Chapter 165 - 12 Apagando fuegos

De: Han Tzu

A: Tigre Nevado Sobre: Piedras

Me siento complacido y honrado por tener una vez más la oportunidad de ofrecer mi pobre consejo a su brillante magnificencia. Mi anterior consejo de ignorar las pilas de piedras en los caminos fue obviamente una tontería, y usted vio que sería un curso mucho más sabio declarar ilegal el llevar piedras.

Ahora una vez más tengo el glorioso privilegio de darle un mal consejo a quien no necesita consejo.

Aquí está el problema tal como yo lo veo:

1. Al haber declarado una ley contra llevar piedras, no se puede dar marcha atrás y revocar la ley sin mostrar debilidad.

2. La ley contra llevar piedras le pone a usted en posición de arrestar y castigar a mujeres y niños pequeños, actos que se filman y salen de contrabando de la India para gran vergüenza del Estado Universal del Pueblo.

3. Siendo tan extensas las costas de la India y tan pequeña nuestra Marina, no podemos impedir contrabando de esos vids.

4. Las piedras bloquean las carreteras, haciendo que el transporte de tropas y suministros sea impredecible y peligroso, y perturbando nuestros planes.

5. Las piedras apiladas reciben el nombre de «La Gran Muralla de la India» y otros nombres que las hacen parecer un símbolo de desafío revolucionario al Estado Universal del Pueblo.

Me puso usted a prueba al sugerir que sólo había dos posibilidades, que en su sabiduría sabía que nos conducirían a desastrosas consecuencias. Revocar la ley o dejar de aplicarla animaría a nuevos quebrantamientos de la ley. La aplicación estricta tan sólo creará mártires, inflamará la oposición, nos avergonzará delante de las ignorantes naciones bárbaras, y animará nuevos quebrantamientos de la ley.

Por pura suerte, no he suspendido su inteligente prueba.

He encontrado la tercera alternativa que ya vio usted:

Ahora veo que su plan es llenar camiones con fina grava y grandes piedras. Sus soldados irán a las aldeas que han construido estas nuevas y más altas barricadas. Colocarán los camiones marcha atrás hasta las barricadas y verterán la grava y las piedras delante de su montón, pero no encima.

1. El rebelde y desagradecido pueblo indio reflexionará respecto a la diferencia de tamaño entre la Gran Muralla de la India y la Grava y las Piedras de China.

2. Como habrá usted bloqueado todas las carreteras de entrada y salida a cada aldea, no conseguirán que ningún camión o autobús entre o salga de sus aldeas hasta que hayan retirado no sólo la Gran Muralla de la India, sino también la Grava y las piedras de China.

3. Descubrirán que la grava es demasiado pequeña y las piedras demasiado grandes para poder moverlas fácilmente. El gran trabajo que deberán emplear para despejar las carreteras será maestro suficiente sin tener que castigar a ninguna persona más.

4. Cualquier vid que salga de la India sólo mostrará que nosotros hemos hecho solamente con sus carreteras lo que ellos mismos hicieron voluntariamente, sólo que más. Y el único castigo que verán los extranjeros será a los indios recogiendo rocas y trasladándolas, que es precisamente lo que ellos mismos eligieron hacer en primer lugar.

5. Como no hay suficientes camiones en la India para apilar grava y piedras en más que en una pequeña fracción de las aldeas que han construido la Gran Muralla de la India, las aldeas que reciban este tratamiento deberán ser elegidas con cuidado para asegurarnos de que el máximo número de carreteras queden bloqueadas, interrumpiendo el tránsito de alimentos y artículos de comercio por toda la India.

6. También se asegurará de que suficientes carreteras queden abiertas para nuestros suministros, pero los puestos de control se establecerán lejos de las aldeas y en lugares que no puedan ser filmados desde lejos. No se permitirá el paso a ningún camión civil.

7. Ciertas aldeas que están pasando hambre recibirán pequeñas cantidades de comida que se lanzarán desde el aire por los militares chinos, que serán vistos como salvadores por traer comida a aquellos que sufren inocentemente a causa de las acciones de los rebeldes y desobedientes bloqueadores de carreteras. Proporcionaremos imágenes filmadas de estas operaciones humanitarias de nuestros militares a todos los medios de comunicación extranjeros.

