Chapter 159 - 6 Hospitalidad

De: Flandes%A-Heg@ldi.gov

Para: mpp@administrador@prision.hs.ru Sobre: Fondos para prisioneros ldi

La oficina del Hegemón agradece que continúen reteniendo a los prisioneros acusados de crímenes contra la Liga para la Defensa Internacional, a pesar de la falta de presupuesto. Las personas peligrosas deben continuar retenidas durante todo el período de sus sentencias. Ya que la política de la LDI fue distribuir a los prisioneros según el tamaño y los medios de los países guardianes, además del origen nacional de los prisioneros, pueden estar seguros de que Rumania no tiene más que la parte de prisioneros que le corresponde. A medida que vayamos disponiendo de fondos, el coste del mantenimiento de los prisioneros será reembolsado por prorrateo.

Sin embargo, puesto que la emergencia internacional original ha terminado, los tribunales o supervisores de prisiones de cada nación guardiana pueden decidir si la(s) ley(es) internacional(es) que cada prisionero de la LDI violó sigue(n) en vigor según las leyes locales. Los prisioneros no deben ser retenidos por delitos que ya no son delito, aunque la sentencia original no se haya cumplido.

Las categorías de leyes que no pueden aplicarse incluyen restricciones de investigación cuyo propósito fuera político en vez de defensivo. En particular, la restricción contra la modificación genética de embriones humanos fue diseñada para mantener a la liga unida frente a la oposición de naciones musulmanas, católicas y otras tendencias de «respeto-ala- vida» ,y como quid pro quo para aceptar las restricciones familiares. Los prisioneros convictos bajo esas leyes deben ser liberados sin prejuicios. No obstante, no tienen derecho a recibir compensaciones por el tiempo cumplido, ya que fueron encontrados legítimamente culpables de delitos y su condena no se revoca.

Si tienen alguna duda, no duden en preguntar. Sinceramente,

Aquiles de Flandes, Ayudante del Hegemón

Cuando Suriyawong sacó a Aquiles de China, Peter sabía exactamente qué pretendía hacer con él.

Lo estudiaría mientras lo considerara inofensivo, y luego lo entregaría a, digamos, Pakistán para que lo juzgaran.

Peter se había preparado muy cuidadosamente para la llegada de Aquiles. Todos los terminales informáticos de la Hegemonía tenían ya rastreadores instalados, registrando cada golpe de tecla y tomando fotos de cada página de texto e imagen desplegada. La mayoría era descartada después de un breve período de tiempo, pero todo lo que Aquiles hiciera era conservado y estudiado, como medio para seguir todas sus conexiones e identificar a sus redes.

Mientras tanto, Peter le ofrecería encargos y vería qué hacía con ellos. No había ninguna posibilidad de que, ni siquiera por un instante, Aquiles actuara en beneficio de la Hegemonía, pero podría ser útil si Peter lo sujetaba en corto. El truco sería sacarle la máxima utilidad posible, aprender cuanto fuera posible, pero luego neutralizarlo antes de que pudiera ejecutar la traición que, sin duda, estaría preparando.

Peter había jugueteado con la idea de mantener a Aquiles encerrado durante algún tiempo antes de dejarlo formar parte de las operaciones de la Hegemonía. Pero esas cosas sólo eran efectivas si el sujeto era susceptible a emociones humanas como el miedo y la gratitud. Sería inútil con Aquiles.

Así que en cuanto tuvo oportunidad de lavarse después de volar a través del Pacífico y los Andes, Peter lo invitó a almorzar.

Aquiles aceptó, por supuesto, y sorprendió a Peter al no hacer ningún tipo de comentario. Le dio las gracias por haberlo rescatado y por el almuerzo virtualmente en el mismo tono: de manera sincera pero no extravagantemente agradecida. Su conversación fue informal, agradable, a veces divertida pero sin buscar nunca a propósito el humor. No mencionó los asuntos mundiales, las guerras recientes, por qué lo habían detenido en China, ni siquiera una sola pregunta sobre por qué Peter lo había rescatado o qué planeaba hacer ahora con él.

No le preguntó a Peter si iban a juzgarlo por crímenes de guerra.

