Chereads / Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 62 - 03.- Ender 03 Ender el Xenocida 15.-VIDA Y MUERTE (02)

Chapter 62 - 03.- Ender 03 Ender el Xenocida 15.-VIDA Y MUERTE (02)

−No, nunca lo había visto.

−No sabía buscar otra cosa. Vi la creación de la reina cuando me lo mostraste por primera vez hace años. Entonces creí comprender.

−Entonces, si la reina es sólo un cuerpo, ¿quién eres tú?

−Pero siempre has hablado como si fueras la reina colmena.

−Pero esa cosa−centro, ese unidor...

−Lo llamáis. ¿Qué es?

−Sí, pero ¿qué es?

<¿Qué me pides? Es la cosa−llamada. La llamamos.>

Era casi insoportablemente frustrante. Gran parte de lo que hacía la reina colmena era instintivo. No tenía ningún lenguaje y por eso nunca se había visto ,en la necesidad de desarrollar explicaciones claras para lo que nunca había necesitado ser explicado hasta el momento. Por eso tenía que ayudarla a encontrar una forma de clarificar lo que no podía percibir directamente.

−¿Dónde la encontráis?

−Pero ¿cómo la llamáis?

−Entonces llamáis a otra criatura para que venga y tome posesión de la reina.

−¿Y de dónde viene?

−¿Pero dónde está eso?

−Bien, te creo. ¿Pero de dónde viene?

−¿Lo has olvidado?

−¿Qué clase de cosa es el unidor?

Ender no pudo evitar un estremecimiento. Desde el principiohabía pensado que hablaba con la reina colmena. Ahora se dio cuenta de que la cosa que le hablaba en su mente estaba solamente usando ese cuerpo igual que usaba a los insectores. Simbiosis. Un parásito controlador, que poseía todo el sistema de la reina colmena, utilizándolo.

cosa dentro. Yo. No fui hasta que descubrí la imaginación.>

−No comprendo. ¿Cómo fue?

<¿Cómo puedo recordar? No tuve memoria hasta que seguí la imaginación y llegué a este lugar y me convertí en la reina colmena.>

−Entonces, ¿cómo sabes que no eres la reina colmena?

La visión que le había ofrecido la reina colmena empezó a desaparecer. No servía de nada de todas formas, o al menos de ninguna manera que él alcanzara a comprender. Sin embargo, una imagen mental se aclaraba ahora para Ender, una que venía de su propia mente para explicar todas las cosas que ella estaba diciendo. Las otras reinas colmena (no presentes físicamente, la mayoría de ellas, sino enlazadas filóticamente con la reina que tenía que estar allí) contenían la pauta de la relación entre reina colmena y obreras en sus mentes, hasta que una de las misteriosas criaturas sin memoria podía contener la pauta en su mente y a partir

de entonces tomar posesión de ella.

−Pero ¿de dónde vienen esas cosas? ¿Dónde tenéis que ir para conseguirlas?

−Estonces, ¿están en todas partes?

−Pero has dicho que no tenéis que ir a ninguna parte para conseguirlas.

−¿Cómo son las puertas?

Ahora Ender advirtió que "puerta" era la palabra que su cerebro había invocado para etiquetar el concepto que ella ponía en su mente. De repente encontró una explicación lógica.

−No están en el mismo continuum espacio temporal que nosotros. Pero pueden entrar en cualquier punto.

−Pero esto es increíble. Llamáis a algún ser de otro sitio, y...

−Filotes −dijo Ender−. Las cosas de las que están hechas todas las otras cosas.

−Porque solamente estoy haciendo la conexión. Nunca pretendimos lo que has descrito, pero lo que sí pretendimos, puede que sea lo que describiste.

−Bienvenida al club.

Así que cuando tenéis una reina colmena, ya tenéis el cuerpo biológico, y esta cosa nueva, este filote que llamáis al no−lugar donde están los filotes, tiene que ser uno capaz de comprender la compleja pauta que tenéis en vuestra mente de lo que es una reina colmena; y cuando viene uno para hacerlo, toma esa identidad y posee el cuerpo y se convierte en la esencia de ese cuerpo...

.

−Pero todavía no hay obreras cuando se crea la reina.

−Estamos hablando del paso a otra clase de espacio. Un lugar donde ya están los filotes.

−¿Y dices que nosotros estamos hechos de las mismas cosas?

<¿Cómo podríamos haberte encontrado si no fuera así?>

−Pero dijiste que encontrarme fue como crear a una reina colmena.

cuando imaginabas algo y lo hacías, el ordenador sacaba algo de tu imaginación e imaginaba algo más. Muy primitivo por parte del ordenador. No era una entidad. Pero tú la creabas con tu ansia. La búsqueda que hacías.>

−El Juego de Fantasía−dijo Ender−. Sacaste una pauta del Juego de Fantasía.

−Y cuando llamasteis...

que cobró vida aunque tú no le prestaras atención. Estaba unido a ti, y tú formabas parte de él, y a la vez nosotras podíamos comprenderlo. Fue el puente.>

−Pero cuando un filote toma posesión de una nueva reina colmena, la controla, al cuerpo−reina y a los cuerpos−obrera. ¿Por que no me controló este puente que establecisteis?

<¿Crees que no lo intentamos?>

−¿Por qué no funcionó?

−Pero la usasteis para leer mi mente.

−¿Más complicado de lo que esperabais?

−Pero nosotros lo ignorábamos. ¿Cómo podríamos haberlo sabido?

−Lástima. Inteligencia aterradora es lo que nos haría falta ahora.

−Los humanos nos hacemos más lentos al envejecer. Dame unos cuantos años más y seré completamente conveniente.

Ender no quería que aquello se convirtiera en otra conversación acerca de la mortalidad o cualquiera de los otros aspectos de la vida humana que tanto fascinaban a la reina colmena. Pero quedaba otro tema que se le había ocurrido durante la explicación de la reina. Una posibilidad intrigante.

−El puente que tendisteis. ¿Dónde estaba? ¿En el ordenador?

