La paciencia es amarga, pero su fruto es dulce.
-Aristóteles.
Los días de entrenamiento eran muy tediosos, terminaba el día casi muerto, a veces casi con huesos rotos. Aquel día no fue la excepción, se nos pidió pelear puño a puño, todo iba bien hasta que me tocó pelear con Emil, que era conocido por su destreza y seriedad en combate, aunque siempre en un modo de compañeros. Era conocido por nunca perder algún tipo de competencia, era lo mejor de lo mejor.
Estábamos frente a frente sobre el tatami, junto a un instructor que estaba al mando de cada combate. Nos saludamos con un apretón de manos y lo miré con una sonrisa, como los amigos que éramos.
Los dos nos pusimos en posición, luego el instructor pitó su silbato dando inicio al combate. Al principio solo tuvimos pequeños roces, todo iba calmado cuando de pronto, llegó al gimnasio una hermosa chica rubia que era muy misteriosa y con quien nunca había podido entablar una conversación.
Verla me inspiró mucho, comencé a presionar más y más a Emil, mientras que él sólo podía defenderse de mis golpes.
Todos comenzaron a ver el combate, nadie podía creer que Emil estaba a punto de bajar la guardia, yo era el más sorprendido y mis nervios habían desaparecido por completo. Todo iba bien, pero cuando pensaba en darle el golpe de gracia, Emil logró tomarme por sorpresa y cuando me sometía, con una sonrisa me dijo: "Buen combate". Después, logró tirarme al tatami, con su pierna derecha sobre mi espalda y con sus dos manos sosteniendo mi brazo izquierdo.
Creí que sería suficiente eso, que el instructor iba a detener la pelea con Emil como vencedor, pero no acabó ahí, con sus dos brazos tomó mi mano y antes de que pudiera hacer algo me dislocó la muñeca.
De inmediato, solté un grito de dolor que se logró escuchar por todo el gimnasio, rápidamente Emil me soltó a la vez que se alejó de mí y caminó hacia un extremo del campo. Enfermeros vinieron de manera apresurada con una camilla, la pusieron en el piso y me ayudaron a subirme a ella mientras me quejaba de un intenso dolor en mi mano. Y cuando me llevaban a la enfermería, veía cómo todos miraban con decepción y a su vez con tristeza el suelo.
"El ganador de la pelea fue el agente cero nueve". Dijo el instructor declarando la victoria de Emil.
Los enfermeros me llevaron a la enfermería en poco tiempo, un doctor me acomodó la muñeca y me dijo que no era algo grave, pero que tendría que ir a chequeos cada cierto tiempo para revisarme. Finalmente, me fui con una muñequera puesta pero aún sentía un fuerte dolor. Cuando regresé al gimnasio vi que todos se habían ido, parecía que era la hora de descanso para todos. Salí del gimnasio y cuando iba rumbo al patio, escuché ligeramente la voz de Emil, di la vuelta al gimnasio y antes de que diera vuelta en la esquina, escuché reír a Emil un poco más fuerte, fue cuando me detuve y eché un pequeño vistazo. Emil y la hermosa chica rubia estaban sentados en una banca de piedra, junto a unas hermosas violetas.
Afortunadamente no escucharon mis pasos, así que podía espiarlos mientras no fuera descubierto.
-Entonces a partir de este momento serás mi confidente y mi pareja, obviamente en secreto- dijo seriamente Emil.
No podía creerlo, Emil tenía algo con esa chica, aunque ella es mucho mayor que él por más de cinco años, además de que estaba prohibido mantener una relación más allá que de compañeros entre nosotros.
-Sólo te atrae mi físico-decía la chica- no sabes cómo soy en realidad, ni siquiera sabes mi nombre real.
-Claro que me gusta tu cuerpo, no lo dudaría nunca, pero tengo una idea de cómo eres al verte, y también me encanta eso de ti. Y lo de tu nombre no es importante, pronto me lo dirás.
-Eres muy seguro de ti mismo, niño. Está bien, seré tu pareja, siempre y cuando cumplas tu promesa- dijo la chica.
-Y tu tienes que cumplir la tuya, pero, ¿cómo quieres que te llame?- preguntó Emil.
-Ponme un nombre.
-Está bien- dijo y se puso a pensar por algunos segundos- Será Leyna.
-De acuerdo- dijo Leyna con una sonrisa.
-Luego te diré lo que habrá que hacer, por mientras, espera órdenes. Nos vemos luego.
Emil se levantó de la banca y estiró sus piernas, se agachó un poco y le dio un beso en la mejilla a Leyna. De pronto sentí una sensación extraña por todo mi cuerpo, sentía rabia e impotencia, entendí que estaba celoso de Emil. Creo que siempre lo estuve. En algún punto todas las chicas que formaban parte del proyecto les atrajo Emil en todos los aspectos. Y no las culpo, Emil siempre era muy amable y carismático con todos nosotros.
Emil comenzó a caminar hacia donde estaba yo, mientras que yo intenté alejarme caminando de forma apresurada con la mirada hacia abajo. Cuando caminaba, pude escuchar unos pasos que se dirigían hacia y cada vez estaban más cerca.
-¡Markus!- gritó Emil con una sonrisa.
-¿Emile?- pregunté irónicamente. Me detuve y me acerqué un poco a la pared de ladrillos que estaba a un costado del camino.
-¿Cómo está tu mano?- preguntó con un poco de preocupación.
-Bien- decía un poco nervioso y con la mirada desviada, intentando evitar el contacto visual- No fue nada grave.
-La verdad lo siento mucho, me sobrepasé. Pero me alegro que no haya sido grave- decía Emil muy alegre-. Estabas espiándonos, ¿verdad?- preguntó con una sonrisa.
-No diré nada, Emil- dije con miedo.
-Tranquilo, no pasa nada. Pero gracias por aceptar eso sin que te lo haya pedido…... Es una hermosa chica, siento como si hubiera ganado la lotería- decía con una sonrisa- Me adelantaré, tengo algo que hacer. Hasta luego.
-Adiós.
Cuando se alejó, suspiré con un gran alivio. Si llegaba a reportar lo que vi, él podría haber desmentido fácilmente todo pues es de los favoritos. Lo mejor fue quedarme callado y hacer como si no hubiera visto nada.
Hasta el momento, tengo celos de Emil, todos se preocupan por él a pesar de todo lo que hace. Y Aún teniendo a una hermosa mujer como Leyna a su lado y después de su accidente, aprovechaba cada oportunidad que tenía para coquetear con otras soldados mucho mayores que él como si no tuviera pareja.
Que haya pasado lo de su pierna fue lo mejor que me pudo haber pasado, el dolor que sentía en su muslo era suficiente para alegrarme el día entero. Para muchos fue una lástima, pero para mí fue lo mejor y estoy harto de fingir que no.