Chereads / Saga de Ender y Saga de la Sombra – Orson Scott Card / Chapter 43 - 02.- Ender 02 La Voz de los Muertos 17 - Las Esposas

Chapter 43 - 02.- Ender 02 La Voz de los Muertos 17 - Las Esposas

17 - Las Esposas

Descubre cómo se ha corrido la voz de que la Flota de Evacuación va armada con el Pequeño Doctor. Esto es MÁXIMA PRIORIDAD. Luego, averigua quién es ese que se hace llamar Demóstenes. Llamar a la Flota de Evacuación un Segundo Genocidio es definitivamente y de acuerdo con el Código una violación de las leyes de traición, y si la ASC no puede encontrar esta voz y ponerle freno, no imagino ningún buen motivo para que la ASC continúe existiendo.

Mientras tanto, continúa tu evaluación de los archivos conseguidos en Lusitania. Es completamente irracional que se rebelen sólo porque queremos arrestar a dos xenólogos errantes. No había nada en los antecedentes de la alcaldesa que sugiriera esta reacción. Si hay alguna posibilidad de que estalle una revolución, quiero averiguar quiénes podrían ser sus líderes.

Pyotr, sé que lo estás haciendo lo mejor que puedes. Yo también. Y todo el mundo. También, probablemente, los habitantes de Lusitania. Pero mi responsabilidad es la seguridad e integridad de los Cien Mundos. Tengo cien veces la responsabilidad de Peter el Hegemón y una décima parte de su poder. Por no mencionar el hecho de que estoy lejos de ser el genio que él fue. No hay duda de que tú y todos los demás seríais más felices si Peter estuviera aún disponible. Me temo que para cuando todo esto acabe, necesitemos otro Ender. Nadie quiere el Genocidio, pero si sucede, quiero asegurarme de que son los otros los que desaparecen. Cuando se llega a la guerra, el humano es humano y el alienígena es alienígena. Toda la historia de los ramen se convierte en humo cuando hablamos de supervivencia. ¿Te satisface eso? ¿Me crees cuando te digo que no estoy siendo blanda? Procura no serlo tú tampoco. Procura ofrecerme resultados, rápido. Ahora. Besos, Bawa.

Gobawa Ekimbo,

Pres. Com. Sup. Xen. a Pyotr Martinov, Dir. Agc Seg. Con, nota 44:1970:5:4:2, cit. en El Segundo Genocidio, Demóstenes, 87:1972:1:1:1.

Humano abría camino a través del bosque. Los cerdis pasaban fácilmente por entre los senderos, por los arroyos, a través de gruesos matorrales.

Humano, sin embargo, parecía hacer un baile de su avance, pues escalaba parcialmente algunos árboles determinados, tocaba y hablaba a otros. Los demás cerdis eran mucho más restringidos en sus movimientos, y sólo ocasionalmente se unían a él en sus cabriolas. Solamente Mandachuva se quedaba con los tres humanos.

- ¿Por qué hace eso? - le preguntó Ender.

Mandachuva se quedó sorprendido por un instante. Ouanda le explicó lo que Ender quería decir.

- ¿Por qué escala Humano los árboles, o los toca y canta?

- Les canta cosas de la tercera vida - dijo Mandachuva -. Está mal que lo haga. Siempre ha sido egoísta y estúpido.

Ouanda miró a Ender con sorpresa, y luego se volvió hacia Mandachuva.

- Pensé que a todos os gustaba Humano.

- Sin duda. Es sabio. - Entonces dio un codazo a Ender en la cadera -. Pero es un necio en una cosa. Piensa que le honrarás. Piensa que le darás la tercera vida.

- ¿Qué es la tercera vida? - preguntó Ender.

- El don que Pipo se guardó - respondió Mandachuva. Entonces apretó el paso y alcanzó a los otros cerdis.

- ¿Tiene algo de todo esto sentido para ti, Ouanda?

- Aún no puedo acostumbrarme a la forma en que les hacen preguntas directas...

- Tampoco consigo mucho con las respuestas, ¿no?

- Mandachuva está enfadado, eso es algo. Y está enfadado con Pipo. La tercera vida... un regalo que Pipo se quedó. Todo tendrá sentido.

- ¿Cuándo?

- Dentro de veinte años. O de veinte minutos. Por eso la xenología es tan divertida. Ela también tocaba los árboles y de vez en cuando miraba los matojos.

- Todos los árboles son de la misma especie. Y también los matojos. Y esa enredadera que cuelga de la mayoría de los árboles. ¿Has visto alguna vez otra especie en el bosque, Ouanda?

- No que yo advirtiera. Nunca las he buscado.

La enredadera se llama merdona. Los macios parecen alimentarse de ella, y los cerdis se comen a los macios. Nosotros les enseñamos a hacer comestible la raíz. Antes el amaranto. Así que ahora se están alimentando de un punto más bajo de la cadena alimenticia.

- Mirad - dijo Ender.

Los cerdis se habían detenido, dando la espalda a los humanos, de cara a un claro. En un momento Ender, Ouanda y Ela se pusieron a su altura y miraron al calvero iluminado por la Luna. Era un lugar bastante grande, y el suelo estaba pelado. Había varias casas de troncos alineadas en los bordes del claro, pero el centro estaba vacío a excepción de un único árbol, un árbol muy grande, el más grande que habían visto en el bosque.

El árbol parecía moverse.

- Está lleno de macios - comentó Ouanda.

- No de macios - corrigió Humano.

- Trescientos veinte - dijo Mandachuva.

- Hermanitos - dijo Flecha.

- Y pequeñas madres - añadió Cuencos.

- Y si les hacéis daño - advirtió Come-hojas -, os mataremos sin plantaros y derribaremos vuestro árbol.

- No les haremos daño - dijo Ender.

Los cerdis no dieron un solo paso para entrar en el claro. Esperaron y esperaron, hasta que finalmente algo se movió cerca de la casa de troncos más grande, casi directamente frente a ellos. Era un cerdi. Pero más grande que ninguno de los que hubieran visto antes.

- Una esposa - murmuró Mandachuva.

- ¿Cómo se llama? - preguntó Ender.

Los cerdis se volvieron hacia él, sorprendidos.

- Ellas no nos dicen sus nombres - anunció Come-hojas.

- Si es que tienen nombres - añadió Cuencos.

Humano extendió una mano e hizo agacharse a Ender para poderle susurrar al oído:

- Siempre la llamamos Gritona. Pero nunca lo hacemos cuando pueda oírnos una esposa.

La hembra les miró y entonces cantó - no había otra manera de describir el torrente melifluo de su voz -, una o dos frases en el Lenguaje de las Esposas.

- Dice que vayas - tradujo Mandachuva -. Tú, Portavoz.

- ¿Solo? Preferiría que Ouanda y Ela vinieran conmigo.

Mandachuva habló en voz alta en el Lenguaje de las Esposas; parecía un gorgoteo comparado con la belleza de la voz de la hembra. Gritona respondió, cantando de nuevo brevemente.

- Dice que por supuesto que pueden ir - informó Mandachuva -. Dice que son hembras, ¿no? No es muy sofisticada respecto a las diferencias entre humanos y Pequeños.

- Una cosa más - dijo Ender -. Que venga al menos uno de vosotros como intérprete. ¿O es que sabe hablar stark?

Mandachuva tradujo la pregunta de Ender. La respuesta fue breve, y a Mandachuva no le gustó. Rehusó traducirla. Fue Humano quien explicó.

- Dice que puedes llevar el intérprete que quieras, siempre y cuando sea yo.

- Entonces nos gustaría tenerte como intérprete.

- Tú debes entrar el primero en el lugar de los nacimientos - dijo Humano -. Eres el invitado. Ender dio un paso al frente, bajo la luz de la Luna. Pudo oír a Ela y Ouanda siguiéndole, y a

Humano detrás. Ahora advirtió que Gritona no era la única hembra. Había varias caras

asomadas a las puertas.

- ¿Cuántas son?

Humano no respondió. Ender se volvió a mirarle.

- ¿Cuántas esposas hay? - repitió.

Humano siguió sin responder. No lo hizo hasta que Gritona cantó de nuevo, más fuerte y con tono de mando.

- En el lugar de los nacimientos, Portavoz - dijo Humano -, sólo se habla cuando una esposa te pregunta.

Ender asintió gravemente, entonces se dio la vuelta y regresó al borde del claro, donde los otros machos esperaban. Ouanda y Ela le siguieron. Pudo oír a Gritona cantando tras él, y ahora comprendió por qué los machos la llamaban así: su voz podía hacer temblar a los árboles. Humano alcanzó a Ender y le tiró de la ropa.

- Dice que por qué te vas, que no se te ha dado permiso para marcharte. Portavoz, esto es muy malo, está muy enfadada.

- Dile que no he venido a dar órdenes ni a recibirlas. Si no me trata como a un igual, no la trataré como a una igual.

- No puedo decirle eso.

- Entonces se preguntará siempre por qué me marché, ¿no?

- ¡Es un gran honor ser llamado entre las esposas!

- También es un gran honor para el Portavoz de los Muertos venir a visitarlas.

Humano se quedó quieto unos momentos, rígido por la ansiedad. Entonces se giró y le habló a

Gritona.

Ella permaneció callada. No se produjo un sonido en el calvero.

- Espero que sepa lo que hace, Portavoz - murmuró Ouanda.

- Estoy improvisando. ¿Cómo crees que va la cosa? Ella no respondió.

Gritona entró en la gran casa de troncos. Ender se dio la vuelta y de nuevo se encaminó al bosque. Casi inmediatamente, la voz de Gritona volvió a cantar.

- Te ordena que esperes - dijo Humano.

Ender no redujo el paso y en un momento llegó junto a los otros machos cerdis.

- Si me pide que vuelva, tal vez lo haga. Pero debes decirle, Humano, que no vine a mandar ni a ser mandado.

- No puedo decir eso.

- ¿Porqué no?

- Déjame a mí - dijo Ouanda -. Humano, ¿quieres decir que no puedes porque tienes miedo o porque no hay palabras para expresarlo?

- No hay palabras. No hay forma posible de que un hermano pueda hablarle a una esposa dándole órdenes, ni de que ella pueda formular un ruego, esas palabras no pueden decirse así.

Ouanda le sonrió a Ender.

- No es la costumbre, Portavoz. Es el lenguaje.

- ¿No comprenden vuestro lenguaje, Humano? - preguntó Ender.

- El Lenguaje de los Machos no puede hablarse en el lugar de los nacimientos.

- Dile que mis palabras no pueden ser dichas en el Lenguaje de las Esposas, sino sólo en el de los Machos, y que yo le... pido, que te permita traducir mis palabras al Lenguaje de los Machos.

- Causas muchos problemas, Portavoz - dijo Humano. Se giró y volvió a hablar a Gritona.

De repente el calvero se llenó del sonido del Lenguaje de las Esposas, una docena de canciones diferentes, como un coro.

- Portavoz - dijo Ouanda -, acaba de violar prácticamente todas las leyes de la buena práctica antropológica.

- ¿Cuáles me faltan?

- La única que se me ocurre es que aún no ha matado a nadie.

- Lo que olvidas es que no estoy aquí como científico para estudiarles. Estoy aquí como embajador para hacer un tratado con ellos.

