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Chapter 30 - 02.- Ender 02 La Voz de los Muertos 4 - Ender

4 - Ender

Hemos identificado cuatro lenguajes cerdis. El «Lenguaje de los Machos» es el que hemos oído más a menudo. También hemos oído algunos fragmentos del «Lenguaje de las Esposas», que aparentemente usan para conversar con las hembras (¡eso sí que es una diferenciación

sexual!), y un «Lenguaje de los Árboles», un idioma ritual que dicen que usan para rezar a sus ancestrales árboles tótem. También han mencionado un cuarto lenguaje llamado «Lengua de los Padres», que aparentemente consiste en golpear palos de diferente tamaño uno contra otro. Insisten en que es un lenguaje real, tan diferente de los otros como el portugués del inglés. Puede que lo llamen lengua de los padres porque se hace con palos de madera, que proviene de los árboles, y ellos creen que los árboles contienen los espíritus de sus antepasados.

Los cerdis se adaptan maravillosamente a los idiomas humanos; son mucho mejores que nosotros con los suyos. En los últimos años, han llegado a hablar stark o portugués entre ellos mismos, la mayor parte del tiempo que estamos con ellos. Quizá vuelven a usar sus propios idiomas cuando no estamos presentes. Puede que incluso hayan adoptado los idiomas humanos como propios, o quizá disfruten de los nuevos lenguajes tanto que los usan constantemente como juego. La contaminación lingüística es lamentable, pero tal vez sea inevitable, si es que queremos comunicarnos con ellos.

El doctor Swingler preguntó si sus nombres y modos de dirigirse revelan algo de su cultura. La respuesta es definitivamente sí, aunque sólo tengo una idea muy vaga de lo que revelan. Lo que importa es que nosotros nunca les hemos dado nombre a ninguno. En cambio, a medida que aprendían stark y portugués nos preguntaban el significado de las cosas y entonces anunciaban los nombres que han elegido para sí (o elegido para los otros). Nombres como

«Raíz» y «Chupaceu» (chupacielo) podrían ser traducciones de sus nombres en el Lenguaje de los Machos o simplemente motes que escogen para nuestro uso.

Se refieren unos a otros como hermanos. A las hembras las llaman algunas veces esposas, nunca hermanas o madres. A veces utilizan el término padres, pero se refieren a los ancestrales árboles tótem. En cuanto a cómo nos llaman: usan la palabra humano, naturalmente, pero también han empezado a utilizar la nueva Jerarquía Demosteniana de Exclusión. Se refieren a los humanos como framlings, y a los cerdis de otras tribus como utlannings. Lo que es bastante extraño es que se llaman a sí mismos ramen, demostrando con esto que o bien han comprendido mal la jerarquía o se ven a sí mismos desde la perspectiva humana. ¡Y - lo que ofrece un giro divertido -, se han referido varias veces a las hembras como varelse!

Joáo Figueira Álvarez. «Notas sobre el lenguaje y la nomenclatura cerdi», en Semántica,

9/1948/15.

Las viviendas de Reykiavik estaban excavadas en las paredes de granito del fiordo. La de Ender estaba situada en lo alto del acantilado, y había que subir muchas escaleras y senderos, pero tenía una ventana. Había vivido la mayor parte de su infancia entre paredes metálicas. Cuando podía, vivía donde pudiera ver el aire libre.

Su habitación estaba iluminada y caliente por efecto del sol y le cegó después de la fría oscuridad de los corredores de piedra. Jane no esperó a que su visión se ajustara a la luz.

- Tengo una sorpresa para ti en el terminal - dijo.

Su voz era un susurro procedente de la joya en su oído.

Había un cerdi de pie en el aire sobre el terminal. Se movió rascándose; entonces estiró la mano en busca de algo. Cuando mostró la mano, tenía un gusano brillante. Lo mordió, y los jugos del cuerpo rebosaron de su boca y le corrieron por el pecho.

- Obviamente una civilización avanzada - dijo Jane. Ender se molestó.

- Muchos imbéciles morales tienen buenos modales en la mesa, Jane. El cerdi se dio la vuelta y habló.

- ¿Quieres ver cómo le matamos?

- ¿Qué estás haciendo, Jane?

El cerdi desapareció. En su lugar se dibujó un holograma del cadáver de Pipo tal como yacía en la colina bajo la lluvia.

