Chapter 191 - 15 Ratificación

De: RadaghasteBellini%privado@presidéncia.br.gov A: PeterWiggin %privado @hegemon.gov

Sobre: Por favor considéralo cuidadosamente

Si tu objetivo es establecer la paz mundial, amigo mío, ¿por qué comienzas nuestra Constitución con un acto deliberado de provocación contra dos naciones ampliamente separadas, una de las cuales podría hacer caer sobre ti todo el peso del islam?

¿Va a fundarse la paz sobre la guerra después de todo? Y si no tuvieras a Julian Delphiki comandando a cien mil soldados africanos amigos, ¿lo intentarías?

* * *

De: PeterWiggin%privado@hegemon.gov

A: RadaghasteBellini%privado@presidéncia.br.gov Sobre: Tenemos que hacerlo realidad

La historia está repleta de cadáveres de intentos de Gobierno mundial. Debemos demostrar inmediatamente que somos serios, que somos capaces y que somos transformadores.

Y, sin Delphiki, seguiría tu más prudente consejo, porque no contaría con nuestras tropas africanas.

* * *

La ceremonia fue bastante simple. Peter Wiggin, Felix Starman, Klaus Boom y Radaghaste Bellini se presentaron en una plataforma en Kiyagi, Ruanda. No hubo ningún intento por atraer a multitudes de ciudadanos para que aplaudieran; tampoco hubo ningún tipo de presencia militar. El público estuvo formado íntegramente por periodistas.

Se proporcionaron copias de la Constitución sobre la marcha. Felix Starman explicó muy brevemente el nuevo sistema de gobierno; Radaghaste Bellini informó

acerca del mando militar unificado; Klaus Boom explicó los principios bajo los cuales podrían ser admitidas nuevas naciones al Pueblo Libre de la Tierra.

—No se admitirá a ninguna nación que no respete ya los derechos humanos, incluyendo un derecho al voto libre, adulto y universal. —Entonces dejó caer la bomba—. Tampoco requerimos que una nación haya sido ya reconocida por cualquier otra nación u otro conjunto de naciones, siempre y cuando cumpla nuestros otros requisitos.

Los periodistas murmuraron entre sí mientras Peter Wiggin se acercaba al estrado y en la pantalla, tras él, aparecía el mapa. Mientras iba nombrando cada país que había ratificado en secreto la Constitución, éstos se fueron iluminando en azul claro en el mapa.

Sudamérica mostraba las zonas más grandes de azul, con Brasil iluminando la mitad del continente, junto con Bolivia, Chile, Ecuador, Surinam y Guyana. En África el azul no predominaba tanto, pero coloreaba la mayoría de las naciones africanas que habían mantenido estabilidad y democracia durante al menos cien años: Ruanda, Bostwana, Camerún, Mozambique, Angola, Ghana, Liberia. No había dos naciones que tuvieran frontera común. Nadie pasó por alto el hecho de que Sudáfrica y Nigeria no participaban, a pesar de su largo historial de estabilidad y libertad; tampoco dejó nadie de advertir que ninguna nación musulmana estaba incluida.

En Europa, el mapa era aún más exiguo: Holanda, Eslovenia, Chequia, Estonia y Finlandia.

En el resto del territorio mundial el azul escaseaba. Peter había creído que las Filipinas estarían listas para el anuncio, pero en el último minuto el Gobierno había decidido esperar a ver. Tonga había ratificado la Constitución, y también Haití, la primera nación donde las habilidades de Peter habían sido puestas a prueba. Varias otras pequeñas naciones caribeñas también aparecían en azul.

—En cuanto sea posible —dijo Peter—, se celebrarán plebiscitos en todas las naciones que han ratificado. En el futuro, sin embargo, los plebiscitos precederán a la entrada de las naciones en el PLT. Mantendremos capitales en tres sitios: Ribeirão Preto, Brasil; Kiyagi, Ruanda y Rotterdam en Holanda. Sin embargo, puesto que el idioma oficial del PLT es el común y a pocas personas la pronunciación de Ribeirão Preto les resulta... cómoda...

