Pudo escuchar la palabra "despedida" salir de los labios de la señora Davidson, sólo que con una voz extrañamente dulce, giró su cabeza para ver a su hermano susurrarla, este miró a otro lado como si nada hubiese pasado.
─ Dijiste eso porque... ─ Esperaba una respuesta algo nerviosa y confundida.
─ Pusiste una cara y... ─ Miró a su hermana antes de seguir hablando, pestañeó unas cuantas veces y siguió. ─ esa cara era claramente la de "voy a ser despedida si no me doy prisa".
─Vale... ─ Ella también pestañeó y miró a su hermano, él cual la miraba deseando que se diera cuenta, ─ Tengo que irme a trabajar. ─ si que tardó, su hermano suspiró derrotado por lo despistada que llegaba a ser su hermana a veces.
Eileen cogió una mochila casi vacía, su hermano la siguió con la mirada esperando que se diese cuenta de que todavía estaba en pijama. Esta no se dio cuenta y estaba dispuesta a salir. ─ Sigues en pijama.
Se quedó completamente quieta, estaba apunto de abrir la puerta e irse, se giró aún estando en el mismo sitio, ─ Tengo que irme a mi habitación ─ movió la cabeza en señal de aprobación para si misma. ─, gracias por recordármelo. No se que haría sin ti.
Su hermano volvió a seguirla con la mirada mientras se dirigía a su habitación, cuando se escuchó el sonido de la puerta cerrarse soltó un gran suspiro.
Minutos después llegó cambiada, sus pasos se escucharon un poco, lo que hizo que William se diera cuenta de que en cuestión de segundos se iría. Eileen cogió una pequeña mochila en la que puso un libro para distraerse cuando subiera al autobús, en los dos bolsillos pequeños colocó sus llaves y audífonos, antes de irse fue a la despensa de la cocina, su hermano estaba distraído jugando con sus dedos a que estos eran una bomba, o algo parecido. Abrió la pequeña puerta del armario evitando hacer el menor ruido posible, sacó un paquete de galletas silenciosamente, se mordió el labio inferior asustada y nerviosa, siempre fallaba en cerrarla, aunque evitó el ruido lo más que pudo se escucho.
William dejó de jugar, se quedó quieto sin mirarla, como estaba de espaldas Eileen no pudo ver la expresión de su rostro, la verdad es que estaba calmado y seguía así mientras se giraba para verla. ─ ¿Qué es lo qué estás haciendo?
─ E-es que... A los niños de mi trabajo les gusta... ─ No podía evitar tartamudear, aquel niño le intimidaba.
─ ¿Y por qué no se las compran sus padres?
Eileen se mordió el labio con la mirada baja. ─ Sus padres son muy estrictos con la dieta, incluso con la leche. ¿Me dejas llevármelas?
Su hermano asintió, si los padres de aquellos niños eran así se compadecía de ellos. Se imaginó que su madre le hiciera eso, sacudió la cabeza evitando pensar aquello. Su hermana soltó una risa al verle hacer eso, ella ya debía de saber que pensaba. William la miró, si, una mirada decía más que mil palabras.
─ Vete de una vez.
Se puso la mochila, caminó a la mesa buscando su teléfono y luego recordó que lo dejo donde ponían las llaves, dio unos pasos hacia la puerta que estaba casi al lado de esta, miró a su hermano esperando escuchar su voz diciéndole adiós. Los segundos pasaban, este no parecía querer hablar, estaba centrado en el vaso vacío, finalmente Eileen abrió la puerta para salir.
─Ten cuidado.
Eileen sonrió nada más escuchar esas palabras y no tardó en contestar. ─ Sabes perfectamente que me caeré en algún momento, o que me golpearé con alguna farola, o haré algún desastre con mi torpeza, posiblemente llegaré con un moretón, ─ una sonrisa extraña e ida se dibujo en sus labios ─ soy un peligro para mí misma.
─ En vez de preocuparme por ti debería preocuparme por la gente que caminará a tu lado... ¿Verdad?─ Sus cejas se levantaron, esa pregunta parecía que se la decía a si mismo más que a ella.
Ambos soltaron una pequeña risa y luego se escuchó como la puerta se cerraba, William no evitó poder soltar un suspiro.
***
La calle aún tenía unos pequeños charcos de la lluvia de la noche anterior, el suelo por lo menos ya no estaba tan húmedo, gracias a que hubo una buena mañana. Eileen aceleró sus paso mientras levantaba el brazo para ver el reloj de su muñeca, tenía media hora para llegar a la parada del autobús, subirse a el y llegar para que la señora Alison no la despidiese.