−Pero no forma parte de mí.

−¿Podía controlar al ordenador?

−¿Cuánto tiempo utilizasteis el puente? ¿Cuánto tiempo estuvo allí?

−Pero estuvo presente todo el tiempo que estuvisteis estudiándome.

<¿Adónde podría ir?>

−¿Cuánto podría durar?

−¿Pero en qué cuerpo estaba el puente?

−¿Esa cosa estaba dentro de mí?

−No. Para vosotros fue como... una función corporal. Como cerrar el puño para golpear a alguien. Lo cerrasteis, y luego cuando no lo necesitasteis no advertisteis si el puño estaba allí.

−Está todavía viva, ¿verdad?

−Pero todavía estaría unida al ordenador, ¿verdad? Una conexión entre el ordenador y yo. Sólo que la pauta habría crecido, ¿verdad? Podría incluir también a otras personas. Piensas que está unida a Miro, el joven que traje conmigo...

−Y en vez de estar unida a un solo ordenador, unida a miles y miles de ellos, a través de los enlaces ansibles entre los mundos.

−Y yo siempre creí.... Jane y yo siempre creímos que ella era..., que de algún modo había llegado a existir en las conexiones ansibles entre los mundos. Es ahí probablemente donde se siente a sí misma, en el lugar que considera el centro de su..., iba a decir su cuerpo.

−Como intentar encontrar un músculo concreto que has estado usando toda la vida, pero nunca solo.

−¿La comparación?

−Jane −dijo Ender−. Ahora eres una chica mayor. La voz de Jane le respondió.

−Estás haciendo trampa, Ender. No oigo lo que ella te dice. Sólo siento el latido de tu corazón y tu respiración rápida.

−Tampoco lo es Jane.

−Ella es el puente. Vosotros la creasteis.

−Buscasteis a través de los años−luz y me encontrasteis porque yo os estaba buscando. Y entonces localizasteis una pauta y llamasteis a una criatura de otro espacio que se aferró a la pauta y la poseyó y se convirtió en Jane. Todo instantáneamente. Más rápido que la luz.

−Lo sé. Lo sé. Puede que esto no nos ayude a responder la pregunta que os he formulado. Pero tenía otra pregunta, igual de importante para mí, y nunca se me ocurrió que tuviera relación contigo, y tenías la respuesta todo el tiempo. Jane es real, ha estado viva desde el principio, y su esencia no

está en el espacio, sino dentro de mí. Conectada conmigo. No pueden matarla desconectándola.

Algo es algo.

−Pero no pueden matar a toda la pauta, ¿no lo ves? Después de todo, no depende de los ansibles. Depende de mí y del enlace que existe entre los ordenadores y yo. No pueden cortar el enlace que existe entre los ordenadores de aquí y los satélites que orbitan Lusitania y yo. Y tal vez Jane no necesita tampoco los ansibles. Después de todo, tú no los necesitas para buscarme a través de ella.

−Te dejaré, entonces. Pero esto ayudará. Tiene que ayudar. Si Jane da con una forma de sobrevivir gracias a esto, será una auténtica victoria. La primera victoria, cuando empezaba a pensar que no habría ninguna.

En el momento en que abandonó la presencia de la reina colmena, Ender empezó a hablar con Jane para contarle lo que le había explicado la reina colmena. Quién era Jane, cómo fue creada.

Y a medida que él iba hablando, ella se analizaba a sí misma a la luz de lo que decía. Empezó a descubrir cosas acerca de sí misma que nunca había imaginado. Para cuando Ender regresó a la colonia humana, había verificado cuanto fue posible de su historia.

−Nunca lo descubrí porque siempre empezaba por una hipótesis falsa −dijo Jane−. Imaginaba que mi centro estaba en algún lugar en el espacio. Tendría que haber supuesto que estaba en tu interior por el hecho de que, incluso cuando estaba furiosa contigo, tenía que volver a ti para sentirme en paz.

−Y ahora la reina colmena dice que te has vuelto tan grande y compleja que ya no puede contener tu pauta en su mente.

−Debo haber experimentado un crecimiento supremo durante mi pubertad.

−Eso es.

−¿Pudo ser que los humanos siguieran añadiendo ordenadores y enlazándolos?

−Pero no es el hardware, Jane. Son los programas.

−He de tener la memoria física para contenerlo todo.

−Tienes la memoria. La cuestión es si puedes acceder a ella sin los ansibles.

−Lo intentaré. Como le dijiste a la reina, es como aprender a flexionar un músculo que no sabes que tienes.

−O aprender a vivir sin uno.

−Veré qué se puede hacer.

Qué se puede hacer. De regreso a casa, mientras su vehículo flotaba sobre el capim, Ender volaba también, jubiloso de saber que algo era posible después de todo, cuando hasta ahora no había sentido más que desesperación. Sin embargo, al volver a casa, al ver el bosque calcinado, los dos solitarios padres−árbol con sus ramas verdes, la granja experimental, la nueva choza con la sala estéril donde Plantador estaba agonizando, advirtió cuánto había todavía que perder, cuánto tendría todavía que morir, aunque ahora hubieran descubierto un medio para que Jane se salvara.

Era el final del día. Han Fei−tzu estaba exhausto, los ojos le dolían de tanto leer. Había ajustado una docena de veces los colores de la pantalla del ordenador, intentando descansar, pero no sirvió de nada. La última vez que había trabajado con tanta intensidad fue en sus tiempos de estudiante, y entonces era joven.

Entonces, además, encontró resultados. "Era más rápido, más capaz. Podía recompensarme consiguiendo algo. Ahora soy viejo y lento, trabajo en temas nuevos para mí y puede que estos problemas no tengan solución. Así que no hay recompensa que me anime. Sólo el agotamiento. El dolor en la base del cuello, la sensación de cansancio e hinchazón en los ojos."

