Marian observó con ojos fríos y sin signos de tristeza o aflicción el par de cajas grises que todavía estaban depositadas en una larga mesa lejos de ella. Escuchó a la multitud llorar y otros murmuraron, sin embargo, la escena era como si fuera de alguna manera alguien extraña e incluso un ser no humano ¿Cómo era posible que al menos no salieran lágrimas de sus ojos? Observó distante al más joven de la familia, él, ese niño que se hacía llamar su hermano y el que lloraba desconsolado mientras lo sostenían cinco empleadas de la familia, dejándolo como un ancla en el mar siendo sostenido por los hombros, evitando que corriera salvajemente en dirección a los huecos en el suelo profundos y húmedos. Parecía valerle tan poco sus propias heridas en su cuerpo: Manos enyesadas, contusiones en la cuenca del ojo derecho, una pierna enyesada, labios partidos, en fin, una persona lamentable pero no más de lo que ella era ahora, al menos tenían el cuerpo completo; Se había convertido en alguien que, a los ojos de los demás, principalmente en la sociedad en la que vivía: como nadie o incluso peor que nadie.
── Honremos a la pareja que, a pesar de la desgracia, todos sabemos dónde están ahora. La Sra. Leila Montalvo Y el Sr. Damián Black descansarán aquí con la certeza de haber logrado la entrada y una conducta impecable ante Dios de los cielos.
── ¡Mamá, papá! ¡No! ¡Levántense ahora! - Cerró los ojos por breves momentos sin dejar de llorar y gritar. Dos de los jazmines amarillos que conocía era el favorito de su madre estaban doblados en dos en sus manos por la fuerza repentina. Intentó salir de las manos que no le permitían avanzar sin éxito. La gente allí lo miraba con pena y compasión, pero eso era lo que menos importaba. Derrepente abrió los ojos mostrando dos orbes de color marrón claro buscándola, no tardó mucho en ubicarla en la esquina sin nadie atada en su silla con la mujer que siempre la acompañaba, pero ... ¿por qué?
── Conocí a ese hombre ... a pesar de tener poca paciencia fue amable y honesto nunca despreció nunca a nadie. - Un hombre moreno habló señalando el ataúd derecho mientras que con su brazo derecho se cubría la cara a pesar del descontrol de sus lágrimas sorbiendo continuamente la nariz. ── Él y ella fueron los mejores personas... no merecían algo así... eso es todo - terminó cayendo inconsciente al suelo, las personas cercanas a él vinieron a ayudarlo rápidamente.
── ¡Trae un doctor! ¡rápido!
Los murmullos, aunque discretos estallaron y aunque los invitados trataron discretamente no fueron tanto con la chica en la esquina. Su corto cabello negro hasta los hombros, su cuerpo tenían más golpes, su cuerpo parecía una obra de finos hilos que además pegada a una silla de ruedas, su vestido compuesto de un traje negro de manga larga con una de una sola pieza y una sábana de lana negra también que cubría las rodillas hasta los pies.
Marian era la hermana gemela de Adrian, una pequeña niña enferma, su enfermedad requeria de más cuidados; nunca le había sido fácil no poder empatizar con sus padres y era algo que ella y sus padres sabían. Adrián la miraba y buscaba algún sentimiento que le dijera que estaba con él no obstante se llevó decepción al no ver nada y con rabia empuño las manos arrugando las ropas que estaban aún abrazándolo aún mirándola la culpó porque estaba convencido de lo que había causado. A pesar de tener la misma línea de sangre para Adrian, ella no era más que una molestia que le había robado todo lo que era suyo: la atención de sus padres, el dinero, el amor e incluso a su misma Nana.
Marian apartó la vista de los ataúdes y, sin mencionar nada, miró fijamente a su hermano como él también lo hizo, no se inmutó y no tembló, aunque sospechaba lo que estaba sucediendo dentro de su cabeza. Curvo sus labios hacia arriba mostrándole una sonrisa sin afecto. Ella, Marian Black valía menos de medio centavo para todos; sin pierna, ¿cómo viviría de aquí en adelante? Ella sabía que él la rechazaría una vez que terminara la ceremonia.