Caminó unos pocos minutos hasta la parada, esperó y en poco tiempo el autobús ya estaba ahí, subió y paso la tarjeta, llegó hasta un asiento cerca de la salida, quería sacar el libro que cogió pero no tenia ganas de leer, incluso aunque haya llegado a un parte interesante. Miró por la ventana como los coches pasaban por la carretera. La soledad no parecía ser mala para Eileen, pero en el fondo sentía que seguir así no le gustaría. Al final, se decidió a sacar el libro y continuar por donde lo había dejado, leyó por unos 20 minutos, al levantar la cabeza vio calles que reconocía perfectamente. Pulsó el botón para bajar corriendo e ir a la boca del metro.
Hizo casi lo mismo que en el autobús, al estar ya en el tren pasando paradas por unos minutos se bajó y fue directamente a las escaleras. Cuando salió el barrio en el que estaba era totalmente diferente, en ese lugar las casas eran además de grandes y bonitas más costosas, quizás el triple de lo que le costo a su madre comprar la suya. Volvió a caminar hasta llegar a una calle algo parecida a una urbanización, allí las casas eran muy parecidas pero con verjas o jardines diferentes. Menos mal que la casa de los Davidson era la segunda nada más entrar a la calle.
Ahora la cuestión era tocar o no tocar el timbre, optó por hacerlo, se preparó mentalmente para que cuando le abrieran la puerta ver de primeras la cara de enfado de la señora Alison, era normal ya que llegaba un poco tarde, por tercera vez.
Después de un suspiro levantó la mano pero la bajó al ver como la puerta se abría.
─ ¿Pensabas quedarte ahí mucho más tiempo? Venga, date prisa y entra. ─ No fingió hacer claro su tono de voz molesto. La señora se hizo a un lado dejando pasar a Eileen, su rostro estaba claramente molesto.
***
Una figura miraba la situación desde la ventana del piso de arriba, aquella situación le divertía, aunque en el fondo no la soportaba, ver a su madre de esa forma y que Eileen no se diera cuenta le enojaba mucho, odiaba como su madre era, odiaba ver que ella no la soportaba sin ni siquiera haber podido entablar una buena conversación con ella, ya que siempre su madre lo estropea sinceramente.
Puede que sea su jefa, pero la forma en la que la miraba y trataba era simplemente odio, un tonto odio.
***
─ Los niños están en su cuarto, Oliver y mi marido ya se fueron,─ Se calló por un segundo, esa era su famosa pausa que aunque fuera para felicitar algo, hacia dar miedo. ─ yo me iré ahora.
─ Oh..., si, si, claro. ─ Las palabras apenas le salían, tenía la mirada baja y tragaba saliva algo incómoda, ─ No volveré a llegar tarde. ─ sus ojos se levantaron por un momento. Se encontró con su mirada fría y rápidamente volvió a bajarlos.
─ Mira Eileen,─ Su pausa indicaba que lo siguiente sería una frase nada bonita, ─ no te despido porque te quieren mucho mis hijos, más que a mi incluso, sino ya estarías fuera desde hace mucho tiempo.
La señora Alison era una persona bastante arrogante por estar muy bien económicamente, serlo no tiene nada de malo, lo es malo es creerse más superior de lo que es.
Ella era aquella persona a la que a veces quieres estrangular pero que no puedes porque todavía amas tu vida lo suficiente para vivirla libremente y no entre rejas.
─ Eileen, ¿me estás escuchando?
─ Si, lo siento.
─ Bien, como decía, ya me voy. ─ Junto las manos y miró hacia las escaleras. ─ ¡Sebastián, Carlos, Eileen ya esta aquí!
─ Bueno, dejaré mis cosas. ¿Hay algo que quiera que haga?
Alison aún con las manos juntas giro un poco la cabeza para mirarla. ─ No, bueno, lava los platos si tienes tiempo, hoy no puede venir Clara.
─ Si, está bien. ─ Su mirada siguió a la señora que cogía el bolso que dejó en la pequeña mesa de la entrada. ─ Tenga un buen día.
─ No hagas mucho ruido y vigila bien a los niños. ─ Sin mirarla salió por la puerta.