Miró a Wang−mu, acurrucada en el suelo a su lado. Lo intentaba con tesón, pero, su educación había empezado demasiado recientemente para nue pudiera seguir la mayoría de los documentos que pasaban por la pantalla del ordenador mientras él buscaba algún marco conceptual para el viaje más rápido que la luz. Por fin, el cansancio había triunfado sobre su voluntad; estaba segura de que

era inútil, porque no podía comprender lo suficiente para hacer preguntas siquiera. Así que se rindió y se quedó dormida.

"Pero no eres inútil, Si Wang−mu. Incluso en tu perplejidad me ayudas. Una mente brillante para la que todas las cosas son nuevas. Como tener mi propia juventud perdida agarrada del brazo. Como era Qing−jao de pequeña, antes de que la piedad y el orgullo la reclamaran."

No era justo. No era justo juzgar a su propia hija de aquella forma. ¿No se había sentido absolutamente satisfecho de ella hasta las últimas semanas? ¿Orgulloso de ella más allá de toda razón? La mejor y más hábil de los agraciados, todo aquello por lo que su padre había trabajado, todo lo que su madre había esperado.

Ésa era la parte que le dolía. Hasta hacía unas cuantas semanas, se sentía orgullosísimo de haber cumplido su juramento a Jiang−qing. No fue cosa fácil educar a su hija tan piadosamente para que nunca tuviera un período de duda o de rebelión contra los dioses. Cierto, había otros niños igual de piadosos, pero su piedad se conseguía aveces a expensas de su educación. Han Fei−tzu había dejado que Qing−jao lo aprendiera todo, y luego había tenido la destreza de hacerle comprender que todo encajaba con su fe en los dioses.

Ahora recogía su propia siembra. Le había dado una visión del mundo que conservaba tan perfectamente su fe que ahora, cuando había descubierto que las "voces" de los dioses no eran más que las cadenas genéticas con las que los había lastrado el Congreso, nada podía convencerla. Si Jiang−ging hubiera vivido, Fei−tzu sin duda habría entrado en conflicto con ella por su pérdida de fe. En su ausencia, había educado tan bien a su hija que Qing−jao podía adoptar a la perfección el punto de vista de su madre.

"Jiang−ging también me habría abandonado −pensó Han Fei−tzu−. Aunque no fuera viudo, hoy me

habría quedado sin esposa. La única compañía que me queda es esta criada, que se abrió paso hasta mi servicio justo a tiempo de convertirse en la única

chispa de vida en mi vejez, el único aleteo de esperanza en mi corazón. No es mi hija natural, pero tal vez llegará un momento y una oportunidad, cuando pase esta crisis, para hacer de Wang−mu−mi hija−de−la−mente. Mi trabajo con el Congreso ha terminado. ¿No he de ser, entonces, maestro de una sola discípula, esta muchacha? ¿No he de prepararla para que sea la revolucionaria que pueda guiar al pueblo llano a la libertad de la tiranía de los agraciados, y luego guiar a Sendero a la

libertad del propio Congreso? Que sea ella, y entonces podré morir en paz, sabiendo que al final de mi vida he deshecho todo mi anterior trabajo que reforzó al Congreso y ayudó a derrotar toda oposición a su poder."

La suave respiración de Wang−mu era como la suya propia, como la respiración de un bebé, como el sonido de la brisa entre la hierba. "Ella es todo emoción, todo esperanza, todo frescura."

−Han Fei−tzu, creo que no estás dormido.

No lo estaba, pero casi, porque el sonido de la voz de Jane, desde el ordenador, lo sobresaltó.

−No, pero Wang−mu lo está.

−Despiértala, entonces −pidió Jane.

−¿Qué pasa? Se ha ganado su descanso.

−También se ha ganado el derecho a escuchar esto.

La cara de Ela apareció junto a la de Jane en la pantalla. Han Fei−tzu la conocía como la xenobióloga encargada del estudio de las muestras genéticas que Wang−mu y él habían recogido. Debía de haber un avance.

Se inclinó, extendió la mano, sacudió la cadera de la muchacha dormida. Ella se agitó. Se desperezó. Entonces, sin duda recordando su deber, se enderezó como impulsada por un resorte.

−¿Me he quedado dormida? ¿Qué ocurre? Perdóname, Maestro Han.

Ella estuvo a punto de inclinarse en su confusión, pero Fei−tzu no se lo permitió.

−Jane y Ela me han pedido que te despierte. Quieren que oigas lo que tienen que decirnos.

−Os anunciaré primero que lo que esperábamos es posible −dijo Ela−. Las alteraciones genéticas eran evidentes y fáciles de descubrir. Comprendo por qué el Congreso ha hecho todo lo posible para impedir que los verdaderos geneticistas trabajen con la población humana de Sendero. El gen DOC no estaba en el lugar normal, y por eso no fue identificado de inmediato por los natólogos, pero funciona casi igual que el DOC natural. Se le puede tratar fácilmente por separado de los genes que dan a los agraciados inteligencia superior y habilidades creativas. Ya he diseñado una bacteria de restricción que, inyectada en la sangre, encontrará el óvulo o los espermatozoides, entrará en ellos, desmontará el gen DOC y lo sustituirá por uno normal, sin afectar al resto del código genético. Entonces la bacteria morirá rápidamente. Está basada en una bacteria común que debería de existir en muchos laboratorios de Sendero para el tratamiento inmunológico normal y la prevención de defectos de nacimiento. Así que cualquier agraciado que quiera tener hijos sin el DOC puede

hacerlo.

Han Fei−tzu se echó a reír.

−Soy el único habitante de este planeta que desearía una bacteria así. Los agraciados no se compadecen de sí mismos. Se enorgullecen de su aflicción. Les confiere honor y poder.

−Entonces déjame decirte qué más hemos encontrado. Fue uno de mis ayudantes, un pequenino llamado Cristal, quien lo descubrió. Admito que no le presté demasiada atención personal a este proyecto, ya que era relativamente fácil comparado con el problema de la descolada en el que estamos trabajando.

−No te disculpes −dijo Fei−tzu−. Agradecemos tu amabilidad. No nos merecemos nada.