Con la misma rapidez con que empezaron, las esposas se callaron. Gritona salió de la casa y caminó hasta la mitad del claro hasta detenerse muy cerca del gran árbol central. Cantó.

Humano le respondió... en el Lenguaje de los Machos. Ouanda murmuró una traducción.

- Le está diciendo lo que ha dicho, lo de venir como iguales.

Una vez más las esposas estallaron en una canción llena de cacofonía.

- ¿Cómo crees que responderán? - preguntó

- No soy Pizarro.

Jane empezó a murmurar en su oído.

- Estoy empezando a encontrar sentido al Lenguaje de las Esposas. Los fundamentos del Lenguaje de los Machos estaban en las notas de Pipo y Libo. Las traducciones de Humano son muy útiles. El Lenguaje de las Esposas está estrechamente relacionado con el de los Machos, excepto que parece más arcaico, más cercano a las raíces, con formas mas antiguas. Todas las formas hembra - a - macho son en modo imperativo, mientras que las de macho - a - hembra son suplicativas. La palabra que las hembras usan para los hermanos parece estar relacionada con la palabra que los machos usan para el macio, el gusano de los árboles. Si éste es el lenguaje del amor, es una maravilla que se las arreglen para reproducirse.

Ender sonrió. Era bueno oír a Jane hablándole de nuevo, saber que tendría su ayuda.

Advirtió que Mandachuva le había estado preguntando algo a Ouanda, pues ella ahora le susurraba su respuesta.

- Está escuchando a la joya que lleva en el oído.

- ¿Es la reina colmena? - preguntó Mandachuva

- ¿Cómo puedo saberlo? - respondió Ouanda -. He venido aquí tantas veces como tú.

- Creo que lo comprenderán y me aceptarán en esos términos - dijo Ender.

- ¿Por qué piensa eso?

- Porque he venido del cielo. Porque soy el Portavoz de los Muertos.

- No empiece a pensar que es el gran dios blanco. A menudo no sale bien.

- No. Es... - se esforzó por encontrar la palabra -. Es un ordenador. Una máquina con voz.

- ¿Puedo tener una?

- Algún día - respondió Ender, ahorrando a Ouanda el problema de intentar imaginar cómo contestarle.

Las esposas se callaron, y una vez más la voz de Gritona quedó sola. Inmediatamente, los machos se agitaron, empinándose y agachándose sobre sus talones.

Jane le susurró al oído.

- La hembra está hablando el Lenguaje de los Machos.

- Un gran día - dijo Flecha suavemente -. Las esposas hablan el Lenguaje de los Machos en este lugar. Nunca había sucedido antes.

- Te invita a entrar - dijo Humano -. Te invita como una hermana a un hermano.

De inmediato, Ender entró en el claro y se acercó directamente a ella. A pesar de que era más alta que los machos, seguía siendo al menos medio metro más baja que Ender, así que él se arrodilló. Se miraron cara a cara.

- Agradezco tu amabilidad conmigo - dijo Ender.

- Eso podía haberlo dicho en el Lenguaje de las Esposas - protestó Humano.

- Dilo en tu idioma de todas formas.

Así lo hizo. Gritona alargó una mano y tocó la suave piel de la frente de Ender y la áspera barba de su mentón; apretó un dedo contra sus labios y él cerró los ojos, pero no reaccionó cuando ella pasó delicadamente un dedo por sus párpados.

Ella habló.

- ¿Eres el santo Portavoz? - tradujo Humano. Jane aclaró la traducción.

- Ha añadido la palabra santo. Ender miró a Humano a los ojos.

- No soy santo.

Humano se quedó rígido.

- Díselo.

Permaneció indeciso un momento; luego aparentemente decidió que Ender era el menos peligroso de los dos.

- Ella no ha dicho santo.

- Dime lo que dice, tan exactamente como puedas.

- Si no eres santo, ¿cómo sabes lo que dijo realmente?

- Por favor, sé fidedigno entre nosotros.

- A ti te soy fiel - dijo Humano -. Pero cuando le hablo a ella, es mi voz la que oye diciendo tus palabras. Tengo que decirlas... con cuidado.

- Sé fidedigno. No tengas miedo. Es importante que sepa exactamente lo que digo. Dile esto. Dile que le pido que nos perdone por hablarle con rudeza, pero soy un rudo framling y tú debes decir exactamente lo que digo.

Humano cerró los ojos, pero se volvió hacia Gritona y habló. Ella contestó brevemente. Humano tradujo.

- Dice que su cabeza no está hecha de raíz de merdona. Por supuesto que entiende eso.

- Dile que los humanos nunca hemos visto un árbol tan grande antes. Pídele que nos explique qué es lo que ella y las otras esposas hacen con este árbol.

Ouanda estaba sorprendida.

- Va directamente al grano, ¿no?

Pero cuando Humano tradujo las palabras de Ender, Gritona inmediatamente se dirigió al árbol, lo tocó, y empezó a cantar.

Ahora, más cerca del árbol, pudieron ver la masa de criaturas de la corteza. La mayoría no tenían más de cuatro o cinco centímetros de largo. Parecían vagamente fetales, aunque una fina mata de pelo oscuro cubría sus cuerpos rosáceos. Tenían los ojos abiertos. Se apiñaban unos sobre otros, intentando ganar un puesto en una de las extensiones de pasta seca que cubrían la corteza.

- Masa de amaranto - dijo Ouanda.

- Bebés - dijo Ela.

- No, bebés no - corrigió Humano -. Ya casi pueden andar.

Ender avanzó hacia el árbol y extendió la mano. Gritona detuvo bruscamente su canción. Pero Ender no interrumpió su movimiento. Tocó la corteza de un joven cerdi. En su ascenso, la mano le tocó, éste saltó sobre ella y se colgó de la misma.

- ¿Le conocéis por su nombre? - preguntó Ender.

Asustado, Humano tradujo apresuradamente. Y dio la respuesta de Gritona.

- Éste es uno de mis hermanos. No tendrá nombre hasta que pueda caminar sobre sus dos piernas. Su padre es Raíz.

- ¿Y su madre?

- Oh, las pequeñas madres nunca tienen nombre.

- Pregúntaselo.

Humano así lo hizo. Ella respondió.

- Dice que su madre era muy fuerte y muy valiente. Engordó mucho para tener cinco hijos - Humano se tocó la frente -. Cinco hijos es un número muy bueno. Y engordó lo suficiente para alimentarles a todos.

- ¿Su madre trae la masa que le alimenta? Humano se aterrorizo.

- Portavoz, no puedo decir eso. En ningún lenguaje.

- ¿Por qué no?

- Te lo he dicho. Ella engordó lo suficiente para alimentar a sus cinco pequeños. Suelta a ese hermanito y deja que la esposa le cante al árbol.

Ender colocó de nuevo la mano sobre el tronco y el pequeño hermano se escurrió. Gritona reemprendió su canción. Ouanda miró a Ender, reprimiéndole por su impetuosidad. Pero Ela parecía excitada.

- ¿No lo veis? Los recién nacidos se alimentan del cuerpo de sus madres. Ender retiró la mano, con repulsión.

- ¿Cómo puedes decir eso? - preguntó Ouanda.

- Míralos, moviéndose sobre los árboles, igual que los pequeños macios. Ellos y los macios deben haber sido competidores - Ela señaló una parte del árbol que no mostraba moho de amaranto -. El árbol destila savia. Aquí, en las grietas. Mucho antes de la Descolada, debe haber habido insectos que se alimentaban de la savia, y los macios y los cerdis competían para comérsela. Por eso los cerdis pudieron mezclar sus genes con estos árboles. No sólo los bebés vivían aquí, los adultos tenían que escalar los árboles constantemente para mantener apartados a los macios. Incluso cuando había muchas otras fuentes de alimento, seguían estando atados a estos árboles a través de sus ciclos vitales. Mucho antes de que se convirtieran en árboles.

- Estamos estudiando la sociedad cerdi - dijo Ouanda impacientemente -. No las evoluciones que experimentaron en el pasado.

- Estoy llevando a término unas negociaciones muy delicadas - intervino Ender -. Así que por favor callaos y aprended lo que podáis sin montar una mesa redonda.

La canción alcanzó su clímax. Una grieta apareció en el árbol.

- No irán a derribar este árbol para nosotros, ¿no? - preguntó Ouanda, horrorizada.

- Le está pidiendo al árbol que abra su corazón

- Humano se tocó la frente -. Este es el árbol madre, y es el único de nuestro bosque. No se puede hacer ningún daño a este árbol, o todos nuestros hijos vendrán de otros árboles, y todos nuestros padres morirán.

Ahora, las voces de todas las demás esposas se unieron a la de Gritona, y pronto un amplio agujero se abrió en el tronco del árbol madre. Inmediatamente, Ender se adelantó. El interior estaba demasiado oscuro para que pudiera ver.

Ela sacó su bastón iluminador del cinturón y, temblándole las manos, se lo tendió. Ouanda la agarró rápidamente por la mano.

- ¡Una máquina! ¡No se puede traer eso aquí!

Ender cogió gentilmente el bastón de la mano de Ela.

- La verja está desconectada y todos podemos ejecutar ahora Actividades Cuestionables.

Apuntó al suelo con el cañón del bastón y lo conectó, entonces deslizó su dedo rápidamente para reducir la intensidad de la luz y lo desplegó. Las esposas murmuraron, y Gritona tocó a Humano en el vientre.

- Les dije que de noche podíais hacer pequeñas lunas - anunció éste -. Les dije que las llevabais con vosotros.

- ¿Causará algún daño si introduzco esta luz en el corazón del árbol madre?

Humano le preguntó a Gritona, y ésta extendió la mano hacia el bastón. Entonces, sosteniéndolo con manos temblorosas, cantó suavemente y lo inclinó lentamente para que una brizna de luz atravesara el agujero. Casi inmediatamente retrocedió y apuntó con el bastón en otra dirección.

- El brillo las ciega - dijo Humano. Jane susurró en el oído de Ender.

- El sonido de su voz repite el del interior del árbol. Cuando la luz entró, el eco se moduló, produciendo un tono alto y moldeando el sonido. El árbol respondía, usando el sonido de la propia voz de Gritona.

- ¿Puedes ver? - dijo Ender suavemente.

- Arrodíllate y acércame lo suficiente y luego muéveme por delante de la abertura.

Ender obedeció y dejó que su cabeza se moviera lentamente delante del agujero, permitiendo a la joya de su oído un claro ángulo del interior. Jane describió lo que veía. Ender permaneció arrodillado largo rato, sin moverse. Luego se volvió hacia los otros.

- Las pequeñas madres están ahí dentro, embarazadas. No miden más de cuatro centímetros. Una de ellas está dando a luz.

- ¿Ves con la joya? - preguntó Ela.

Ouanda se arrodilló junto a él, intentando ver el interior, pero sin conseguirlo.

- Increíble dimorfismo sexual. Las hembras llegan a su madurez sexual en la infancia, dan a luz y mueren. Humano, ¿todos esos pequeños que hay fuera del árbol son hermanos?

Humano repitió la pregunta a Gritona. La esposa extendió la mano hacia un lugar cercano a la apertura en el tronco y tomó a uno bastante grande. Cantó unas palabras de explicación.

