Llamé a mi amigo para que nos encontráramos, necesitaba salir de aquí y despejar la mente. Me sentía la peor persona del mundo. Acabo de romperle el corazón a mi Valentina por una tontería. Soy lo peor.
Nos encontramos en la barra y nos tomamos un trago.
—¿Qué sucede en la vida del virgen para que esté tan desesperado y deprimido?— me preguntó al verme cabizbajo.
Le conté lo que había sucedido y comenzó a reír.
—Tu problema es serio, amigo.
—¿Alguna vez te ha ocurrido esto?
—No, yo prefiero no preguntarles sus nombres, así no me ocurre— soltó una carcajada divertida.
—Hablo en serio. ¿Qué se supone que haga ahora? ¿Cómo puedo recuperar a Valentina?
—Yo ya me la hubiera comido. Si quieres te hago el favor.
—Vete a la mierda.
—Dejando a un lado el vacilón, creo que deberías aclarar las cosas con Valentina y comerte calladito a tu ex esposa.
—Deja las estupideces, idiota.
—Yo como lo veo es que te gusta la Ariannita.
—No me gusta.
—Quizá no como esposa, pero si como amante. Ya sabes, una acostadita y se te quita ese deseo que le guardas. Mientras sigas comparándolas, no se te va a parar ni con Viagra.
—No sé qué demonios hacer. Estoy seguro que me está odiando y con razón. Yo quiero que nuestra relación funcione.
—Ya te lo dije, mientras le tengas ganas a la otra, será imposible. Estás comparando lo incomparable. No son iguales, ni lo serán. Mientras busques en ella, las cualidades que le encuentras en Ariannita, no vas a poder hacerla feliz. No le vas a funcionar ni en la cama. Hermano, aún no te has estrenado y ya andas teniendo deseos reprimidos.
—Yo sé que no son iguales, pero aún así, mi mente me jugó esa mala broma y ahora la he cagado con Valentina.
—Habla con Arianna y estrénate con ella, así se te quita las ganas y luego regresas con Valentina.
—Eso jamás lo haré.
—¿Por qué?
—Es mi amiga de la infancia, se va a casar y porque a quien quiero es a Valentina.
—Ah, pero en ningún momento dijiste que no te gustaba. ¿Así que te gusta, pícaro? Todas las razones que diste son algo tontas. Que sea tu amiga de la infancia o que se vaya a casar no debe ser un problema. Es una maldita excusa que estás dando. Por otro lado, quizá sí quieres a Valentina, pero quién te lo para es la Ariannita, ¿Qué se le puede hacer? Tu amigo es quien decide aquí.
—No quiero hablar más de ella, estoy cansado de escuchar ese nombre. Todo el maldito tiempo en mi cabeza y en la boca de todos. ¡Ya no puedo más! ¡No lo soporto!
—No te rompas la cabeza con lo mismo. Vamos a tomar y olvidarnos de todo. Descarga esa presión que estás sintiendo con el alcohol, es la mejor manera. No pienses más y distráete.
Entre más tomaba, más recordaba lo que había pasado. No había forma de que el alcohol borrara esos malditos recuerdos. Mi cabeza quería explotar.
—Yo te llevo— me dijo.
—No, yo estaré bien. Quiero estar solo.
Caminé al auto y manejé como estaba. Iba sin rumbo alguno e inconscientemente, terminé estacionando el auto frente al edificio del apartamento de Arianna. Estaba molesto y fui a tocarle la puerta.
—¿Qué haces aquí?— preguntó al verme.
Estaba vestida con una bata corta blanca y se podía apreciar parte de su cuerpo.
—¿Qué rayos haces vestida así?— quise desviar la mirada para no seguirla viendo.
—¿Vienes a mi casa a esta hora y pretendías que estuviera aquí esperándote con ropa de salir? Estaba a punto de acostarme a dormir. ¿Qué haces aquí?
—Quería hablar contigo.
—Estás borracho. Que patético te ves.
—Sí, para ti siempre he sido patético.
—No puedes ni caminar, ¿Así estabas manejando? Que descuidado eres. Que mucho valoras tu vida.
—Como si te importara.
Me ayudó a entrar y me recostó en su cama.
—Yo no vine a quedarme, solo vine a descargar esta rabia que siento. Por tu culpa las cosas ahora no funcionan con Valentina. Si no me hubiera casado contigo, no sería tan miserable ahora.
—¿Para eso viniste?