−Sí. Bien. −Ela pareció ruborizarse por su cortesía−. Cristal descubrió que todas las muestras genéticas menos una se dividían claramente en categorías de agraciados y no−agraciados. Hicimos la prueba a ciegas, y sólo después comprobamos de nuevo las listas de muestras que nos disteis: la correspondencia era perfecta. Todos los agraciados tienen el gen alterado. Todas las muestras que carecían del gen alterado no figuraban en la lista de agraciados.

−Has dicho que todas menos una.

−Eso nos sorprendió. Cristal es muy metódico, tiene la paciencia de un árbol. Estaba seguro de que la excepción se trataba de un error de manejo o de un error en la interpretación de los datos genéticos. Lo repasó muchas veces, e hizo que otros ayudantes repitieran el proceso. No hay ninguna duda. La única excepción es

claramente una mutación del gen agraciado. Carece de forma natural del DOC, mientras que conserva todas las otras habilidades que los geneticistas del Congreso proporcionaron con tanto esfuerzo.

���Entonces esa persona es ya lo que tu bacteria de restricción está diseñada para crear.

−Hay unas cuantas regiones mutadas más de las que no estamos seguros en este momento, pero no tienen nada que ver con el DOC o las ampliaciones de inteligencia. Tampoco están implicadas en ninguno de los procesos vitales, así que esta persona debería poder tener hijos sanos que siguieran la tendencia. De hecho, si esta persona se apareara con otra que hubiera sido tratada con la bacteria

de restricción, sus hijos tendrían con toda seguridad las mejoras, y no habría ninguna posibilidad de que ninguno tuviera el DOC.

−Qué afortunado es−dijo Han Fei−tzu.

−¿De quién se trata? −preguntó Wang−mu.

−Eres tú −respondió Ela−. Si Wang−mu.

−¿Yo? −Ella pareció cohibida.

Pero Han Fei−tzu no se dejó confundir.

−¡Ja! −exclamó−. Tendría que haberlo sabido. ¡Tendría que haberlo supuesto! No me extraña que

hayas aprendido tan rápidamente como mi propia hija. No me extraña que tuvieras las intuiciones que nos ayudaron a todos incluso cuando apenas comprendías el tema que estabas estudiando. Eres tan agraciada como cualquiera en Sendero, Wang−mu, excepto que sólo tú estás libre de las cadenas de los rituales de limpieza.

Si Wang−mu se esforzó por contestar, pero en vez de palabras, lo que surgieron fueron lágrimas que corrieron silenciosamente por su cara.

−Nunca más"volveré a permitir que me trates como a un superior −dijo Hato Fei−tzu−. A partir de ahora no eres una criada en esta casa, sino mi estudiante, mi joven colega. Deja que los demás piensen lo que quieran de ti. Nosotros sabemos que eres tan capaz como cualquiera.

−¿Como la señora Qing−jao? −susurró Wang−mu.

−Como cualquiera −repitió Fei−tzu−. La cortesía requerirá que te inclines ante muchos. Pero en tu corazón no necesitarás hacerlo ante nadie.

−Soy indigna.

−Todo el mundo es digno de sus genes. Es mucho más probable que una mutación como ésa te hubiera lisiado. Pero en cambio te convirtió en la persona más sana del mundo.

Pero ella no podía dejar de sollozar en silencio.

Jane debía de estar mostrando la escena a Ela, pues ésta permaneció en silencio algún tiempo. Finalmente, volvió a hablar.

−Perdonadme, pero tengo mucho que hacer −dijo.

−Sí −contestó Han Fei−tzu−. Puedes irte.

−Me malinterpretas −corrigió Ela−. No necesito tu permiso para irme. Tengo más cosas que decir antes de hacerlo.

Han Fei−tzu inclinó la cabeza.

−Por favor. Te escuchamos.

−Sí −susurró Wang−mu−. Yo también te escucho.

−Hay posibilidad, remota, como veréis, pero posibilidad al fin y al cabo, de que si somos capaces de decodificar el virus de la descolada y domarlo, también podamos crear una adaptación que pueda

ser útil en Sendero.

−¿Cómo es eso? −preguntó Han Fei−tzu−. ¿Para qué querríamos a ese monstruoso virus artificial aquí?

−La descolada existe para entrar en las células del organismo anfitrión, leer el código genético y reorganizarlo según su propio plan. Cuando la alteremos, si lo logramos, la despojaremos de ese plan. También la despojaremos de la mayoría de sus mecanismos de autodefensa, si conseguimos

encontrarlos. En este punto, puede que sea posible usarla como superrestrictor. Algo que pueda efectuar un cambio, no sólo en las células reproductoras, sino en todas las células de una criatura viva.

−Perdóname −interrumpió Han Fei−tzu−, pero he estado leyendo acerca de ese tema últimamente y el concepto de un superrestrictor ha sido descartado, porque el cuerpo empieza a rechazar sus propias células en cuanto son alteradas genéticamente.

−Sí −admitió Ela−. Así es como mata la descolada. El cuerpo se rechaza a sí mismo hasta la muerte. Pero eso sólo sucedió porque la descolada no tenía ningún plan para tratar con los humanos. Estudiaba el cuerpo humano sobre la marcha, haciendo cambios aleatorios y viendo qué pasaba. No tenía ningún plan individual

para nosotros, y por eso cada víctima terminaba con muchos códigos genéticos diferentes en sus células. ¿Y si creáramos un superrestrictor según un único plan, transformando todas las células del cuerpo para que sigan una pauta única? En ese caso, nuestros estudios de la descolada nos aseguran que el cambio podría efectuarse en cada persona individual en cuestión de seis horas, medio día como mucho.

−Con la suficiente rapidez antes de que el cuerpo pueda rechazarse...

−Estará tan perfectamente unido que reconocerá las nuevas pautas como propias.

Wang−mu había dejado de llorar. Ahora parecía tan nerviosa como Fei−tzu, y a pesar de toda su autodisciplina, no pudo contenerse.