Y sin embargo no parecía evadir nada. Parecía como si Peter sólo tuviera que preguntarle cómo fue traicionar a la India y subvertir Tailandia para que todo el sur de Asia cayera en sus manos como una papaya, y Aquiles contara varias anécdotas interesantes al respecto y luego pasara a discutir sobre el secuestro de los niños del grupo de Ender en la Escuela de Mando.

Pero como Peter no sacó el tema, Aquiles modestamente se abstuvo de comentar sus logros.

—Me preguntaba —dijo Peter—, si querrías tomarte un descanso en el trabajo por la paz mundial, o si te gustaría echar una mano aquí.

Aquiles no pestañeó ante la amarga ironía, pero en cambio pareció aceptar literalmente las palabras de Peter.

—No sé de qué valdría —dijo—. Últimamente he sido algo así como un

orientalista, pero tendría que decir que la posición en que tus soldados me encontraron demuestra que no fui muy bueno.

—Tonterías —respondió Peter—, todo el mundo comete un error de vez en cuando. Sospecho que tu único error fue tener demasiado éxito. ¿Es el budismo, el taoísmo o el confucianismo el que enseña que es un error hacer algo a la perfección, porque provocaría resentimiento, y por tanto no sería perfecto después de todo?

—Creo que fueron los griegos —dijo Aquiles—. La perfección provoca la envidia de los dioses.

—O los comunistas —dijo Peter—. Corta la cabeza de cualquier hoja de hierba que sobresalga del resto del césped.

—Si crees que tengo algún valor, me gustaría hacer lo que esté dentro de mis habilidades.

—Gracias por no decir «mis pobres habilidades» —dijo Peter—. Los dos sabemos que eres un maestro en el gran juego, y yo, para empezar, nunca he pretendido enfrentarme a ti en ese juego.

—Estoy seguro de que ganarías de calle.

—¿Por qué piensas eso? —dijo Peter, decepcionado ante lo que parecía, por primera vez, un halago.

—Porque —dijo Aquiles—, es difícil ganar cuando tu oponente tiene todas las cartas.

No era ningún halago, sino una evaluación realista de la situación.

O... tal vez era adulación después de todo, porque naturalmente que Peter no tenía todas las cartas. Aquiles casi con toda seguridad tenía montones de ellas esperando el momento de cogerlas.

Peter encontró que Aquiles podía ser muy encantador. Había en él algo parecido a la reticencia. Caminaba bastante despacio (quizás una costumbre originada antes de que la cirugía arreglara su pierna lisiada), y no hacía ningún esfuerzo por dominar una conversación, aunque tampoco era incómodamente silencioso. Era casi inclasificable. Encantadoramente inclasificable, ¿era posible algo así?

Peter almorzaba con él tres veces a la semana y le hacía diversos encargos. Le dio un membrete y una identidad en la red que le nombraba «Ayudante del Hegemón», pero naturalmente eso sólo significaba que, en un mundo donde el poder del Hegemón consistía en los pocos restos de unidad que había obligado al mundo durante las Guerras Fórmicas, a Aquiles le habían otorgado la sombra de una sombra de poder.

—Nuestra autoridad —le recalcó Peter en su segundo almuerzo— se encuentra muy levemente en las riendas del gobierno mundial.

—Los caballos parecen tan cómodos que parece como si nadie los estuviera guiando —dijo Aquiles, entrando en el chiste sin sonreír.

—Gobernamos con tanta habilidad que nunca necesitamos espuelas.

—Lo cual es buena cosa. Las espuelas andan escasas hoy en día.

Pero el hecho de que la Hegemonía fuera casi un cascarón vacío en términos de poder real no significaba que no hubiera trabajo real que hacer. Al contrario. Peter sabía que cuando uno no tiene ningún poder, entonces la única influencia que uno tiene procede no del miedo, sino de la percepción que tiene sobre los favores útiles que puede ofrecer. Quedaban bastantes instituciones y costumbres de las décadas en que el Triunvirato del Hegemón, el Polemarca y el Estrategos habían gobernado a la raza humana.