Aplaudo su sabiduría al pensar en este plan le doy las gracias por permitir que alguien tan estúpido como yo tenga esta oportunidad de examina su forma de pensar y ver cómo convertirá nuestra vergüenza en una gran lección para el

desagradecido pueblo indio. A menos que, como la última vez tenga usted un plan que sea aún más sutil y sabio y que yo no he podido anticipar.

De este hijo que se postra a sus pies para aprender sabiduría,

Han Tzu

Peter no quería levantarse de la cama. Esto no le había sucedido jamás en la vida.

No, no era estrictamente cierto. A menudo no había querido levantarse de la cama, pero siempre lo había hecho. Lo que resultaba diferente hoy era que todavía estaba en la cama a las nueve y media de la mañana, aunque tenía prevista una rueda de prensa dentro de menos de media hora en la sala de reuniones del Hotel O. Henry en su ciudad natal de Greensboro, Carolina del Norte.

No podía achacarlo al jet lag. Sólo había una hora de diferencia horaria entre Ribeirao Preto y Greensboro. Sería una gran vergüenza si no se levantaba, así que se levantaría. Muy pronto.

No es que fuera a servir de nada. Podría, por el momento, seguir teniendo el título de Hegemón, pero había gente en muchos países con títulos como «rey» y

«duque» y «marqués» que sin embargo cocinaban o sacaban fotos o reparaban automóviles para ganarse la vida. Tal vez debería volver a la universidad con otro nombre y estudiar una carrera como la de su padre, y trabajar tranquilamente para una compañía en cualquier parte.

O podía ir al cuarto de baño, llenar la bañera y tumbarse y respirar el agua. Unos pocos momentos de pánico y mareo, y luego todo el problema desaparecería. De hecho, si se golpeaba muy fuerte en varias partes del cuerpo, podría parecer que había luchado con atacante y había sido asesinado. Incluso podrían considerarlo un mártir. Al menos la gente podría pensar que era lo bastante bueno para tener un enemigo que pensaba que merecía la pena matarlo.

Dentro de un minuto, pensó Peter, me levantaré y me daré una i ducha para no parecer dormido ante los periodistas.

Debería preparar una declaración, pensó. Algo del estilo de «no soy tan patético y estúpido como demuestran mis recientes acciones». O tal vez las palabras directas:

«Soy aún más patético y estúpido de lo que pueden indicar mis recientes acciones.»

Con su suerte, probablemente lo salvarían de la bañera, le harían la respiración artificial, y entonces alguien advertiría los cardenales de su cuerpo y la falta del asaltante y la historia de su patético es el fuerzo por hacer que su intento de suicidio pareciera un brutal asesinato se haría pública y su vida sería aún más indigna de lo que ya era.

Otra vez llamaron a la puerta. ¿No sabía leer la doncella el cartelito de «no molesten»? Estaba escrito en cuatro idiomas. ¿Era posible que fuera analfabeta en los cuatro? Sin duda también era analfabeta en un quinto.

Veinticinco minutos hasta la conferencia de prensa. ¿Me he quedado dormido otra vez? Eso estaría bien. Me quedé... dormido. Lo siento, he estado tan ocupado. Es un trabajo agotador entregarle a un asesino megalómano todo lo que he construido durante mi vida.

Knock knock knock. Menos mal que no me he matado, tantos golpes habrían

acabado con mi concentración y estropeado por completo la escena de mi muerte. Debería morir como Séneca, con un bonito discurso final. O como Sócrates, aunque eso sería más difícil, ya que no tengo cicuta pero sí tengo una bañera. Tampoco tengo cuchillas de afeitar. No tengo barba y no me hacen falta. Una señal más de que sólo soy un chaval estúpido a quien nunca tendrían que haberle permitido participar en el mundo de los adultos.

La puerta de su habitación se abrió y golpeó contra la barra de seguridad.

¡Qué escándalo! ¿Quién se atrevía a usar una llave maestra en su habitación?

