Quizás me aventure un poco y no entiendas lo que está ocurriendo pero no te preocupes te contaré todo desde el principio.
¿Qué tal si te hablo del día en el que lo conocí?
Siempre he teñido unos cuantos problemas en casa. Mis padres murieron cuando tenía 8 años y desde entonces he quedado a cargo de mi tía. Ella no me trata mal pero finge que no existo. Si, suele ser un poco fría pero lo asocio con el hecho de que soy la viva imagen de mi madre. Tengo su cabello, sus ojos, su boca. Creo que le resulta algo difícil verme. No la culpo.
Ella no tiene hijos/as así que yo soy lo más parecido a una. Es difícil no contar con su apoyo cuando me pasan cosas pero trato de entenderla. Aunque no es como que yo sea la mejor chica del mundo ni la más sumisa.
Confieso que a veces me escapo de casa para salir a fiestas donde el alcohol me hace perder hasta la última gota de conciencia. A veces me gusta escaparme de la realidad, lo admito. De vez en cuando me fumo uno que otro porro para no sentirme tan sola. Para poder sentirme bien conmigo misma porque se que lo qué pasó es mi culpa.
El timbre de mi teléfono me saca de mis pensamientos. Se trata de un mensaje de texto para invitarme a una fiesta y se trata de Cole, un chico que conocí en una fiesta y con el cual me he enrollado un par de veces. No mentiré, me ha empezado a atraer desde hace tiempo pero se que él solo busca un rato conmigo. No me hago ilusiones. Escribo una respuesta afirmativa y mando el mensaje para empezar a alistarme.
Me baño, cepillo mis dientes y salgo de la ducha. Optó por un maquillaje suave, no me gusta maquillarme mucho. Me pongo un vestido negro que resalta mis largas piernas y las pocas curvas que tengo. Aunque soy alta siempre me ha gustado ponerme tacones, y está vez no será la excepción. Me perfumo un poco antes de tomar mi bolso con mis cosas y la llave de mi Corolla 2010.
Cuando llego, una mezcla de alcohol, marihuana y vomito inunda mi sentido de olfato. Arrugo mi nariz y camino entre la sudorosa gente intentando buscar a Cole por todo los lados.
No acepto ninguno de los vasos que me ofrecen. Es una de mis reglas fundamentales. Llego al sitio donde se encuentran las bebidas y me sirvo algo de vodka. Unas manos se posicionan en mis caderas y una dulce colonia que conozco se hace presente.
— Te ves guapísima — dice. Sus labios rozan mi oreja y mi piel se eriza. Volteo para ver a Cole mirándome divertido.
—Tu tampoco te ves mal — intento sonar desinteresada cuando la verdad tengo un circo haciéndose notar en mi estomago.
Dicho esto, quita sus manos de mis caderas para poner una en mi mejilla y otra en mi nuca para jalarme hacia el y darme un suave beso.
Se separa, besa mi frente y se excusa para ir al baño. Asiento y vuelvo a quedarme sola.
Los minutos pasan y pasan. Cada vez estoy más ebria. Cole no ha llegado y la preocupación se hace presente en mi. ¿Le habrá pasado algo? ¿Necesitará mi ayuda? Las preguntas infinitas sobre qué le habrá pasado a Cole se hacen presentes. Al final voy como puedo a buscarlo. Mis pies parecen estar en el cielo, todo esta borroso y mi mente da vueltas.
Me paro para descansar un poco, y entonces lo veo: bailando con una chica, con una mano en su cadera y con la otra en su nuca besándola como me besaba a mi. Sentí mis ojos cristalizarse y el alma caerse a mis pies.
Soy una idiota.
No tengo conciencia de cómo ni cuando llegue al coche. Mire mi reflejo en el coche: rímel corrido, labios hinchados al igual que mis ojos que empezaron a ponerse rojos, y mi cabello hecho un desastre. No debería sentirme así, el puso los límites y yo los acepté, entonces, ¿por qué duele?
Encendí el coche y empecé a conducir hacia...no sé. No sabía a donde me dirigía, ni porque lo hacía borracha. Sabía los riesgos, sabía que podría sufrir un accidente aunque quizás eso era lo que quería. Morirme y volver a estar con mis padres. Limpie las lágrimas de mis mejillas y trate de controlar mi respiración.
De un momento a otro llegue a un lugar muy bonito. Un lugar con una vista preciosa. Era un mirador.
Aún con el desastre en el que estaba convertida baje del auto. No había ni un alma ahí o eso creía. Empecé a caminar en zig zag porque al parecer la gravedad ya no era parte de mi.
—Bonita noche, ¿no? —di un respingón cuando escuché una voz suave detrás de mi.
— Si, lo es — voltee para encontrarme con una imagen que jamás olvidaría.
Eras tu. Estabas usando una sudadera negra y un pantalón del mismo color. Tenías tus manos en los bolsillos del pantalón dándote un aire desinteresado y misterioso. Tenias tu cabello castaño desordenado y tus mejillas estaban un poco rojas. Tus ojos cafés me miraban con curiosidad mientras yo admiraba los lunares y pecas que adornaban tu cara y tu cuello.
— ¿Problemas? — asentí dándote la razón.
—¿Y tu?
— La ciudad se ve hermosa de noche y este es un buen lugar para admirarlo.
— Tienes toda la razón —reí. Tu esbozaste una sonrisa.
Eras guapo. No, eras guapísimo y aún así no parecías lo suficientemente bueno para compararte con Cole.
Oh, Cole.
La herida volvió a abrirse y con ella las lágrimas. Unos brazos cálidos me envolvieron. Genial, estaba llorando como una margarita en los brazos de un desconocido.
—Hueles a alcohol, ¿estuviste bebiendo y conduciendo? — preguntó con sumo interés. Me sentí una chica inmadura que no sabía lo que hacía.
—Si — sus músculos se tensaron. Soltó una risa amargada. Sus brazos dejaron de envolverme para colocarse en mis hombros y que quedara en mi campo de visión.
—No vuelvas a hacer eso. Podrías haber tenido un accidente. Te ayudaré a llevarte a casa.
—¿Y si quieres vender mis órganos por la Deep web? ¿Por qué debería confiar en ti? — él volvió a reír, esta vez con humor.
—No lo soy. Solo quiero ayudarte.
—Al menos dime tu nombre para saber a quien maldecir si algo malo me pasa.
—Soy John. Mucho gusto...
— Perla. Me llamo Perla.
—Ok, Perla, vamos.
Le di la dirección y pasamos todo el camino en silencio pero no uno incómodo. Parqueo mi coche en frente de mi hogar y me entrego las llaves.
—Todo tuyo—dijo refiriéndose al coche.
—Gracias—murmure avergonzada.
—No pasa nada. Nos veremos por ahí — me guiño un ojo.
Luego de que se fuera hice todo el esfuerzo del mundo en no caerme antes de llegar a mi cama, pero como yo soy yo, me caí en la alfombra de mi cuarto en donde me quedé dormida en una posición casi sobrenatural.