Eileen fue al salón de la casa y dejó su mochila en un sillón, después se escuchó el sonido de unos pequeños pasos bajar las escaleras, eran los gemelos Davidson, aquellos niños eran tiernos, amables y educados, pues al pertenecer a una familia con dinero tenían que saber como comportarse.
─¡Hola, Eileen! ─La voz del pequeño Carlos hizo que una sonrisa se dibujara en el rostro de Eileen.
─¡Carlos! ¿Cómo estás? ─Antes de ser respondida otra voz igual a la del niño se hizo escuchar.
─Hola, Eileen. ─El otro gemelo la saludo con la mano y una gran sonrisa en la cara. ─ ¿Por qué llegas tarde?
─ Me perdí en el camino de la vida.
─ ¿Qué? ─ Carlos respondió por él y su hermano, su mirada era confusa, no sabía de qué hablaba de la vida y un camino.
─ Cuando veamos Naruto entenderán.
─ Pero no podemos ver la tele entre semana.
─ Tampoco los fines de semana. ─ Sebastián suspiró deprimido.
─ ¿Y ese suspiro? No te educaron así ─ . Anduvo despacio dando más miedo a sus hermanos y a Eileen que giraron la cabeza al escucharle. ─ A Alison no le hará mucha gracia saber que su hijo tiene malos modales.
El segundo hijo de los Davidson sonreía de forma arrogante, tenia 18 años, era más alto, con el pelo castaño y la piel clara, lo que hacía notar unas pequeñas y no muy oscuras ojeras en la parte baja de sus ojos.
Eileen soltó un suspiro de forma exagerada. ─ Creo que la culpa la tengo yo.
─ ¿Y cuándo no?
─ Estás aquí, ¿por qué no haces algo bien y cuidas a tus hermanos?
Adam chasqueó la lengua molesto. ─Yo no soy Oliver y no soy un niñero, además, ¿por qué debiera cuidar a estos niños?
En todas las palabras del chico se noto su molestia y enfado, no quería nada a sus hermanos o al menos no intentaba mostrar afecto hacía ellos.
─ Ya veo, ─Adam hizo un pausa y miró a sus hermanos y a Eileen. ─ ninguno tiene las suficientes agallas para enfrentarse a mi, Eileen la rara y los niños... ─ Otra pausa, mirarlos y fingió hacerlo con asco, sus labios pusieron una mueca de enfadada, frunció su ceño y entrecerró sus ojos. ─ No me atrevo a continuar la verdad, no merecéis mis palabras, ni siquiera mis insultos.
─ ¡Eres demasiado malo, tonto! ─ Sebastián gritó y luego salió corriendo en dirección a las escaleras para subir a su habitación.
Eileen pensaba en que poder decir antes de ir a por Sebastián, estaba realmente enojada, no le gustaba la forma en la Adam trataba sus propios hermanos, ella podía soportarlo ya que no lo tenía que cuidar a él, aunque se comportará como un niño pequeño, es más tenía un año más que ella, ¿no se supone que ya debería de haber madurado?
─ ¿No te tienes que ir ya? ─ Eileen cruzó los brazos molesta.
─ Si, tengo que ir a la biblioteca. ─ Su tono era sarcástico.
─ ¿A eso le llamas ir a hacer estupideces con el estúpido de Alejandro? ─ Sin esperar respuesta se fue a ver al niño que estaría llorando.
Adam miró al suelo sin decir nada.
Carlos que estuvo callado durante todo ese horrible momento habló casi llorando.
─ No soportas a mamá y eres igual que ella, que hipocresía. ─ Se notaba el miedo en su voz, ─ Pero, aún así se te quiere. ─ salió corriendo en la misma dirección que Eileen.
***
─ Sebastián... ¿Puedo pasar? ─ Eileen asomó la cabeza por el marco de la puerta.
─ Si. ─ El niño estaba tumbado en su cama boca abajo con la mirada en el cabecero con los ojos llorosos. ─ ¿Por qué no puedes ser mi hermana?
Eileen no respondió, caminó y se sentó en el borde de la cama, acarició su pequeña cabeza.
─ ¿Crees que sería una buena hermana para ti?
─ Pues claro que sí, siempre nos tratas bien y eres divertida, juegas con nosotros y eso él nunca lo hizo.
─ Ese es mi trabajo, cuidaros y trataros bien. ─ Eileen le dio la vuelta al niño.
─ Pero, ¿lo harías incluso aunque no lo fueras? ─ Sebastián la miró con los ojos un poco enrojecidos.