¡Y no sólo una llave maestra! Alguien tenía la herramienta que abría la barra de seguridad y ahora su puerta estaba abierta de par en par.

¡Asesinos! Bueno, que me maten aquí en la cama, frente a ellos y no acobardado en un rincón suplicándoles que no disparen.

—Pobrecillo —dijo su madre.

—Está deprimido —dijo su padre—. No te burles de él.

—No puedo dejar de pensar en lo que tuvo que pasar Ender, combatiendo contra los fórmicos casi a diario durante semanas completamente agotado, y sin embargo siempre se levantaba y volvía a combatir.

Peter quiso gritarle. ¿Cómo se atrevía a comparar lo que él acababa de pasar con el legendario «sufrimiento» de Ender? Ender nunca había perdido una batalla,

¿no se le había ocurrido eso? ¡Y él acababa de perder la guerra! ¡Tenía derecho a dormir!

—¿Listo? Uno, dos, tres.

Peter sintió que todo el colchón se deslizaba de la cama hasta que cayó torpemente al suelo y se dio un golpe en la cabeza con el armazón del somier.

—¡Ay! —gimió.

¿No sería un noble epitafio que ser registrado para la posteridad?

¿Cómo encontró su final el gran Peter Wiggin, Hegemón de la Tierra (y, por supuesto, hermano de Ender Wiggin, santo salvador)?

Recibió una terrible herida en la cabeza cuando sus padres lo sacaron a rastras de la cama de su hotel la mañana siguiente a su ignominiosa huida de su propio complejo donde nadie lo había amenazado de ninguna manera y donde no había ninguna prueba de que existiera ninguna amenaza inminente hacia su persona.

¿Y cuáles fueron sus últimas palabras?

Una interjección, adecuada para que fuera grabada en su monumento. Ay.

—Creo que no vamos a poder llevarlo a la ducha sin tocar su sagrada persona

—dijo su madre.

—Me parece que tienes razón —dijo su padre.

—Y si lo tocamos, existe la posibilidad de que caigamos muertos en el acto. Otras personas tenían madres que eran compasivas, tiernas, recortantes,

comprensivas. Su madre era una bruja sarcástica que claramente lo odiaba y lo había odiado siempre.

—La cubeta para el hielo —dijo su padre.

—No hay hielo.

—Pero tiene agua.

Esto era una estupidez. El viejo truco de tírale-agua-al-adoles-cente-dormido.

—Marchaos, me levantaré en un par de minutos.

—No —dijo la madre—. Vas a levantarte ahora. Tu padre está llenando la cubeta. Se oye el agua correr.

—Vale, vale, salid de la habitación para que pueda quitarme la ropa y meterme en la ducha. ¿O esto es sólo un subterfugio para volver a verme desnudo? Nunca me

dejaste olvidar cómo solías cambiarme los pañales, así que al parecer ésa fue una etapa muy importante en tu vida.

Como respuesta, recibió el agua en la cara. No una cubeta llena, pero sí lo suficiente para empaparle la cabeza y los hombros.

—Lamento no haber tenido tiempo para llenarla —dijo su padre—. Pero cuando empezaste a hacerle rudas insinuaciones sexuales a mi esposa, tuve que usar el agua que tenía a mano para hacerte callar antes de que dijeras algo que me obligara a pegarte en esa cara de mocoso que tienes.

Peter se levantó del colchón y se quitó los calzoncillos que llevaba puestos.

—¿Es esto lo que habéis venido a ver?

—Por supuesto —dijo su padre—. Estabas equivocada, Theresa: sí que tiene pelotas.

—Pero no las suficientes, al parecer.

Peter se abrió paso entre ellos y cerró de golpe la puerta del cuarto de baño tras

él.

Media hora más tarde, después de mantener a la prensa esperando únicamente diez minutos de más, Peter subió solo al estrado situado en un extremo de la abarrotada sala de conferencias. Todos los periodistas empuñaban sus pequeñas cámaras, las lentes asomando entre los dedos de sus puños cerrados. Era la mayor atención que había tenido jamás en una rueda de prensa... aunque para ser justo nunca había celebrado una en los Estados Unidos. Tal vez allí todas eran así.