── Hermanos, nuestro Dios esté con todos ustedes, y que todo suceda de acuerdo con las órdenes y visiones de Jehová. Entonces digamos pues adiós a la pareja ... ¿Ambos jóvenes hijos quieren decir algo?
El padre hizo una pequeña pausa en el acto final en el que Adrian y Marian tenían que despedirse de ellos antes de ser enterrados bajo tierra. Ante el silencio, el padre se aclaró la garganta, una mujer vestida de negro se levantó, trayendo al hijo de la joven pareja, que finalmente fue liberado de las manos de los demás, habló algo que nadie escuchó en un susurró en sus oídos, Adrian dejó de pelear y tomó la mano de su tía.
---- Aquí el hijo heredero, el joven Adrián despedirá entonces. Hijo, es difícil y lo sé, este anciano conoce la muerte mejor que nadie, pero sé que tus padres estarán en un lugar tranquilo y llenos de orgullo, sin embargo, no podrán continuar si todavía hay lazos que los unen a ellos en la tierra. ¿entiende? - Dijo sonriendo.
── Padre, es solo un pobre niño, no sea tan duro con él.
── Mis disculpas, mi deber es comprendamos que mientras no dejemos deje ir por completo a alguien, siempre estarán atrapados sin poder descansar en paz.
── Sí, lo sabe, ¿verdad Adrián?
La mujer presionó su hombro y el niño asintió levemente con la cabeza en respuesta. Depositó las flores rotad en los dos ataúdes y, obligándose a no llorar, les indicó que comenzaran a enterrar. Los trabajadores comenzaron su trabajo y con algunos coros de los presentes, poco a poco, cada caja descendió con gruesos lazos al agujero.
Esta vez, la gente miró a Marian, a quién no se le permitió acercarse para decir adiós, nadie habló, pronto los rumores que eran compasivamente al principio tomaron caminos explosivos que la culpaban por la muerte de la pareja.
Su hermano apoyó su cuerpo en el suelo y recogió una pequeña cantidad de tierra con las palmas de las manos. Inmediatamente después, cerró las manos en un puño, caminando hacia la chica que no había notado la acción y que tenian los ojos cerrados. Al estar frente a ella, levantó el brazo y arrojó violentamente la tierra de sus manos sobre el rostro hinchado de Marian, ella reaccionó tarde y lo miró.
── Es tu culpa, están muertos. ¡Eres el asesino! ¡Devuélvelos, solo eso que te pido! ¿eh? --- Con agudos ojos de odio sacudió con enojo la silla de ruedas hasta que su hermana y la silla cayeron juntas de lado y las mejillas de Marian tocaron el suelo, abriendo una pequeña herida. Lo vio después de eso encarando solamente la fría sonrisa suya de complacencia ── Es lo menos que te mereces. Eres un monstruo...
Las manos de la niñera se extendieron rápido detrás de ella y la ayudaron a levantarla para abrazarla. Miró con desilusión al niño que también cuidó y crió. En cambio, él solo la miró con disgusto.
── Váyanse, has decidido con quién estar.
── Adrián ... por favor, tu hermana es inválida, despídeme a mí, pero siente pena por tu hermana.
Marian miró a su Nana al darse cuenta de lo desafortunada que estaba siendo con alguien cegado por el odio y eso estaba bien pero también malo, él y ella eran solo dos rivales desde su nacimiento. Las cejas fruncidas, los ojos caídos y doloridos; Inmediatamente asumió que estaba realmente preocupada y trató de ayudarla incluso sabiendo que necesitaba dinero.
Con sus dedos hizo callar a Marta, sus dedos tocaron los labios de su Nana y la extrañaron. Marian regresó con su hermano y le habló:
── No, está bien. Me voy voluntariamente ... piensa en ella como la persona que es Adrian. Ella te crió y te dio su amor. Le robaste los mejores años de su vida como lo hice yo.
── ¿Qué? - Con una mirada incrédula la miró sin comprender y al mismo tiempo expresó lo sorprendido que estaba al escuchar la voz de su hermana después de tantos años.
── Ella se quedará aquí, esa es mi condición para irme... se lo debemos.
── ¿Así? ¡Que así sea! ¡Maravilloso! Tener que verte más es un calvario.
----- Lo sé- respondió ella.