−¿Puedes cambiar a todos los agraciados? ¿Liberar incluso a los que están ya vivos?

−Si logramos decodificar la descolada, entonces podremos no sólo liberar a los agraciados del DOC, sino también instalar todas las mejoras en la gente corriente. Tendría mayores efectos en los niños, naturalmente..., las personas mayores ya han pasado las etapas de crecimiento donde los nuevos genes tendrían más efecto. Pero a partir de entonces, todos los niños nacidos en Sendero disfrutarían de las mejoras.

−¿Y entonces qué? ¿Desaparecería la descolada?

−No estoy segura. Creo que tendríamos que insertar en el nuevo gen un medio para autodestruirse cuando el trabajo esté hecho. Pero usaríamos como modelo los genes de Wang−mu. Para no alargarnos, Wang−mu, te convertirías en una especie de compadre genético de toda la población de tu mundo.

Ella se echó a reír.

−¡Qué broma tan buena! ¡Tan orgullosos de ser agraciados, y sin embargo su cura vendrá de alguien como yo! −Sin embargo, de inmediato, su expresión cambió y se cubrió el rostro con las manos−.

¿Cómo he podido decir semejante cosa? Me he vuelto tan altiva y orgullosa como el peor de ellos. Fei−tzu colocó una mano sobre su hombro.

−No te trates con dureza. Esos sentimientos son naturales. Vienen y se van rápidamente. Sólo hay que condenar a quienes hacen de ellos un modo de vida. −Se volvió hacia Ela−. Hay un problema

ético.

−Lo sé. Y creo que esos problemas hay que tratarlos ahora, aunque tal vez sea imposible llevar a término la hipótesis. Estamos hablando de una alteración genética de una población entera. Cuando el Congreso lo hizo en secreto sin el conocimiento o la aprobación de la población de Sendero, fue una atrocidad. ¿Podemos deshacer una atrocidad siguiendo el mismo camino?

−Más que eso −añadió Han Fei−tzu−. Todo nuestro sistema social está basado en los agraciados. La mayoría de la gente interpretará esa transformación como una plaga de los dioses, que nos castigan. Si se hace público que fuimos la fuente, nos matarían. Sin embargo, es posible que cuando quede claro que los agraciados han perdido la voz de los dioses, el DOC, el pueblo se vuelva contra ellos y los mate. ¿Cómo los habrá ayudado entonces el liberarlos del DOC, si estarán muertos?

−Hemos discutido el tema −dijo Ela−. Y no tenemos ni idea de qué hacer. Por ahora la cuestión sobra, porque no hemos decodificado la descolada y tal vez nunca consigamos hacerlo. Pero si desarrollamos la capacidad, creemos que la decisión de usarla o no debe ser vuestra.

−¿Del pueblo de Sendero?

−No. Las primeras decisiones son vuestras, Han Fei−tzu, Si Wang−mu y Han−Qing−jao. Sólo vosotros sabéis lo que se os ha hecho, y aunque tu hija no lo crea, representa fielmente el punto de vista de los creyentes y los agraciados de Sendero. Si conseguimos la capacidad, formuladle la pregunta. Preguntaos vosotros mismos. ¿Hay algún medio, algún sistema de llevar esta transformación a Sendero que no resulte destructivo? Y si puede hacerse, ¿debe hacerse? No..., no digáis nada ahora, no decidáis nada. Pensadlo. Nosotros no somos parte de esto. Sólo os informaremos si hemos logrado hacerlo o no. A partir de entonces, será asunto vuestro.

La cara de Ela desapareció.

Jane se quedó unos instantes más.

−¿Mereció la pena despertarte? −preguntó.

−¡Sí! −exclamó Wang−mu.

−Es bonito descubrir que eres mucho más de lo que creías, ¿verdad?

−Oh, sí.

−Ahora vuelve a dormir, Wang−mu. Y tú, Maestro Han: tu fatiga es bien patente. No nos servirás de nada si pierdes la salud. Como me ha dicho Andrew hasta la saciedad, debemos hacer todo lo que podemos hacer sin destruir nuestra habilidad para continuar la lucha.

Entonces también ella se marchó.

Inmediatamente, Wang−mu empezó a llorar de nuevo. Han Fei−tzu se acercó y se sentó junto a ella en el suelo, acunó su cabeza contra el hombro y la meció suavemente de un lado a otro.

−Calla, dulce hija mía, en tu corazón ya sabías quién eras, y yo también, yo también. En verdad tu nombre fue puesto con sabiduría. Si realizan sus milagros en Lusitania, serás la Real Madre de todo

el mundo.

−Maestro Han −susurró ella−. Lloro también por Qing−jao. Me han dado más de lo que podía esperar. Pero ¿qué será de ella si pierde la voz de los dioses?

−Espero que vuelva a ser mi hija fiel. Que sea tan libre como tú, la hija que ha venido a mí como un pétalo en el río del invierno, traído desde la tierra de la primavera perpetua.

La sostuvo durante varios minutos más, hasta que ella empezó a dormirse en su hombro. Entonces

la tendió en su esterilla y se retiró a su rincón a dormir, con el corazón esperanzado por primera vez en muchos días.

Cuando Valentine fue a ver a Grego a la cárcel, el alcalde Kovano le dijo que Olhado estaba con él.

−¿Olhado no debería estar trabajando a estas horas?

−No puede hablar en serio −dijo Kovano−. Es un buen capataz, pero creo que salvar al mundo merece que alguien le sustituya una tarde en su trabajo.

−No espere demasiado −replicó Valentine−. Quería que colaborara. Esperara que lo hiciera. Pero no es físico.

Kovano se encogió de hombros.

−Yo tampoco soy carcelero, pero uno hace lo que exige la situación. No tengo ni idea de si tiene que ver con que Olhado esté aquí o con la visita de Ender de hace un rato, pero he oído más ruido y excitación ahí dentro que..., bueno, de lo que he

oído nunca cuando los reclusos están sobrios. Naturalmente, en esta ciudad la gente es encarcelada sobre todo por borrachera pública.