- Ésa es una joven esposa - tradujo Humano -. Se unirá a las otras esposas en el cuidado de los niños cuando sea lo bastante mayor.

- ¿Es la única? - preguntó Ela. Ender tembló y se puso en pie.

- Ésa es estéril, o bien nunca la han dejado aparearse. No habría podido tener hijos.

- ¿Por qué no? - preguntó Ouanda.

- No hay canal para dar a luz - dijo Ender -. Los bebés se abren camino mordiendo. Ouanda musitó una plegaria.

Ela, sin embargo, sentía más curiosidad que nunca.

- Fascinante. Pero si son tan pequeñas, ¿cómo se aparean?

- Las llevamos con los padres, naturalmente - dijo Humano -. ¿Cómo sino? Los padres no pueden venir aquí, ¿no?

- Los padres - dijo Ouanda -. Así es cómo llaman a los árboles más reverenciados.

Eso es. Los padres maduran en la corteza. Ponen su simiente en la corteza, en la savia. Llevamos a la pequeña madre al padre que las esposas han escogido. Ella se arrastra sobre la corteza, y la semilla de la savia entra en su vientre y lo llena de pequeños.

Ouanda señaló sin hablar las pequeñas protuberancias en el vientre de Humano.

- Sí - dijo Humano -. Aquí las llevamos. El hermano honrado pone a la pequeña madre en una de sus bolsas, y ella se agarra con fuerza mientras la lleva al padre - se tocó el vientre -. Es el mayor placer que tenemos en nuestra segunda vida. Llevaríamos a las pequeñas madres todas las noches si pudiéramos.

Gritona cantó, más y más alto, y el agujero en el árbol madre empezó a cerrarse de nuevo.

- Todas esas hembras, las pequeñas madres - preguntó Ela -. ¿Son conscientes? Humano no comprendía la palabra.

- ¿Están despiertas? - preguntó Ender.

- Por supuesto.

- Lo que quiere decir - intervino Ouanda - es si las pequeñas madres pueden pensar.

¿Comprenden el lenguaje?

- ¿Ellas? - preguntó Humano -. No, no son más listas que las cabras. Y sólo un poco más que los macios. Sólo hacen tres cosas. Comer, arrastrarse y colgarse de la bolsa. Los hermanos que están ahora fuera del árbol están empezando a pensar. Recuerdo haber escalado a la superficie del árbol madre. O sea que ya tenía memoria. Pero soy uno de los pocos que recuerda hasta tan lejos.

Las lágrimas acudieron a los ojos de Ouanda.

- Todas las madres nacen, se aparean, dan a luz y mueren en su infancia. Ni siquiera saben que están vivas.

- Es un dimorfismo sexual llevado a un extremo ridículo - dijo Ela -. Las hembras alcanzan pronto la madurez sexual, mientras que los machos lo hacen tarde. Es irónico que las hembras adultas dominantes sean todas estériles. Gobiernan toda la tribu, y sin embargo sus propios genes no pueden ser transmitidos...

- Ela - propuso Ouanda -, ¿y si pudiéramos desarrollar un medio para que las pequeñas madres tuvieran a sus hijos sin tener que ser devoradas? Una operación de cesárea. Con un nutriente rico en proteínas para sustituir el cadáver de la pequeña madre. ¿Podrían las hembras sobrevivir hasta la edad adulta?

Ela no tuvo oportunidad de contestar. Ender las tomó a ambas por el brazo y las apartó.

- ¿Cómo os atrevéis? - susurró -. ¿Y si ellos pudieran concebir un modo de hacer que las niñas humanas concibieran y tuvieran hijos que se alimentaran del cadáver de la madre?

¿De qué está hablando? - preguntó Ouanda.

- Eso es repugnante - dijo Ela.

- No hemos venido a atacarles en la misma raíz de sus vidas. Hemos venido para encontrar la manera de compartir un mundo con ellos. Dentro de cien o quinientos años, cuando hayan aprendido lo suficiente para hacer los cambios ellos mismos, entonces ellos podrán decidir si alteran o no la forma en que sus hijos son concebidos y su nacimiento. Pero no podemos ni imaginar lo que les pasaría si de repente llegaran a la madurez tantas hembras como machos.

¿Para hacer qué? No pueden tener más hijos, ¿no? No pueden competir con los machos para convertirse en padres, ¿no? ¿Para qué?

- Pero están muriendo sin ni siquiera estar vivas...

- Son lo que son - dijo Ender -. Ellos, no vosotras, decidirán qué cambios querrán hacer, no desde vuestra ciega perspectiva humana, ni de vuestros intentos de hacer que vivan felices, como nosotros.

- Tienes razón - dijo Ela -. Naturalmente, tienes razón. Lo siento.

Para Ela, los cerdis no eran personas, sino una extraña fauna alienígena, y estaba acostumbrada a descubrir que otros animales tenían modos de vida inhumanos. Pero Ender pudo ver que Ouanda estaba aún trastornada. Había hecho la transición ramen: Pensaba en los cerdis en términos de nosotros en vez de ellos. Aceptaba la extraña conducta que conocía, incluso el asesinato de su padre, como parte de un marco aceptable de diferencias. Esto significaba que era más tolerante y aceptaba a los cerdis más que Ela; sin embargo, aquello la hacía aún más vulnerable al descubrimiento de conductas bestiales y crueles entre sus amigos.

Ender advirtió también que, después de años de asociación con los cerdis, Ouanda había adquirido uno de sus hábitos: en aquel momento de extrema ansiedad, su cuerpo se puso rígido. Así que él le recordó su humanidad, tomándola por el hombro en un gesto paternal.

Con su contacto, Ouanda se relajó un poco y se rió nerviosamente.

- ¿Sabe lo que no dejo de pensar? - dijo en voz baja -. En que las pequeñas madres tienen a sus hijos y mueren sin ser bautizadas.

- Si el obispo Peregrino les convierte, tal vez nos dejen meter un hisopo en el árbol madre y decir las palabras.

- No se burle de mi.

- No lo hago. Por ahora, sin embargo, les pediremos que cambien lo suficiente para que podamos vivir con ellos, no más. Nosotros cambiaremos para que puedan soportar nuestra convivencia. Acceded a eso o la verja se alzará de nuevo, porque entonces seriamos verdaderamente una amenaza para su supervivencia.

Ela asintió, pero Ouanda se puso rígida de nuevo. Los dedos de Ender, súbitamente, la apretaron en el hombro. Asustada, ella asintió también. El relajó su tenaza.

- Lo siento - dijo -, pero son lo que son. Si te parece mejor, son como Dios les hizo. Así que no intentes rehacerles a tu propia imagen.

Regresó junto al árbol madre. Gritona y Humano estaban esperando.

- Por favor, disculpad la interrupción.

- Está bien - dijo Humano -. Le he dicho lo que estabais haciendo. Ender notó que se hundía por dentro.

- ¿Qué le dijiste?

- Que ellas querían hacer algo a las pequeñas madres que nos haría más parecidos a los humanos, pero tú dijiste que no lo hicieran nunca o levantarías otra vez la cerca. Le dije que dijiste que debíamos continuar siendo Pequeños, y vosotros debéis continuar siendo humanos.

Ender sonrió. Su traducción era estrictamente verdadera, pero tenía el buen sentido de no entrar en los detalles específicos. Era de suponer que las esposas pudieran desear que las pequeñas madres sobrevivieran a la infancia, sin comprender cuán vastas podrían ser las consecuencias de un cambio aparentemente tan simple. Humano era un diplomático excelente; decía la verdad y a la vez evitaba todo el asunto.

- Bien - dijo Ender -. Ahora que ya nos hemos conocido, es hora de empezar a hablar en serio. Ender se sentó sobre la tierra desnuda. Gritona lo hizo frente a él. Cantó unas pocas palabras.

- Dice que tenéis que enseñarnos todo lo que sabéis, llevarnos a las estrellas, traernos a la reina colmena y darle el palo de luz que esta nueva humana ha traído consigo, o en la oscuridad de la noche enviará a todos los hermanos de este bosque para que maten a los humanos mientras dormís y os colgará bien alto, lejos del suelo, para que no tengáis tercera vida.

Viendo la alarma de los humanos, el cerdi extendió la mano y tocó el pecho de Ender.

- No, no, tenéis que comprender. Eso no significa nada. Esa es la manera en que siempre empezamos a hablar con otra tribu. ¿Creéis que estamos locos? ¡Nunca os mataríamos! Nos disteis amaranto, cuencos y la Reina Colmena y el Hegemón.

- Dile que retire su amenaza o no le daremos nada más.

- Te lo he dicho, Portavoz, no significa...

- Ella dijo esas palabras, y no le hablaré mientras las palabras permanezcan. Humano le habló.

Gritona se puso en pie de un salto y empezó a dar vueltas en torno al árbol madre, con las manos alzadas, cantando en voz alta.

Humano se inclinó hacia Ender.

- Se está quejando a la gran madre y a todas las esposas de que eres un hermano que no conoce su puesto. Dice que eres rudo e imposible de tratar.

Ender asintió.

- Sí, exactamente eso. Ahora estamos consiguiendo algo.

Una vez más, Gritona se sentó frente a Ender. Habló en el Lenguaje de los Machos.

- Dice que nunca matará a ningún humano ni dejará que ninguno de los hermanos o las esposas mate a ninguno de vosotros. Dice que recuerdes que eres el doble de alto que cualquiera de nosotros, y que lo sabes todo y nosotros no sabemos nada. ¿Se ha humillado ya lo bastante para que le hables?

Gritona le observó, esperando malhumorada su respuesta.

- Sí - dijo Ender -. Ahora podemos empezar.

Novinha se arrodilló en el suelo junto a la cama de Miro. Quim y Olhado estaban de pie tras ella. Dom Cristão acostaba a Quara y Grego en su habitación. El sonido de su nana apenas era audible por la torturada respiración de Miro.

Los ojos de Miro se abrieron.

- Miro - dijo Novinha. Miro gruñó.

- Miro, estás en casa. Atravesaste la verja cuando estaba conectada. El doctor Navio dice que tu cerebro ha sido dañado. No sabemos si el daño será permanente o no. Puedes quedar paralizado parcialmente. Pero estás vivo, Miro, y Navio dice que puede hacer muchas cosas para ayudarte a compensar lo que puedas haber perdido. ¿Comprendes? Te estoy diciendo la verdad. Puede que sea malo durante un tiempo, pero merece la pena intentarlo.

Miro gimió suavemente. Pero no era un sonido de dolor. Era como si intentara hablar y no pudiera.

- ¿Puedes mover la mandíbula, Miro? - preguntó Quim. Lentamente, la boca de Miro se abrió y se cerró.

Olhado colocó la mano un metro por encima de su cabeza y la movió.

- ¿Puedes hacer que tus ojos sigan el movimiento de mi mano? Miro gimió de nuevo.

- Cierra la boca para decir no, y ábrela para decir que sí - sugirió Quim.

Miro cerró la boca y pronunció un murmullo.

Novinha no pudo dejar de sentir, a pesar de sus palabras de ánimo, que aquello era lo más terrible que le había ocurrido a uno de sus hijos.