Ella sonrió imitando a alguien con arrogancia sin dejar la elegancia de lado, como alguien que finalmente podía extender sus alas para volar. A pesar de ser una actuación única que no era típica de alguien como ella, parecía haber funcionado ya que los presentes la miraron con los ojos abiertos. Adrian que no dejó de mirarla le tembló los labios al reservar una lágrima. En su pequeña mente, no imaginaba que esta chica a la que odiaba pero también amaba lo abandonaría, él mismo estaba confundido por lo que quería hacer.
Marian tomó un par de amuletos que le había entregado el médico y que ese día especial su Nana la había obligado a usar. Él le sonrió con calma y con la ayuda de su propio cuerpo se levantó a pesar del hecho de que tan pronto como tocara el suelo su pierna se tambalearía.
----- ¡Marian Linda!
── Déjala, no la toques Nana. - Adrián amenazó tomado el brazo de Marta.
Marian sintió la fuerza de la única pierna que tenían debido por el esfuerzo de levantarse para irse, sintió que algo se deslizaba como algo liviano debajo de su pierna derecha y vio las vendas que antes eran blancas ahora estaban rojas goteando sangre.
Sin poder sentir el dolor, usó eso a su favor ejerciendo más fuerza para ponerse de pie; Paso ambos brazos debajo de cada amuleto y camino con un salto. Nadie la detuvo y escuchó el llanto de Marta, que le rogaba que la detuvieran. Miró los agujeros en los ataúdes casi llenos y agradeció que antes y después de la escena de su aún inmaduro hermano los trabajadores no hubieran dejado de hacer su trabajo para irse.
Caminando por un lado áspero lejos ya, se detuvo para descansar y también cuando sintió la mirada de alguien sobre ella, una silueta la miraba al final de la puerta con un vestido azul marino, la figura podría ser una mujer mayor a viéndola la mujer la miró antes de irse y se dio la vuelta sacudiendo la cabeza de lado a lado.
Marian observó sin cambios en su rostro, hasta que cruzó el umbral de la entrada del cementerio y su vista se convirtió en un panorama borroso que mezcló voces que nunca escuchó o recordó haber escuchado alguna vez.
*****
Cuándo llegaron a la gigantesca mansión pulida y pintada de un blanco crema, luces de cristal en el techo, un hermoso y ancho jardín con comodidades lujosas el vacío de Adrián solo creció más que antes. Rebuscó los cuadros familiares que aún estaban puestos delicadamente en las paredes. Teniendo diez años de edad le eran aún difícil comprender lo que había hecho y lloró tan pronto al ver la pintura de cuatro personas en posando en ella.
── Búsquenla... tráemela. - susurró Adrián a la persona detrás de él. El hombre fácilmente sacudió la cabeza de lado y mirándolo con tristeza se arrodilló ante él y sostuvo los hombros girando a su dirección el pequeño cuerpo, le entregó dos pequeñas amuletas con un pequeño collar con la figura plateada de una estrella, líneas curvadas eran reyenados con un hilo de oro con pequeñas gemas azules brillantes al rededor y en el centro de ella un cristal celeste "Marian B."
── Joven maestro, lamento esto. Sobre todo después de los señores pero, ahora es imposible traer a su hermana.
── ¿Qué? Marian no puede estar lejos, ¡Tráemela ahora!
── Después de que se fuera por sí sola la señorta Marta la buscó sin embargo al llegar a la puerta nadie estaba solamente ambas amuletas, revisando las cámaras de seguridad del local a unos pasos de cementerio no se la vio. Pero no debe preocuparse la policía la busca ahora.
Frank, el mayordomo de la mansión habló amable después de ver el semblante de chico, le preocupó y también la buscó momentos después al lado de Marta siguiendo el rastro de sangre que había dejado atrás pero ella no estaba ¿cómo podía desaparecer así?. Adrián lloró una vez más con desesperación sin entender si era felicidad o era todo lo contrario. Frank solo pudo abrazarlo palpando su espalda.
El dolor dentro de su cabeza lo marearón llevándose sus pequeñas manos a su cabeza cuando se separó de Frank. Éste lo noto y no tardó dar una señal para llamar a un médico.