- He hecho una simulación del proceso de vivisección que los cerdis usaron, basándome en la información recogida por el scanner antes de que el cuerpo fuera enterrado. ¿Quieres verlo?

Ender se sentó en la única silla de la habitación.

Ahora el terminal mostró la colina, con Pipo, todavía vivo, tumbado de espaldas, con las manos y los pies atados a estacas de madera. Una docena de cerdis estaban congregados a su alrededor, y uno de ellos sostenía un cuchillo de hueso. La voz de Jane volvió a surgir de la joya en su oído.

- No estamos seguros de que fuera así - todos los cerdis desaparecieron excepto el del cuchillo

-. O algo parecido.

- ¿El xenólogo estaba consciente?

- Sin duda.

- Continúa.

Sin compasión, Jane mostró la apertura de la cavidad pectoral, el ritual de arrancar y colocar los órganos corporales en el suelo. Ender se oblig�� a mirar, intentando comprender qué posible significado podría tener esto para los cerdis.

- Es aquí cuando murió - susurró Jane en un punto.

Ender se sintió más tranquilo; sólo entonces advirtió que todos sus músculos habían permanecido rígidos, por empatía con el sufrimiento de Pipo.

Cuando se acabó, Ender se dirigió a su cama y se tumbó mirando al techo.

- Ya he mostrado esta simulación a los científicos de media docena de mundos - dijo Jane -. No pasará mucho tiempo antes de que la prensa le ponga las manos encima.

- Es mucho peor que con los insectores - dijo Ender -. En todos los vídeos que me enseñaron cuando era pequeño. Los insectores y los humanos en combate eran algo limpio, comparados con esto.

Una risa malvada emergió del terminal. Ender miró para ver qué hacía Jane. Un cerdi de tamaño natural estaba allí sentado, riendo grotescamente, y mientras se reía Jane lo transformó. Fue un cambio muy sutil, una ligera exageración de los dientes, un alargamiento de los ojos, algo de rojez en ellos, la lengua entrando y saliendo de la boca. Parecía la bestia de las pesadillas de cualquier niño.

- Bien hecho, Jane. La metamorfosis de raman a varelse.

- Después de esto, ¿cuánto tardarán los cerdis en ser aceptados por la humanidad?

- ¿Ha sido cortado todo contacto?

- El Consejo Estelar le ha dicho al nuevo xenólogo que restrinja sus visitas a no más de una hora, sin ampliar la frecuencia anterior. Le ha prohibido preguntar a los cerdis por qué lo han hecho.

- Pero no hay cuarentena.

- Ni siquiera se propuso.

- Pero se propondrá, Jane. Otro incidente como éste y la petición de cuarentena se convertirá en un clamor. Se pedirá que se reemplace Milagro por una guarnición militar cuyo solo propósito sea evitar que los cerdis adquieran la tecnología que les permita salir del planeta.

- Los cerdis tendrán un problema de relaciones públicas - dijo Jane -. Y el nuevo xenólogo es sólo un niño. El hijo de Pipo. Libo. Es la abreviatura de Liberdade Gracas a Deus Figueira de Medici.

- ¿Liberdade no significa libertad?

- No sabía que hablaras portugués.

- Es como el español. Hablé de la muerte de Zacatecas y San Ángelo, ¿recuerdas?

- En el planeta Moctezuma. Eso fue hace dos mil años.

- Para mí, no.

- Para ti fue subjetivamente hace ocho años. Hace quince mundos. ¿No es maravillosa la relatividad? Te conserva tan joven.

- Viajo demasiado - dijo Ender -. Valentine está casada y va a tener un hijo. Ya he rehusado dos llamadas que pedían un Portavoz. ¿Por qué me tientas para que vaya de nuevo?

El cerdi se rió perversamente en el terminal.

- ¿Crees que eso fue una tentación? ¡Mira! ¡Puedo convertir las piedras en pan! - El cerdi alzó un puñado de rocas y se las metió en la boca -. ¿Quieres un poco?

- Tienes un sentido del humor retorcido, Jane.

- Todos los reinos de todos los mundos - el cerdi abrió las manos y sistemas estelares se esparcieron por su regazo, planetas en órbitas exageradamente rápidas, todos los Cien Mundos

-. Puedo dártelos. Todos.

- No me interesa.