─ Sería extraño su fuéramos desconocidos, pero si lo haría. ─ Hizo una pequeña pausa para mirar a Sebastián con unos ojos tristes, luego lo abrazó. ─ Mira, es mejor que no sea tu hermana, y-yo ─ Eileen tenía la voz temblorosa. ─ no soy una buena hermana, no soy capaz de cuidar bien a mi hermano. ─ Se mordió el labio inferior y suspiró. ─ Lo siento, pero no sería, ni soy una buena hermana. ─ Sebastián la miró, vio como sus ojos derramaban lágrimas. ─ Soy horrible, soy la peor persona que conoces en este mundo. ─ Aguantó las lágrimas y siguió hablando. ─ No me querrías.
─ La peor persona es Adam, y aún así lo quiero. ─ El niño puso sus manos en las mejillas de su niñera. ─ También te puedo querer aunque seas horrible. ─ Se calló por un momento. ─ ¿Estás disculpas son para mí? ¿O son para tu hermano?
Y finalmente, volvió a llorar, lloró con ese nudo en la garganta mientras pensaba en las veces que abandonó a su hermano, la veces en las que no fue a verlo actuar con su clase, como en la actuación de Navidad, o la de San Valentín. Recordó como su hermano lo dejaba pasar y decía "A la próxima será".
Y ella simplemente respondía "Seguro".
***
¿Por qué? Se supone que él es Sebastián y no William, pero es que los veo y son tan parecidos.
─ Lo siento... Lo siento.... ─ Me aferré al abrazo de Sebastián. ─ Él... No lo merecemos y él no debería vivir con nosotras. Él merece una vida mejor. Una vida que no le puedo dar.
─ ¿Eileen? ¿ Por qué lloras? ─ La voz de Carlos me hizo volver a la realidad, solté a Sebastián y vi como Carlos se acercaba a nosotros con su expresión triste.
─ Vuestro hermano os quiere, estoy segura, ─ Pasé la manga de mi chaqueta por mis mejillas. Luego, sentí como dos manitas diferentes me agarraban cada mejilla.
─ Eres fea. ─ La dos voces que sonaban igual me hicieron reír, poco después sus risas también sonaron.
***
Pasaron unos segundos en silencio, no sabía por donde empezar, los gemelos querían saber como trataba a mi hermano. ¿Les digo así sin más que no le cuido por cuidarlos a ellos y ganar dinero por qué estoy en una mala economía? No, les haría sentir mal y capaz rompían sus huchas.
─ Yo no pasó mucho tiempo con mi hermano porque estoy cansada, ─ Hice una pequeña pausa y continué, ─ quizás no le trate mal pero es que a veces ni siquiera le hago caso, a él no le gusta eso aunque lo entienda, por eso, tal vez... ─ Elegí mis palabras con cuidado. ─ Quizás vuestro hermano está cansado...
─ ¿De nosotros? ─ Sebastián estaba apunto de volver a llorar.
─ No, no es eso, ─ Me mordí el labio inferior pensando cuidadosamente de nuevo en mis palabras. ─ vuestro hermano probablemente esté enojado y cansado de algo, no justifica que os trate mal, pero no lo hace porque os odie, lo hace porque esta mal emocionalmente.
─ Adam nos quería de pequeños, Oliver lo dijo.
─ Si, él era más pequeño en ese entonces. ─ Carlos continuó la frase de su hermano.
─ Habláis como si tuvieras 72 años más, igual que mi hermano. ─ Sonreí al pensar en él, ─ Tenéis la misma edad, os presentaré algún día de estos. ─ miré las sonrisas de los gemelos, verlos sonreír me encantaba.
─ Seguro que nos llevaremos genial. ─ Carlos habló emocionado.
─ ¿Se llama William, verdad? ─ Sebastián me miró.
Asentí con la cabeza y les empecé a hablar de él, de su forma de ser, de lo adorable y sarcástico que era, además de su gran amor por las galletas.
***
Ya son las ocho menos cuarto de la noche.
Es extraño que haya tenido la suerte de que el autobús viniera pronto, además de que esté tan vacío un sábado por la tarde. Al llegar a la tercera parada vi una rostro muy familiar. ¿Qué hacía ella aquí?
─ Eileen. ─ Su sonrisa de cansancio me hizo confirmar que volvió a trabajar mucho. ─ ¿Qué haces aquí? ¿Todavía no vuelves a casa? ─ Se sentó a mi lado cuando quité mi mochila.
