Los meses iban pasando rápidamente, Arianna seguía igual, al menos no había recuperado la vista. Nos acercamos bastante, ya no me evade ni tampoco dice ese tipo de comentarios que hieren. Ha podido descansar más y sus pesadillas se han ido desapareciendo poco a poco. Ya no despierta en la madrugada, como lo hacía antes. Dormimos juntos y estoy al pendiente de todo lo que tenga que ver con ella, su recuperación, las terapias, la ayudo a bañar, hasta tomé un pequeño curso de cocina para preparar los platos que le gustan. En realidad soy malísimo, pero he aprendido muchas cosas. Ella no se queja, a pesar de no saber perfecto, ella lo encuentra delicioso y eso es suficiente para mí. Hoy tenía en mente llevarla a caminar por el lago que tanto visitábamos, aunque no puede ver todavía, un poco de aire fresco no le haría mal; además de que estar en la casa todo el día, cualquiera se volvería loco. Es desesperante estar en esas cuatro paredes.
Quería llevarla a algún lugar donde ella se sienta a gusto y le traiga buenos recuerdos como a mí. Antes no podía verle el lado bueno, pero desde que me di cuenta de que detrás de esa chica dura, malcriada, cortante e irritante, se ocultaba está dulce y tierna mujer, yo comprendí que en parte era mi culpa. No era tan mala como para ese tiempo pensaba. Hasta muchas veces me siento culpable, por no haberme dado cuenta de la gran persona que en realidad es. Quiero recuperar todo ese tiempo perdido y hacerla feliz como se merece. Ha hecho mucho por mi y yo fui un ingrato, no supe apreciar nada de lo que hacía; me dejé llevar por su actitud y la trataba mal de vuelta. Si me hubiera sentado hablar con ella o me hubiera puesto en su lugar, quizá la hubiera entendido. Con todo lo que ha estado ocurriendo en los últimos meses, no ha habido un momento en el que me detenga a pensar en lo que hice. No puedo sentirme sucio por haber matado a una persona, solamente de pensar en lo que hizo, yo no puedo sentir nada más que rabia. Pensar en lo que pasó, solo me hace sentir esa presión en el pecho y el nudo en mi garganta; es por eso que he querido olvidar y dejar todo eso malo a un lado. No me estoy justificando, pero no debo atormentarme por alguien que no merecía seguir respirando. Le destruyó la vida a mi preciada Arianna, y a causa de eso, ella la está pasando aún mal. Quisiera poder borrar todos esos malos recuerdos o darle para atrás al tiempo, para haber evitado que ella se fuera sola, o de haber tenido la valentía de llevármela ese día en el matrimonio. Si hubiera tenido todo claro, me la hubiera llevado sin pensarlo, pero fui un cobarde y un idiota. Ahora sólo puedo estar a su lado, apoyarla, demostrarle cuánto la quiero y ayudarla a salir de ese oscuro hueco en el que se encuentra.
—¿Qué te parece si salimos, Arianna?
—¿A dónde?
—¿Recuerdas el lago que solíamos visitar cuando niños? ¿El mismo en el que te burlabas de mí porque le tenía miedo al agua?
—Eras un miedoso — sonrió, y mi corazón se aceleró.
Hace tiempo no la veía sonriendo y una emoción en el fondo de mi pude sentir.
—Así es. Gracias a ti le perdí el miedo.
—Me gustaría ir.
Caminamos de la mano y la llevé al auto. Por todo el camino se veía pensativa. No me atrevía a preguntarle, no quería hacer una pregunta que la hiciera sentir incómoda o algo así.
Al llegar, me di cuenta que no había nadie. Es extraño, casi siempre venía gente a este lugar. Nos bajamos y caminamos por el lago en silencio; estuvimos caminando por varios minutos, luego se detuvo.
—Vamos a meternos, Bruce.
—No tenemos ropa para eso, Arianna.
—¿Y eso qué?
—¿Piensas meterte con esa ropa? Te vas a enfermar.
—Es algo que valdrá la pena, ¿o es que aún le tienes miedo al agua? — soltó una risita traviesa y reí.
—¿Alguien dijo miedo?
Me quité la camisa y dejé nuestros celulares y llaves en ella. Lo traté de ocultar lo más que pude, aunque no estaremos lejos, no quiero que pueda venir alguien y llevárselo. Supongo que es malicia. Entramos al agua y estaba muy fría.