Cuando Lauro perdió los ojos y se convirtió en Olhado (odiaba el mote, pero ahora ella misma lo usaba), pensó que nada peor podría suceder.

Pero Miro, tan paralizado e indefenso, que ni siquiera notaba el contacto de su mano... no podía soportarlo.

Había sentido un tipo de pena cuando Pipo murió, y otro cuando murió Libo, y un pesar terrible por la muerte de Marcão.

Incluso recordaba el doloroso vacío que sintió mientras contemplaba cómo enterraban a su padre y a su madre.

Pero no había dolor peor que ver sufrir a un hijo sin poderle ayudar.

Se levantó para marcharse. Por su bien, lloraría en silencio, y en otra habitación.

- Mm. Mm. Mm.

- No quiere que te vayas - dijo Quim.

- Me quedaré si quieres, pero deberías dormir. Navio dice que cuanto más duermas...

- Mm. Mm. Mm.

- Tampoco quiere dormir - dijo Quim. Novinha reprimió su respuesta inmediata, replicarle a Quim que podía oír sus respuestas perfectamente bien ella sola. Pero no era momento para pelearse. Además, era Quim quien había ideado el sistema que Miro usaba para comunicarse. Tenía derecho a sentirse orgulloso, de pretender que era la voz de Miro. Era su modo de afirmar que era parte de la familia. Que no renunciaba a ella por lo que había aprendido en la praça hoy. Era su forma de perdonarla, así que se calló.

- Tal vez quiera decirnos algo - sugirió Olhado.

- Mm.

- ¿O hacernos una pregunta?

- Ma. Aa.

- Magnífico - dijo Quim -. Si no puede mover las manos, no puede escribir.

- Sem problema - dijo Olhado. Puede ver. Si le llevamos junto al terminal, puedo hacer que vea las letras y que diga solamente sí cuando vea la letra que quiere.

- Eso nos llevará una eternidad - dijo Quim.

- ¿Quieres intentarlo, Miro? - preguntó Novinha.

Quería. Entre los tres le llevaron a la habitación principal y le acostaron en la cama que había allí. Olhado orientó el terminal para que Miro pudiera ver todas las letras del alfabeto cuando las mostrara en la pantalla. Escribió un corto programa que hacía que cada letra se encendiera por turnos durante una fracción de segundo. Tuvo que hacer algunos intentos para ajustar la velocidad y hacer que fuera lo suficientemente lenta para que Miro pudiera emitir un sonido que significara esta letra, antes de que la luz se moviera hacia la siguiente.

Miro, a su vez, consiguió que las cosas fueran más rápidas abreviando deliberadamente sus palabras. C-E-R.

- Los cerdis - dijo Olhado.

- Sí - intervino Novinha -. ¿Por qué cruzabas la verja para ir con los cerdis?

- ¡Mmmmm!

- Está preguntando él, Madre - dijo Quim -. No quiere contestar ninguna pregunta.

- Aa.

- ¿Quieres saber qué ha pasado con los cerdis que estaban contigo cuando cruzaste la verja? Han regresado al bosque. Con Ouanda, Ela y el Portavoz de los Muertos.

Le refirió rápidamente la reunión en las habitaciones del obispo, lo que habían sabido de los cerdis y todo lo que habían decidido hacer.

- Desconectar la verja para salvarte, Miro, fue una decisión que significa rebelarse contra el Congreso. ¿Comprendes? Las reglas del Comité se han acabado. La verja no es más que un puñado de alambres inútiles. La puerta permanecerá abierta.

Los ojos de Miro se llenaron de lágrimas.

- ¿Eso es lo que querías saber? - preguntó Novinha -. Deberías dormir. No, dijo. No, no, no, no.

- Espera a que sus ojos se aclaren - dijo Quim -. Y busquemos más palabras.

D-I-G-A-F-A-L.

- Diga ao Falante pelos Mortos - dijo Olhado.

- ¿Qué tenemos que decir al Portavoz? - preguntó Quim.

- Mejor que duermas ahora y nos lo digas más tarde. No volverá hasta dentro de unas horas. Está negociando una serie de normas para gobernar las relaciones entre los cerdis y nosotros. Para evitar que maten más humanos de la forma en que mataron a Pipo y a Li... a tu padre.

Pero Miro se negó a dormir. Continuó deletreando el mensaje a medida que terminal iba mostrando letras. Los tres juntos consiguieron dilucidar lo que quería que le dijeran al Portavoz. Y comprendieron que quería que lo hicieran ahora, antes de que las negociaciones terminaran.

Así que Novinha dejó a Dom Cristão y Dona Cristã a cargo de la casa y los niños. Cuando salía, se detuvo junto a su hijo mayor. El esfuerzo le había agotado; tenía los ojos cerrados y su respiración era acompasada. Le tocó la mano, la apretó; sabía que él no podía sentir su contacto, pero era a sí misma a quien consolaba, no a él.

Miro abrió los ojos. Y ella sintió que sus dedos, muy tenuemente, apretaban los suyos.

- Lo he sentido - le susurró -. Te pondrás bien.

Él cerró los ojos anegados de lágrimas. Ella se levantó y caminó a ciegas hacia la puerta.

- Tengo algo en un ojo - le dijo a Olhado -. Guíame unos cuantos minutos hasta que pueda ver. Quim estaba ya en la verja.

- ¡La puerta está demasiado lejos! - gritó -. ¿Sabes escalar, Madre? Pudo hacerlo, aunque no fue fácil.

- No hay duda, Bosquinha va a tener que dejarnos instalar otra puerta aquí.

Era tarde, pasada la medianoche, y tanto Ouanda como Ela comenzaban a sentir sueño. Ender, no. Había estado negociando con Gritona durante horas, y la química de su cuerpo había respondido. Incluso si pudiera irse ahora a casa, tardaría horas antes de poder conciliar el sueño.

Ahora sabía mucho más sobre lo que los cerdis querían y necesitaban. El bosque era su hogar, su nación; era toda la definición de propiedad que habían necesitado durante toda su existencia. Ahora, sin embargo, los campos de amaranto habían hecho que vieran la pradera como tierra útil que necesitaban controlar. Sin embargo, tenían pocos conocimientos de cómo medir la tierra. ¿Cuántas hectáreas necesitaban para cultivar? ¿Cuánta tierra podían usar los humanos? Ya que los propios cerdis apenas comprendían sus necesidades, a Ender le costaba trabajo averiguarlo.

Aún más difícil que el concepto de ley y gobierno. Las esposas mandaban; para los cerdis, eso era simple. Pero Ender, por fin, había conseguido hacerles comprender que los humanos hacían sus leyes de forma distinta, y que las leyes humanas se aplicaban a problemas humanos. Para hacerles comprender esto, Ender tuvo que explicarles las pautas de apareamiento de los humanos. Le hizo gracia ver la forma en que Gritona se escandalizaba ante el concepto de que los adultos se apareaban, y de que los hombres tuvieran la misma voz que las mujeres en la creación de las leyes. La idea de familia y amistades separados de la tribu era «ceguera ante los hermanos» para ella. Estaba bien que Humano se sintiera orgulloso de las muchas veces que su padre se había apareado, pero en lo que concernía a las esposas, elegían a los padres únicamente sobre la base de lo que era bueno para la tribu. La tribu el individuo... ésas eran las únicas entidades que las esposas respetaban.

Finalmente, comprendieron que las leyes humanas debían aplicarse dentro de los límites de los asentamientos humanos, y que las leyes cerdis debían regir dentro de las tribus cerdis. Dónde tenían que colocarse esos límites era un asunto completamente diferente. Ahora, después de tres horas, finalmente habían accedido a una sola cosa: la ley cerdi se aplicaba en el bosque, y todos los humanos que entraran al bosque estaban sujetos a ella. La ley humana se aplicaba dentro de la verja, y todos los cerdis que fueran allí quedarían sujetos al gobierno humano. Todo el resto del planeta se dividiría más tarde. Era un triunfo muy pequeño, pero al menos era un principio de acuerdo.

- Debes comprender - le dijo Ender - que los humanos necesitarán gran cantidad de tierra. Pero esto es sólo el principio del problema. Queréis que la reina colmena os enseñe a extraer minerales, a fundir metales y a hacer herramientas. Pero ella también necesitará tierras. En muy poco tiempo será mucho más fuerte que los humanos o los Pequeños.

Cada uno de sus insectores, explicó, era completamente obediente e infinitamente trabajador. Rápidamente sobrepasarían a los humanos en su poder y productividad. Una vez fuera restaurada a la vida habría que tenerla en cuenta.

- Raíz dice que se puede confiar en ella - dijo Humano y, traduciendo a Gritona, añadió: El árbol madre también le concede su confianza.

- ¿Le daréis vuestra tierra? - insistió Ender.

- El mundo es grande. Puede usar los bosques de otras tribus. Igual que vosotros. Os los damos libremente.

Ender miró a Ouanda y Ela.

- Eso está muy bien - dijo Ela -, ¿pero son vuestros esos bosques?

- Definitivamente no - contestó Ouanda -. Incluso tienen guerras con las otras tribus.

- Les mataremos por vosotros si os crean problemas - ofreció Humano -. Ahora somos muy fuertes. Trescientos veinte bebés. Dentro de diez años ninguna tribu podrá enfrentarse a nosotros.

- Humano - dijo Ender -, dile a Gritona que estamos tratando con esta tribu ahora. Trataremos con las demás tribus más tarde.

Humano tradujo rápidamente, y pronto obtuvo la respuesta de Gritona.

- No, no, no, no y no.

- ¿A qué se opone?

- No trataréis con nuestros enemigos. Habéis venido a nosotros. Si tratáis con ellos, entonces también vosotros sois enemigos.

En ese momento aparecieron las luces en el bosque tras ellos, y Flecha y Come-hojas condujeron a Novinha, Quim y Olhado al calvero de las esposas.

- Miro nos envió - explicó Olhado.

- ¿Cómo está? - preguntó Ouanda.

- Paralizado - se apresuró a decir Quim evitando a Novinha el esfuerzo de explicarlo.

- Nossa Senhora - susurró Ouanda.

- Pero es temporal en gran parte - dijo Novinha -. Antes de que me marchara, le apreté la mano. La sintió y me devolvió el apretón. Sólo un poco, pero las conexiones nerviosas no están muertas. No todas, al menos.

- Disculpadme, pero podréis tener esa conversación en Milagro - dijo Ender -. Tengo otro asunto que atender aquí.

- Lo siento - se excusó Novinha -. Miro nos dio un mensaje. No puede hablar, pero nos lo dio letra a letra, y nosotros rellenamos los huecos. Los cerdis están planeando una guerra, aprovechándose de los conocimientos que han aprendido de nosotros. Con flechas y su superioridad numérica... serían irresistibles. Tal como yo lo entendí, Miro cree que su interés bélico no se centra sólo en un deseo de conquistar territorio. Es una oportunidad para mezclar genes. Exogamia masculina. La tribu ganadora consigue el uso de los árboles que crecen de los cuerpos de los guerreros muertos.

Ender miró a Humano, Come-hojas y Flecha.

- Es cierto - dijo Flecha -. Naturalmente que es cierto. Ahora somos la tribu más sabia. Todos nosotros seremos mejores padres que ninguno de los otros cerdis.

