El señor del inframundo mueve lentamente su pluma manchada con la sangre de los pecadores que han caido en el infierno. La cantidad de documentos que requieren de su aprobacion es incluso mayor a la del dia anterior; una guerra en el mundo humano ha provocado que el numero de almas rencorosas y avariciosas que caian en el rio de los lamentos aumentara considerablemente. Los gritos de agonia y sufrimiento que antiguamente alegraban el ambiente del infierno se han convertido en un molesto zumbido debido a la sobrepoblación que existe. Su secretaria Belcebú esta a punto de caer muerta producto del exceso de trabajo, las quejas provenientes de los departamentos de envidia y avaricia han consumido su energia; sus representantes Leviatan y Mammon exigian hablar con el ocupado rey del infierno acerca de los problemas de sobrepoblacion que sus territorios estaban sufriendo. El teléfono infernal sonaba intensamente, los ángeles del cielo reclamaban la inmediata devolución de un difunto de buen corazón que había ido a parar al infierno por un error de papeleo, algo tan sencillo como encontrar un alma pura entre más de cien millones de almas corrompidas. Las puertas del infierno suenan sin parar, el guardián de tres cabezas Cancerbero la golpea inquietamente con su cola; hace más de un siglo que no juega con su amo y lo único que puede hacer para divertirse es masticar el cráneo podrido del ultimo demonio que intento escapar del infierno sin el permiso para hacerlo.
— Señor, el cielo sigue pidiendo la devolución de aquel difunto, ya es la millonésima vez que llaman. Dicen que si no lo enviamos de regreso a donde pertenece en 12 horas enviaran un emisario a buscarlo personalmente ¿Qué puedo hacer...? si un ángel viene al infierno podría reavivar la guerra entre ambas fracciones — preguntaba belcebú alterada con unas pequeñas lagrimas rojas en sus ojos ante la gran cantidad de trabajo que tenia que realizar
— ¡¡Señor Satán, ya no podemos tolerar más este calvario!! — gritaba Mammon desde el otro lado de la puerta que llevaba a la oficina de Satanás — el infierno 16 está lleno, la poca comida que queda ya no alcanza para cubrir las necesidades mínimas de los demonios castigadores, a menos que aumente nuestros territorios y nos provea del alimento necesario los demonios de la avaricia ¡¡no trabajaremos!! — gritaba vigorosamente, acompañado del grito de apoyo de sus subordinados
— señor, el ministro Leviatán está al teléfono, los demonios de la envidia miran con recelo el terreno de los pecadores de la lujuria gobernado por el ministro Asmodeo, dice que a menos que usted tome cartas en el asunto, el personalmente se hará dueño de dichas tierras aun si eso implica hacerlo a la fuerza — decía la diablesa con voz temerosa- señor haga algo por favor..., una guerra entre dos pecados capitales provocara la muerte de miles de los de nuestra especie — añadía
— déjalos que se maten entre si- contesto el demonio humedeciendo lentamente su pluma en la tinta hecha de sangre, mientras miraba con melancolía por una pequeña ventana de su despacho el tenebroso cielo rojizo del infierno, donde nubes de fuego con la forma de rostros humanos sufriendo se mueven lentamente y tapan de vez en cuando el resplandor del sol oscuro que reina sobre todos los pecadores — ya no puedo soportar esto...— dijo finalmente el demonio luego de un momento de silencio
— ¿disculpe...? — pregunto su secretaria extrañada al no poder escuchar claramente lo que su superior dijo
— ¡¡¡ya no puedo soportarlo más...!!! — exclamo el poderoso demonio poniéndose violentamente de pie, en un arranque de ira que mando a volar todos los documentos que había sobre su mesa, durante unos minutos todos en el infierno guardaron silencio al sentir el poder del gran demonio enojado, su color de piel había cambiado completamente producto de la ira que sentia, de un intenso color rojizo por un fuerte azul oscuro.
