Llegamos al Jet para irnos de vuelta a Tokio. La ansiedad me estaba matando. Me senté en una de los sillones cerca de la ventana. Shiro estaba hablando por teléfono, no lo quise molestar con mis preguntas, pero quisiera saber qué plan tiene en mente ahora. Me levanté a la mesa para servirme un trago y me senté de vuelta en el sillón. Mi cabeza ha estado saturada de pensamientos estúpidos.
—¿Qué mierdas estás haciendo?— le dio un golpe a mi mano haciendo caer la copa al suelo y romperse.
—¿Qué pasa con esa actitud?
—¿No he sido suficientemente claro contigo, estúpida?
—¿Qué es lo que te pasa?— me levanté de la silla para recoger los vidrios de la copa del suelo—. Qué salvaje te has puesto, Shiro —me agarró el brazo haciéndome levantar.
—Lo que te dije ayer en la fiesta parece que no lo grabaste en tu cabecita.
—Dijiste que no podía tomar alcohol en lugares como ese, pero ahora no estamos en un lugar así. ¿No estás siendo demasiado desconfiado?
—Tienes prohibido tomar alcohol. Odio las mujeres que toman.
—¿Y en qué te tiene que afectar eso a ti?
—No te quiero volver a ver con un trago en la mano. Es la última advertencia que te daré — se veía sumamente furioso. No creo que haya sido para tanto, como para actuar de esa forma tan agresiva.
Llevó su mano a la frente, como si le doliera la cabeza.
—¿Te duele la cabeza?
—¡Tú eres mi maldito dolor de cabeza! — me dio la espalda, y se fue.
No sé ni para qué le pregunté. Que se vaya al infierno. Fruncí el ceño molesta y me volví a sentar en el sillón mientras miraba por la ventana. Llegó una de las azafatas y recogió los vidrios.
Pasó un largo tiempo, Shiro no se acercó ni a pasado por aquí, no es que me importe tampoco. Fui al baño para lavarme la cara, necesitaba relajarme ya que aún no habíamos llegado a nuestro destino. Me he estado sintiendo mareada desde que me levanté de la silla y caminé hacia aquí. Me quedé encerrada en el baño hasta que se me pasó. Al salir escuché un teléfono sonando y miré a la otra parte del Jet y vi a Shiro recostado en un sillón con su mano en la frente. Parece que si se siente mal, o simplemente está cansado. No es algo que deba importarme. La insistencia del celular hizo que caminara hacia él, no se a dado cuenta de que lo están llamando. ¿Cómo puede tener cobertura en este lugar?
—Shiro, tu teléfono está sonando. ¿Eres sordo? — ni siquiera respondió.
Lo llamé por segunda vez, pero no respondía. Que despierte cuando se le dé la gana. Cuando planeaba irme, escuché la voz de Shiro.
—¿Qué haces aquí?
—Nada, tu teléfono estaba sonando. Ya me iba a ir — intenté irme, pero me agarró la mano.
—No hagas tanto ruido. Acuéstate — me haló haciéndome caer encima de él.
—Ten más cuidado, idiota. ¿Para qué voy a querer acostarme aquí contigo?
—Solo guarda silencio — su temperatura corporal estaba caliente, y acerqué mi mano a su frente—. ¿Qué demonios estás haciendo, salvaje? — preguntó molesto.
—Estás caliente, parece que tienes fiebre.
—¿Y eso qué? Ya se me pasará.
—Deberías tomar algo.
—¿Acaso te importa eso?
—Sí, me puedes contagiar.
—Oh, ¿Es solo por eso?
—¿Y qué otra razón tendría?
—No importa — me besó de la nada y giré mi rostro.
—¿Qué mierdas haces? Será mejor que me vaya — intenté levantarme, pero me aguantó por la cintura.
—Quédate quieta o te vas a contagiar — sonrió descaradamente.
—No parece que estuvieras enfermo.
—Porque estás aquí.
—¿Y-y eso qué tiene que ver?— desvíe la mirada, y él sonrió—. Parece que la fiebre está muy alta. Ha acabado con las últimas neuronas que te quedaban.
—Duérmete.
—Así no puedo dormir.
—Solo hazlo, y deja de hacer tanto escándalo. De igual manera no voy a soltarte.
Tuve que quedarme así durante el viaje, y realmente si logré dormirme, el cansancio me venció. Al llegar, nos dirigimos directamente a la casa y le pedí a Shiro que llamara al doctor, ya que no tenía medicinas para atacar esa fiebre que estaba presentando.
Shiro estaba recostado en la cama cuando el doctor llegó.
—Buenas tardes, señora. ¿Cómo se está sintiendo?
—Bien, doctor. Es él quien debe atenderse hoy.
—¿Se ha estado alimentando bien?— cuando me disponía a responder su pregunta, Shiro carraspeó y el doctor le miró—. Lo atenderé de inmediato, señor.
—Los dejaré a solas.
—No te vayas.
—¿Te preocupa lo que haga?— le hice un guiño, y salí de la habitación.
Me mantuve fuera de la habitación esperando que terminaran, no quería interrumpirlos. Al cabo del rato el doctor salió de la habitación.
—Ya todo está en orden. Deberá tomar sus medicamentos como corresponde para que se le pase. Todo indica que es solo un simple resfriado. Con lo terco que es, será mejor mantenerlo encerrado. Necesita descansar para que se le pase.