- Ya veo.

- Por eso Miro quiso que viniéramos ahora, esta noche - dijo Novinha -. Cuando las negociaciones aún no han acabado. Eso tiene que terminar.

Humano se puso en pie y comenzó a dar saltos arriba y abajo como si quisiera echar a volar.

- No traduciré eso - dijo.

- Yo lo haré - dijo Come-hojas.

- ¡Alto! - gritó Ender. Su voz sonó más fuerte de lo que la había oído nunca. Inmediatamente todo el mundo guardó silencio; el eco de su grito pareció extenderse entre los árboles -. Come- hojas, no tendré más intérprete que Humano.

- ¿Quién eres para decirme que no hable a las esposas? Soy un cerdi, mientras que tú no eres nada.

- Humano, dile a Gritona que si deja que traduzca las palabras que los humanos hemos dicho entre nosotros, entonces será un espía. Y si deja que nos espíe, nos iremos a casa inmediatamente y no conseguiréis nada de nosotros. Me llevaré a la reina colmena a otro mundo donde restaurarla. ¿Me comprendes?

Por supuesto que comprendía. Ender también sabía que Humano estaba complacido. Come- hojas estaba intentando usurpar el papel de Humano y desacreditarle... junto con Ender. Cuando Humano terminó de traducir, Gritona le cantó a Come-hojas. Azorado, éste se retiró rápidamente al bosque para observar junto a los demás cerdis. Pero Humano no era ni mucho menos una marioneta. No mostró ningún signo de agradecimiento. Miró a Ender a los ojos

- Dijiste que no intentarías cambiarnos.

- Dije que no intentaría cambiaros más de lo necesario.

- ¿Por qué es necesario esto? Es un asunto entre nosotros y los otros cerdis.

- Cuidado - advirtió Ouanda -. Está muy trastornado.

Antes de convencer a Gritona, Ender sabía que tenía que convencer a Humano.

Sois nuestros amigos entre los cerdis. Tenéis nuestra confianza y nuestro amor. Nunca haremos nada para dañaros, o para que otros cerdis tengan ventaja sobre vosotros. Pero no hemos venido sólo a vosotros. Representamos a toda la humanidad, y hemos venido a enseñar todo lo que podamos a todos los cerdis. No importa de qué tribu.

- No representáis a toda la humanidad. Estáis a punto de pelear contra todos los demás humanos. ¿Cómo puedes decir que nuestras guerras son malas y las vuestras son buenas?

Seguramente Pizarro, con su escasez de recursos, tuvo menos problemas con Atahualpa.

- Estamos intentando no pelear con los otros humanos. Y si llega el caso, no será nuestra guerra, ni intentaremos conseguir ventaja sobre ellos. Será vuestra guerra, y trataremos de conseguiros el derecho de viajar entre las estrellas - Ender extendió su mano abierta -. Hemos renunciado a nuestra humanidad para convertirnos en ramen con vosotros - cerró la mano y la convirtió en un puño -. Humano, cerdi y reina colmena serán uno en Lusitania. Todos los humanos. Todos los insectores. Todos los cerdis.

Humano se quedó sentado, en silencio, digiriendo esto.

- Portavoz - dijo finalmente -. Esto es muy duro. Hasta que los humanos llegasteis, los otros cerdis tenían que morir, y su tercera vida era ser esclavos nuestros en los bosques que mantenemos. Este bosque fue una vez un campo de batalla. Nuestros padres más antiguos son los héroes de esa batalla, y nuestras casas están hechas de los cobardes. Toda la vida nos preparamos para ganar batallas a nuestros enemigos, para que nuestras esposas puedan hacer un árbol madre en un nuevo bosque y seamos grandes y poderosos. En estos últimos diez años hemos aprendido a usar flechas para matar desde lejos. A usar cuencos y pieles de cabra para llevar el agua a las tierras secas. A usar amaranto y raíz de merdona para que podamos ser muchos y fuertes y llevemos comida lejos de los macios de nuestro bosque natal. Nos alegramos de esto porque significaba que seríamos siempre victoriosos en la guerra. Llevaríamos a nuestras esposas, nuestras pequeñas madres, nuestros héroes a cada rincón del

gran mundo, y finalmente, algún día, a las estrellas. Este es nuestro sueño, Portavoz, y ahora me dices que quieres que lo perdamos como el viento se pierde en el cielo.

Fue un discurso apasionado. Ninguno de los otros humanos ofreció a Ender ninguna sugerencia sobre lo que tenía que responder. Humano casi les había convencido.

- Vuestro sueño es bueno - dijo Ender -. Es el sueño de todas las criaturas vivientes. El deseo que está en la raíz de la vida misma: crecer hasta que todo el espacio que podáis ver sea vuestro y esté bajo vuestro control. El deseo de grandeza. Sin embargo, hay dos formas de cumplirlo. Una es matando a todo lo que sea extraño a nosotros mismos, devorándolo o destruyéndolo, hasta que no quede nada que se os oponga. Pero ese camino es malo. Le decís a todo el universo: «Sólo yo seré grande y, para que yo me abra espacio, el resto de vosotros tenéis que renunciar incluso a lo que ya tenéis, y convertiros en nada.» Comprende, Humano, que si nosotros sintiéramos de esta forma y actuáramos de esta forma, podríamos matar a todos los cerdis de Lusitania y hacer de este sitio nuestro hogar. ¿Qué quedaría de vuestro sueño si fuéramos malos?

Humano se esforzaba por comprender.

- Veo que nos habéis dado grandes regalos, cuando podríais haber tomado de nosotros incluso lo poco que tenemos. Pero ¿por qué nos disteis los regalos si no podemos usarlos para hacernos grandes?

- Queremos que crezcáis y viajéis entre las estrellas. Queremos que seáis fuertes y poderosos, con cientos y miles de hermanos y esposas. Queremos enseñaros a cultivar muchas especies de plantas y a criar muchos animales diferentes. Ela y Novinha, estas dos mujeres, trabajarán todos los días de su vida para desarrollar más plantas que puedan vivir aquí, en Lusitania, y todas las cosas buenas que consigan os las darán. Para que podáis crecer. Pero ¿por qué tiene que morir un solo cerdi de los dem��s bosques para que podáis tener esos regalos? ¿Y por qué os lastimaría si también le diéramos a ellos los mismos regalos?

- Si se vuelven tan fuertes como nosotros, ¿qué habremos ganado entonces?

«¿Qué esperabas que hiciera este hermano? pensó Ender -. Su gente siempre se había medido contra las otras tribus. Su bosque no tiene cien o quinientas hectáreas: es más grande o más pequeño que el bosque de la tribu del este o del sur. Lo que tengo que hacer ahora es el trabajo de una generación. Tengo que enseñarle un nuevo modo de concebir la grandeza de su propio pueblo.»

- ¿Es grande Raíz? - preguntó Ender.

- Claro que sí. Es mi padre. Su árbol no es el más antiguo ni el más grueso, pero ningún padre ha tenido nunca tantos hijos tan rápidamente después de ser plantado.

- Así que en cierto sentido, todos los hijos que ha tenido son aún parte de él. Cuantos más hijos tiene, mas grande es - Humano asintió lentamente -.

Y cuanto más consigas tú en tu vida, más grande har��s a tu padre, ¿no es cierto?

- Si sus hijos hacen bien, entonces sí; es un gran honor para el padre árbol.

- ¿Tienes que matar a todos los otros grandes árboles para que tu padre sea grande?

- Eso es distinto. Todos los otros grandes árboles son padres de la tribu, y los más pequeños son aún hermanos.

Sin embargo, Ender pudo ver que Humano estaba ahora inseguro. Se resistía a las ideas de Ender porque eran extrañas, no porque fueran erróneas o incomprensibles. Estaba empezando a comprender.

- Mira a las esposas. No tienen hijos. Nunca podrán ser grandes como es grande tu padre.

- Portavoz, sabes que son las más grandes de todas. La tribu entera les obedece. Cuando nos gobiernan bien, la tribu prospera; cuando la tribu se multiplica, entonces las esposas son también fuertes...

- Aunque ninguno de vosotros sea hijo suyo.

- ¿Cómo podríamos serlo?

- Y sin embargo aumentáis su grandeza. A pesar de que no son vuestra madre ni vuestro padre, crecen cuando vosotros crecéis.

- Todos somos la misma tribu...

- Pero, ¿por qué sois la misma tribu? Tenéis diferentes padres, diferentes madres...

- ¡Porque somos la tribu! Vivimos aquí en el bosque, y...

- Si viniera otro cerdi de otra tribu y os pidiera que le dejarais quedarse y ser un hermano....

- ¡Nunca le permitiríamos ser un árbol padre!

- Pero intentasteis que Pipo y Libo lo fueran. Humano respiraba ansiosamente.

- Eran parte de la tribu. Del cielo, pero les hicimos hermanos e intentamos hacerles padres. La tribu es lo que nosotros creemos que es. Si decimos que la tribu son todos los Pequeños del bosque, y todos los árboles, eso es lo que es la tribu. Incluso algunos de los árboles más antiguos provienen de guerreros de otras tribus, caídos en batalla. Nos convertimos en una tribu porque decimos que lo somos.

Ender se maravilló por la mente de este pequeños ramen. Cuán pocos humanos eras capaces de comprender esta idea, o dejar que se extendiera más allá de los estrechos confines de su tribu, su familia, su nación.

Humano dio la vuelta a su alrededor y se apoyó contra él. El peso del joven cerdi presionó contra su espalda. Ender sintió su respiración en la mejilla, y entonces Humano hizo que las mejillas de ambos se juntaran y miraran en la misma dirección. Comprendió de inmediato.

- Ves lo que yo veo.

- Los humanos crecéis al hacer que seamos parte de vosotros, humanos y cerdis e insectores, ramen juntos. Entonces somos una tribu, y nuestra grandeza es vuestra grandeza, y lo vuestro es nuestro.

Ender pudo sentir el cuerpo de Humano temblando con la fuerza de la idea.

- Nos dices que tenemos que ver a las otras tribus de la misma manera. Como una sola tribu, nuestra tribu, para que creciendo nosotros les hagamos crecer a ellos.

- Podéis enviar maestros a las otras tribus - dijo Ender -. Hermanos que pasen a su tercera vida en los otros bosques y tengan hijos allí.

- Es difícil pedir a las esposas una cosa tan extraña y difícil. Tal vez imposible. Sus mentes no funcionan igual que la de los hermanos. Un hermano puede pensar en muchas cosas diferentes. Pero una esposa Sólo piensa en una cosa: en lo que es bueno para la tribu, en lo que es bueno para los niños y las pequeñas madres.

- ¿Puedes hacerles comprender esto?

- Mejor que tú, sí. Pero probablemente fallaré.

- No lo creo.

- Has venido esta noche para hacer una alianza entre nosotros, los cerdis de esta tribu, y vosotros, los humanos que vivís en este mundo. Los humanos de fuera de Lusitania no se preocuparán por nuestra alianza, y los cerdis de fuera de este bosque tampoco.

- Queremos hacer la misma alianza con todos.

- Y en esta alianza, los humanos prometéis enseñárnoslo todo.

- Tan rápido como podáis comprenderlo.

- Todas las preguntas que hagamos.