—Estoy tan sorprendido como ustedes por encontrarme hoy aquí —dijo Peter con una sonrisa—. Pero he de decir que me siento agradecido a la fuente que me proporcionó la información que me permitió escapar, junto con mi familia, del lugar que antes fue un refugio seguro, pero que acabó por convertirse para mí en el lugar más peligroso del mundo.

«También le estoy agradecido al gobierno de los Estados Unidos, que no sólo me invitó a establecer aquí las oficinas del Hegemón, de manera temporal, por supuesto, sino que también puso a mi disposición un generoso contingente del Servicio Secreto para asegurar la zona. No creo que sean necesarios, al menos no en tan gran número, pero claro, hasta hace muy poco no creía necesitar protección ninguna dentro del complejo de la Hegemonía en Ribeirao Preto.

Su sonrisa invitó a la risa, y la consiguió. Más bien una liberación de tensión que diversión real, pero eso valdría. Su padre lo había recalcado: haz que se rían de vez en cuando, para que todo el mundo se sienta relajado. Eso les hará pensar que tú estás relajado y confiado también.

—Mi información sugiere que los muchos empleados leales de la Oficina del Hegemón no corren ningún peligro, y cuando se establezca una nueva sede, invito a todos aquellos que quieran a continuar con su trabajo. Los empleados desleales, naturalmente, ya tienen otro empleo.

Otra risa: pero también un par de gruñidos audibles. La prensa olía a sangre, y no era ninguna ayuda que Peter pareciera (y fuese) tan joven. Humor, sí, pero no parezcas un chico chistoso. Sobre todo no parezcas un chico chistoso cuyos padres tuvieron que sacarlo a rastras de la cama esta mañana.

—No les daré ninguna información que comprometa a mi reciente benefactor. Lo que sí puedo decirles es esto: mi súbito e inconveniente viaje, esta disrupción en la Oficina del Hegemón, es completamente culpa mía.

Ya está. Eso no era lo que diría un chaval. Eso ni siquiera era lo que solían decir

los políticos adultos.

—Contra el consejo de mi comandante militar y de otros, traje a mi complejo al notorio Aquiles Flandes, por su propia petición y tras asegurarme su lealtad. Me advirtieron que no era de fiar, y creí esas amenazas.

»Sin embargo, creí ser lo bastante listo y cuidadoso para detectar cualquier traición por su parte con tiempo de sobra. Fue un fallo de cálculo por mi parte. Gracias a la ayuda de otros, no fue un fallo fatal.

»La desinformación que ahora llega de Aquiles Flandes en el antiguo complejo de la Hegemonía sobre mi supuesta malversación es, por supuesto, falsa. Siempre he hecho públicos los registros financieros de la Hegemonía. Las amplias listas de ingresos y desembolsos han sido publicadas cada año en las redes, y esta mañana he abierto todos los registros financieros de la Hegemonía, y mis propios registros personales, en un sitio seguro con la dirección "Revelación Financiera del Hegemón". A excepción de unos cuantos artículos secretos en el presupuesto, que cualquier analista militar podrá decirles que apenas es suficiente para explicar las pocas acciones militares de mi oficina en los últimos años, cada dólar tiene su explicación. Y sí, llevamos la contabilidad en dólares, ya que la moneda de la Hegemonía ha fluctuado ampliamente de valor, pero con una clara tendencia a la baja en los últimos años.

Otra risa. Pero todo el mundo escribía también como loco, y Peter pudo ver que esta política de revelación plena estaba funcionando.

—Además de ver que no se ha malversado nada de la Hegemonía—continuó Peter—, también se darán cuenta de que la Hegemonía ha estado trabajando con fondos extremadamente limitados. Ha sido un desafío, con tan poco dinero, conducir a las naciones del mundo para que se opongan a los designios imperialistas del llamado «Estado Universal del Pueblo»... también conocido como Imperio chino. Estamos enormemente agradecidos a esas naciones que han continuado apoyando a la Hegemonía de un modo u otro. En deferencia hacia algunas de ellas que desean que su contribución permanezca en secreto, hemos retenido unos veinte nombres. Pueden ustedes especular libremente sobre su identidad pero no diré ni sí ni no, excepto para asegurarles sinceramente que China no es una de ellas.