Los periodistas se rieron, ya que ellos eran quienes habían tenido que soportar la dificultad de aprender a pronunciar las nasales portuguesas.

—... el Gobierno brasileño nos ha permitido amablemente traducir nombre de la ciudad por motivos de gobierno mundial. A partir de ahora, pueden ustedes referirse a la capital sudamericana de la PLT como Blackstream, «arroyo negro», en una sola palabra.

—¿Harán lo mismo con Kiyagi? —gritó un periodista.

—Puesto que puede usted pronunciar su nombre, no lo haremos —contestó Peter. Más risas.

Sin embargo, el hecho de que Peter aceptara la pregunta provocó una riada de preguntas más. Peter alzó las manos.

—Un momento, sean pacientes. Se callaron.

—Hay un motivo por el que hemos elegido el nombre de Pueblo Libre de la Tierra para nuestra Constitución en vez del de, digamos, Naciones Unidas.

Más risas. Todos sabían por qué no iba a ser utilizado ese nombre.

—Esta Constitución es un contrato entre ciudadanos libres, no entre naciones. Las antiguas fronteras serán respetadas mientras tengan sentido, pero cuando no lo tengan se harán ajustes. Y la gente que durante mucho tiempo ha sido privada de fronteras nacionales legalmente reconocidas y de autogobierno obtendrá esas cosas dentro del PLT.

Dos nuevas luces aparecieron, parpadeando en un azul más vivo. Una iluminó una gran porción de los Andes. La otra ocupó un trozo de Sudán suroccidental.

—El PLT reconoce de entrada la existencia de las naciones de Nubia, en África, y Runa, en Sudamérica. Se celebrarán plebiscitos inmediatamente y, si el pueblo de esas regiones vota por ratificar la Constitución, entonces el PLT actuará con vigor para proteger sus fronteras. Advertirán ustedes que parte del territorio de Runa ha sido ofrecido voluntariamente por las naciones de Bolivia y Ecuador en aceptación de uno de los términos para su entrada en el PLT. El Pueblo Libre de la Tierra saluda a los previsores y generosos líderes de esas naciones.

Peter se inclinó hacia delante.

—El PLT actuará con energía para proteger el proceso electoral. Cualquier intento de interferir en estos plebiscitos será considerado como un acto de guerra contra el Pueblo Libre de la Tierra.

Ahí quedaba lanzado el guante.

Las preguntas posteriores, como Peter esperaba, se centraron en las dos nuevas naciones cuyas fronteras incluían territorios que pertenecían a dos naciones que no habían ratificado la Constitución: Perú y Sudán. En vez de verse acosado a preguntas escépticas sobre el PLT, Peter ya había planteado de antemano lo serio que era eso. El tema del Perú era menos importante: nadie dudaba de la habilidad del PLT para aplastar a los militares peruanos. Más serio era lo de Sudán: un país musulmán que había jurado lealtad al califa Alai.

—¿Van a declarar la guerra contra el califa Alai? —preguntó un periodista de un servicio de noticias musulmán.

—No declaramos la guerra a nadie. Pero el pueblo de Nubia tiene una larga historia de opresión, atrocidades, hambruna e intolerancia religiosa debida al Gobierno de Sudán. ¿Cuántas veces en los doscientos últimos años ha conseguido la presión internacional que Sudán prometa cambiar de actitud? Sin embargo, los forajidos y criminales de Sudán interpretaron inmediatamente la sorprendente unificación del mundo musulmán por parte del califa Alai como un permiso para renovar su tratamiento genocida de los nubios. Si el califa Alai desea defender a los criminales de Sudán mientras que rechaza a los de la India, es su elección. Una cosa es segura: cualquier derecho que los sudaneses pudieran haber dicho tener sobre Nubia hace tiempo que ha expirado. El pueblo nubio, debido a las guerras y el sufrimiento, se ha unido en una nación que merece la categoría de Estado… y protección.