Cómo una sinta de proyección casera una serie de imágenes y voces llegaron a la mente y sus oídos, sin entender lo que eran debido a bullicio externo e interno de su cabeza pudo ver a una mujer que le sonreía mostrado delicadeza y amabilidad ella abrió y extendió ambos brazos a él sin control Adrián caminó recibiendo una caluroso gesto en su cabeza.
── Deberás concentrarte más muchacho, ella está bien... créeme.
── pero, ¿en dónde está?
── Deberías disculparte por eso cuando la volverás a ver pero aún no.
── ¿Qué? ¡No! ¡espera!
*****
── ¡Atrápenla! ¡mierda!, ¡tienen una hora y media para traer de vuelta a Su Majestad! - Gritó con irritación en su voz, los otros caballeros al escucharlo no dudaron y corrieron aterrorizados hacia la puerta de salida para salir y rápidamente montaron los vehículos a gran velocidad.
Cruzaron el gigantesco palacio e inmediatamente las sirenas de los autos de la policía comenzaron a sonar fervientes, sin embargo, dentro del palacio imperial, justo en el borde de una ventana gigante, una silueta de un cuerpo masculino descansaba para ver mientras disfrutaba mientras bebía una copa entre
los dedos de sus manos; Detrás de él vino una mujer y le tocó el hombro suavemente.
Él la miró admirado la belleza de ella, piel blanca, una sedosa melena marrón muy clara--una que para él, la hacía ver más única dentro de todas las mujeres en el palacio o el Imperio -- los orbes de ella eran tan profundos y de un color celeste brillante que lo hipnotizaban. Habían muchas maravillas que el amaba de ella.
── Detente y déjala vivir.
── No puedo hacer eso, si ella vive ¿cómo podrías ser la Emperatriz? No pienso tolerar que tome su trono por más tiempo.
── ¿No es eso demasiado cruel?, sólo quiero tener un futuro contigo a mi lado sin nadie que me lo impida Alteza. Lo amo, pero ella es mi sangre ¿qué debería hacer?
── Nada, solo tienes que mantenerte a mi lado. No te dejaré ir tan libremente.
Al acercarse, tomó con las manos las mejillas de la mujer y la besó con necesidad y pasión que ella correspondió instantáneamente hundiendo sus dedos en el cabello negro de él, su sonrojo en el rostro lo deleitó cuando abrió los ojos por un breve momento.
Detrás de ellos, en unas de los cuartos secretos que nunca se dieron a conocer por órdenes del antiguo y fallecido príncipe heredero, ubicado como un pequeño cuarto debajo del suelo, la mujer cubrió la boca con las palmas de sus manos asustada, el sudor frío cayó resbalado por todo su cuerpo, Marian los miró con ojos llorosos, desconcertada por el hombre que aún amaba y sabia que él la mataría.
"¿De nuevo moriré? ¿cómo pasó?"
Esta era su segunda vida y, sin creer que la había malgastado nuevamente debido a su corazón patético, dejó caer la espalda sobre la madera de la pared, contrajo las piernas para cubrir su rostro manchado de lágrimas. En la primera vida, ella murió a manos de la espada de su padre, quien la mató fríamente sin considerar la sangre, "la sangre es más espesa que el agua", ¿era realmente cierto? Marian dudó, su segunda vida era esto; las banderas de la muerte que trajo su padre habían sido quitadas y ella no se preocupó por eso después de un tiempo, usó el conocimiento a su favor para convertirse en una hija impecable ante el Emperador y también para evitar la muerte de su hermano, pero, ¿por qué salió todo mal?
── Prometémelo, promete qué al regresar la Emperatr...
── Ex - Emperatriz, ella no lo será más.
Él la interrumpió y tragó el vino del vaso dejando por encima de la mesa la copa vacía y caminó hasta su espada, el ahora Emperador, sonrió con devoción al contemplar el reflejo brillante del reflejo.
── Odiaba la maldita sangre, después de todo.- dijo burlonamente, la mujer con sorpresa lo miró de vuelta pero no dijo nada más, solo observó al hombre que amaba ir a una pequeña caja de vidrio pulido y sin dudarlo la abrió. contra sus manos la corona de Royal que solo podía ser usada por la Emperatriz. Sus colores dorados y hermosos diseños con incrustaciones de piedras preciosas mostraron lo delicado pero también elegante y costoso que era.
