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Chapter 92 - PARAÍSO CANTO XXII

PARAÍSO CANTO XXII

Presa del estupor, hacia mi guíame volví, como el niño que se acoge siempre en aquella en que más se confía;

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y aquélla, como madre que socorre rápido al hijo pálido y ansiosocon esa voz que suele confortarlo,

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dijo: «¿No sabes que estás en el cielo?y ¿no sabes que el cielo es todo él santo, y de buen celo viene lo que hacemos?

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Cómo te habría el canto trastornado, y mi sonrisa, puedes ver ahora,puesto que tanto el gritar te conmueve; 10

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y si hubieses su ruego comprendido, en él conocerías la venganzaque podrás ver aún antes de que mueras. 13

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La espada de aquí arriba ni deprisa ni tarde corta, y sólo lo parecea quien teme o desea su llegada. 16

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Mas dirígete ahora hacia otro lado; que verás muchas almas excelentes, si vuelves la mirada como digo.»

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Como ella me indicó, volví los ojos,

y vi cien esferitas, que se hacíanaún más hermosas con sus mutuos rayos.

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Yo estaba como aquel que se reprime la punta del deseo, y no se atrevea preguntar, porque teme excederse;

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y la mayor y la más encendidade aquellas perlas vino hacia adelante, para dejar satisfechas mis ganas.

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Dentro de ella escuché luego: «Si vieses la caridad que entre nosotras arde,lo que piensas habrías expresado. 31

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Mas para que, esperando, no demores el alto fin, habré de responderteal pensamiento sólo que así guardas.

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El monte en cuya falda está Cassino estuvo ya en su cima frecuentadopor la gente engañada y mal dispuesta; 37

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y yo soy quien primero llevó arribael nombre de quien trajo hasta la tierra esta verdad que tanto nos ensalza;

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y brilló tanta gracia sobre mí,que retraje a los pueblos circundantes del culto impío que sedujo al mundo.

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Los otros fuegos fueron todos hombres contemplativos, de ese ardor quemados del que flores y frutos santos nacen.

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Está Macario aquí, y está Romualdo,y aquí están mis hermanos que en los claustros detuvieron sus almas sosegadas. 49

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Y yo a él: «El afecto que al hablarme demuestras y el benévolo semblanteque en todos vuestros fuegos veo y noto,

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de igual modo acrecientan mi confianza, como hace al sol la rosa cuando se abre tanto como permite su potencia.

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Te ruego pues, y tú, padre, concédeme si merezco gracia semejante,

que pueda ver tu imagen descubierta.» 60

Y aquél: «Hermano, tu alto deseoha de cumplirse allí en la última esfera, donde se cumplirán todos y el mío. 61

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Allí perfectos, maduros y enteros son los deseos todos; sólo en ellacada parte está siempre donde estaba,

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pues no tiene lugar, ni tiene polos,y hasta aquella conduce esta escalera, por lo cual se te borra de la vista.

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Hasta allá arriba contempló el patriarca Jacob que ella alcanzaba con su extremo, cuando la vio de ángeles colmada.

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Mas, por subirla, nadie aparta ahora de la tierra los pies, y se ha quedado mi regla para gasto de papel. 73

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Los muros que eran antes abadías espeluncas se han hecho, y las cogullas de mala harina son talegos llenos.

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Pero la usura tanto no se alzacontra el placer de Dios, cuanto aquel fruto que hace tan loco el pecho de los monjes; 79

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que aquello que la Iglesia guarda, todo es de la gente que por Dios lo pierde; no de parientes ni otros más indignos.

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Es tan blanda la carne en los mortales, que allá abajo no basta un buen principio para que den bellotas las encinas.

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Sin el oro y la plata empezó Pedro, y con ayunos yo y con oraciones,y su orden Francisco humildemente;

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y si el principio ves de cada uno,y miras luego el sitio al que han llegado, podrás ver que del blanco han hecho negro.

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En verdad el Jordán retrocediendo,más fue, y el mar huyendo, al Dios mandarlo, admirable de ver, que aquí el remedio.» 94

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Así me dijo, y luego fue a reunirse con su grupo, y el grupo se juntó;después, como un turbión, voló hacia arriba.

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Mi dulce dama me impulsó tras ellos por la escalera sólo con un gesto, venciendo su virtud a mi natura;

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y nunca aquí donde se baja y sube por medios naturales, hubo un vuelo tan raudo que a mis alas se igualase.

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Así vuelva, lector, a aquel devoto triunfo por el cual lloro con frecuencia mis pecados y el pecho me golpeo,

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puesto y quitado en tanto tú no habríasdel fuego el dedo, en cuanto vi aquel signo que al Toro sigue y dentro de él estuve.

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Oh gloriosas estrellas, luz preñada de gran poder, al cual yo reconozco todo, cual sea, que mi ingenio debo,

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nacía y se escondía con vosotras de la vida mortal el padre, cuando sentí primero el aire de Toscana;

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y luego, al otorgarme la mercedde entrar en la alta esfera en que girais, vuestra misma region me cupo en suerte.

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Con devoción mi alma ahora os suspira, para adquirir la fuerza suficienteen este fuerte paso que la espera.

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«Ya de la salvación están tan cerca-me dijo Beatriz-- que deberías tener los ojos claros y aguzados;

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por lo tanto, antes que tú más te enelles, vuelve hacia abajo, y mira cuántos mundos debajo de tus pies ya he colocado;

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tal que tu corazón, gozoso cuanto pueda, ante las legiones se presente que alegres van por el redondo éter.»

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Recorrí con la vista aquellas siete esferas, y este globo vi en tal forma que su vil apariencia me dio risa;

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y por mejor el parecer aprueboque lo tiene por menos; y el que piensa en el otro, de cierto es virtuoso. 136

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Vi encendida a la hija de Latona sin esa sombra que me dio motivo de que rara o que densa la creyera. 139

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El rostro de tu hijo, Hiperïón,aquí afronté, y vi cómo se mueven, cerca y en su redor Maya y Dïone. 142

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Y se me apareció el templar de Júpiter entre el padre y el hijo: y vi allí claro las variaciones que hacen de lugares; 145

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y de todos los siete puede vercuán grandes son, y cuánto son veloces, y la distancia que existe entre ellos.

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La era que nos hace tan feroces, mientras con los Gemelos yo giraba, vi con sus montes y sus mares; luego 151

153volví mis ojos a los ojos bellos.