, queriendo escapar de el peso que siento empujando sobre mi cabeza.

—Después de que él m-muriera.

Finick me da una mirada, sus ojos brillando en orgullo y yo también siento un atisbo de satisfacción en mi pecho. Soy consciente del gran paso que he dado al admitirlo por fin.

Mi papá ha muerto, y aunque siento que dejo de respirar tan sólo de pensarlo, sé que debo seguir adelante por él.

Claro que, una cosa es saberlo y querer hacerlo y otra en verdad hacerlo.

—¿Qué haces tú en el sueño? —pregunta, sus ojos examinando todos mis gestos y me hago una idea de como luce mi cara justo ahora. Aterrada.

Me aterra hablar de mi oscuridad, sí, comenzaré a llamarla así a partir de ahora.

—Nada, no puedo hacer nada, estoy inmóvil y solo puedo ver como esta chica mata... a esa niña —. Mis manos se mueven a la par que mi boca, como si con esa acción pudiera explicar mejor como me siento, mi vista enterrada en el suelo siendo incapaz de mirar a Finick—. Intento ayudarla pero es como si alguien me sujetara de la cintura, manteniéndome en mi lugar y y-yo me siento tan impotente —.Me quejo, sintiéndome agobiada, la presión en el pecho empujando dentro de mi —. Cuando por fin me atrevo a decir algo, es tarde. Ella... ella e-está muerta.

—April, respira.

Y sólo cuando lo dice es que me doy cuenta que estoy reteniendo la respiración en mi garganta. Abro la boca y dejo escapar el aire, casi instantáneamente tomando una gran bocanada recuperando el oxígeno. Me estoy ahogando y puedo sentir las lágrimas picar en las esquinas de mis ojos. Finick parece inquieto, y puedo ver en sus ojos como se debate internamente entre mantener el porte profesional o venir a mi lado y abrazarme.

—Cálmate —dice su voz suave y lo agradezco, su voz siempre ha tenido la habilidad de relajarme —. Has los ejercicios que te enseñé.

Obedezco de inmediato. Cierro los ojos e inhalo aire puro, llenado mis pulmones y luego lo expulso sintiendo como mi pecho duele pero comienzo a calmarme y la neblina en mi cerebro se despeja poco a poco. Repito eso un par de veces más hasta que siento que mis pulmones comienzan a trabajar el oxígeno correctamente y cuando vuelvo a abrir los ojos me encuentro con Finick un poco más cerca de mí, su vista refleja preocupación y le sonrío suavemente.

—Estoy bien —afirmo, y en verdad me lo digo más a mí misma que a Finick pero parece funcionar, sus anchos hombros perdiendo tensión de inmediato.

—Una última cosa —propone y doy un asentimiento de cabeza sabiendo que pronto terminaremos, la compañía de Finick me es grata pero quiero dejar de hablar de mis pesadillas —¿Cómo describirías la sensación que te producen estas pesadillas?

Trago saliva forzosamente, mirándolo directo a los ojos.

—Es la muerte —digo sin titubear y Finick traza una línea recta en sus labios, su mirada vacilante —. Ese lugar es oscuro, frío y maloliente y es como me imagino que la muerte sería.

Y ahí, en ese despacho, luego de decirlo, con Finick mirándome casi asustado, me doy cuenta de que por primera vez, soy en verdad consciente de lo que atormenta en mi interior.

Es oscuridad.

Es muerte.