Los gobiernos recién instaurados en varios países se formaban sobre frágiles terrenos legales; una visita de Peter era a menudo bastante útil para producir la

ilusión de legitimidad. Había países que debían dinero a la Hegemonía, y como no había ninguna posibilidad de recuperarlo, el Hegemón podía ganar favores perdonando los acuciantes intereses a cambio de varias nobles acciones por parte del gobierno. Así, cuando Eslovenia, Croacia y Bosnia corrieron en ayuda de Italia, enviando una flota cuando Venecia sufrió una riada y un terremoto al mismo tiempo, a todos se les perdonaron los intereses.

—Vuestro generoso auxilio ayuda al mundo a unirse, que es lo que la Hegemonía espera conseguir.

Era una oportunidad para que los jefes de gobierno consiguieran cobertura positiva y buen metraje en los vids.

Y también sabían que, mientras no les costara mucho, conservar a la Hegemonía era buena idea, ya que ella y los musulmanes eran los únicos grupos que se oponían abiertamente al expansionismo chino. ¿Y si resultaba que China tenía ambiciones más allá del imperio que ya había conquistado? ¿Y si el mundo más allá de la Gran Muralla se uniera de pronto sólo para sobrevivir? ¿No sería bueno tener a un Hegemón viable dispuesto a asumir el liderazgo? Y el Hegemón, por joven que fuera, era el hermano del gran Ender Wiggin, ¿no?

Había también tareas menores que cumplir. Bibliotecas de la Hegemonía que necesitaban intentar asegurar fondos locales. Comisarías de Policía de la Hegemonía por todo el mundo cuyos archivos de los viejos tiempos necesitaban estar bajo el control de la Hegemonía aunque todos los presupuestos procedieran de fuentes locales. Algunas cosas desagradables se habían hecho como parte del esfuerzo bélico, y todavía había un montón de gente viva que quería sellar esos archivos. Sin embargo, había también gente poderosa que quería asegurarse de que no fueran destruidos. Peter tenía mucho cuidado para que no saliera a la luz nada incómodo que hubiera en los archivos..., pero no estaba en contra de permitir que un gobierno que no cooperara supiera que, aunque se apoderaran de los archivos que estaban dentro de sus límites, había otros archivos con registros duplicados bajo el control de naciones rivales. Ah, el equilibrio. Y en cada negociación, cada intercambio, cada favor hecho y cada favor pedido, Peter actuaba con mucho cuidado, pues era vital que siempre recibiera más de lo que daba, creando la ilusión en otras naciones de más influencia y poder de lo que realmente tenía.

Cuanta más influencia y poder creyeran que tenía, más influencia y poder tendría en realidad. La realidad se ocultaba muy por detrás de la ilusión, pero por eso era tanto más importante mantener la ilusión perfectamente.

Aquiles podía ser muy valioso en eso.

Y como casi sin duda utilizaría sus oportunidades en provecho propio, permitirle que tuviera una amplia capacidad de acción sería invitarle a descubrir sus planes de formas que los sistemas espía de Peter captarían sin duda. «No se atrapa a un pez si tienes el anzuelo en una mano y el cebo en la otra. Hay que ponerlos juntos, y darles un montón de cuerda», solía decir el padre de Peter, y más de una vez, lo que implicaba que el pobre hombre pensaba que era algo inteligente en vez de obvio. Pero era obvio porque era cierto. Para conseguir que Aquiles revelara sus secretos, Peter tenía que darle la habilidad de comunicarse a voluntad con el mundo exterior.

Pero no podía hacerlo demasiado fácilmente tampoco, o Aquiles descubriría lo que Peter quería. Por tanto, Peter, haciendo grandes aspavientos avergonzados, puso severas restricciones al acceso de Aquiles a las redes.

—Espero que te des cuenta de que tienes un historial que no me permite darte carta blanca —explicó—. Con el tiempo, naturalmente, estas restricciones podrían ser levantadas, pero por ahora escribe sólo mensajes que se refieran directamente a tus

tareas asignadas, y todas tus peticiones para enviar e-mails tendrán que ser autorizadas por mi oficina.

Aquiles sonrió.