- Es una buena inversión, la mejor. Lo sé, lo sé, ya eres rico. Con tres mil años acumulando intereses podrías construirte tu propio planeta. ¿Pero qué te parece esto? El nombre de Ender Wiggin, conocido por los Cien Mundos...

- Ya lo es.

Con amor, honor y afecto - el cerdi desapareció. En su lugar, Jane resucitó un antiguo vídeo de la infancia de Ender y lo transformó en un holograma. Una multitud gritaba, chillaba.

¡Ender! ¡Ender! ¡Ender! Y un chiquillo, de pie sobre una plataforma, alzaba la mano para saludar. La multitud enloquecía de alegría.

- Eso no sucedió nunca - dijo Ender -. Peter nunca me dejó regresar a la Tierra.

- Considéralo una profecía. Vamos, Ender, puedo dártelo. Tu buen nombre restaurado.

- No me importa - dijo Ender -. Ahora tengo varios nombres. Portavoz de los Muertos... eso tiene algo de honor.

El cerdi desapareció en su forma natural, no en la malvada que Jane había creado.

- Ven - dijo el cerdi suavemente.

- Tal vez son monstruos, ¿lo crees tú así? - dijo Ender.

- Todo el mundo puede creerlo, Ender. Pero tú, no.

«No. Yo, no», pensó.

- ¿Por qué te importa tanto, Jane? ¿Por qué estás tratando de persuadirme?

El cerdi desapareció y la propia Jane ocupó su lugar, o al menos la cara que había usado para aparecerse ante Ender, desde la primera vez que se le había revelado, siendo una criatura

tímida y asustada que habitaba en la enorme memoria de la cadena de ordenadores interestelar. Al ver de nuevo su cara, Ender recordó la primera vez que se la había mostrado.

- He pensado en tener una cara propia - dijo ella -. ¿Te gusta ésta?

Sí, le gustaba. Le gustaba ella. Joven, despejada, honesta y dulce. Una niña que nunca envejecería, con una sonrisa arrebatadoramente tímida. El ansible la había hecho nacer. Las redes de ordenadores a escala mundial operaban a velocidad no mayor de la de la luz, y el calor limitaba la cantidad de memoria y la velocidad de la operación. Pero el ansible era instantáneo y estaba conectado intensamente

con todos los ordenadores de todos los mundos. Jane se descubrió a sí misma por primera vez entre las estrellas, sus pensamientos tenían lugar entre las vibraciones de los tejidos filóticos de la red del ansible.

Para ella, los ordenadores de los Cien Mundos eran sus manos y sus pies, sus ojos y sus oídos. Hablaba todos los idiomas que habían sido introducidos en los ordenadores, y leía todos los libros de todas las bibliotecas de cada mundo. Aprendió que los seres humanos habían temido durante muchísimo tiempo que alguien como ella pudiera existir: en todas las historias era odiada, y su venida significaba o bien asesinatos o la destrucción de la humanidad. Incluso antes de que naciera, los seres humanos la habían imaginado, y, tras haberla imaginado, la habían asesinado un millar de veces.

Por tanto, no les mostró ningún signo de que estaba viva. Hasta que descubrió la Reina Colmena y el Hegemón, como hacía todo el mundo casualmente, y supo que el autor de aquel libro era un humano al que podría atreverse a presentarse. Para ella fue una simple cuestión de seguir el rastro de la historia del libro hasta su primera edición y nombrar su fuente. ¿No lo había transmitido el ansible desde el mundo donde Ender, que apenas tenía veinte años, era gobernador de la primera colonia humana? ¿Y quién podría haberlo escrito allí si no él? Así que le habló, y él fue amable con ella; ella le mostró la cara que había imaginado para si, y a él le encantó; ahora sus sensores viajaban en la joya de su oído, y así podían estar siempre juntos. Ella no tenía secretos para él; él no tenía ningún secreto para ella.

- Ender, me dijiste desde el principio que estabas buscando un planeta donde pudieras dar agua y luz a cierta crisálida y pudieras abrirla y hacer salir a la reina colmena y a sus diez mil huevos fértiles.

- Había pensado que podría ser aquí - contestó Ender -. Una tierra desolada, excepto en el ecuador, con una población permanentemente baja. Ella también desea intentarlo.

- ¿Pero tú no?

