Su mano la llevó a mi pantalón y lo apretó, no pude evitar soltar un quejido.
—¿Está así por mi?— preguntó frotándolo.
—Sí, tu lo pones así.
—Que romántico eres.
—¿Verdad que sí? —Arianna sonrió, y reí.
—¿Tú quieres hacerlo?— me preguntó, y me sentí algo incómodo.
—¿Tú quieres?
Su teléfono sonó y ella se sentó en la cama.
—¿No me digas qué es ese idiota?
—Sí —respondió la llamada y me molesté—. Está bien, iré para allá — colgó la llamada y fue mi oportunidad.
—Tú no vas a ninguna parte, Arianna.
—Tú no decides eso.
Esa rabia de imaginar que él la estaría esperando, se me subió a la cabeza. La empujé contra la cama y me subí sobre ella.
—Tú eres mi esposa y tu deber es estar con tu marido, no con ese tipo; además dijiste que te quedarías conmigo.
—Salte de encima de mi— trató de empujarme y le agarré ambas manos, poniéndolas por encima de su cabeza—. ¿Qué es lo que te sucede? ¿Por qué te estás comportando así?
—No soporto la idea de que vayas a ir a verte con ese tipo. Tú eres mi mujer y tú lugar es al lado mío.
—Eso suena muy comprometedor, ¿Lo sabías?
—Tómalo como quieras, pero te vas a quedar conmigo.
—¿De cuándo acá los pájaros le tiran a las escopetas?
—Desde que me provocaste y me dejaste con ganas.
—¿Por eso quieres que me quede?
—En parte. Quiero que te quedes conmigo para hacerte mía y para que mañana amanezcas al lado mío. ¿Es mucho pedir?
—¿Por qué quieres despertar conmigo? — reí al darme cuenta que lo que le llamó la atención fue eso último que dije.
—¿No te gustaría?
—Deja de mirarme así— desvió la mirada, y reí.
—¿Así cómo?
—Como si estuvieras esperando un descuido para aprovecharte de mi.
—No te voy a mentir, eso estoy esperando.
—Te has vuelto muy obvio.
—¿Te vas a quedar o debo obligarte?
—Eso suena muy interesante.
—Lo sé—miré su blusa y me di cuenta de que sus pezones se marcaban.
—Así que no tienes sostén, ¿Lo hiciste intencional?
Acerqué mi boca y lo chupé por encima de la blusa, Arianna soltó un gemido involuntario y sonreí.
—Bruce… — gimió.
—No pensé que escucharte decir mi nombre, me iba a producir tanto. Quiero que lo digas una y otra vez — su voz entrecortada se escuchaba muy sexy.
Acerqué mi boca a su otro pezón y lo chupé, la vi entrecerrando los ojos y rechinando los dientes. Es hermoso tenerla debajo de mi, poder ver cada expresión que hace me seduce. Continué haciéndolo por un tiempo, su blusa estaba húmeda con mi saliva. Solté sus manos y me quité el pantalón, me estaba sintiendo muy incómodo con mi erección. Aprovechando ese momento, le quité su pantalón también, junto a su ropa interior. Estaba muy húmeda y me sentía tentado a probar sus deliciosos y adictivos fluidos. Saber que estaba así por mi, lo hacía ser doblemente excitante. Lamía y daba suaves chupones en su vagina, quería quedarme con todo de ella. Se podía notar lo sensible que estaba, sus piernas temblorosas y fuertes gemidos lo comprobaban. Acerqué mi dedo y lo rocé entre medio de sus labios, el sonido de humedad que emitió, me calentó más. Metí mi dedo suavemente dentro de ella y gimió fuerte. Quería prepararla bien, no quería lastimarla otra vez.
—Bruce… — musitó entre jadeos, acariciando mi cabeza.
Al mirarla, extendió sus manos simulando un abrazo y me acomodé entre sus piernas. ¡Maldición! Quiero estar dentro de ella.
—Si te duele, avísame, ¿De acuerdo?— Arianna sonrió y asintió con su cabeza.
Acomodé mi pene en su vagina y forcé lentamente mi entrada, me di cuenta que se tensó un poco. A pesar de haberlo hecho ayer, se sentía muy ajustado todavía. Creo que esto dolerá para los dos otra vez. Me puse nervioso porque no quería lastimarla. No sabía si empujarlo de un golpe para que pasara el dolor rápido o hacerlo lento, de ambas formas dolerá. Dicen que trago amargo se pasa ligero. No quería avisarle lo que iba hacer porque sino se iba a tensar más, es por eso que traté de ser rápido y de una estocada profunda, la penetré. Su expresión de dolor no me gustó para nada, ayer no fue tan doloroso como hoy. Ayer no me había dado cuenta porque fui un imbécil y ahora que sé lo que debe estar sintiendo, me hace sentir mal.
—Lo siento, Arianna — acaricié su mejilla y me acerqué a besarla.
No encontraba cómo moverme. A mí no me estaba doliendo como ayer, pero el hormigueo no dudó en aparecer. Se sentía increíble estar dentro de ella. Estuve por unos instantes quieto y luego comencé a moverme lentamente. Hubo un momento en que sus expresiones se volvieron más excitantes, no parecía que le estuviera doliendo tanto, así que traté de moverme un poco más y ella mordió su labio inferior; eso que hizo me descontroló por completo. La besé y la intensidad en ese beso fue tanta, que un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. La humedad en ese beso, y el juego que tenía su lengua con la mía, era demasiado. La comencé a penetrar más rápido y profundo, deseando ver más de esas expresiones. Sus gemidos eran constantes y esa mirada que me daba, me hacía desearla más; quería adueñarme de todo de ella.