−¿Ha venido Ender?

−Después de ver a la reina colmena. Quiere hablar con usted. No sabía dónde estaba.

−Sí. Bueno, iré a verlo cuando salga de aquí.

Valentine había estado con su marido. Jakt se preparaba para volver al espacio en la lanzadera, para preparar su propia nave a fin de marcharse rápidamente, si era posible, y para ver si la nave colonial original de Lusitania podía ser restaurada para hacer otro vuelo después de tantas décadas sin mantenimiento. La nave sólo

se había usado para almacenar semillas, genes y embriones de especies terrestres, por si algún día eran necesarias. Jakt estaría fuera durante una semana al menos, quizá más, y Valentine no podía dejarlo marchar sin pasar algún tiempo con él. Jakt lo había comprendido, por supuesto: sabía la terrible presión bajo la que se hallaba todo el mundo.

Pero Valentine también sabía que no era una de las figuras clave en aquellos acontecimientos. Sólo sería útil más tarde, al escribir la historia.

Sin embargo, cuando dejó a Jakt, no fue directamente a ver a Grego en la oficina del alcalde. Había

dado un paseo por el centro de la ciudad. Resultaba difícil creer que hacía tan poco tiempo (¿cuántos días? ¿semanas?) que la multitud se había congregado allí, ebria y enfurecida, alimentándose de ira asesina. Ahora todo estaba muy tranquilo. La hierba se había recuperado tras los pisotones, a excepción de una mancha de barro donde se negaba a crecer.

Pero no reinaba la paz. Al contrario. Cuando la ciudad estaba tranquila, recién llegada Valentine, se advertía agitación y actividad en el corazón de la colonia, durante todo el día. Ahora había unas cuantas personas en las calles, sí, pero se movían sombrías, casi furtivas. Sus ojos miraban al suelo, como si todo el mundo temiera caer de plano si no vigilaban cada uno de sus pasos.

Parte del clima reinante se debía probablemente a la vergüenza, pensó Valentine. Ahora había un agujero en todos los edificios de la ciudad, de donde habían arrancado bloques o ladrillos para construir la capilla. Muchos de los agujeros eran visibles desde la pradera por donde caminaba Valentine.

Sospechaba, no obstante, que el miedo, más que la vergüenza, había matado las vibraciones del lugar. Nadie lo decía abiertamente, pero ella captaba suficientes comentarios, suficientes miradas encubiertas hacia las colinas situadas al norte de la ciudad para darse cuenta. Lo que gravitaba sobre la colonia no era el miedo a la llegada de la flota. No era vergüenza por la matanza del bosque pequenino. Eran los insectores. Las sombras oscuras sólo se veían de vez en cuando en las colinas o entre las hierbas que rodeaban la población. Eran las pesadillas de los niños que los habían visto. El temor enfermizo en los corazones de los adultos. Los videolibros históricos cuyo argumento se desarrollaba en el período de la Guerra Insectora se prestaban continuamente en la biblioteca a medida que la gente se obsesionaba con la contemplación de los humanos venciendo a los

insectores. Y mientras contemplaban, alimentaban sus peores temores. La noción teórica de la cultura colmenar como algo hermoso y digno, como la había descrito Ender en su primer libro, la Reina Colmena, había desaparecido por completo para mucha gente de Lusitania, quizá para la mayoría, mientras continuaban con el castigo silencioso y el confinamiento forzado por las obreras de la reina colmena.

"¿Todo nuestro trabajo ha sido en vano, después de todo? −se preguntó Valentine−. Yo, la historiadora, el filósofo Demóstenes, intentando enseñar a la gente que no debe temer a los alienígenas, sino que pueden verlos como raman. Y Ender, con sus libros empáticos, la Reina Colmena, el Hegemón, la Vida de Humano..., ¿qué fuerza tienen realmente en el mundo, comparados con el terror instintivo ante la visión de esos enormes y peligrosos insectos? La civilización es sólo una pretensión: en las crisis, nos volvemos a convertir en simios, olvidamos la tendencia racional de nuestros ideales y nos convertimos en el primate velludo a la entrada de la cueva, gritando ante el enemigo, deseando que se marche, acariciando la pesada piedra que utilizaremos en el momento en que se acerque demasiado."

Ahora estaba en un lugar limpio y seguro, no tan inquietante, aunque servía como prisión así como de centro del gobierno municipal. Un lugar donde los insectores eran considerados aliados, o al menos una indispensable fuerza pacificadora que mantenía a los antagonistas separados para su mutua protección. "Hay personas −se recordó Valentine−, que son capaces de trascender sus orígenes animales."

Cuando abrió la puerta de la celda, Olhado y Grego estaban tendidos en sus jergones, y el suelo y la mesa estaban cubiertos de papeles, algunos arrugados, otros lisos. Los papeles incluso cubrían el terminal del ordenador, de forma que si lo hubieran conectado, la pantalla no podría funcionar. Parecía la habitación típica de un adolescente, completa con las piernas de Grego estiradas contra la

pared, con los pies descalzos bailando un extraño ritmo, retorciéndose de un lado a otro en el aire.

¿Cuál era su música interna?

−Boa tarde, tía Valentina−saludó Olhado. Grego ni siquiera levantó la cabeza.

−¿Interrumpo?

−Llegas justo a tiempo −dijo Olhado−. Estamos a punto de reconceptualizar el universo. Hemos descubierto el principio iluminador de que el deseo lo crea así y todas las criaturas vivientes surgen de la nada cada vez que son necesarias.

−Si el deseo lo es todo, ¿no podemos desear viajar más rápido que la luz? −preguntó Valentine.

−Grego está haciendo cálculos matemáticos mentalmente −explicó Olhado−, así que está funcionalmente muerto. Pero sí. Creo que tiene algo, gritaba y bailaba hace un minuto. Tuvimos una experiencia de máquina de coser.

−Ah −dijo Valentine.