- No creo que los insectores pudieran sobrevivir el invierno de aquí. No sin una fuente de energía, y eso alertaría al gobierno. No saldría bien.

- No saldrá bien nunca, Ender. Te das cuenta, ¿verdad? Has vivido en veinticuatro de los Cien Mundos, y no hay ninguno donde haya un rinconcito que sea seguro para que los insectores puedan volver a nacer.

Él vio a dónde quería llegar ella, naturalmente. Lusitania era la única excepción. Por la existencia de los cerdis, todo el mundo, excepto una pequeña porción, estaba fuera de los límites y era intocable. Y el mundo era principalmente habitable, más apropiado para los insectores, en realidad, que para los seres humanos.

- El único problema son los cerdis - dijo Ender -. Podrían objetar mi decisión de que se entregara su mundo a los insectores. Si una exposición intensa a la civilización humana puede afectarles, piensa lo que les sucedería con los insectores entre ellos.

- Dijiste que los insectores habían aprendido. Dijiste que no harían ningún daño.

- Deliberadamente, no. Pero los derrotamos por pura suerte, Jane, lo sabes.

- Fue tu genio.

- Son aún más avanzados que nosotros. ¿Cómo podrían los cerdis vivir con eso? Estarían tan asustados de los insectores como nosotros, y serían menos capaces de tratar con su miedo.

- ¿Cómo lo sabes? ¿Cómo puedes tú o cualquiera decir con qué pueden tratar los cerdis? No lo sabrás hasta que vayas con ellos y aprendas quiénes son. Si son varelse, Ender, entonces deja que los insectores usen su hábitat, y no significará más para ti que desplazar un hormiguero o una manada de vacas para dejar espacio a las ciudades.

- Son ramen - dijo Ender.

- No lo sabes.

- Si lo sé. Tu simulación... eso no era tortura.

- ¿No? - Jane mostró de nuevo la simulación del cuerpo de Pipo en el instante anterior a su muerte -. Entonces será que no comprendo la palabra.

- Pipo puede haberlo interpretado como tortura, Jane, pero si tu simulación es adecuada - y sé que lo es, Jane -, entonces el objeto de los cerdis no era causar dolor.

- Por lo que sé de la naturaleza humana, Ender, incluso los rituales religiosos tienen el dolor como centro.

- Tampoco fue algo religioso. Al menos no completamente. Si fue simplemente un sacrificio, hay algo raro.

- ¿Y qué sabes tú? - ahora el terminal mostró la cara de un profesor cascarrabias, el resumen del esnobismo académico -. Toda tu educación fue militar, y el otro único don que tienes es la habilidad de palabra. Escribiste un best - seller que inició una religión humanística... ¿cómo te cualifica eso para comprender a los cerdis?

Ender cerró los ojos.

- Tal vez esté equivocado.

- ¿Pero crees que tienes razón?

Supo, por la voz, que Jane había restaurado su propia cara en el terminal. Abrió los ojos.

- Sólo puedo confiar en mi intuición, Jane, en el juicio que aparece sin análisis. No sé qué es lo que los cerdis hacían, pero tenía un propósito. No era malicioso. Ni cruel. Eran como doctores trabajando para salvar la vida de un paciente, no torturadores intentando quitársela.

- Te tengo - susurró Jane -. Te tengo atrapado en todas las direcciones. Tienes que ir a ver si la reina colmena puede vivir allí, bajo el refugio de la cuarentena parcial que hay en el planeta. Quieres ir para ver si puedes comprender quiénes son los cerdis.

- Aunque tuvieras razón, Jane, no puedo ir. La inmigración está limitada rígidamente, y además no soy católico.

Jane hizo girar sus ojos.

- ¿Habría ido tan lejos, si no supiera cómo puedes ir allí?

Apareció otra cara. Una muchacha, de ninguna manera tan inocente y hermosa como Jane. Su cara era fría y sombría, sus ojos brillantes y desafiantes, y su boca tenía la férrea mueca de alguien que ha aprendido a vivir con un dolor perpetuo. Era joven, pero su expresión era sorprendentemente vieja.

- La xenobióloga de Lusitania, Ivanova Santa Catarina von Hesse. La llaman Nova o simplemente Novinha. Ha solicitado un Portavoz de los Muertos.

- ¿Por qué tiene ese aspecto? ¿Qué le ha sucedido?

