Algo fallaba en el texto, en el relato. No fluía.
¿Eran las palabras, los nexos? ¿era la manera en que se pronunciaba en voz alta? ¿eran los espacios? ¿eran los párrafos? ¿eran las formas de las letras?
Si hubiera podido hacerlo, lo hubiera escrito en grande, enorme, que se notaran los sentimientos. Pero ya no tenía suficiente sangre para que se escribiera, ahora solo podía leerla.