Peter terminó poco después la conferencia de prensa anunciando que Starman, Bellini y Boom celebrarían otras conferencias de prensa dos días más tarde en sus respectivos países.

—Pero las Fuerzas Armadas, la guardia fronteriza y los servicios de aduanas de estas naciones están ahora bajo el control del PLT. No existen el Ejército ruandés o el brasileño. Sólo el Ejército del PLT.

—¡Espere! —exclamó un periodista—. ¡No hay ningún «Hegemón» en toda esta Constitución!

Peter regresó al micrófono.

—Sí que lee rápido —dijo. Risas, luego silencio expectante.

—El cargo de Hegemón se creó para afrontar una emergencia que amenazaba toda la Tierra. Yo continuaré como Hegemón tanto por la autoridad que me confiere el haber sido inicialmente escogido para el cargo como con la autorización temporal del PLT, hasta que no exista ninguna amenaza militar contra el Pueblo Libre de la Tierra. Soy el último Hegemón y espero renunciar al cargo lo antes posible.

Peter se marchó de nuevo y, esta vez, ignoró las preguntas que le hacían a gritos.

* * *

Como esperaba, Perú y Sudán ni siquiera declararon la guerra. Como se negaban a reconocer la legitimidad del PLT y las nuevas naciones extraídas de su territorio,

¿contra quién iban a declararla?

Las tropas peruanas reaccionaron primero, dirigiéndose a los escondites conocidos del movimiento revolucionario Champi T'it'u'. Algunos estaban vacíos pero otros estaban defendidos por soldados ruandeses perfectamente entrenados. Peter se servía de los ruandeses de Bean para que las acciones no fueran interpretadas como otra guerra entre Brasil y Perú: tenía que ser el PLT defendiendo las fronteras de un Estado miembro.

Las tropas peruanas cayeron en trampas bien planeadas y se encontraron con fuerzas de tamaño apreciable cruzando sus líneas de suministro y comunicaciones.

Rápidamente se supo por todo Perú que los soldados ruandeses estaban mejor entrenados y mejor equipados que los peruanos... y que los dirigía Julian Delphiki. Bean. El Gigante.

La moral se vino abajo. Las tropas ruandesas aceptaron la rendición de todo el ejército peruano. El congreso de Perú inmediatamente votó de manera casi unánime el ingreso en el PLT. Radaghaste Bellini, como presidente provisional de la región sudamericana del PLT, rechazó su oferta, declarando que, por principio, ningún territorio se añadiría al PLT por medio de la conquista o la intimidación: «Invitamos a la nación de Perú a celebrar un plebiscito y, si el pueblo de Perú decide unirse al Pueblo Libre de la Tierra, le daremos la bienvenida para que se una a sus hermanos y hermanas de Runa, Bolivia, Ecuador y Chile.»

Todo hubo acabado en dos semanas, con plebiscito y todo: Perú ya formaba parte del PLT, y Bean y el grueso de las tropas ruandesas regresaron a África.

Como resultado directo de esta acción decisiva, Belize, Cayena, Costa Rica y la República Dominicana anunciaron que celebrarían plebiscitos sobre la Constitución.

El resto del mundo esperó a ver qué ocurría en Sudán.

* * *

Las tropas sudanesas estaban desplegadas ya por toda Nubia: habían entrado en combate con los «rebeldes» nubios que resistían el renovado impulso de imponer la Shari'ah a los cristianos y paganos de la región. Así que aunque había multitud de actos de desafío contra la proclamación de Peter del nuevo estatus de Nubia, no se produjo ningún cambio real.