La mujer abrió los labios con entusiasmo cuando la corona se colocó sobre su cabeza, él también la miró y le sonrió con amor.
Marian lo miró con odio, nunca lo tocó y solo pudo verlo en dos ocasiones, dos vidas en las que dos hombres que amaba le pusieron esa corona a la misma mujer. Apretó los puños con odio ... probablemente su error esta vez fue exactamente el mismo, pero entonces, ¿dónde estaba ese error?
Ella resopló por una respuesta única que paso dentro de la cabeza como una bombilla de luz al ser encendida.
"Mis sentimientos, eso... fue"
Sus malditos sentimientos eran la respuesta para Marian, le habían jugado una vez más, su hermano murió y ella nada pudo hacer, el reino que desde el principio quería gobernar ahora le fue arrancado para poner a alguien más y en cuánto a la magia que poseía; ahora era completamente imposible llegar a usarla debido a que ciegamente ella le había entregado todo a él.
"Mujer, estúpida"
"El destino es como un juego de ajedrez , depende de usted cuál casilla quiere tomar"
Marian actuó asustada y trató de gritar pero, para su sorpresa se encontró en un lugar totalmente distinto, en ella había un silencio agradable y acogedor, parecía ser el interior de algun edifico con un cielo lleno de colores.
── ¿Dónde estoy?
── "¿de verdad crees cambiar el destino?"
Buscó la voz alrededor del lugar y esta vez prestó atención al lugar donde ella estaba sentada. Una mesa en el medio y dos sillas blancas, una ocupada por ella, sus ojos alcanzaron la taza de té en el frente y cuando volvió a mirar la silla vacía, gritó cuando vio a una mujer, alguien exactamente mayor, que llevaba un elegante traje azul con Un sombrerito. Ella le sonrió y Marian regresó sin comprender.
── ¿Quién eres?
── Soy lo que digas que soy, entonces dímelo ¿por qué estás aquí?
── Y-Yo... no lo sé, q-quiero vivir.
── Y ... ¿qué harás para obtenerlo?
── Lo que sea, quiero ayudar a mi hermano, sí eres un dios entonces ¡por favor ayúdame! ¿Eres lo que yo crea, verdad? ¡Ayúdame a y mi hermano! -
lloró, estallando en llanto, sus piernas arrodilladas sobre el suelo frío implorando, detuvo sus palabras y las corrigió más tarde ── ¡Ayuda a mi hermano, el merece más!
── Ya veo, soy una deidad para ti Majestad. - cuándo ella le dijo eso, sus manos barrieron la mesa e indicó a Marian con un gesto y ella se levantó. Miraron la mesa que ahora brillaba para después de segundos mostró imágenes de una niña a lo que parecía ser estaba en un funeral.
── ¿Qué...? - preguntó
── Ella te ayudará si lo quieres es corromper el destino. ¿Estás de acuerdo? Te diré una vez que esta quizás sea la última vez en la que puedas volver y cuando lo hagas no deberás arrepentirte puesto que lo has decidido así. - la anciana le dijo mirándola sin pestañear, el corazón de Marian se contrajo debido al miedo sin embargo, si esa niña podía hacer lo que ella no podía ¿porqué no intentarlo?
── Acepto, lo haré.
── Interesate desición - . del espejo brillante salió un pequeño hilo de luz azul que atravesó su pecho invadiendo un dolor punzante, ella gimió y la sangre en las comisuras de sus labios salió, la sensación de cosquillas y el líquido metálico la ahogaron.
La mayor la miró y antes de desaparecer por completo le susurró: ── "Deberás pelear, ella y tu son las mismas, sin embargo, ella puede borrarte o tú terminarás borrandola"
La sangre y el dolor la devolvieron a la realidad, dudando de lo que había sucedido. Miró arriba y se encontró con un par de orbes rojos mirándola y fríamente retiró la espada de su pecho, aumentado así su dolor.
Sentío cada vez menos fuerza y sólo la vio, esa mujer a su lado con la corona puesta en su cabeza una vez más.
"Perdí una vez más" en lo que pudo pensar fue en la pequeña niña de cabellos negros y mirada perdida sentada en una silla de ruedas.