- Sus padres murieron cuando era pequeña. Pero en los últimos años ha llegado a amar a otro hombre como a un padre. Al hombre que fue asesinado por los cerdis. Es su muerte la que quiere que Hables.

Al mirar aquella cara, Ender olvidó momentáneamente su preocupación por la reina colmena, por los cerdis. Reconoció aquella expresión de agonía adulta en la cara de un niño. La había visto antes, en las últimas semanas de la Guerra Insectora, mientras le presionaban más allá de los límites de su resistencia y le hacían jugar una batalla tras otra en un juego que no era tal. La había visto cuando la guerra terminó, cuando descubrió que sus sesiones de entrenamiento no lo eran en absoluto, que todas las simulaciones eran reales y que comandaba las flotas humanas por ansible. Entonces, cuando supo que había matado a todos los insectores, cuando comprendió el acto de genocidio que involuntariamente había cometido, fue aquella misma la expresión de su cara en el espejo, el sentido de una culpa demasiado pesada para que pudiera soportarla.

- ¿Qué ha hecho esta niña, que ha hecho esta Novinha para que sienta tanto dolor?

Escuchó atentamente mientras Jane recitaba los hechos de su vida. Lo que Jane tenía eran estadísticas, pero Ender era el Portavoz de los Muertos; su genio - o su maldición -, era la habilidad de concebir los sucesos como nadie más los veía. Eso le había convertido en un brillante comandante militar, tanto para dirigir a sus propios hombres - niños, en realidad -, como para adivinar las acciones del enemigo. También significaba que de los fríos hechos de la vida de Novinha él podía suponer - no, suponer no, saber - cómo la muerte de sus padres y su virtual santificación la habían aislado, cómo había reforzado su soledad arrojándose en el trabajo de sus padres. Supo lo que había detrás de su notable persecución del status de xenobióloga con años de antelación. Supo también lo que el amor y la aceptación de Pipo habían significado para ella, y lo profunda que era su necesidad de la amistad con Libo. No había nadie en Lusitania que conociera realmente a Novinha. Pero en esta cueva de Reykiavik, en el mundo helado de Trondheim, Ender Wiggin la conoció, y la amó, y lloró amargamente por ella.

- Irás entonces - susurró Jane.

Ender no podía hablar. Jane había tenido razón. Habría ido de todas formas, como Ender el Genocida, sólo por comprobar que el status de protección de Lusitania pudiera convertir el planeta en el lugar donde la reina colmena pudiera ser liberada de sus tres mil años de cautividad y él pudiera deshacer el terrible crimen cometido en su infancia. Y también habría ido como Portavoz de los Muertos, para comprender a los cerdis y exponerlos ante la humanidad para que pudieran ser aceptados, si eran verdaderamente ramen, y no odiados y temidos como varelse.

Pero ahora iría por otra razón más profunda. Iría para atender a la niña Novinha, pues en su brillantez, su aislamiento, su dolor, su culpa, él vio su propia infancia robada y las semillas del dolor que aún vivían en su interior. Lusitania estaba a veintidós años - luz de distancia. Él viajaría a una velocidad sólo infinitesimalmente inferior a la de la luz, y por tanto no la vería hasta que ella tuviera casi cuarenta años. Si estuviera en su mano, iría ahora mismo con la instantaneidad filótica del ansible; pero también sabía que su dolor esperaría. Aún estaría allí, esperándole, cuando llegara. ¿No había sobrevivido su propio dolor todos estos años?

Dejó de llorar. Sus emociones volvieron a retirarse.

- ¿Qué edad tengo? - preguntó.

- Han pasado 3.081 años desde que naciste. Pero tu edad subjetiva es de 36 años y 118 días.

- ¿Y qué edad tendrá Novinha cuando yo llegue allí?

- Semana más o semana menos, depende de la fecha de partida y de lo que se acerque la nave a la velocidad de la luz, tendrá casi treinta y nueve.

- Quiero partir mañana.

- Lleva tiempo conseguir plaza en una nave, Ender.

- ¿Hay alguna en órbita sobre Trondheim?

- Media docena, naturalmente, pero sólo una que pudiera partir mañana, y tiene una carga de skrika para el comercio de lujo en Cyrillia y Armenia.

- Nunca te he preguntado lo rico que soy.

- He llevado bastante bien tus finanzas durante todos estos años.