—Definitivamente nos vamos a enfermar.
—No seas pájaro de mal agüero. No va a pasar nada.
Entramos, hasta que el agua nos llegaba por el pecho. Sé que es una locura, pero todo sea por complacerla y que sonría como lo ha estado haciendo. Arianna colocó sus brazos alrededor de mi cuello y se acercó.
—¿Tu temperatura corporal siempre está así de caliente, Bruce? — no puedo negar que su pregunta me sorprendió, a tal grado que sentí algo de vergüenza.
—Creo que es porque estás tú cerca.
—Antes no podíamos hacer esto — su mano acarició mi mejilla y sonrió.
—Éramos muy niños para pensar en eso.
—Lo sé, es por eso que quiero que me hagas el amor aquí, Bruce.
—¿Qué dijiste?
—Lo que escuchaste. Habías dicho que íbamos a crear nuevos y buenos recuerdos entre los dos. ¿Qué mejor que en este lugar?
No pensé que ella pediría eso. Para mí la idea no está nada mal, por otro lado hace meses no estamos juntos. Yo no la he tocado de esa forma, porque sé por todo lo que ha estado pasando. No quería presionarla y porque en realidad me sentía satisfecho con tenerla conmigo.
—¿Estás segura?
—Ya no somos más esos niños. No nos vemos como enemigos o conocidos, ahora podemos vernos como un hombre y una mujer. Así que, ¿por qué no?
—Tienes razón—Arianna se tocó la frente y se quejó.
—¿Te sientes bien, Arianna?
—Esta migraña es insoportable.
—Princesa, podemos venir en otro momento.
—No, no quiero irme. Yo estaré bien.
—Te juro que te volveré a traer, ahora vamos a la casa.
Su cuerpo estaba temblando y la abracé. No me gusta verla así.
Salimos del agua y recogí las cosas para irme al auto. Mojamos todo, pero eso no importa; lo único que importa es que ella se haya distraído, aunque sea un poco. Se durmió por el camino y cada segundo mientras manejaba la miraba. Se veía muy linda cuando duerme y sin dormir también. El camino de vuelta pareció eterno. Necesitaba que comiera algo, así que detuve el auto en el estacionamiento de un restaurante de comida rápida, la iba a despertar, pero ella abrió sus ojos al sentir el auto detenerse. Tapó su rostro con ambas manos y sacudió su cabeza.
—¿Estás bien, preciosa? — no me respondía y traté de calmarla agarrando sus manos. No quería que siguiera sacudiendo su cabeza. De la forma que lo hacía, tenía temor de que se lastimara.
Luego de un instante, ella quitó sus manos de la cara y se quedó con los ojos cerrados.
—¿Qué te sientes? Te llevaré a la casa para que tomes tus medicinas — iba a poner el auto en marcha, pero ella puso su mano sobre la mía.
Al mirarla, vi que sus ojos se llenaron de lágrimas y me dolió verla así.
—No llores así, por favor. No sabes lo que duele verte llorar — bajé la cabeza y ella acarició mi mejilla. La miré de vuelta al escuchar como sollozaba musitando algo tan suave, que no podía entenderla—. ¿Qué tienes, princesa? —me miró, y podía jurar que esta vez sí me estaba mirando a mi.
—Puedo verte, Bruce — musitó entre lágrimas.
—¿Estás hablando en serio, Arianna?— no podía salir de mi asombro. Mi corazón se aceleró de una manera que jamás lo había hecho. Me sentí afligido, pero a la vez muy feliz.
—Sí, Bruce. No puedo ver claramente, pero puedo verte a ti — acarició mi mejilla y lágrimas seguían brotando de sus ojos.
—¡Dios mío! Tengo que llamar al médico para que te evalúe. Vamos a la casa — me giré para poner el auto en marcha.
—Bruce…
—¿Eh?— la miré, y ella se quitó el cinturón para acercarse y besarme. No esperaba su beso.
No quise incomodarla con eso ahora, por eso no traté de hacerlo yo primero. No puedo negar que moría por sus labios, bueno, en realidad moría por tenerla a ella completamente.