—Gracias, doctor.
—Cuídense mucho, en especial usted — me dio una mirada extraña y siguió su camino. ¿Eso a qué se debe?
Entré a la habitación y Shiro estaba recostado todavía.
—¿Estás mejor?
—Creo que me enfermare más seguido.
—¿Eso qué significa, necio?
—Para que me cuides más a menudo.
—Estás muy directo, Shiro. No es digno de ti. Cuando te recuperes te vas arrepentir de decir tantas tonterías.
—Acuéstate — hizo seña para que me acostara en la cama.
—Parece que quieres contagiarme — me acosté en la esquina dándole la espalda.
—No está demás permanecer en la cama los dos, ¿No crees?
—Recupérate pronto, tenemos algo que hacer mañana — sentí su mano alrededor de mi barriga, y en instantes su cuerpo. Su temperatura corporal estaba muy caliente.
—Ya mañana estaré bien, solo necesito quedarme así por unos instantes — su respiración agitada y su aliento caliente en mi cuello me erizó la piel.
—No intentes nada, o me iré a dormir al suelo.
—Cállate, y duerme.
Tengo que salir de aquí lo más pronto posible. No me gusta lo que he estado sintiendo cuando estoy cerca de él. Tan pronto tenga a mi amiga, no tendré que seguir soportándolo; aunque la estaría arriesgando demasiado. Estoy segura que tan pronto la tenga en sus manos va a querer manipularme con ella y usarme como hasta ahora. Primero tendré que ganarme su confianza, esperando que así me dé algo de libertad y pueda salir de este lugar. Ambos nos hemos estado usando para nuestro beneficio, a diferencia que no dejaré que continúe haciéndolo. Quedé dormida luego de tanto pensar.
A la mañana siguiente me desperté por el timbre del teléfono de Shiro. Ya él estaba despierto y sentado en la cama. Tal parece que ya se había bañado. Estaba vestido como si fuera a salir. Respondió el teléfono y aproveché para levantarme e ir al baño. Al salir, ya había terminado con la llamada.
—¿Ya estás mejor?
—Los planes siguen en pie. No tienes que fingir que te importa como estoy. Esta noche iremos al hospital. Tu amiga la van a trasladar al mediodía, pero tenemos que darle tiempo a que despierte. No podemos hacer lo mismo que hicimos contigo. Los planes serán un poco diferentes. Si todo sale bien, hoy mismo la tendrás contigo.
—¿Qué hay con esa actitud de nuevo?
—¿No era lo que querías?
—Sí, pero ¿Por qué tienes que ser tan grosero?
—Vístete para que bajes y desayunes — salió del cuarto sin añadir nada más. No entiendo nada. Como era de esperarse, es un bipolar.
Terminé de vestirme y bajé. Shiro me estaba esperando en la mesa. ¿Acaso va a desayunar conmigo?
—¿Qué esperas para sentarte? — su actitud me molesta más que cualquier cosa.
Me senté y me quedé en silencio. Le sonó el teléfono y respondió. No quise escuchar su conversación, a decir verdad, ni siquiera me importa. Comencé a comer, pero la comida tenía un sabor amargo. ¿Qué puede ser? ¿Acaso me quiere envenenar, o qué? Tomé del jugo y dejé de comer. Quizás está tratando de deshacerse de mí y por eso se sentó en la mesa conmigo. No puedo comer eso. Me quedé sentada en la silla, si hago algo para pararme se dará cuenta. Cuando terminó en la llamada, fijó su mirada hacia mí.
—¿Qué esperas para comer?— su pregunta me hizo dar cuenta de que algo estaba ocurriendo.
—No tengo hambre.
—¿Quieres que te la de en la boquita? Tenemos mucho que hacer esta noche y te necesito con energías. Esfuérzate por comer —nunca le ha preocupado si como o no. Está más que claro que está insistiendo. No voy a comerme eso.
—¿Por qué tanto interés en que coma?
—¿No escuchaste lo que dije?
—Si tanto interés tienes de que coma, ¿Por qué no intercambiamos el plato, Shiro?— alzó una ceja y se levantó de la silla.
—¿Vas a decirme qué te pasa?— caminó hacia mí silla, y me quedé observando sus movimientos.
—¿No es eso lo que debo preguntar yo? ¿Qué estás tratando de hacer?
—¿Qué pasa con la comida? ¿No te gusta?
—¿Qué le pusiste? — pregunté directamente. Shiro se veía sorprendido ante la pregunta.
—¿Piensas que tiene veneno? ¿Por qué haría algo como eso? Si quiero matarte simplemente lo hago, no necesito usar ese tipo de trucos baratos, niña — cogió el tenedor y comió de ella —. ¿Feliz? Haré que te hagan otro plato y espero que de ese sí comas. Deja de estar pensando que te voy a hacer algo. No me interesa matarte todavía. Mientras sigas siendo una niña buena y cuidando de mi como anoche, no tengo que hacerte nada — desvíe la mirada al recordar lo de anoche, cuando sentí su mano en mi cabeza—. Aliméntate bien — caminó a la cocina y me quedé sentada en la silla. ¿Y qué hay con esa caricia? ¿Desde cuándo hace ese tipo de cosas? Realmente está más bipolar que nunca.