El mayor estallido de risa hasta el momento, y un par de personas incluso aplaudieron.

—Me escandaliza que el usurpador Aquiles Flandes haya puesto en cuestión las credenciales del ministro de Colonización. Pero si hubiera alguna duda sobre los planes de Flandes, el hecho de que ésta haya sido su primera acción debería decirles mucho sobre los planes futuros que alberga para todos nosotros. Aquiles Flandes no descansará hasta que todo ser humano quede bajo su total control O esté, naturalmente, muerto.

Peter hizo una pausa, miró el escaño como si tuviera notas allí aunque no las tenía.

—Una cosa que no lamento, sin embargo, de haber traído a Aquiles Flandes a Ribeirao Preto es que he tenido la oportunidad de medirlo como ser humano... aunque sólo en el sentido más amplio del término puedo incluirlo en esa categoría. Aquiles Flandes ha conseguido su poder en el mundo no con su inteligencia o su valor, sino explotando la inteligencia y el valor de otras personas. Organizó el secuestro de los niños que ayudaron a mi hermano, Ender Wiggin, a salvar la humanidad de los invasores alienígenas. ¿Por qué? Porque sabía que él mismo no tenía ninguna esperanza de gobernar el mundo si alguno de ellos trabajara en contra suya.

»El poder de Aquiles Flandes procede de la predisposición de los demás para

creer sus mentiras. Pero sus mentiras ya no le traerán nuevos aliados como hicieron en el pasado. Ha empujado su carrito hasta China y empuja a China como un buey. Pero le he oído reírse de los pobres idiotas del gobierno chino que creen en él, bur- lándose de sus insulsas ambiciones, cuando me dijo lo indignos que eran para que guiara sus asuntos.

»Sin duda mucho de todo esto era simplemente parte de su intento para convencerme de que ya no trabajaba con ellos. Pero su ridículo era de nombre y muy específico. Su desprecio hacia ellos era genuino. Casi sentí lástima por ellos....

porque si su poder se consolida alguna vez y ellos no tienen ninguna utilidad para él, pronto verán lo que yo vi.

»Por supuesto, también me desprecia a mí, y si se está riendo de mí ahora mismo, sólo puedo estar de acuerdo con él. He sido burlado, señoras y señores. En eso, me uno a una distinguida compañía, algunos de los cuales perdieron el poder en Rusia después de los secuestros, algunos de los cuales sufren ahora como prisioneros políticos después de la conquista china de la India, y algunos de los cuales incluso ahora están arrestando a gente en la India por. cargar piedras.

»Sólo espero que yo sea la última persona en pensar de forma tan tonta y estúpida que Aquiles Flandes puede ser controlado o explotado para servir a un propósito superior. Aquiles Flandes sólo sirve a un propósito: su propio placer. Y lo que le place. sería gobernar sobre cada hombre, mujer y niño de la especie humana.

»No fui un loco cuando consagré la Hegemonía a oponerse a los actos imperialistas del gobierno chino. Ahora, por culpa de mis propios errores, el prestigio de la Hegemonía se ha visto reducido temporalmente. Pero mi oposición a la opresión a la que el Imperio chino somete a más de la mitad de la población mundial no ha dis- minuido. Soy el enemigo implacable de los emperadores.

Fue un momento tan bueno como cualquier otro para hacer una pausa.

Peter inclinó brevemente la cabeza para agradecer los amables aplausos. Alguien en la multitud aplaudía de manera más que amable... pero también fue consciente de que había gente que no aplaudía.

Las preguntas empezaron entonces, pero como él se había acusado a sí mismo desde el principio, las contestó sin problemas. Los periodistas trataron de conseguir más información sobre la fuente que le había dado el soplo y sobre el contenido del mismo, pero Peter simplemente respondió:

—Si dijera algo más sobre este asunto, alguien que ha sido amable conmigo sin duda moriría. Me sorprende que lo pregunten siquiera.