—Gracias por no abandonarme y por estar siempre ahí sin importar lo que pase, por tu apoyo incondicional y tu cariño. Permaneciste conmigo, incluso después de haberme comportado como una tonta e ignorante, y haber dicho todas esas cosas crueles. Gracias por demostrarme tu amor. Sé que he sido orgullosa y no lo he dicho nunca, pero quería hacerlo ahora— hizo una pausa y sonrió—. Desde que nos conocimos, me pareciste el niño más tonto, pero a la vez el más divertido que existía. Me irritaba tu forma de ser por no defenderte, pero a la vez algo me atraía de ti. Debes estar preguntándote, ¿Por qué te trataba tan mal? La respuesta es muy estúpida, pero era por esa niña que se te declaró en la escuela. Yo quería hacerlo, pero ella se adelantó y me odié muchas veces por eso. Planeaba decirte el día de tu cumpleaños número 18, pero Valentina se me adelantó también. Quería enterrar todos mis sentimientos y tratar de comenzar de nuevo, pero no podía. Traté de salir con varios hombres, pero ninguno me atraía de la misma forma que tú. Mientras te tenía cerca, me era difícil olvidarte y tenerte lejos me lastimaba mucho, preferí callar para poder seguir estando a tu lado. No tenía ninguna esperanza de que me notaras y llegó un momento en que la única manera que encontré de que sintieras algo por mi, fue a base de tratarte mal. Me comenzaste a odiar, pero estaba feliz con eso, porque al menos sentías algo. Me gustaba molestarte porque nunca te quedabas callado y me respondías de vuelta. Fue la mejor manera de mantenerte cerca de mi. El día que mi padre me habló sobre los términos que mi madre añadió en el testamento, quise escogerte a ti como esposo. Sabía que no ibas a estar feliz por eso, pero fui muy egoísta y por pensar solo en mi, te causé daño. Planeaba confesarte mis sentimientos en la luna de miel, pero nada salió como esperaba y preferí darte tu espacio. Tenía miedo de que me rechazaras luego de hacerlo, supongo que es algo normal. Volví alejarme buscando otra vez la forma de mantenerme lejos, pero era imposible. Cuando nos divorciamos y mi padre me dio la opción de casarme con Omar yo acepté, pero no fue por el testamento, fue para darte celos. Al notar que estaba logrando mi objetivo, quise aprovechar esa oportunidad de acercarme lo suficiente, como para que notaras lo que sentía, pero siempre aparecía Valentina para acabar con todo. Quise entregarme a ti para luego cerrar ese capítulo en mi vida y poder seguir adelante, pero eso me ilusionó más. Me confundiste muchas veces con tus sentimientos, pero muy en el fondo, seguía guardando la esperanza de que sintieras algo por mi.
—Perdóname por herirte sin darme cuenta, Arianna. Soy un idiota — bajé la cabeza con esa punzada que sentí en el pecho.
—No llores, no tienes razón para hacerlo. No lo digo con esa intención de hacerte sentir mal, lo hago porque quiero que sepas lo que sentía y sigo sintiendo por ti. Eres muy importante para mí. No sabes cuánto esperé por esto.
—Es cierto que estaba confundido, pero todo este tiempo que he estado contigo, me he dado cuenta de muchas cosas ,y entre ellas es que, la mujer que quiero eres tú. Eres mi esposa y estoy muy orgulloso de que lo seas. Por ti siento cosas que por nadie más jamás he sentido, cosas que desconocía, pero ahora puedo decirte con seguridad que te amo, princesa. Sé que han pasado muchísimas cosas, pero quiero que todo mejore y podamos ser felices. Quiero que te cases conmigo otra vez, pero que esta vez sea porque ambos lo deseamos. Quiero poder admirarte con tu traje de novia caminando al altar, así como no lo hice esa vez por idiota, o poder besarte frente a todos y que sepan que eres mía. Quiero todo eso contigo, Arianna — bajó su cabeza y una lágrimas más bajó por su mejilla—. ¿Te casarías conmigo otra vez?
—Bruce—hizo una pausa—, yo sí quiero.
—No se diga más. Vamos a preparar nuestra boda y tener la mejor luna de miel, ¿Qué te parece?
—Me parece muy bien— sonrió e hice lo mismo.
—Hay mucho por hacer entonces—Arianna volvió a besarme y entrelacé mi mano en su pelo para besarla más intensamente.
Ella es todo lo que necesito, es todo lo que quiero y anhelo.
Llegamos a la casa y el médico vino a evaluarla, le dio muchas indicaciones y medicamentos. No está del todo bien, pero según él, poco a poco la irá recuperando. La mandó a descansar y la dejé tranquila, necesitaba que ella descansara y se recuperara.