- Si sabemos las respuestas.

- ¡Cuándo! ¡Sí! ¡Ésas no son palabras para una alianza! Dame respuestas directas, Portavoz de los Muertos - Humano se levantó, se separó de Ender, dio la vuelta a su alrededor y se inclinó un poco para mirarle desde arriba -. ¡Prometed que nos enseñaréis todo lo que sabéis!

- Lo prometemos.

- Y que devolverás a la vida a la reina colmena para que nos ayude.

- La devolveré. Tendréis que hacer con ella vuestra propia alianza. No obedece la ley humana.

- Promete restaurar a la reina colmena, nos ayude o no.

- Sí.

- Promete que obedeceréis nuestra ley cuando vengáis a nuestro bosque. Y que accedéis a que la tierra de la pradera que necesitemos también estará bajo nuestra ley.

- Sí.

- ¿E iréis a la guerra contra todos los otros humanos de todas las estrellas del cielo para protegernos y dejar que viajemos también a las estrellas?

- Ya lo hemos hecho.

Humano se relajó, dio un paso atrás, se sentó en su antigua posición. Dibujó con el dedo en el suelo.

- Ahora, lo que queréis de nosotros. Obedeceremos la ley humana en vuestra ciudad, y también en la tierra de la pradera que necesitéis.

- Sí.

- Y no queréis que vayamos a la guerra.

- Eso es.

- ¿Y eso es todo?

- Una cosa más.

- Lo que pides es ya imposible. Bien puedes pedir más.

- ¿Cuando empieza la tercera vida? Cuando matáis a un cerdi y se convierte en un árbol,

¿verdad?

- La primera vida es dentro del árbol madre, donde nunca vemos la luz, y donde comemos a ciegas la carne del cuerpo de nuestra madre y la savia del árbol. La segunda vida es cuando vivimos a la sombra del bosque, en la media luz, corriendo, saltando y escalando; viendo, cantando y hablando, haciendo cosas con nuestras manos. La tercera vida es cuando nos estiramos y bebemos del sol, por fin bajo la luz total, no moviéndonos nunca excepto con el viento; sólo pensando y, cuando los hermanos tocan el tambor sobre tu tronco, hablándoles. Sí, ésa es la tercera vida.

- Los humanos no tienen tercera vida. Humano le miró, sorprendido.

- Cuando morimos, aunque nos plantéis, no crece nada. No hay árbol. Nunca bebemos del Sol. Cuando morimos, estamos muertos.

Humano miró a Ouanda.

- Pero el otro libro que nos disteis... hablaba todo el rato de vivir después de la muerte y volver a nacer.

- No como árbol. No como nada que podáis tocar o sentir. O hablar. O escuchar.

- No te creo. Si eso es cierto, ¿por qué Pipo y Libo nos hicieron plantarles?

Novinha se arrodilló junto a Ender, rozándole casi aunque sin apoyarse en él, para poder oír con más claridad.

- ¿Cómo hicieron eso? - preguntó Ender.

- Nos dieron el gran regalo, ganaron el gran honor. El humano y el cerdi juntos. Pipo y Mandachuva. Libo y Come-hojas. Mandachuva y Come-hojas pensaron que ganarían la tercera vida, pero ni Pipo ni Libo quisieron concedérsela. Se quedaron el regalo para si. ¿Por qué hicieron eso, si los humanos no tienen tercera vida?

- ¿Qué tenían que hacer para darle la tercera vida a Mandachuva o Come-hojas? - irrumpió la voz de Novinha, brusca y emotiva.

- Plantarles, por supuesto. Lo mismo que hoy.

- ¿Lo mismo que hoy? - preguntó Ender.

- Tú y yo. Humano y el Portavoz de los Muertos. Si hacemos esta alianza para que las esposas y los humanos estén de acuerdo, entonces éste es un día grande y noble. Así que o tú me das la tercera vida o yo te la doy a ti.

- ¿Con mi propia mano?

- Naturalmente. Si no me das el honor, entonces yo debo dártelo.

Ender recordó la foto que había visto hacía sólo dos semanas. Pipo desmembrado y destripado, con las partes de su cuerpo separadas. Plantado.

- Humano, el peor crimen que un ser humano puede cometer es el asesinato. Y una de las peores maneras de hacerlo es coger a una persona viva y cortarla y herirla hasta que muera.

Una vez más Humano reflexionó un momento, intentando captar el sentido de esto.

- Portavoz - dijo por fin -, mi mente sigue viendo esto de dos formas. Si los humanos no tienen tercera vida, entonces plantarles es un crimen, siempre. A nuestros ojos, Pipo y Libo se estaban quedando el honor para sí, dejando a Mandachuva y Come-hojas como les veis, para que mueran sin honor por sus logros. Los humanos vinisteis del otro lado de la verja y os los llevasteis del terreno antes de que sus raíces pudieran crecer. A nuestros ojos, fuisteis vosotros quienes cometisteis un asesinato. Pero ahora lo veo de otra forma. Pipo y Libo no quisieron llevar a Mandachuva y Come-hojas a la tercera vida porque para ellos seria asesinato. Así que accedieron a morir para no tener que matar a ningún cerdi.

- Sí - dijo Novinha.

- Si es así, ¿entonces por qué cuando los humanos les encontrasteis no vinisteis al bosque y nos matasteis a todos? ¿Por qué no hicisteis un gran fuego que consumiera a todos nuestros padres y a la propia madre árbol?

En el borde del bosque, Come-hojas emitió un chillido terrible, lleno de pena insoportable.

- Si hubierais cortado uno de los árboles - dijo Humano -, si hubierais asesinado a uno solo de ellos, os habríamos visitado por la noche y os habríamos matado a todos. Y aunque alguno de vosotros sobreviviera, nuestros mensajeros habrían contado la historia a todas las otras tribus,

y ninguno de vosotros dejaría esta tierra vivo. ¿Por qué no nos matasteis por haber asesinado a Pipo y Libo?

Mandachuva apareció de repente tras Humano, jadeando pesadamente. Se arrojó al suelo y tendió las manos hacia Ender.

- ¡Le corté con estas manos! - gimió -. ¡Intenté honrarle, y maté su árbol para siempre!

- No - dijo Ender. Tomó las manos de Mandachuva y las sostuvo -. Los dos pensabais que estabais salvando la vida del otro. Él te hirió y tú... le heriste, sí, le mataste, pero los dos creíais que estabais haciendo bien. Eso es suficiente por ahora. Ahora sabes la verdad, igual que nosotros. Sabemos que vuestra intención no era el asesinato. Y ahora vosotros sabéis que cuando introducís un cuchillo en un ser humano, morimos para siempre. Ése es el último punto de la alianza, Humano. No llevar a ningún ser humano a la tercera vida, porque no sabemos ir.

- Cuando le cuente esta historia a las esposas, oiréis una pena tan terrible que parecerá que los árboles se rompen bajo una tormenta.

Se dio la vuelta y se plantó ante Gritona, y le habló unos instantes. Entonces regresó junto a

Ender.

- Vete ahora - dijo.

- Aún no tenemos la alianza.

- Tengo que hablar a todas las esposas. Nunca lo harán mientras estéis aquí, a la sombra del árbol madre, sin nadie que proteja a los Pequeños. Flecha os guiará. Esperadme en la colina donde Raíz monta guardia. Dormid si podéis. Le presentaré la alianza a las esposas e intentaré que comprendan que debemos tratar a las otras tribus con tanta amabilidad como nos habéis tratado vosotros.

Impulsivamente, Humano extendió una mano y tocó con firmeza a Ender en el vientre.

- Hago mi propia alianza - le dijo -. Te honraré siempre, pero nunca te mataré.

Ender apoyó la palma de su mano contra el cálido abdomen de Humano. Notó las protuberancias calientes bajo su contacto.

- Yo también te honraré siempre.

- Y si hacemos esta alianza entre tu tribu y las nuestras - dijo Humano -, ¿me darás el honor de la tercera vida? ¿Me dejarás estirarme y beber la luz?

- ¿Podemos hacerlo con rapidez? No de la forma lenta y terrible en que...

- ¿Y convertirme en uno de los árboles silenciosos? ¿Sin ser nunca padre? ¿Sin más honor que alimentar con mi savia a los apestosos macios y dar mi madera a los hermanos cuando me canten?

- ¿Hay alguien más que pueda hacerlo? ¿Uno de los hermanos que conozca vuestro camino de vida y muerte?

- No comprendes. Así es cómo toda la tribu sabrá que se ha dicho la verdad. O tú me llevas a la tercera vida o yo debo llevarte a ti. De otro modo, no habrá alianza. Yo no te mataré, Portavoz, y los dos queremos el tratado.

- Lo haré - dijo Ender.

Humano asintió, retiró la mano y regresó con Gritona.

- O Deus - susurró Ouanda -. ¿Cómo tendrá valor para hacerlo?

Ender no respondió. No tenía respuesta. Simplemente siguió a Flecha en silencio mientras les conducía a la salida del bosque. Novinha le dio su linterna para que encontrara el camino; Flecha jugaba con ella como un chiquillo, regulando su intensidad, haciendo que revoloteara

entre los árboles y los arbustos como una mariposa. Estaba más alegre y juguetón de lo que

Ender había visto nunca a ninguno de ellos.

Pero tras ellos pudieron oír las voces de las esposas entonando una canción terrible y cacofónica. Humano les había dicho la verdad sobre Pipo y Libo, que habían muerto definitivamente, y con dolor, para no tener que asesinar a Mandachuva y Come-hojas, según pensaban. Sólo cuando se alejaron lo suficiente y el sonido del lamento de las esposas fue ya más leve que el ruido de sus propias pisadas y el viento en los árboles, volvieron a hablar.

- Ésa ha sido la misa por el alma de mi padre - dijo Ouanda suavemente.

- Y por el mío - añadió Novinha; todos supieron que hablaba de Pipo; no de Gusto, el Venerado. Pero Ender no escuchaba su conversación; no había conocido a Pipo y Libo, y no participaba

del recuerdo de su pena. En todo lo que podía pensar era en los árboles del bosque. Cada uno de ellos había sido una vez un cerdi vivo. Los cerdis podían cantarles, hablarles, incluso a veces comprenderles. Pero Ender, no. Para Ender los árboles no eran personas, nunca podrían serlo. Si usaba el cuchillo contra Humano, no seria un asesinato a los ojos de los cerdis, pero para Ender sería acabar con la única parte de la vida de Humano que comprendía. Como cerdi, Humano era un auténtico ramen, un hermano. Como árbol, seria poco más que una lápida. Eso era todo lo que Ender podía comprender, todo lo que podía creer.

«Una vez más debo matar, - pensó -, aunque prometí que nunca volvería a hacerlo.» Sintió que la mano de Novinha le tomaba por el brazo y se apoyaba en él.

- Ayúdame - dijo ella -. Apenas puedo ver con esta oscuridad.

- Tengo buena visión nocturna - se ofreció Olhado.

- Calla esa boca, estúpido - susurró Ela con furia -. Madre quiere hablar con él.

Pero Novinha y Ender la oyeron claramente, y pudieron sentir la risa silenciosa de cada uno. Novinha se acercó más a él mientras caminaban.