Después de la segunda vez que repitió esto mismo, palabra por palabra, nadie volvió a hacer esa pregunta.

En cuanto a las preguntas que eran meramente acusaciones veladas, Peter se mostró de acuerdo con todos aquellos que implicaron que había sido un idiota. Cuando le preguntaron si había demostrado ser demasiado estúpido para detentar el puesto de Hegemón, su primera respuesta fue una broma.

—Cuando acepté el cargo por primera vez me dijeron que al aceptarlo demostraba que tenía demasiado poco seso para servir.

Risas, por supuesto. Y entonces dijo:

—Pero he intentado utilizar ese cargo para servir a la causa de la paz y el autogobierno para toda la humanidad, y desafío a cualquiera a que demuestre que he hecho otra cosa que no sea avanzar en esa causa cuanto ha sido posible con los recursos que tenía.

Quince minutos más tarde, pidió disculpas por no tener más tiempo.

—Pero por favor mándenme correos electrónicos con cualquier otra pregunta

que tengan, y mi personal y yo intentaremos responderlas a tiempo para su publicación. Una última cosa antes de marcharme.

Todos guardaron silencio, esperando.

—La futura felicidad de la especie humana depende de las buenas personas que quieren vivir en paz con sus vecinos, y que están dispuestas a proteger a sus vecinos de aquellos que no quieren la paz. Yo sólo soy una de esas personas.

»Probablemente no soy la mejor de ellas, y espero ante Dios no ser la más lista. Pero da la casualidad de que soy la única a quien se ha confiado el cargo de Hegemón. Hasta que mi mandato expire o sea legítimamente sustituido por las naciones que han apoyado la Hegemonía, continuaré sirviendo en ese puesto.

Más aplausos... y esta vez Peter se permitió creer que podría haber verdadero entusiasmo en ellos.

Volvió agotado a su cuarto.

Sus padres estaban allí, esperando. Se habían negado a acompañarlo.

—Si tus padres están contigo —le había dicho su padre—, entonces será mejor que ésta sea la rueda de prensa donde presentes tu dimisión. Pero si pretendes permanecer en el cargo, entonces baja solo. Sólo tú. Nada de personal. Ni padres. Ni amigos. Ni notas. Sólo tú.

Su padre había tenido razón. Y su madre también. Ender, bendito fuera su pequeño corazón, era el ejemplo que tenía que seguir. Si pierdes, pierdes, pero no te rindes.

—¿Cómo fue? —preguntó su madre.

—Bastante bien, creo. Acepté sus preguntas durante quince minutos, pero empezaban a repetirse o a salirse por la tangente, así que les dije que me mandaran por correo electrónico cualquier nueva pregunta. ¿Apareció en el vid?

—Le echamos un vistazo a treinta emisoras de noticias —dijo padre—, y las veinte redes principales o así, y en la mayoría salió en directo.

—¿Entonces lo visteis?

—No, estuvimos zapeando —contestó su madre—. Pero lo que vimos parecía bien. No pestañeaste. Creo que has salido fortalecido.

—Ya veremos.

—A la larga —dijo su padre—. Vas a pasar un par de meses terribles. Sobre todo porque puedes contar con que Aquiles no ha agotado su carcaj todavía.

—¿Analogía con arcos y flechas? Mira que eres viejo. Todos se rieron ante su chiste.

—Mamá. Papá. Gracias.

—Lo único que hicimos —dijo su padre—, fue lo que sabíamos que mañana habríamos deseado que hubiéramos hecho hoy.

Peter asintió. Entonces se sentó al borde de la cama.

—Tío, no puedo creer que fuera tan tonto. No puedo creer que no escuchara a Bean y a Petra y a Suri y...

—Y a nosotros —apuntó su madre.

—Y a vosotros y a Graff.

—Confiaste en tu propio juicio —dijo su padre—, y eso es exactamente lo que tienes que hacer. Te equivocaste esta vez, pero no te has equivocado con frecuencia, y dudo que vuelvas a equivocarte así jamás.