─ Eso es lo que hago, ─ miré a mi madre confundida. ─ volver a casa. ¿Tú también vuelves?
Escuchar su risa hizo que me confundiera más, ¿no se suponía que tenía una cena con sus jefes? Seguía riéndose, aún un poco confundida me di cuenta de algo. Este no era mi autobús.
Solo para confirmar mi equivocación pregunté ─ ¿Este no es mi autobús, verdad?
─ No, cariño, te volviste a equivocar. ─ Continuaba riéndose, mientras que yo solté un suspiro.
Cuando dejó de reírse hablamos sobre nuestro día, me dijo los cansador que fue trabajar en la casa de una chica, la cual tenía una casa como un vertedero y ni hablar del baño.
─ Ya que te equivocaste... ─ Su tono era burlón y su sonrisa me hicieron mirarla. ─ Admite que eres despistada.
─ Eso ya lo admito siempre.
─ Bueno, ¿por qué no me acompañas a esta casa? Tú puedes recoger mis cosas y luego irte, o quedarte, como prefieras.
Lo pensé un poco, tardaría de todas formas. ─ Si, está bien, pero primero llamaré a Madison para que vaya a ver a William. ─ Saque mi teléfono y busqué su número.
─ Esa chica es muy buena con nosotros, vuelve a invitarla comer algún día.
Asintiendo llamé a Maddison. Uno tono, dos, tres...
***
─ Ja, ja, ja, me parto, muy gracioso. ─ Ni me molesté en ocultarle mi enfado a Thomas.
─ Maddi, por favor, admite que fue gracioso. ─ Seguía riéndose, ya tenía hasta la cara roja.
Cuando escuché mi teléfono sonar agradecí a los dioses que me sacaron de esta situación. Miré la pantalla, ver las letras "Eileen ⁓" me sacaron una sonrisa.
─ ¿Quién es? ¿Tu novio?
La voz que uso no tenía completo interés en saberlo, más bien me decía que se reía de mí diciendo en verdad que me moriría sola.
─ Cállate si no quieres que te estrangulé. ─ Cogí la llamada después de cambiar mi tono de voz enojado a uno dulce. ─ ¿Si? ¿Qué pasa mi querida Eileen?
─ ¿Maddi? ¿Y esa horrible voz?
─ ¿Tú también te vas a burlar? ─ Escuchar su risa después de mi pregunta me dio vida.
─ ¿Crees que podrías ir a ver a mi hermano? Lo dejé solo y pues...
─ ¿Me invitarás a comer?
─ A mi casa si, es más, mi madre quiere que vengas.
─ ¡Genial! La comida que hace está buenísima. ─Estaba apunto de salir cuando recuerdo a mi primo.
─ ¿Me quieres abandonar? ─ Su voz de niño pequeño me hizo alzar las cejas. ─ ¿Puede ir mi primo?
─ ¿A qué viene esa pregunta?
─ Muchas gracias, adiós Eileeen. ─ Eileen se despidió de mí después de también agradecerme.
Me iba a dar la vuelta para decirle a Thomas que se pusiera los zapatos, pero cuando levante la mirada ya estaba en la puerta con la chaqueta puesta y esperando para que nos vayamos, luego de decir que estaba listo la abrió y salió, no pude evitar reírme mientras cogía también mi chaqueta y las llaves.
***
─ Maddi irá con su primo. ─ Colgué y miré a mi madre, ella miraba como un grupos de amigos subía riéndose.
─ Dios... Que ganas de ver las Tortugas Ninja.
─ Me habría encantado que fuésemos ayer.
─ ¿Ayer fue el estreno?
─ Si.
─ ¡Debimos de haber ido!
─ Claro... Con los deberes que teníamos.
El grupo de amigos se quejaba pero luego se emocionaba por aquella película.
─ ¿Tortugas Ninja? ─ Mi madre me miró esperando que le explicase de que hablaban.
─ Si, una serie que pasaron a película, que va sobre tortugas que son ninjas. ─ No pudimos evitar reírnos las dos ante mí gran explicación.
Mi madre se calló y me miró. ─ ¿Por qué no vas al cine con tus amigos algún día?
Miré al grupo de antes, todavía hablaban de la película. ─ Quizás el próximos fin de semana pueda ir con Maddi.
─ ¿No tienes más amigos?
─ Si, pero con ella me llevó mejor. ─ La miré.
─ Normal, os conocéis desde pequeñas. ─ Pareció meterse en su mente recordando cuando era una niña.