—Estoy seguro de que tu sentido de la seguridad compensará con creces los retrasos en lo que consiga.

—Espero que todos estemos a salvo —dijo Peter.

Esto fue lo más cerca que estuvieron Peter y Aquiles de admitir que su relación era la de carcelero y prisionero, o quizá la de monarca y cortesano tríplemente traidor. Pero para desazón de Peter, sus sistemas espías encontraron... nada. Si Aquiles enviaba mensajes en código a antiguos aliados, Peter no pudo detectar cómo. El complejo de la Hegemonía estaba dentro de una burbuja de transmisión, por lo que ninguna señal electrónica podía entrar o salir excepto a través de los instrumentos

controlados y monitorizados por Peter.

¿Era posible que Aquiles ni siquiera estuviera intentando contactar con la red que había empleado durante su sorprendente (y, con suerte, permanentemente terminada) carrera?

Tal vez todos sus contactos se habían quemado con una traición tras otra. Desde luego, la red rusa de Aquiles había tenido que renunciar a él, disgustada. Sus contactos indios y tailandeses eran obviamente inútiles ahora. ¿Pero no tendría algún tipo de red en Europa y las Américas?

¿Tenía ya a alguien dentro de la Hegemonía que fuera su aliado? ¿Alguien que estuviera enviando mensajes por él, trayéndole información, realizando sus encargos? En este punto Peter no podía dejar de recordar las acciones de su madre cuando llegó Aquiles. Comenzó durante la primera reunión de Peter con él, cuando el custodio jefe del complejo de edificios le informó de que la señora Wiggin había intentado hacerse con una llave de la habitación de Aquiles, y cuando la pillaron, la pidió y finalmente la exigió. Su excusa, dijo, era que tenía que asegurarse de que las empregadas hubieran hecho un trabajo perfecto limpiando la habitación de un

huésped tan importante como si fuera su propia casa.

Cuando Peter le mandó un e-mail preguntándole por su conducta, ella se picó. Su madre llevaba mucho tiempo frustrada por el hecho de que era incapaz de hacer ningún trabajo importante. En vano recalcaba que podría continuar con sus investigaciones y escritos, y consultar con sus colegas por correo electrónico, como solían hacer muchos de su especialidad. No dejaba de insistir que quería implicarse en los asuntos de la Hegemonía. «Lo está haciendo todo el mundo», dijo. Peter había interpretado su aventura como criada como más de lo mismo.

Ahora sus acciones ofrecían un posible significado distinto. ¿Estaba intentando dejar un mensaje para Aquiles? ¿Planeaba hacer algo más concreto, como buscar micros ocultos en la habitación? Eso era absurdo: ¿qué sabía su madre de vigilancia electrónica?

Peter observó el vid del intento de su madre por robar la llave, y su actitud durante la confrontación con la empregada que la pilló, y después de un rato, con el ama de llaves. Su madre se mostró imperiosa, exigente, impaciente. Nunca la había visto así.

Sin embargo, la segunda vez que observó la escena, advirtió que desde el principio ella estaba tensa. Inquieta. Fuera lo que fuese lo que estaba haciendo, no estaba acostumbrada a hacerlo. Se mostraba reacia a hacerlo. Y cuando la pillaron, no reaccionó con sinceridad, como habría hecho normalmente. En cambio, se había convertido en otra persona. El tópico de la madre de un gobernante, vanagloriándose de su íntima relación con el poder. Estaba actuando.

Y actuaba bastante bien, ya que el ama de llaves y la empregada creyeron su actuación, y Peter la creyó también en su primer visionado.

Nunca se le había ocurrido que su madre pudiera ser buena actuando.

Tan buena que la única forma de saber que era una actuación era porque nunca había mostrado la más mínima señal de que le impresionara su poder, ni de que lo disfrutara de alguna manera. Siempre le habían irritado las cosas que su posición exigía de ella y de su padre.

¡Y si la Theresa Wiggin de este vid fuera la Theresa Wiggin real y la que él había visto en casa durante todos estos años la que actuaba... la que hacía, literalmente, la actuación de toda una vida?