—Por el amor de Dios, no empieces a pedir votaciones sobre tus decisiones — dijo su madre—. O a estudiar encuestas de opinión o tratar de adivinar cómo se verán

en la prensa tus acciones.

—No lo haré —dijo Peter.

—Porque, verás, eres Locke —dijo su madre—. Ya terminaste una guerra. Después de unos cuantos días o semanas, la prensa empezará a recordarlo. Y eres Demóstenes: tienes seguidores bien fervorosos.

—Tenía.

—Vieron lo que esperaban de Demóstenes. No te acobardaste, no pusiste excusas, aceptaste la responsabilidad que te merecías y negaste las acusaciones que eran falsas. Expusiste tus pruebas...

—Ése fue un buen consejo, papá, gracias.

—Y mostraste valor —dijo su madre.

—¿Al huir de Ribeirao Preto antes de que nadie me pusiera quiera la vista encima?

—Al levantarte de la cama. Peter sacudió la cabeza.

—Entonces mi valor no es más que valor prestado.

—Prestado no. Almacenado. En nosotros. Como un banco Hemos visto tu valor y te hemos guardado una parte cuando temporalmente te quedaste sin él y necesitaste recuperarlo.

—Llámalo problema de liquidez, eso es lo que fue —dijo su padre.

—¿Cuántas veces más vais a tener que salvarme de mí mismo antes de que todo este drama siga su curso? —preguntó Peter. —Creo que... seis veces —dijo su padre. —No, ocho.

—Creéis que sois divertidos. —Mm-hm. —Sí. Llamaron a la puerta.

—¡Servicio de habitaciones! —dijo una voz desde fuera. Su padre llegó a la puerta con dos rápidas zancadas. —¿Tres zumos de tomate? —preguntó.

—No, no, nada de eso. El almuerzo. Bocadillos. Un cuenco de helado.

Incluso con esa seguridad, su padre se hizo a un lado de la puerta y la abrió todo lo que permitía la barra de seguridad. Nadie disparó ninguna arma, y el tipo con la comida se echó a reír.

—Oh, a todo el mundo se le olvida quitarla, pasa todo el tiempo.

Su padre abrió la puerta y se apartó lo suficiente para asegurarse de que no había nadie más en el pasillo esperando para seguir al servicio de habitaciones al interior.

Cuando el camarero salía por la puerta, Peter se dio la vuelta para dejarle paso, justo a tiempo de ver a su madre guardar una pistola en el bolso.

—¿Desde cuándo empezaste a hacer las maletas? —le pregunto.

—Desde que tu jefe de seguridad informática resultó ser un buen amigo de Aquiles.

—¿Ferreira? —preguntó Peter.

—Ha estado diciéndole a la prensa que instaló un programa espía para averiguar quién estaba malversando fondos, y se sorprendió al descubrir que eras tú.

—Oh. Naturalmente, dieron una rueda de prensa contraria a la mía.

—Pero casi todo el mundo transmitió la tuya en directo y la suya sólo en extractos. Y todos siguieron al clip de Ferreira con una repetición de tu anuncio de que ibas a colgar los registros financieros de la Hegemonía en las redes.

—Apuesto a que nos cargamos el servidor.

—No, todas las organizaciones de noticias lo clonaron primero.

Su padre había terminado de firmar su conformidad con la comida y el camarero

se marchó. Volvió a cerrar la puerta.

—Vamos a comer —dijo—. Que yo recuerde, aquí siempre daban unos almuerzos magníficos.

—Es bueno estar en casa —dijo su madre—. Bueno, no en casa, pero sí en la ciudad, al menos.

Peter dio un bocado y estaba bueno.

Ellos habían ordenado exactamente el bocadillo que él habría ordenado, así de bien lo conocían. Sus vidas estaban realmente concentradas en sus hijos. Él no podría haber ordenado sus bocadillos.

Tres platos en el carrito que había traído el camarero. Tendrían que haber sido cinco.

—Lo siento —dijo.

—¿El qué? —preguntó su padre, con la boca llena.

—Ser el único hijo que os queda en la Tierra.

—Podría ser peor —dijo su padre—. Podría no haber ninguno. Y su madre extendió la mano y le acarició la suya.