- Cómprame la nave y el cargamento.

- ¿Qué harás con los skrika en Lusitania?

- ¿Qué es lo que hacen los cirilios y los armenios?

- Usan una parte para vestir y se comen el resto. Pero pagan más por él de lo que ningún lusitano podrá pagar.

- Entonces, se lo daré a los lusitanos. Puede que eso suavice su resentimiento porque un

Portavoz vaya a una colonia católica.

Jane se convirtió en un genio que salía de una botella.

- ¡He oído!, ¡oh Amo!, y obedezco. El genio se convirtió en humo que se fue introduciendo en el interior de la botella. Entonces los láseres se apagaron y el aire sobre el terminal quedó vacío.

- Jane - dijo Ender.

- ¿Sí? - respondió ella, hablando a través de la joya en su oreja.

- ¿Por qué quieres que vaya a Lusitania?

- Quiero que añadas un tercer volumen a La Reina Colmena y el Hegemón. Por los cerdis.

- ¿Por qué te preocupas tanto por ellos?

- Porque cuando hayas escrito los libros que revelan el alma de las tres especies conscientes conocidas, entonces estarás preparado para escribir sobre la cuarta.

- ¿Otra especie de raman? - preguntó Ender.

- Sí. Yo.

Ender reflexionó un momento.

- ¿Estás preparada para revelarte al resto de la humanidad?

- Siempre lo he estado. La pregunta es, ¿están ellos preparados para conocerme? Para ellos fue fácil amar al hegemón... era humano. Y a la reina colmena, porque, por lo que saben, todos los insectores están muertos. Si puedes hacer que amen a los cerdis, que aún viven y tienen sangre humana en sus manos... entonces estarán preparados para conocerme.

- Algún día - dijo Ender -, amaré a alguien que no insista en que realice los trabajos de

Hércules.

- De todas formas te estabas aburriendo, Ender.

- Sí. Pero ahora soy maduro. Me gusta aburrirme.

- Por cierto, el propietario de la nave Havelok, que vive en Gales, ha aceptado tu oferta de cuarenta mil millones de dólares por la nave y su cargamento.

- ¡Cuarenta mil millones! ¿Me arruinaré con eso?

- Una gota en el vaso. Se le ha notificado a la tripulación que sus contratos quedan anulados. Me he tomado la libertad de comprarles pasajes en otras naves utilizando tus fondos. Valentine y tú no necesitaréis a nadie más que a mí, para que os ayude a dirigir la nave.

¿Partiremos por la mañana?

- Valentine - dijo Ender.

Su hermana era el único retraso posible para su marcha. Por lo demás, ahora que ya había tomado la decisión, ni sus estudiantes ni sus pocas amistades nórdicas merecían siquiera una despedida.

- Me muero de ganas de leer el libro que Demóstenes escribirá sobre la historia de Lusitania. Jane había descubierto la verdadera identidad de Demóstenes en el proceso de desenmascarar

al Portavoz de los Muertos original.

- Valentine no vendrá.

- Pero es tu hermana.

Ender sonrió. A pesar de su enorme conocimiento, Jane no comprendía las relaciones humanas. Aunque había sido creada por los humanos y se imaginaba en términos humanos, no era biológica. Sabía de asuntos genéticos por aprendizaje, pero no podía sentir los deseos y los imperativos que la raza humana tenía en común con todos los otros seres vivientes.

- Es mi hermana, pero Trondheim es su hogar.

- Ya ha sido reacia a partir antes.

- Esta vez ni siquiera le pediré que venga. No con un bebé en camino, no con lo feliz que es aquí en Reykiavik. Aquí donde la aman como profesora, donde no sospechan que es realmente el legendario Demóstenes. Aquí donde Jakt, su esposo, es armador de un centenar de barcos de pesca y señor de los fiordos, aquí donde cada día está lleno de brillantes conversaciones sobre el peligro y la majestad del mar cubierto de hielo. Nunca se marchará de aquí. Ni comprenderá por qué tengo que irme.

Y, al pensar en que iba a dejar a Valentine, Ender dudó en su determinación de ir a Lusitania. Se había separado de su amada hermana una vez, cuando niño, y lamentaba profundamente los años de amistad que le habían sido robados. ¿Podría dejarla ahora, de nuevo, después de estar juntos todo el tiempo, durante casi veinte años? Esta vez no habría vuelta atrás. Una vez que se fuera a Lusitania, ella envejecería veintidós años en su ausencia; tendría más de ochenta años, si tardaba otros veintidós a��os en volver con ella.

