Un hermoso día, Dios reunió a todos sus ángeles, una noticia estaba apunto de ser decretada por el, al lugar llegan todo tipo de hermosos ángeles, querubines, serafines. Una hermosa melodía se escuchaba a lo lejos acompañada del sonido de arpas y trompetas, era hermoso, con nubes en lugar de tierra y con luz del día siempre, un lugar donde no existe el mal, a lo lejos un templo se podía observar, pero ninguno entraba, solo se quedaban ahí, unos haciendo guardia, otros cuantos con sus arpas. De la nada la música cesa ya que 8 figuras majestuosas se hacían presentes, eran los guerreros de élite de aquel lugar, los 8 arcángeles. El más joven de todos era aquel que llamaban Rafael, el protector de los viajeros y de la salud, que al igual que los demás tenía una belleza sin igual e inexplicable, con su cabello largo y un arco en la espalda. El siguiente era una hermosa mujer llamada Sariel, la encargada de los espíritus que pecan, quién en su brazo portaba un látigo. Raugel, el encargado de la armonía y la justicia, el cual tenía cabellera larga al igual que los demás y en cada una de sus piernas estaban colocadas dos dagas. Ramiel, el encargado de los resucitados, el cual en su mano portaba una lanza con un relámpago grabado. Uriel, el encargado de las tierras y templos de Dios, el cual poseía un Mangual. El siguiente era Gabriel, el mensajero celestial, el cual tenía en su poder un sable. Miguel, el jefe del ejército celestial, con su cabello largo y chino, con un escudo en su mano derecha, el fácilmente podría ser el más fuerte de los arcángeles si no fuera por la existencia del octavo arcángel, el cual contaba con su misma fuerza. Lucifer, el más sabio y bello de la creación, en su cinturón llevaba una espada a la cual le salía un leve fuego. Ellos son los 8 arcángeles protectores del cielo.
Al entrar al templo no se escucha más nada, solo el ruido que hacía Sariel con sus tacones ya que los demás solo mueven levemente sus alas para no tocar el suelo, al ir caminando un poco más un enorme trono se hace visible y al estar justo delante de él, los 8 se arrodillan ya que estaban frente a él ser más poderoso.
—¿Para que nos ah citado aquí, mi señor?—. Preguntaba Miguel.
—Miguel, Lucifer, Sariel, Raugel, Ramiel, Gabriel, Rafael y Uriel, mis arcángeles, ustedes son lo más bello de la creación, están dotados de poder, sabiduría y belleza, por eso no puedo confiar en nadie más para esta misión—. La voz era tan fuerte que se podía escuchar por todo el templo, era algo increíble y sumamente hermoso para los que podían escuchar su voz en persona.
—¿A que se refiere?—. Contesto Gabriel.
—Quiero que se dediquen a proteger y velar por los humanos, ellos están mejorando día con día, y son, aparte de ustedes lo más perfecto que hay—. Respondió aquella voz.
—Pero señor, los humanos, aunque parecidos a nosotros, no están dotados de poder o sabiduría y lo pequeño que tienen solo lo usan para guerras y matanzas innecesarias, si les diéramos un poco más de poder no necesitaríamos distraernos de proteger el cielo y nuestras tareas o aún mejor podría acabar con esa miserable vida y crear a unos mejores humanos.
Reprochó al que llamaban Lucifer, todos observaron a aquel hombre, unos con enojo, otros más como si lo que dijo fuera cierto.
—¿Acaso pretendes cuestionar la palabra de Dios, Lucifer?—. Contesto Miguel un poco molesto por el atrevimiento de Lucifer.
—No, yo solo digo que tal vez…
—Lucifer, no hay nada más que decir, nosotros estamos aquí para cumplir la voluntad de Dios—.Decía Gabriel callando a Lucifer, quién esté solo agachaba la cabeza un poco molesto.
—Lucifer, quiero hablar contigo un momento, ¿podrías quedarte un poco más?
Decía aquella voz a lo que lucifer solo contesto con un "Si"
Todos los demás salen del templo dejando solos a Lucifer y Dios en aquel majestuoso trono, el cual lucifer observa fijamente.
—Tu, mi bella estrella de la mañana, eres perfecto, siempre he estado orgulloso de ti, pero aún así siempre cuestionas mis acciones y desobedeces mis decretos—. Aquella presencia hacia que esas palabras fueran aún más fuertes para Lucifer quién estaba totalmente en silencio hasta que unas palabras salen de su boca.
—No trato de cuestionarlo, mi señor, solo que esas criaturas a las que usted define como su más grande creación, los que están hechos a su imagen y semejanza son demasiado débiles tarde o temprano acabaron muertos y por si fuera poco desde su llegada usted nos ha abandonado para estar con ellos, será mejor acabar con su existencia y hacer nuevos humanos.
Dios solo se queda observando a lucifer, el cual está muy convencido de sus ideales y tal parece que nunca podrá apreciar a los humanos, ¿como hacerlo? Si desde su punto de vista ellos le están quitando el amor de Dios y lo distraen de sus tareas.
—Y dime Lucifer, ¿cómo quieres que sean esos nuevos humanos?
—Usted no tendría que hacer nada, solo necesito…
Nuevamente las palabras de Lucifer son calladas, pero está vez por Dios, quién c