¿Era posible que su madre estuviera de algún modo relacionada con Aquiles?

¿La había corrompido de alguna manera? Podía haber sucedido hacía un año, o incluso antes. Desde luego, no habría sido un soborno. Pero tal vez lo que la movía era la extorsión. Una amenaza por parte de Aquiles: puedo matar a tu hijo en cual- quier momento, así que será mejor que cooperes conmigo.

Pero eso era absurdo también. Ahora que Aquiles estaba en poder de Peter,

¿por qué debería continuar ella temiendo esa amenaza? Se trataba de otra cosa.

O de nada. Era impensable que su madre pudiera traicionarlo por ningún motivo. Se lo habría dicho. Su madre era en ese aspecto como una niña, y lo mostraba todo (nerviosismo, desazón, furia, decepción, sorpresa) en el momento en que lo sentía, diciendo lo que se le pasaba por la cabeza. Nunca podría mantener un secreto semejante. Peter y Valentine solían reírse por lo obvia que era su madre en todo lo que hacía: nunca los había sorprendido con sus regalos de Navidad o de cumpleaños, no con el regalo principal, al menos, porque su madre nunca podía guardar un secreto, y dejaba que las pistas se le escaparan.

¿O también eso fue una actuación?

No, no, eso sería una locura, eso implicaría que su madre había estado actuando toda la vida, ¿y por qué haría una cosa así?

No tenía sentido, y él tenía que encontrar el sentido. Por eso invitó a su padre a su despacho.

—¿Para qué querías verme, Peter? —preguntó su padre, de pie junto a la puerta.

—Siéntate, papá, por el amor de Dios. Estás ahí de pie como un empleado que espera que lo despidan.

—O que me rebajen de categoría al menos —respondió su padre con una débil sonrisa—. Tu presupuesto se encoge de un mes a otro.

—Pensé que podríamos resolver eso imprimiendo nuestro propio dinero.

—Buena idea—dijo su padre—. Una especie de dinero internacional que pudiera ser igualmente carente de valor en todos los países, de manera que se convierta en el baremo contra el que se midan todas las demás monedas. El dólar vale cien mil millones de «heges» (es un buen nombre, ¿no te parece?, el «hege»), y el yen vale veinte billones, y así sucesivamente.

—Eso, suponiendo que pudiéramos mantener el valor por encima de cero —dijo Peter—. Los ordenadores se estropearían todos si alguna vez perdiera todo el valor.

—Pero ahí está el peligro —dijo el padre—. ¿Y si accidentalmente llegara a valer algo? Podría causar una depresión cuando las otras monedas caigan contra el hege.

Peter se echó a reír.

—Los dos estamos ocupados —dijo el padre—. ¿Para qué querías verme? Peter le mostró el vid.

Su padre sacudió la cabeza mientras lo contemplaba.

—Theresa, Theresa —murmuró al final.

—¿Qué está intentando hacer? —preguntó Peter.

—Bueno, obviamente, ha pensado en una manera de matar a Aquiles y requiere entrar en su habitación. Ahora tendrá que pensar en otra manera.

Peter se quedó de una pieza.

—¿Matar a Aquiles? No puedes hablar en serio.

—Bueno, no se me ocurre otro motivo para que esté haciendo esto. No creerás que le importa de verdad que la habitación esté limpia o sucia, ¿no? Sería más probable que llevara una cesta llena de cucarachas y piojos y la vaciara en su habitación.

—¿Le odia? Nunca dijo nada.

—A ti.

—¿Entonces te ha dicho que quiere matarle?

—Por supuesto que no. Si lo hubiera hecho, no te lo habría mencionado. No traiciono su confianza. Pero como no me ha considerado adecuado para contarme lo que está pasando, soy perfectamente libre para especular, y mi mejor suposición es que Theresa ha decidido que Aquiles supone un peligro para ti... por no mencionar a toda la raza humana... y por eso ha decidido matarlo. Tiene sentido, una vez que sabes cómo piensa tu madre.

—Mamá ni siquiera es capaz de dañar a una araña.

—Oh, las mata bien muertas cuando tú y yo no estamos delante. No creerás que se plantaría en medio de la habitación y se pondría a dar grititos hasta que volvamos a casa, ¿no?