Suriyawong, dirigiendo el cuerpo de elite del Ejército del PLT que Bean y él habían creado años antes y utilizado de manera efectiva desde entonces, llevó a cabo una serie de rápidas incursiones diseñadas para desmoralizar a las tropas sudanesas y aislarlas de sus suministros. Los silos de municiones y los arsenales fueron destruidos. Se quemaron convoyes. Pero como los helicópteros de Suri regresaban a Ruanda después de cada incursión no había nadie contra quien el ejército sudanés pudiera contraatacar.

Luego Bean regresó con el grueso de las tropas ruandesas. Burundi y Uganda le concedieron permiso para transportar su ejército por su territorio.

Como era de esperar, los sudaneses trataron de atacar al ejército de Bean dentro de las fronteras de Uganda, antes de que llegara a Nubia. Sólo entonces descubrieron que aquel ejército era una ilusión: no había nada que atacar más que un puñado de viejos camiones vacíos cuyos conductores huyeron al primer signo de peligro.

Pero era un ataque a territorio ugandés. Uganda no sólo declaró la guerra a Sudán, sino que también anunció un plebiscito sobre la Constitución.

Mientras tanto, el ejército de Bean ya había atravesado el Congo y estaba en Nubia. Y el cuerpo de choque de Suriyawong se apoderó de los dos aeródromos a los que habían regresado los aviones que habían formado parte del ataque al convoy señuelo. Los pilotos aterrizaron sin sospechar ningún problema, y fueron hechos prisioneros.

Los pilotos entrenados entre los soldados de Suriyawong inmediatamente despegaron de nuevo en aviones sudaneses y llevaron a cabo un bombardeo de demostración contra las defensas aéreas de Jartún. Y el ejército de Bean realizó ataques simultáneos contra todas las bases militares sudanesas de Nubia. Como no estaban preparadas para combatir a un verdadero ejército, las fuerzas sudanesas se rindieron o fueron derrotadas el mismo día.

Sudán llamó al califa Alai para que interviniera y descargara la cólera del islam contra las cabezas de los infieles invasores.

Peter celebró inmediatamente una conferencia de prensa.

—El Pueblo Libre de la Tierra no conquista. Las porciones musulmanas de Sudán serán respetadas y todos los prisioneros serán devueltos en cuanto tengamos el compromiso del califa Alai y del Gobierno sudanés de que reconocen Nubia como nación y como parte del Pueblo Libre de la Tierra. Las Fuerzas Aéreas Sudanesas serán devueltas a Sudán, junto con todas sus bases. Nosotros respetamos la soberanía de Sudán y de todas las naciones. Pero nunca reconoceremos el derecho de ninguna nación a perseguir un país sin Estado dentro de sus fronteras. En la medida en que esté dentro de nuestro poder, garantizaremos a esas minorías un Estado dentro de la Constitución del Pueblo Libre de la Tierra y defenderemos su existencia nacional.

»Julian Delphiki es comandante de todas las fuerzas del PLT en Nubia y las zonas ocupadas temporalmente de Sudán. Sería una tragedia si dos viejos amigos de la guerra contra los insectores, Julian Delphiki y el califa Alai, se enfrentaran en combate por un asunto tan ridículo como es que Sudan tenga o no derecho a continuar persiguiendo a quienes no son musulmanes.

Las negociaciones pronto redibujaron las fronteras, de modo que una porción importante de lo que Peter había declarado originalmente como Nubia siguió en territorio de Sudán. Naturalmente, él nunca había pretendido conservar ese territorio y los líderes nubios ya lo sabían. Pero fue suficiente para que el califa Alai pudiera justificarse. Al final, Bean y Suriyawong se dedicaron a devolver prisioneros y proteger los convoyes de no musulmanes que decidieron dejar sus hogares en territorio sudanés y encontrar otro hogar en su nueva nación.