- Pienso que serás capaz de hacerlo - suavemente, para que sólo ��l pudiera oírla.

- ¿Fríamente y sin escrúpulos? - preguntó él. Su voz tenía un cierto tinte humorístico, pero en su boca las palabras le parecieron amargas y verdaderas.

- Con la compasión suficiente como para poner el hierro candente en la herida, cuando es el único medio de curarla.

Ella tenía derecho a hablar, pues había sentido su hierro ardiente cauterizar sus heridas más profundas; él la creyó y aquello tranquilizó su corazón.

Sabiendo lo que le esperaba, Ender pensaba que no sería capaz de dormir. Pero se despertó al oír la suave voz de Novinha que le hablaba. Advirtió que estaba al aire libre, sobre el capim, con la cabeza apoyada en el regazo de Novinha. Aún estaba oscuro.

- Ahí vienen - dijo Novinha.

Ender se sentó en el suelo. Antes, cuando niño, se habría despertado por completo al instante; pero entonces era un soldado adiestrado. Ahora necesitó unos momentos para orientarse. Ouanda y Ela estaban despiertas y observando, Olhado estaba dormido y Quim cabeceaba. El alto árbol de la tercera vida de Raíz se encontraba a sólo unos metros de distancia. Y en la distancia aunque no demasiado lejos, más allá de la verja y al fondo del pequeño valle, las primeras casas de Milagro en las laderas con la catedral y el monasterio en las colinas más altas y cercanas.

En la otra dirección, el bosque, y bajando de los árboles, aparecieron Humano, Mandachuva, Come-hojas, Cuencos, Calendario, Gusano, Danza - corteza y varios otros hermanos cuyos nombres Ouanda desconocía.

- No les he visto nunca - dijo -. Deben de venir de las otras casas de hermanos.

«¿Tenemos ya la alianza? - se preguntó Ender -. Eso es todo lo que me preocupa. ¿Ha conseguido Humano que las esposas comprendan una nueva manera de concebir el mundo?»

Humano llevaba algo envuelto en hojas. Los cerdis lo colocaron ante Ender sin decir palabra; Humano lo destapó con cuidado. Era un libro impreso por ordenador.

- La Reina Colmena y el Hegemón - dijo Ouanda suavemente -. La copia que Miro les dio.

- La alianza - dijo Humano.

Sólo entonces advirtieron que el libro estaba boca abajo, por la cara blanca del papel. Y allí, a la luz de una linterna, vieron una serie de letras escritas a mano. Eran largas y extrañamente formadas. Ouanda se sorprendió.

- Nunca les enseñamos a hacer tinta - dijo -. Nunca les enseñamos a escribir.

- Calendario aprendió a hacer las letras - explicó Humano -. Escribiendo con palos en el suelo. Y Gusano hizo la tinta de jugo de cabra y macios secos. Es así cómo hacéis los tratados, ¿no?

- Sí - dijo Ender.

- Si no lo escribiéramos sobre el papel, entonces lo recordaríamos de forma diferente.

- Eso es - dijo Ender -. Habéis hecho bien al escribirlo.

- Hemos introducido algunos cambios. Las esposas querían algunos cambios, y pensé que los aceptaríais - Humano los señaló -. Los humanos podéis hacer esta alianza con otros cerdis, pero no podéis hacer una alianza diferente. No podéis enseñar a otros cerdis cosas que no nos hayáis enseñado a nosotros. ¿Lo aceptas?

- Por supuesto.

- Ésa fue la parte fácil. ¿Y si no estamos de acuerdo en las reglas? ¿Y si no estamos de acuerdo en dónde termina vuestra pradera y empieza la nuestra? Así que Gritona dijo: Que la reina colmena juzgue entre humanos y Pequeños. Que los humanos juzguen entre los Pequeños y la reina colmena. Y que los Pequeños juzguen entre la reina colmena y los humanos.

Ender se preguntó cómo resultaría aquello. Recordó, como no podía hacerlo ningún otro ser humano, lo temidos que habían sido los insectores tres mil años antes. Sus cuerpos de insecto eran la pesadilla de los niños humanos. ¿Cómo aceptarían los habitantes de Milagro su veredicto?

«Es difícil. Pero no más de lo que le hemos pedido a los cerdis.»

- Si. Podemos aceptar eso también. Es un buen plan.

- Y otro cambio - dijo Humano. Miró a Ender y sonrió. Parecía extraño, ya que las caras de los cerdis no habían sido diseñadas para aquella expresión humana -. Por eso llevó tanto tiempo. Por todos estos cambios.

Ender le devolvió la sonrisa.

- Si una tribu de cerdis no quiere firmar la alianza con los humanos, y si esa tribu ataca a una de las tribus que si ha firmado la alianza, entonces podemos ir a la guerra contra ellos.

- ¿Qué entendéis por atacar? - le preguntó Ender.

Si consideraban un ataque un simple insulto, aquella cláusula reduciría a la nada la prohibición de la guerra.

- Atacar es venir a nuestras tierras y matar a los hermanos o las esposas. No es atacar cuando se presentan para la guerra, u ofrecen un acuerdo para empezar una guerra. Atacar es cuando se empieza una guerra sin avisar. Ya que nunca iremos a la guerra, un ataque hecho por otra tribu es la única manera en que la guerra puede empezar. Sabía que lo preguntarías.

Señaló las palabras de la alianza. Ciertamente, el tratado definía claramente lo que constituía un ataque.

- Eso también es aceptable - dijo Ender.

Significaba que la posibilidad de guerra no desaparecería durante muchas generaciones, tal vez durante siglos, ya que se tardaría mucho tiempo en llevar esta alianza a todas las tribus de cerdis. Pero antes de que la última tribu se uniera a la alianza, los beneficios de una convivencia pacífica estarían claros, y pocos querrían ser guerreros.

- Ahora, el último cambio - dijo Humano -. Las esposas lo pusieron con la intención de castigarte por hacer esta alianza tan difícil. Pero creo que no lo considerarás un castigo. Ya que nos está prohibido llevaros a la tercera vida, una vez la alianza entre en vigor, los humanos también tendrán prohibido llevar a los hermanos a la tercera vida.

Por un momento, Ender pensó que aquello era su liberación; ya no tendría que hacer lo que

Pipo y Libo habían rehusado.

- Después de la alianza - dijo Humano -. Serás el primer y último humano en dar el regalo.

- Desearía...

- Sé lo que desearías, mi amigo Portavoz. Para ti es un asesinato. Pero para mí... cuando a un hermano se le da el derecho de pasar a la tercera vida y convertirse en padre, elige a su mayor rival o a su mejor amigo para que le dé el tránsito. Tú, Portavoz. Desde que aprendí stark y leí por primera vez la Reina Colmena y el Hegemón te he esperado. Le dije muchas veces a Raíz, mi padre, de todos los humanos, éste es el que nos comprenderá. Entonces, cuando tu nave vino, Raíz me dijo que tú y la reina colmena veníais a bordo, y supe que tú tenias que darme el tránsito si lo hacía bien.

- Lo has hecho bien, Humano.

- Aquí - dijo -. ¿Ves? Hemos firmado la alianza a la manera humana.

Al pie de la última página de la alianza había dos palabras formadas ruda y laboriosamente.

- Humano - leyó Ender en voz alta, aunque no pudo hacer lo mismo con la otra palabra.

- Es el verdadero nombre de Gritona. Mira - estrellas. No es muy buena con el palo de escribir. Las esposas no usan herramientas a menudo, ya que los hermanos hacen ese tipo de trabajo. Así que quiso que te dijera cuál es su nombre. Y que te dijera que la llamaron así porque siempre estaba mirando las estrellas. Dice que entonces no lo sabía, pero que miraba para ver tu venida.

«Tanta gente deposita su confianza en mí, - pensó Ender -. Al final, sin embargo, todo depende de ellos. De Novinha y Miro. De Ela, que me llamó. De Humano y Mira - estrellas. Y también de los que temían mi llegada.»

Gusano trajo el cuenco con la tinta, Calendario la pluma. Ésta era una fina barra de madera con una hendidura y un hueco que albergaba un poco de tinta cuando se mojaba en el cuenco. Tuvo que mojarla cinco veces para poder firmar con su nombre.

- Cinco - dijo Flecha.

Entonces Ender recordó que el número cinco era portentoso para los cerdis. Había sido una casualidad, pero si ellos querían verlo como un buen presagio, tanto mejor.

- Llevaré la alianza a nuestra gobernadora y al obispo - dijo Ender.

- De todos los documentos atesorados en la historia de la humanidad... - dijo Ouanda.

Nadie necesitó que terminara la frase. Humano, Come-hojas y Mandachuva envolvieron cuidadosamente el libro y lo tendieron, no a Ender sino a Ouanda. Ender supo inmediatamente, con terrible certeza, lo que aquello significaba. Los cerdis aún tenían un trabajo para él, un trabajo que requeriría que tuviera las manos libres.

- Ahora la alianza se ha hecho al modo humano - dijo Humano -. Debes hacerla también al de los Pequeños.

- ¿No basta con la firma? - preguntó Ender.

- De ahora en adelante la firma bastará. Pero sólo porque la misma mano que firmó en nombre de los humanos también hizo la alianza a nuestro modo.

- Entonces lo haré, como te prometí.

Humano alargó la mano y la pasó desde la garganta al vientre de Ender.

- La palabra del hermano no está sólo en su boca. La palabra del hermano está en su vida. Se volvió hacia los otros cerdis.

- Dejadme que hable con mi padre por última vez antes de que me alce junto a él.

Dos de los extraños hermanos se adelantaron con los bastones en la mano. Caminaron con Humano hasta el árbol de Raíz y empezaron a golpear sobre él y a cantar en la Lengua de los Padres. Casi de inmediato el tronco se abrió. El árbol era aún bastante joven, y no mucho más grueso que el cuerpo de Humano, por lo que le costó trabajo entrar en él. Pero lo consiguió, y el tronco se cerró detrás. El tamborileo cambió de ritmo, pero no cesó ni un momento.

Jane susurró al oído de Ender.

- Puedo ver la resonancia del tamborileo cambiar dentro del árbol. El árbol está moldeando lentamente el sonido para convertir el tambor en lenguaje.

Los otros cerdis empezaron a aclarar el terreno para el árbol de Humano. Ender notó que lo plantarían de forma que, visto desde la puerta, Raíz estaría a la izquierda y Humano a la derecha. Arrancar el capim por la raíz era un trabajo duro para los cerdis; pronto Quim empezó a ayudarles, y luego Olhado hizo lo mismo, y después Ouanda y Ela.

Ouanda le dio la alianza a Novinha para que la sostuviera mientras ayudaba a arrancar el capim. Novinha, en cambio, se la llevó a Ender, se plantó ante él y le miró fijamente.

- Firmaste como Ender Wiggin, Ender.

El nombre sonaba feo incluso a sus propios oídos. Demasiado frecuentemente lo había escuchado como epíteto.

- Soy más viejo de lo que aparento. Ése era el nombre con el que me conocían cuando aniquilé el mundo natal de los insectores. Tal vez la presencia de ese nombre en el primer tratado firmado entre humanos y ramen haga algo para cambiar su significado.