— ¿se encuentra bien señor...? — preguntaba Belcebú temerosa ante la repentina reacción de su superior directo
— Dos mil años..., han pasado dos mil años desde que me senté en ese sillón a enfrentar día tras día la misma rutina, ya no lo puedo soportar más...¡¡esto no es lo que yo quería!! — gritaba el demonio nuevamente golpeando fuertemente con su puño el escritorio, quien sin mucho esfuerzo se rompió en mil pedazos quedando reducido a solo basura
— Señor por favor cálmese..., tome un poco de café de sangre para tranquilizarse — indico la diablesa sirviendo un poco de la misteriosa bebida en una tasa hecha de huesos, para luego ofrecerla con una leve sonrisa a su superior
— ¡¡No, quiero...!! — respondía este eufórico rodeando su cuerpo de llamas las cuales calcinaban todo lo que lo rodeaba
— por favor cálmese señor ¿porque esta tan molesto hoy? — preguntaba Belcebú quien usando sus poderes infernales se protegía de la ira de Satanás
— ¿Cómo no puedes entender el porqué de mi ira Belcebú? Debería ser evidente para un demonio como tú, ¿acaso no te das cuenta del lugar donde vivimos? Vivimos en un mundo vil y asqueroso donde los pecadores son juzgados por los crímenes y pecados que cometieron cuando estaban vivos, un lugar donde ni siquiera la misma muerte se atreve a ingresar por miedo a ser torturada si lo hace
— Pero se supone que esto es el infierno...— respondía Belcebú sin entender el punto de su superior
— precisamente mi atolondrada amiga, estamos en el infierno, un lugar que se supone debería ser evitado a toda costa — respondía Satanás con tono de tristeza — entonces dime ¿por qué? ¿por qué han caído tantos humanos en este lugar? — se lamentaba
— pero ¿no debería estar feliz? — preguntaba belcebú extrañada ante la pregunta de Satanás — el que muchos humanos estén cayendo en el infierno, significa que usted está haciendo un buen trabajo — agrego
— ¿Un buen trabajo dices...?, que gracioso es lo que acabas de decir Belcebú — decía Satanás con un tono irónico mientras sujetaba su rostro con fuerza intentando ocultar su ira — durante dos mil años no he despegado mi trasero de esa silla, ¿cómo carajos estoy haciendo un buen trabajo?, ¡¡si los humanos están cayendo en este lugar es a causa de su propia mano!! — añadía
— ¿eso no lo es mejor para usted mi señor?, de esa manera no tiene que hacer mucho esfuerzo en ejercer su trabajo como rey demonio, debería estar feliz — indicaba la diablesa
— ¿Feliz...? — preguntaba Satanás con una risa forzada — veo que nuestros conceptos de felicidad son muy diferentes mi querida belcebú, para mí la felicidad no radica en que alguien más haga mi trabajo, mi verdadero deleite era realizado, soy un demonio que posee un corazón tan oscuro como el sol de nuestro mundo, ¿Qué sentido tiene que yo exista si los humanos caen por su propia cuenta...? — Indicaba Satanás mirando por la ventana de su destrozada oficina cuestionando por primera vez en mucho tiempo su propia existencia — Extraño aquella época donde todavía existían humanos de buen corazón a los cuales corromper..., ahora entiendo por qué Mefistófeles se había encaprichado tanto con fausto, mi existencia misma ya no tiene sentido en este mundo corrompido — añadía sentándose lentamente sobre su silla mientras se sujetaba el cabello en un intento de aliviar la desesperación que su alma sentía
— entiendo lo que dice señor Satanás — respondía Belcebú sirviéndole nuevamente una taza de café de sangre caliente — sin embargo, no hay nada que se pueda hacer, este es el trabajo de los demonios y lamentablemente no existe otro camino, me gustaría poder ayudarlo, pero nadie puede reemplazarlo en su trabajo, usted es el único que puede ocupar el puesto de rey del infierno — añadió
— ¿que acabas de decir...? — preguntaba Satanás levantando su mirada con una tenue sonrisa
— dije que usted es único Señor — respondió Belcebú ofreciéndole la taza
— no antes de eso...— preguntó Satanás
— ¿que no existe remplazo para usted...? — respondió Belcebú sin entender la pregunta
— ¡¡Eso es !! — grito repentinamente Satanás tomando a su secretaria de los hombros
— ¿qué sucede señor? — preguntaba ella sorprendida
— ¡¡Belcebú eres una genio!! — respondió Satanás soltándola, mientras se dirigía hacia su escritorio destrozado y buscaba algo entre las cenizas y escombros
— ¿que está buscando señor? — pregunto Belcebú extrañada
— un sello de invocación pagana — respondía Satanás sonriente, mientras revolvía entre los escombros hasta encontrar una especie de hueso humano manchado con la sangre de un demonio extinto
— ¿para qué va a usar ese sello? — pregunto Belcebú al verlo
— deberías saberlo mejor que yo belcebú, los sellos paganos solo tienen un uso y es el de enviar a los demonios al mundo humano cuando sea necesario — respondía Satanás poniéndose de pie
— ¿al mundo humano...? — repetía belcebú analizando aquellas palabras — ¡¡Espere...!! — grito eufórica luego de unos segundos de analizar aquellas palabras
— ¿qué sucede? — pregunto Satanás al verla
— ¿¡¡como se le ocurre ir al mundo humano!!?, hace más de dos mil años qué un demonio no pone un pie en él, sin mencionar que todavía tenemos trabajo aquí — respondió Belcebú molesta
— tranquila — respondía riendo Satanás mientras introducía su esencia maligna en el sello, el cual rápidamente libero una gigantesca llama azul que quemaba todo en un radio de dos metros — de eso se encargará el nuevo gerente — añadió, mientras se disolvia entre cenizas en dirección a otro mundo.