Tras esta clara victoria, el PLT fue tan enormemente popular en el África negra que nación tras nación solicitaron celebrar un plebiscito. Félix Starman indicó a la mayoría de ellas que tenían que reformar primero su Gobierno interno para respetar los derechos humanos y celebrar elecciones libres. Pero los plebiscitos en las democracias de Sudáfrica, Nigeria, Namibia, Uganda y Burundi se celebraron

inmediatamente, y quedó claro que el Pueblo Libre de la Tierra tenía verdadera entidad como Estado intercontinental, con convincente poder militar y liderazgo seguro. Cuando Colombia aceptó las fronteras de Runa y solicitó formar parte del PLT, pareció inevitable que toda Latinoamérica y África subsahariana formasen parte del PLT más pronto que tarde.

Hubo movimiento en otras partes también. Bélgica, Bulgaria, Letonia, Lituania y Eslovaquia empezaron a planear sus propios plebiscitos, como hicieron Filipinas, las islas Fiji y la mayoría de las diminutas islas-nación del Pacífico.

Naturalmente las capitales del PLT se vieron inundadas de solicitudes por parte de minorías que querían que el PLT les garantizara su nacionalidad. La mayoría tuvieron que ser ignoradas. Temporalmente.

* * *

El día en que Sudán (muy presionado por el califa Alai) reconoció tanto Nubia como el PLT, Peter se sorprendió cuando la puerta de su despacho se abrió y entraron sus padres.

—¿Qué va mal? —preguntó Peter.

—Nada —dijo su madre.

—Hemos venido a decirte que estamos muy orgullosos de ti —dijo su padre. Peter sacudió la cabeza.

—Es sólo el primer paso de un camino largo. No tenemos aún ni el veinte por ciento de la población mundial. Y hará falta tiempo para integrar todas esas nuevas naciones en el PLT.

—Es el primer paso del camino adecuado —dijo su padre.

—Hace un año, si alguien hubiera hecho una lista de naciones y hubiera dicho que se unirían en una sola nación bajo una sola Constitución y entregarían el mando de sus Fuerzas Armadas al Hegemón... ¿alguien no se hubiera reído? —dijo su madre.

—Todo es gracias a Alai y Virlomi —respondió Peter—. Las atrocidades cometidas por los musulmanes en la India y la publicidad que Virlomi dio a esas acciones sumadas a todas las guerras recientes...

—Aterraron a todo el mundo —dijo su padre—. Pero las naciones que se unen al PLT no son las que tuvieron más miedo. No, Peter, fue tu Constitución. Fuiste tú: tus logros en el pasado, las promesas que hiciste sobre el futuro...

—Fueron los chicos de la Escuela de Batalla —dijo Peter—. Sin la reputación de Bean...

—Usaste las herramientas que tenías —dijo su madre—. Lincoln tenía a Grant. Churchill tenía a Montgomery. Es parte de su grandeza que no se sintieran celosos de sus generales y pudieran delegar en ellos.

—Así que no me convenceréis de lo contrario —dijo Peter.

—Tu lugar en la historia ya estaba asegurado por tu trabajo como Locke, antes de que te convirtieras en Hegemón —dijo el padre—. Pero hoy, Peter, te has convertido en un gran hombre.

Se quedaron en la puerta un instante.

—Bueno, eso es lo que hemos venido a decirte —dijo la madre.

—Gracias —respondió Peter.

Se marcharon, cerrando la puerta tras ellos. Peter volvió a sus papeles.

Y entonces se dio cuenta que no podía verlos porque las lágrimas le nublaban los ojos.

Se sentó y descubrió que estaba llorando. No, sollozando. En silencio... pero su cuerpo se sacudía como si acabara de liberarse de una terrible carga. Como si acabara de descubrir que su enfermedad terminal se había curado espontáneamente. Como si acabara de recuperar a un hijo largamente perdido.

Ni una sola vez en toda la conversación había dicho nadie la palabra «Ender» ni se había referido a él de ninguna manera.

Pasaron sus buenos cinco minutos antes de que Peter recuperara el control de sí mismo. Tuvo que levantarse y lavarse la cara en el pequeño cuarto de baño de su despacho antes de poder volver al trabajo.