Me detuve y ella seguía jadeante, quería que gimiera más para mí. Subí su pierna a mi hombro y volví a penetrarla.
—Bruce… — gimió fuerte.
Su expresión era diferente, era como si estuviera más excitada que antes. No sabía que se podía experimentar tanto placer haciendo esto; era como si pudiera alcanzar lo más profundo de ella. No podía hacerlo tan rápido o sin duda me hubiera corrido al instante.
—Detente, Bruce — su rostro se veía rojo y su respiración estaba muy agitada.
—¿Te estoy lastimando?
—No, se siente extraño.
—¿Qué se siente extraño?
Al ver sus piernas temblando y sus manos apretando la sabana, no sentía ganas de detenerme; quería verla así por más tiempo. Sus gemidos fueron más fuertes y sus temblores también, sentí una presión y humedad, tan fuerte que, casi termino en ese momento. Ella cerró los ojos y apretó más la sabana, eso se sintió sumamente increíble.
—¿Acabas de...? — su cuerpo estaba temblando, y al darme cuenta de lo que pudo haber sido, fue como si esa parte malvada, se hubiera apoderado de mi. Se escuchaba esos sonidos de humedad y su interior se sentía más caliente. Ella puso su mano en mi abdomen, pidiendo que me detuviera y bajé su pierna, para acomodarme entre ellas—. ¿Acabas de tener un orgasmo, Ariannita? No pensé que eso podía ser posible. Deberías hacerlo más, se sintió increíble.
—Cállate, pervertido — se tapó la cara, y reí por lo tierna que se veía.
En cada estocada profunda que daba, su cuerpo se estremecía. Entrelacé mis manos con los suyas y acerqué mi boca a su cuello para besarlo. Arianna me gusta mucho; cada segundo que pasa, me gusta más. Quiero hacerla mía, solo mía. Robé sus labios nuevamente, necesitaba probarlos otra vez; esa suavidad e intensidad en ellos, me vuelven loco.
—Ya no puedo más— musité entre jadeos.
—No te vengas dentro de mi, Bruce — me pidió jadeante.
—¿Por qué?
—Sabes muy bien lo que puede pasar.
—¿Qué puede pasar?— arqueé una ceja y sonreí, esperando su respuesta. Ella desvió la mirada otra vez y no pude evitar soltar una risita traviesa—. Dime, ¿Qué puede pasar? — se quedó en silencio unos instantes y luego habló:
—Me puedes embarazar, Bruce.
—¿No te gustaría tener un hijo conmigo?
—No seas idiota.
—¿No te gustaría?
—Ni siquiera somos pareja, no sabes ni lo que sientes por mí, ¿y estás pensando en un hijo?
—Eres mi esposa, y si me gustaría tener uno.
—Has perdido la cabeza.
—Sí, tú me has hecho perder la cabeza y desearte mucho.
—Deja de decir esas tonterías — giró su cara para otro lado y sonreí.
—Por más que gires las cara para no mirarme, no hay forma de que evites que vea esa expresión de vergüenza. ¿Mueres por decir que sí?
—¡Cállate!
—Si no me respondes la pregunta, terminaré haciéndolo.
—Bruce…
—Dilo. Quiero oírlo de tu dulce boca. Llevas muchos años enamorada de mi y estoy seguro que en algún momento pensaste en eso, ¿Me equivoco?
—No digas más, por favor.
—Te ves más hermosa cuando te avergüenzas. Responde con sinceridad —luego de unos instantes en silencio, me miró.
—Sí, quisiera algún día tener un bebé contigo.
Eso sonó tan bien, que ese hormigueo regresó. Por dentro me sentía muy feliz por lo que dijo, no podía creer que realmente ella deseaba eso conmigo. Si en esta vida voy a tener un hijo, quiero que sea con ella; ella es la indicada para tener a mi bebé. Su amor siempre fue incondicional, me ha apoyado en todo, me ha aceptado tal y como soy, aún con lo idiota y todo lo que la he hecho sufrir, ella ha estado ahí; incluso ahora, sus ojos sólo me ven a mi y siempre ha sido así; desde pequeños, hasta ahora. Fui un pobre ciego, que no me había dado cuenta de la mujer maravillosa que tenía a mi lado todo este tiempo, y creo que es el momento de demostrarle lo importante que es para mí. ¿Y qué mejor forma que está? Aceleré mis movimientos y sin darme cuenta, dejé escapar lo que estaba guardando para mí todo este tiempo.
—Te quiero, Arianna — me corrí en lo más profundo de ella y la besé, robando cualquier palabra que pudiera añadir. Esa palabra me salió tan natural, que incluso, ni yo mismo creía que realmente la había dicho.
Arianna se quedó sorprendida y vi bajar una lágrima por su mejilla, nunca la había visto llorar, y verla así, hizo que me sintiera algo mal.
—Lo siento, ¿Dije algo que no debía?
—Esperar 21 años valió la pena — su rostro se llenó de lágrimas y se tapó la cara.
No sabía qué decir o hacer, me hizo sentir triste verla así. Recosté mi cabeza sobre su pecho, no quería que se diera cuenta que una lágrima estaba asomada en mis ojos. No sé porqué me dolió tanto verla llorar, quizás, es porque sé que fui yo el causante.
—Perdóname por no haberme dado cuenta antes. Te juro que de ahora en adelante, te haré feliz—Arianna secó sus lágrimas y sentí sus manos acariciando mi cabeza, al mirarla, sus ojos se veían algo rojos—. No quiero verte más así, ¿De acuerdo?— le dije, a lo que asintió con su cabeza y sonrió—. Eres muy hermosa— acaricié su mejilla, y ella cerró sus ojos respondiendo a mi caricia. Al ver su ternura, no pude evitar sentir esas ganas de besarla.