«Así que no será fácil para ti después de todo. También tienes un precio que pagar.»

«No te burles, - dijo Ender en silencio -. Estoy titulado para sentir pena.»

«Ella es tu otro yo. ¿De verdad la dejarás por nosotras?»

Era la voz de la reina colmena en su mente. Por supuesto, había visto todo lo que él había visto y sabía todo lo que había decidido. Sus labios silenciosamente formaron palabras para ella.

«La dejaré, pero no por vosotras. No podemos estar seguros de que esto os produzca algún beneficio. Puede que sea otra decepción, como Trondheim.»

«Lusitania es todo lo que necesitamos. Y está a salvo de los seres humanos.»

«- Pero también pertenece a otra gente. No destruiré a los cerdis sólo por purgar el haber destruido a vuestro pueblo.»

«Ellos estarán a salvo con nosotras; no les haremos daño. Ahora, después de todos estos años, nos conoces.»

«- Sé lo que me habéis dicho.»

«No sabemos mentir. Te hemos mostrado nuestros propios recuerdos, nuestra alma.»

«- Sé que podríais vivir en paz con ellos. ¿Pero podrían vivir ellos en paz con vosotras?»

«Llévanos allí. Hemos esperado tanto tiempo.»

Ender se acercó a una bolsa que permanecía abierta en una esquina. Todo lo que le pertenecía realmente cabía allí: sus ropas. Todas las otras cosas que había en la habitación eran regalos de la gente a las que había Hablado, haciéndole honor a él o a su oficio o a la verdad, no podía decirlo. Se quedarían aquí cuando se marchara. No tenía espacio en su bolsa.

La abrió y sacó una toalla enrollada que desenvolvió. Allí se encontraba la gruesa masa fibrosa de una gran crisálida de catorce centímetros en su punto más largo.

«Sí, míranos.»

Había encontrado la crisálida esperándole cuando llegó a gobernar la primera colonia humana en un antiguo mundo insector. Previendo su propia destrucción a manos de Ender, sabiendo que era un enemigo invencible, habían construido un modelo que tendría significado sólo para él, porque había sido sacado de sus sueños. La crisálida, con su reina colmena, inofensiva pero consciente, le había esperado en una torre donde una vez, en sus sueños, había encontrado un enemigo.

- Esperasteis más a que os encontrara - dijo Ender en voz alta -, que los pocos años que han pasado desde que os cogí de detrás del espejo.

«¿Pocos años? Ah, sí, con tu mente secuencial no notas el paso del tiempo cuando viajas tan cerca de la velocidad de la luz. Pero nosotras lo notamos. Nuestro pensamiento es instantáneo; la luz se desliza como el mercurio por un cristal frío. Tenemos conciencia de cada momento de estos tres mil años.»

- ¿He encontrado un lugar que sea seguro para vosotros?

«Tenemos diez mil huevos fértiles esperando vivir.»

- Tal vez Lusitania sea el lugar. No lo sé.

«Déjanos vivir de nuevo.»

- Lo estoy intentando. ¿Por qué si no, creéis que he vagado de mundo en mundo durante todos estos años sino para encontrar un lugar para vosotros?

«Más rápido más rápido más rápido.»

- Tengo que encontrar un lugar donde no os matemos de nuevo en el momento en que aparezcáis. Aún estáis en demasiadas pesadillas humanas. No hay tanta gente que crea en mi libro. Puede que condenen el Genocidio, pero lo harían de nuevo.

«En toda nuestra vida, eres la única persona que hemos conocido que no fuera una de nosotras mismas. Nunca teníamos que ser comprensivos porque siempre comprendíamos. Ahora que somos este simple yo, tú eres los únicos ojos y brazos y piernas que tenemos. Perdónanos si somos impacientes.»

Él se echó a reír.

- ¡Yo perdonaros a vosotros!

«Tu gente está loca. Sabemos la verdad. Sabemos quién nos mató, y no fuiste tú.»

- Fui yo.

«Fuiste una herramienta.»

- Fui yo.

«Te perdonamos.»

- Cuando volváis a andar por la superficie de un mundo, entonces estaré perdonado.