—¿Me estás diciendo que mi madre es capaz de asesinar?

—Asesinato preventivo —dijo el padre—. Y no, no creo que sea capaz de hacerlo. Pero creo que ella sí cree que es capaz.

—Pensó durante un instante—. Y puede que tenga razón. La hembra de la especie es más mortífera que el macho, como dicen.

—Eso no tiene sentido —dijo Peter.

—Bueno, pues entonces parece que has malgastado tu tiempo y, el mío al hacerme venir aquí. Probablemente estoy equivocado de todas formas. Probablemente habrá una explicación mucho más racional. Como... como que se preocupa mucho de cómo hacen su trabajo las doncellas. O... que espera tener un lío amoroso con un asesino en serie que quiere gobernar el mundo.

—Gracias, papá —dijo Peter—. Has sido de gran ayuda. Ahora sé que fui educado por una loca y no me di cuenta.

—Peter, muchacho, no nos conoces a ninguno de los dos.

—¿Qué se supone que quiere decir eso?

—Estudias a todo el mundo, pero tu madre y yo somos como aire para ti: nos respiras sin advertir que estamos allí. Pero eso está bien, es como se supone que deben ser los padres en las vidas de sus hijos. Amor incondicional, ¿no? ¿No crees que ésa es la diferencia entre Aquiles y tú? ¿Que tú tuviste padres que te amaban, y él no?

—Amabais a Ender y Valentine —dijo Peter. Se le escapó antes de darse cuenta de lo que estaba diciendo.

—¿Y a ti no? Oh. Qué error. Supongo que entonces no hay ninguna diferencia entre tu educación y la de Aquiles. Es una lástima. ¡Que tengas un buen día, hijo!

Peter intentó llamarlo, pero su padre fingió no oírlo y continuó su camino, silbando La Marsellesa, nada menos.

Muy bien, de modo que sus recelos hacia su madre eran absurdos, aunque su

padre tenía una forma retorcida de decírselo. Qué familia tan lista tenía, todo el mundo haciendo un rompecabezas o un drama de cualquier cosa. O una comedia. Eso era lo que acababa de representar con su padre, ¿no? Una farsa. Un absurdo.

Si Aquiles tenía un colaborador aquí, probablemente no eran los padres de Peter. ¿Quién más, entonces? ¿Debería recelar algo de la manera en que hablaban Aquiles y Suriyawong? Pero había visto los vids de sus almuerzos ocasionales y no decían nada más allá de charlas corrientes sobre las cosas en las que estaban trabajando. Si había un código, era muy sutil. No es que fueran amigos: la con- versación era bastante envarada y formal, y si algo molestaba a Peter de ellos, era la forma en que Suriyawong siempre parecía decir las cosas de manera servil.

Desde luego, nunca actuaba con servilismo con Bean o con Peter.

Era algo en lo que pensar, también. ¿Qué había ocurrido realmente entre Suri y Aquiles durante el rescate y el regreso a Brasil?

Qué tontería, se dijo Peter. Si Aquiles tiene un cómplice, sin duda se comunican a través de envíos casuales o mensajes codificados en los e-mails o algo así. Cosas de espías.

No con intentos estúpidos por irrumpir en la habitación de Aquiles... Aquiles sin duda no arriesgaría su vida con cómplices tan tontos. Y Suriyawong... ¿cómo podía esperar Aquiles corromperlo? No es que tuviera ahora ninguna influencia sobre el Imperio chino, para poder usar a la familia de Suri como rehenes.

No, Peter tendría que seguir buscando, continuar con la vigilancia electrónica, hasta descubrir qué estaba haciendo Aquiles para subvertir su trabajo... o apoderarse de él.

Lo que no era posible era que Aquiles hubiera renunciado sin más a sus ambiciones y estuviera intentando hacerse un sitio en el brillante futuro de un mundo unido bajo el gobierno de Peter Wiggin.

Pero no sería agradable si lo hiciera.

Tal vez era hora de dejar de intentar descubrir cosas sobre Aquiles, y empezar a planear su destrucción.