- Ender... - susurró ella. Se acercó a él, con el tratado envuelto en las manos, y lo sostuvo contra su pecho; era pesado, ya que contenía todas las páginas de la Reina Colmena y el Hegemón en la otra cara de las hojas donde se había escrito la alianza -. Nunca acudí a confesarme a los sacerdotes, porque sabía que me despreciarían por mi pecado. Sin embargo, hoy has nombrado todos mis pecados y pude soportarlo porque supe que no me despreciabas. No pude entender por qué, hasta ahora.

- No soy quién para despreciar a otras personas por sus pecados. No he encontrado aún a nadie que haya pecado más que yo.

- Durante todos estos años has llevado la carga del pecado de la humanidad.

- Sí, bien, pero no es algo místico. Creo que es como llevar la marca de Caín. No haces muchos amigos, pero nadie te hace tampoco mucho daño.

El terreno se había aclarado. Mandachuva habló en el Lenguaje de los Árboles a los cerdis que golpeaban el tronco; su ritmo cambió y otra vez el tronco formó la apertura. Humano salió de él como si fuera un recién nacido. Entonces caminó hasta el centro del terreno desbrozado. Come-hojas y Mandachuva le tendieron un par de cuchillos. Al cogerlos, Humano les habló en

portugués, para que los humanos pudieran entenderle y así sus palabras tuvieran mayor fuerza.

- Le dije a Gritona que pedisteis vuestro pase a la tercera vida por causa de un gran malentendido con Pipo y Libo. Dijo que antes de que pasara otra mano de manos de días, los dos creceríais hacia la luz.

Come-hojas y Mandachuva soltaron sus cuchillos, tocaron suavemente a Humano en el vientre y dieron un paso atrás.

Humano tendió los cuchillos a Ender. Los dos estaban hechos de madera delgada. Ender no pudo imaginar ninguna herramienta que pudiera pulir la madera para convertirla al mismo tiempo en algo tan fino y agudo y a la vez tan fuerte. Pero, por supuesto, ninguna herramienta había pulido aquellos cuchillos. Habían salido perfectamente formados del corazón de un árbol viviente, dados como regalo para ayudar a un hermano a pasar a la tercera vida.

Una cosa era saber que Humano no moriría realmente y otra muy distinta creerlo. Al principio, Ender no cogió los cuchillos, sino que agarró a Humano por las muñecas.

- A ti no te parecerá la muerte, pero para mí... te conocí ayer, y hoy eres mi hermano con tanta seguridad como si Raíz también fuera mi padre. Y, sin embargo, cuando el sol salga por la mañana, no podré hablarte nunca más. Para mí es la muerte, Humano, lo sientas tú como lo sientas.

- Ven y siéntate a mi sombra - dijo Humano -, y contempla la luz del sol a través de mis hojas, y descansa tu espalda en mi tronco. Y haz también esto: añade otra historia a la Reina Colmena y el Hegemón. Llámala la Vida de Humano. Cuéntale a todos los humanos cómo fui concebido en la corteza del árbol de mi padre, y nací en la oscuridad, comiendo la carne de mi madre. Cuéntales cómo dejé detrás la vida de oscuridad y entré en la media luz de mi segunda vida, para aprender el lenguaje de las esposas y esforzarme luego para aprender todos los milagros que Libo, Miro y Ouanda vinieron a enseñarnos. Diles cómo el último día de mi segunda vida vino mi verdadero hermano del cielo y juntos hicimos la alianza para que los humanos y los cerdis sean sólo una tribu, no una tribu humana y una tribu cerdi, sino una tribu de ramen. Y luego cómo mi amigo me dio el tránsito a la tercera vida, a la plena luz, para que pudiera elevarme al cielo y dar vida a diez mil hijos antes de morir.

- Contaré tu historia.

- Entonces, verdaderamente, viviré para siempre.

Ender tomó los cuchillos. Humano se tumbó en el suelo.

- Olhado - dijo Novinha -. Quim. Volved a la puerta. Ela, tú también.

- Voy a ver esto, Madre - dijo Ela -. Soy una científica.

- Olvidas mis ojos - contestó Olhado -. Lo estoy grabando todo. Podremos mostrar a los humanos de todas partes que el tratado se firmó. Y podremos mostrar a los cerdis que el Portavoz firmó la alianza también a su manera.

- Yo tampoco me voy - dijo Quim -. Hasta la Santa Virgen se quedó al pie de la cruz.

- Podéis quedaros - dijo suavemente Novinha. Y también se quedó. La boca de Humano estaba llena de capim, pero no masticó mucho.

- Mastica más - dijo Ender -, para que no sientas nada.

- Eso no está bien - intervino Mandachuva -. Éstos son los últimos momentos de su segunda vida. Es bueno sentir algunos de los dolores del cuerpo, para recordarlos cuando estés en la tercera vida, más allá del dolor.

Mandachuva y Come-hojas le enseñaron a Ender dónde y cómo cortar. Tenía que hacerse rápidamente, le dijeron, y sus manos señalaron los órganos que debían ir aquí o allá. Las manos de Ender eran rápidas y seguras, su cuerpo tranquilo, pero, a pesar de que apenas podía

apartar los ojos de su sangriento trabajo, sabia que los ojos de Humano le observaban, llenos de gratitud y amor, de agonía y muerte.

Sucedió bajo sus manos, tan rápidamente que durante los primeros instantes pudieron verlo crecer. Varios órganos grandes se encogieron cuando las raíces surgieron de ellos; los tendones se extendieron de un lugar a otro dentro del cuerpo; los ojos de Humano se ensancharon con la agonía final, y de su espina dorsal un tallo germinó hacia arriba, dos hojas, cuatro hojas...

Y entonces se detuvo. El cuerpo estaba muerto; su último espasmo de fuerza había ido dirigido a crear el árbol surgido de su espina dorsal. Ender había visto las raicillas y tendones atravesando el cuerpo. Los recuerdos, el alma de Humano había sido transferida a las células del árbol recién nacido. Estaba hecho. Su tercera vida había empezado. Y cuando el sol saliera por la mañana, dentro de poco ya, las hojas saborearían la luz por primera vez.

Los otros cerdis danzaban, contentos. Come-hojas y Mandachuva cogieron los cuchillos de las manos de Ender y los enterraron en el suelo a ambos lados de la cabeza de Humano. Ender no podía unirse a su celebración. Estaba cubierto de sangre y apestaba por el olor del cuerpo que había masacrado. Se arrastró, apartándose del cuerpo, hasta la cima de la colina, donde no tuviera que verle. Novinha le siguió. Todos estaban exhaustos, agotados por el trabajo y las emociones del día. No dijeron nada, no hicieron nada, sólo se tumbaron sobre el grueso capim, buscando alivio en el sueño, mientras los cerdis continuaban su danza y se internaban en el bosque.

Bosquinha y el obispo Peregrino se dirigieron a la puerta, poco antes de que saliera el sol, para ver regresar al Portavoz del bosque. Permanecieron allí diez minutos antes de ver movimiento cerca. Era un niño, que orinaba medio dormido sobre un matojo.

- ¡Olhado! - llamó la alcaldesa.

El niño se dio la vuelta, saludó y luego se abrochó rápidamente los pantalones y empezó a despertar a los demás, que dormían entre la alta hierba. Bosquinha y el obispo abrieron la puerta y se acercaron a ellos.

- Es una tontería, pero éste es el momento en que nuestra rebelión parece más real - dijo

Bosquinha -. Cuando atravieso por primera vez la verja.

- ¿Por qué han pasado la noche a la intemperie? - se preguntó el obispo en voz alta -. La puerta estaba abierta, podrían haber vuelto a casa.

Bosquinha identificó rápidamente al grupo. Ouanda y Ela, tomadas del brazo como hermanas. Olhado y Quim. Novinha. Y allí, claro, el Portavoz, sentado, con Novinha detrás de él. Todos esperaron expectantes, sin decir nada. Hasta que Ender se levanto.

- Tenemos el tratado - dijo -. Es bueno. Novinha mostró un paquete envuelto en hojas.

- Lo escribieron. Para que lo firmen ustedes. Bosquinha tomó el bulto.

- Todos los ficheros fueron restaurados antes de la medianoche - dijo -. No sólo los que salvamos en su receptor de mensajes. Quienquiera que sea su amigo, Portavoz, es muy bueno.

- Amiga. Se llama Jane.

El obispo y Bosquinha pudieron ver ahora lo que había en el suelo, al pie de la colina donde el Portavoz había dormido. Ahora comprendieron las manchas oscuras de sus manos y brazos, y los salpicones en su cara.

- Preferiría no tener tratado a matar para conseguirlo - dijo Bosquinha.

- Espere antes de juzgar - repuso el obispo -. Creo que el trabajo de esta noche fue más de lo que ahora vemos ante nosotros.

- Muy sabio, padre Peregrino - dijo suavemente el Portavoz.

- Se lo explicaré si quieren - se ofreció Ouanda -. Ela y yo lo comprendimos tan bien como cualquiera.

- Fue como un sacramento - dijo Olhado. Bosquinha miró a Novinha, sin comprender.

- ¿Le dejaste mirar? Olhado se palpó los ojos.

- Algún día, todos los cerdis lo verán a través de mis ojos.

- No fue muerte - dijo Quim -, sino resurrección.

El obispo se acercó al cadáver torturado y tocó la semilla de árbol que crecía de la cavidad pectoral.

- Su nombre es Humano - dijo el Portavoz.

- Y también el suyo - dijo el obispo suavemente.

Se dio la vuelta y miró a aquellos miembros de su pequeño rebaño que habían llevado a la humanidad un paso adelante.

«¿Soy el pastor - se preguntó Peregrino -, o la más confusa e indefensa de las ovejas?»

- Venid todos. Venid conmigo a la catedral. Las campanas llamarán pronto a misa.

Los niños se reunieron y se prepararon para ir. Novinha, también, dio un paso adelante. Entonces se volvió y miró al Portavoz con una invitación muda en los ojos.

- Pronto - dijo él -. Un momento más.

Ella siguió también al obispo y subió la colina y entró en la catedral.

La misa apenas acababa de empezar cuando Peregrino vio que el Portavoz, al fondo de la catedral, se detenía un momento y buscaba con la mirada a Novinha y su familia. Dio unos pocos pasos y se colocó junto a ella, donde Marcão se había sentado en aquellas raras ocasiones en que toda la familia venía junta.

Los deberes del servicio recabaron su atención. Cuando, unos pocos segundos más tarde, Peregrino pudo volver a mirar de nuevo, vio que Grego estaba sentado junto al Portavoz. Pensó en los términos del tratado tal como las muchachas se lo habían explicado, en el significado de la muerte del cerdi llamado Humano, y antes de él, de las muertes de Pipo y Libo. Todo se aclaraba, todo se unía. El joven, Miro, paralizado en la cama, con su hermana Ouanda atendiéndole. Novinha, la oveja perdida, ahora encontrada. La verja, con su negra sombra proyectándose sobre la mente de todos los que habían vivido dentro de sus límites y ahora inofensiva, invisible, insubstancial.

Era el milagro del pan convertido en carne de Cristo en sus manos. ¡Qué repentinamente encontramos la carne de Cristo en nuestro interior, después de todo, cuando pensamos que sólo estamos hechos de barro!