ALEX
La casa de mi abuela quedaba un poco lejos de donde había quedado con Gabriela, pero aun así no tardé demasiado en llegar. Aparqué en el primer sitio que vi y la iba a llamar cuando me fijo en la arena, cerca de la orilla o en ella, de eso no estoy seguro completamente, la veo mirando hacia el mar. No se había cambiado por lo que me puedo imaginar que no fue a su casa para poderse cambiar, aunque yo estuve en casa y no me cambié, eso era lo de menos.
Empecé a caminar hacia donde estaba ella y la verdad no había demasiada gente, cosa que era normal, estábamos en invierno y a pesar de que no hacía frío que digamos, la gente no solía venir a las playas, o por lo menos a esta hasta donde yo recuerdo. Cuando llego a junto ella veo que aún tiene puesta mi chaqueta y eso hacía que me sintiera bien, porque quería decir que no le molestaba para nada que fuese mía. No la quería asustar ni tampoco molestar en lo que estuviese pensando por lo que me paro detrás de ella sin hacer mucho ruido. Me encantaba verla así de tranquila, me daba tranquilidad a mí también. Un par de minutos más tarde se gira para mirar detrás de ella y se queda mirando para mí.
"¿Cuánto tiempo llevas aquí parado?" preguntó, pero con una sonrisa luchando por aparecer en su rostro "No mucho, no te preocupes" le aseguré, a pesar de que no tenía ni la menor idea cuanto llevaba aquí parado "Podrías haber avisado de que estabas aquí, no mato hasta donde sé."
"Desde hace unos días no, no parece ser que me quieras matar." Nos reímos los dos y yo quede embobado mirando sus ojos color café. Siempre que los veía me podía perder por horas porque eran preciosos, los más hermosos que hay en este planeta.
"¿Ahora que te pasa?" preguntó con una ceja elevada. No me había dado cuenta de que había dado un paso hacia donde estaba yo por lo que le paso a prestar atención a lo que me estaba diciendo.
"¿Qué dijiste?" pregunté y rodó los ojos, pero con la sonrisa en su rostro "Si estás bien." inquirió y asentí "Si, si lo estoy." afirmé "¿Entonces que era lo que mirabas con esa cara?" preguntó de nuevo "Tus ojos, … son preciosos."
"No son nada de otro mundo, los tuyos sí que lo son. En ellos se puede ver como eres realmente." dijo y sonreí "¿Tú crees?" pregunté con curiosidad "Claro que lo creo, te lo puedo decir." afirmó "Oye Gabriela, si me quieres devolver la chaqueta el lunes está bien."
"Si te la devuelvo el lunes, ¿me vas a decir por qué viniste hoy aquí?" preguntó, elevando una ceja "Porque me gusta pasar tiempo contigo, además no es problema, parece ser que sigues teniendo algo de frío."
"Sigo siendo la misma friolera de siempre." respondió riéndose "Ya lo veo ya, ¿pero quieres que demos un paseo por la orilla?" pregunté y ella asintió. Empezamos a andar por la orilla hacia la parte que más tenía para poder andar en la orilla. Ella llevaba los zapatos en mano y con los pies en el agua. Con el reflejo del mar y las luces del sol se veía hermosa, lo cual era siempre. No soy capaz de describir su belleza.
"Oye Gabriela ¿por qué te gusta tanto el mar?" pregunté con curiosidad "Porque es hermoso, trasmite tranquilidad, incluso cuando hace mal tiempo, me ayuda a relajarme. Además, según lo que se dice es de dónde sale toda la vida, todo lo que hay en el mar es hermoso, está lleno de vida."
"Tú sí que eres hermosa, y te digo en serio cuando te digo que te amo, no es coña para nada." le aseguré "Lo sé, sé que lo dices de verdad, no cabe duda de eso." Eso sí que no me lo esperaba. Me giré para mirar para ella para ver si es que me lo había imaginado o que acababa de pasar porque no me lo podía creer. Gabriela miró para mí y me sonría, como si supiera todo lo que estaba pasando por mi cabeza.
"Lo digo en serio, no pongas esa cara." aseguró "¿Lo escuché bien?" pregunté, con una sonrisa empezando a formarse en mi rostro "Si, lo escuchaste bien." confirmó "¿En serio?" pregunté de nuevo sin creérmelo "Si, es en serio, te lo puedes creer." respondió riéndose.
"¿Entonces puede haber una posibilidad para nosotros?" pregunté y asintió "Yo nunca dije que no hubiese posibilidad de que hubiese un nosotros en un futuro." aseguró y fruncí el ceño, confundido "¿Entonces cómo vas a hacer con ese chico que te trata tan bien como dijiste?"
"¿De qué chico hablas?" pregunté "Del que hablaste ayer, ese que te hace feliz." dije "¿Y qué chico según tú?" inquirió confundida "No sé, lo único que sé es que dijiste que te trataba bien y todo, pensé que con el quizá sí que ibas a querer."
"Es que es con ese chico con el único que me imagino tener una relación." Con esas palabras paré de caminar mientras ella seguía andando hacia delante hasta que supongo que se da cuenta de que no estoy a su lado que se para y se gira para mirar en mi dirección.
"¿Estás bien?" preguntó "Mas o menos." En ese momento se empieza a acercar a mí con cara de preocupación, o por lo menos con algo parecido a esa cara, y me pasa la mano por la cara, parando en la frente, supongo que para comprobar si tenía fiebre o algo.
"No me duele nada si es lo que te preocupa." le aseguré "¿Entonces que te pasa?" inquirió confundida "No es nada, no te preocupes." Se quedó mirando para mí como intentando saber si lo que decía era cierto o no y luego le cambió la cara a una sonrisa que me hizo preguntarme que es lo que le había hecho tanta gracia.
"¿Qué es lo gracioso?" pregunté ahora "Entendiste mal la cosa Alex." respondió riéndose "¿El qué exactamente?" pregunté "Sobre el chico que te describí a la mañana." dijo riéndose aún "¿Qué pasa con él?" cuestioné todavía confundido "Ese chico eres tú, no hay otro que me trate tan bien y me agrade estar con él que no seas tú."
"Marcos encaja en esa definición." afirmé y ella rodó los ojos "Pero con Marcos no siento otras cosas como lo hago contigo." aseguró "¿Qué cosas?" pregunté con curiosidad "La de que te sigo amando. No sé cómo, pero te sigo amando más que el primer día."
Ya estaba perdido de por mí mismo, pero en cuanto esas palabras salieron de sus labios, algo dentro de mi empezó a crecer, la felicidad y la esperanza de volver con ella y en menos de un segundo, me acerco a ella, le paso los brazos por la cadera y la beso. Esta vez no luchó por liberarse de mi ni nada, es más, pasó sus brazos por detrás de mí cuello.
Este era el beso que llevaba esperando desde hace demasiado tiempo, pero como decía mi abuela, tiempo al tiempo. Al fin había llegado ese momento en el que pudiese besar a Gabriela, el gran amor de mi vida y a la que nunca dejaría de amar, sin que ella se negase.