Solo pude sonreír mientras miraba su expresión alegre.
***
─ Bien, ya llegamos. ─ Mi madre esperó a que también bajará. ─ Hay que caminar un rato, pero es soportable.
Asentí y empezamos a caminar en silencio. Pocos minutos después, me vi en frente de una gran urbanización, mucho más grande que la de la familia Davidson, está tenía una gran muro que recorría todas las casas, llegamos a una entrada que estaba cerrada por una gran verja negra, era evidente que dejaba pasar coches. Mi madre saludó al portero que seguía ahí, él le devolvió el saludo y nos dejo entrar, caminamos un poco otra vez hasta llegar a una casa grande de dos pisos y con un jardín precioso.
─ No te quedes embobada, entra. ─ Hizo un gesto para que la siguiera.
No dije nada, aún estaba impresionada por la gran casa, hasta que me dio un codazo. Antes de avanzar, me pareció ver una silueta negra correr, como ya estaba oscuro tal vez podría haber sido mi imaginación. No le di importancia y me acerqué a mi madre, la cual ya estaba en la puerta y tocando el timbre.
─ Saluda con la mano y ve directamente a mi habitación después, no te distraigas ni te caigas, mira al frente y mantén la boca cerrada que capaz babeas.
─ Mamá, no soy una niña. ─ Refunfuñé un poco.
─ Te recuerdo que te equivocaste de autobús.
Antes de responder una señora que parecía solo unos pocos años mayor que mi madre nos abrió. Tenía una sonrisa en su rostro poco maquillado, su pelo era de un color castaño oscuro que le llegaba a los hombros, llevaba puesta una camisa de botones de color negra, con una falda ajustada que le llegaba a las rodillas de color mostaza. Saludó a mi madre y luego me miró.
─ Por vuestro parecido diría que ella es tu hija. ─ Hizo una pausa tratando de recordar algo. ─ Si no me equivocó... Eileen.
─ Si señora Clara , es ella. ─ Mi madre la saludó también y luego me miró.
─ Mucho gusto. ─Sonreí, cuando me tendió la mano no pude evitar hacer desaparecer aquella sonrisa y acabé mordiendome otra vez el labio inferior. Cogí aire y le di la mano volviendo a sonreír.
─ Venga pasad las dos. ─ Se hizo a un lado dejándonos pasar. ─ Ir al comedor, mi marido ya terminó de cocinar y Lucas puso la mesa.
La casa estaba bien ordenada pero vacía, mientras mi madre hablaba con la señora de unos temas de una casa yo miré como en algunos rincones habían algunas cajas en las que ponía lo típico cuando alguien se mudaba, "frágil" y de quienes eran las cosas, me fijé más por un momento en una caja en la que ponía "Matt" el nombre me sonaba. Seguí mirando el interior, estaba limpio y se veía espaciosa. ¿Cómo pudo mi madre limpiar todo? La voz de alguien me sacó de mis pensamientos.
─ Helen, ¿qué tal estás?
Un hombre también un poco mayor, con los ojos oscuros, el cabello negro y bien vestido se acercó a mi madre, que ya estaba más adelante que yo.
─ Bien, siento mucho lo de su empleo. ─Mi madre cogió la mano que le tendió el hombre y después ambos se dieron dos besos en las mejillas.
─ Oh, no pasa nada, no es culpa tuya y todavía nos queda suficiente dinero. ─ El hombre se percató de mi presencia y me sonrió, ─ ¿Tu hija mayor? ─ Se acercó a mí y me tendió la mano.
─ Hola, mucho gusto, soy Eileen. ─ Sonreí y le devolví el saludo.
─ Clara, su parecido es impresionante y mira lo guapa que es. ─ Se acercó a su esposa y puso una mano en su hombro. ─ Además es educada.
─ Por favor, en está cena pásale algo de tu educación a nuestros hijos. ─ La mujer sonrió muy amablemente y los tres luego se empezaron a reír durante un momento.
─ Mi hija solo recogerá mis cosas y volverá a casa.
─ ¿Por qué? Debería quedarse a cenar, hay comida de sobra. ─ El paso si mirada de mi madre a mí.
─ Muchas gracias señor, pero mi hermano está solo en casa y quiero ir rápido.
─ ¿William? ─ La mujer respondió mirándonos a ambas.
Mi madre volvió hablar con aquella pareja, parecía que ellos si nos conocían y yo solo sabía una cosa de ellos, los odiaba.