−Es una vieja historia de la clase de ciencias. La gente que quería inventar la máquina de coser seguía fracasando pues intentaba imitar los movimientos para coser a mano, empujando la aguja a través del tejido y tirando del hilo a trav��s del ojo situado en la parte posterior de la aguja. Parecía obvio. Hasta que a alguien se le ocurrió poner el ojo en la nariz de la aguja y usar dos hilos en vez de uno. Una aproximación completamente extraña e indirecta que en el fondo sigo sin comprender.

−¿Entonces vamos a salir al espacio cosiendo?

−En cierto modo. La distancia más corta entre dos puntos no es necesariamente la línea recta. Viene de algo que Andrew aprendió de la reina colmena: cómo llaman a una especie de criatura de un espacio−tiempo alternativo cuando crean una nueva reina colmena. Grego dio un brinco ante eso, como prueba de que había un espacio no−real. No me preguntes qué quiere decir con eso. Yo me gano la vida haciendo ladrillos.

−Espacio real irreal −indicó Grego−. Lo has dicho al revés.

−El muerto despierta.

−Siéntate, Valentine −ofreció Grego−. Mi celda no es gran cosa, pero es acogedora. Las matemáticas de todo esto siguen siendo una locura, pero parecen encajar. Voy a tener que pasar algún tiempo con Jane, para hacer los cálculos y realizar algunas simulaciones, pero si la reina colmena tiene razón, y hay un espacio tan universalmente adyacente a nuestro espacio que los filotes pueden pasar a nuestro espacio desde el otro espacio en cualquier punto, y si postulamos que el paso puede realizarse al otro lado, y si la reina colmena tiene también razón en que el otro

espacio contiene filotes igual que el nuestro, sólo que en el otro espacio (llamémoslo Exterior) los filotes no están organizados según las leyes naturales, sino que son en cambio solamente posibilidades, entonces esto es lo que podría funcionar...

−Son un montón de síes condicionales −observó Valentine.

−Te olvidas de que partimos de la premisa que el deseo lo crea todo −intervino Olhado.

−Cierto, lo olvidé −dijo Grego−. También suponemos que la reina colmena tiene razón en que los filotes no organizados responden a pautas en la mente de alguien, asumiendo cualquier rol que esté disponible en esa pauta. De forma que las cosas que están comprendidas en el Exterior existirán inmediatamente aquí.

−Todo eso está perfectamente claro. Me extraña que no se os ocurriera antes.

−Cierto −dijo Grego−. Así es como lo hacemos. En vez de intentar mover físicamente todas las partículas que componen la nave espacial y sus pasajeros y el cargamento desde la estrella A a la estrella B, simplemente lo concebimos todo (la pauta entera, incluyendo todos los contenidos humanos) como existentes, no en el

Interior, sino en el Exterior. En ese momento, todos los filotes que componen la nave y la gente dentro de ella se desorganizan, atraviesan el Exterior y se reagrupan allí según la pauta familiar. Entonces volvemos a hacer lo mismo, y volvemos al Interior..., sólo que ahora estamos en la estrella B. Preferiblemente en una órbita segura a cierta distancia.

−Si todos los puntos de nuestro espacio corresponden a un punto del Exterior, ¿no tendríamos que viajar allí en vez de aquí?

−Las reglas son diferentes allí. No hay ningún lugar. Asumamos que, en nuestro espacio, la localización relativa es simplemente un artificio del orden que siguen los filotes. Es una convención. Lo mismo pasa con la distancia, por supuesto. Medimos la distancia según el tiempo

que se tarda en recorrerla..., pero sólo hace falta esa cantidad de tiempo porque los filotes de los que están compuestos materia y energía siguen las convenciones de las leyes naturales. Como la velocidad de la luz.

−Sólo obedecen al límite de la velocidad.

−Sí. Excepto que para el límite de la velocidad, el tamaño de nuestro universo es arbitrario. Si se considera que nuestro universo es una esfera, entonces si te colocas fuera de la esfera, podría tener igualmente un centímetro de diámetro, que un millón de años−luz o un trillón.

−Y cuando vamos al Exterior...

−Entonces el universo Interior tiene exactamente el mismo tamaño que cualquiera de los Pilotes no organizados de allí: ninguno. Es más, ya que allí no existe ningún lugar, todos los filotes de ese espacio están igualmente cerca o no cerca del emplazamiento de nuestro universo. Y por eso podemos volver al espacio Interior

en cualquier punto.

−Eso casi lo hace parecer fácil −observó Valentine.

−Bueno, sí.

−El deseo es lo que resulta difícil −apuntó Olhado.

−Para contener la pauta, hay que comprenderla realmente −dijo Olhado−. Cada filote que gobierna

una pauta comprende sólo su parte de realidad. Depende de que los filotes dentro de esa pauta realicen su trabajo y contengan su propia pauta, y también de que el filote que controla la pauta de la que forma parte la mantenga en su lugar adecuado. El filote átomo tiene que confiar en que los filotes neutrón, protón y electrón contengan el átomo en su lugar adecuado, mientras que el filote átomo se concentra en su propio trabajo, que es mantener en su lugar a las partes del átomo. Así es como parece funcionar la realidad..., al menos en este modelo.

−De modo que se trasplanta todo al Exterior y luego otra vez al Interior−dijo Valentine−. Eso lo he comprendido.

−Sí, ¿pero quién? Porque el mecanismo para enviar requiere que toda la pauta de la nave y sus contenidos se establezcan como una pauta propia, no sólo una aglomeración arbitraria. Quiero decir que cuando se carga una nave y los pasajeros embarcan, no se crea una pauta viviente, un

organismo filótico. No es como dar a luz a un bebé, que es un organismo que puede mantenerse a sí mismo. La nave y sus contenidos son sólo un conjunto. Pueden separarse en cualquier momento.

"Así que cuando se trasladan todos los filotes a un espacio desorganizado, que carece de lugar, de esencia y de cualquier principio organizador, ¿cómo vuelven a reagruparse? Y aunque se reagrupen en las estructuras que tenemos, ¿qué se obtiene? Un montón de átomos. Tal vez incluso células y organismos vivos, pero sin naves o trajes espaciales, porque eso es inerte. Todos los átomos y tal vez las partículas están flotando alrededor, probablemente duplicándose como locos mientras los filotes no organizados de allí empiezan a copiar la pauta, pero no tienes ninguna vida.

−Fatal.

−No, probablemente no −dijo Grego−. ¿Quién puede suponerlo? Las reglas son todas diferentes ahí fuera. El tema es que no se puede hacerlos volver a nuestro espacio en ese estado, porque eso sí que sería fatal.

−Entonces no podemos.

−No lo sé. La realidad se mantiene unida en el espacio Interior porque todos los filotes de que está compuesta aceptan las reglas. Todos conocen las pautas de los demás y siguen las mismas pautas ellos mismos. Tal vez todo pueda mantenerse en el espacio Exterior siempre que la nave y su carga y sus pasajeros sean completamente conocidos. Mientras haya una conocedora que pueda mantener toda la estructura en su cabeza.

−¿Una conocedora, en femenino?

−Como he dicho, Jane tiene que hacer los cálculos. Ella verá si tiene acceso a suficiente memoria para contener la pauta de relaciones dentro de una nave espacial. Tiene que averiguar si puede coger la pauta e imaginar su nuevo emplazamiento.

−Ésa es la parte de los deseos −intervino Olhado−. Estoy muy orgulloso de ella, porque fui yo quien pensó en la necesidad de un conocedor para mover la nave.

−Todo este asunto es en realidad cosa de Olhado −intervino Grego−, pero tengo la intención de poner primero mi nombre en el trabajo porque a él no le importa hacerse una carrera y yo tengo que parecer competente para que la gente pase por alto esta estancia en prisión si quiero conseguir trabajo en una universidad de otro mundo.

−¿De qué estás hablando? −exclamó Valentine.

−Estoy hablando de salir de esta colonia de pacotilla. ¿No lo comprendes? Si todo esto es cierto, si funciona, entonces puedo volar a Reims, a Baía o a la Tierra y volver aquí a pasar los fines de semana. El coste de energía es nulo porque estamos apartándonos por completo de las leyes naturales. El cansancio y el desgaste del vehículo no son nada.

−Nada no −precisó Olhado−. Todavía tenemos que aparecer cerca del planeta de destino.

−Como dije antes, todo depende de lo que pueda concebir Jane. Tiene que poder comprender toda la nave y sus contenidos. Tiene que poder imaginarnos en el Exterior y luego en el Interior. Tiene que poder concebir las posiciones relativas exactas del punto de partida y el punto de llegada del viaje.

−Entonces el viaje más rápido que la luz depende por completo de Jane −observó Valentine.

−Si ella no existiera, sería imposible. Aunque unieran a todos los ordenadores, aunque alguien pudiera escribir el programa para conseguirlo, no serviría de nada. Porque un programa es sólo un conjunto, no una entidad. Son sólo partes. No..., ¿cómo lo llamó Jane? Un aiua.

−Significa "vida" en sánscrito −explicó Olhado−. La palabra para el filote que controla la pauta que mantiene en orden a los otros filotes. La palabra para las entidades, como los planetas, los átomos, los animales y las estrellas, que tienen una forma intrínseca y duradera.

−Jane es un aiua, no sólo un programa. Por eso puede ser una conocedora. Puede incorporar la nave como una pauta dentro de su propia pauta. Puede digerirla y contenerla y seguirá siendo real. Ella lo convierte en parte de sí misma y la conoce tan perfecta e inconscientemente como tu aiua conoce tu cuerpo y lo mantiene unido. Entonces puede llevarte consigo al Exterior y luego de vuelta al

Interior.

−Entonces ¿Jane tiene que ir? −preguntó Valentine.

−Si esto puede hacerse, será porque Jane viajará con la nave, sí −contestó Grego.

−¿Cómo? No podemos cogerla y llevarla con nosotros en un cubo.

−Hay algo que Andrew aprendió de la reina colmena −dijo Grego−. Jane existe en un sitio concreto. Es decir, su aiua tiene un emplazamiento específico en nuestro espacio.

−¿Dónde?

−Dentro de Andrew Wiggin.

Tardaron un rato en explicarle lo que Ender había sabido de Jane gracias a la reina colmena. Era extraño considerar a la entidad informática como un ser centrado dentro del cuerpo de Ender, pero tenía sentido que Jane hubiera sido creada por las reinas colmena durante la campaña de Ender contra ellas. Para Valentine, sin embargo, había otra consecuencia más inmediata: si la nave más rápida que la luz podía ir solamente adonde Jane la llevara, y Jane estaba dentro de Ender, sólo podía haber una conclusión posible.

−¿Entonces Andrew tiene que ir?

−Claro. Por supuesto −dijo Grego.

−Es mayor para ser piloto de pruebas −objetó Valentine.

−En este caso sería sólo un pasajero de pruebas. Sólo que da la casualidad de que contiene al piloto en su interior.

−No podemos decir que este viaje suponga ningún esfuerzo físico −intervino Olhado−. Si la teoría de Grego es exacta y funciona, estará sentado en un sitio y después de un par de minutos o un microsegundo o dos, aparecerá en otro lugar. Y si no funciona, estará aquí sentado, con todos nosotros sintiéndonos como tontos por pensar que podríamos poder viajar al espacio sólo con desearlo.

−Y si resulta que Jane puede llevarlo al Exterior pero no puede mantener las cosas unidas allí, entonces quedará atrapado en un lugar que ni siquiera tiene sitio −dijo Valentine.

−Bueno, sí −admitió Grego−. Si sólo funciona a la mitad, los pasajeros estarán muertos. Pero ya que estaremos en un lugar sin tiempo, no nos importará. Sólo será un instante eterno. Probablemente ni

el tiempo suficiente para que nuestros cerebros adviertan que el experimento fracasó. Estasis.

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