—Sí, ¿Para que más vendría?
—No lo sé, tú dime.
—Desde que tomé esa estúpida decisión de casarme contigo, solo he tenido problemas.
—Siento mucho que te sientas así por mi culpa.
—¿Tú disculpándote? Parece que el mundo está por acabarse.
—Puede ser eso — sonrió de la misma forma que lo ha estado haciendo, esa misma sonrisa fingida.
—¿Por qué sonríes?
—Por nada. Yo hablaré con ella para que arreglen sus cosas. Puedes quedarte por hoy aquí. Descansa— se dio la espalda para irse y le agarré la bata—. ¿Qué haces, pervertido?
—No vas a ninguna parte — me levanté y agarré su mano. No pude tener sexo con Valentina por tu culpa, ahora hazte cargo — le puse su mano en mi erección y abrió sus ojos de par en par.
—¿Y me lo tienes que restregar en la cara?— lo apretó con su mano y sonrió—. Si eres un bueno para nada, que ni siquiera le puede cumplir a una mujer en la cama, ¿Por qué culpas a los demás por tu problema? Si quieres llevarte a una mujer a la cama, comienza por aprender a seducirla, virgen idiota. Crees que viniendo a mi casa a esta hora y haciéndome tocar tu pequeño aparato reproductivo va a hacerme acostar contigo, estás muy equivocado. Soy demasiado para tan poca cosa — quitó su mano—. Ve a descargar tus ganas con tu novia, es a ella a quien debes cumplirle y mostrarle cuan hombre eres, no a mí. Ahora duérmete, pequeño imbécil. Hasta mañana — salió del cuarto y tiró la puerta.
Justo donde más duele. No pensé que unas palabras dolerían tanto. Solo he sabido cometer un error detrás del otro. Primero hiero a Valentina y ahora termino cagándola con Arianna.
Mi día no puede ser mejor. ¿Cómo se me ocurrió pedirle eso? Me dejé llevar por la calentura y la rabia, que no pensé en lo que estaba diciendo. Ella tiene razón, soy un idiota.
Me acosté en la cama y acerqué la sabana a mi rostro, su dulce perfume estaba en ella; de alguna manera, mi cuerpo se estaba sintiendo más caliente. Creí que se me quitarían las ganas luego de lo que pasó, pero no fue así. Abrí el cierre de mi pantalón, era como si mi mano se moviera sola. Sentía la necesidad de tocarme, sentía ese fuego por dentro otra vez. Sabiendo que ella está ahí fuera y no se supone que este haciendo esto en su cama, pero no podía aguantar mi mano. Quiero verla, tocarla, acariciarla, sentirla, quiero estar dentro de ella…
Se supone que debía estar imaginando a Valentina, pero en ninguno de los pensamientos sucios que estaba teniendo, se aparecía.
Miré mi mano y estaba llena de mi. ¿En qué tipo de pervertido me he convertido?
Al despertar, mi cabeza quería explotar, la de abajo ya había explotado lo suficiente anoche. No podía detenerme, era un calor que me consumía por dentro; el alcohol intensificó los síntomas.
Salí del cuarto y vi a Arianna acostada en el mueble, aún estaba dormida. Aún duerme de la misma forma que cuando niña; boca arriba, con una pierna alzada y la otra fuera de la sabana. Me acerqué a verla, hace mucho no la veo dormir. Me di cuenta que se podía apreciar sus senos a través de la bata, y por impulso jalé la sábana bruscamente para taparla. Sin querer la desperté y se sorprendió al verme.
—¿Qué crees que haces, pervertido?— se tapó con la sábana y me miró fijamente.
—Te juro que no hacía nada malo. ¿Por qué dormiste aquí, si el no invitado era yo?
—¿Ya te vas?— evadió mi pregunta.
—Sí, tengo que bañarme e ir a la empresa.
—¿Qué le pasó a tu pantalón?— fijó su mirada a mi pantalón y me tapé.
—Creo que fue mientras estaba en la barra — reí, tratando de no mostrar mi incomodidad. No me había fijado en eso.
—Cambiando el tema, ¿Ya pensaste sobre la empresa?— se levantó del sofá y caminó hacia la cocina.
La bata la tenía subida y ella no se había percatado de eso, se podía ver parte de su gran trasero. Si no le digo me dirá que soy un pervertido, pero si lo hago, lo más probable ella piense que la estaba mirando y que soy un pervertido igual. Bueno, lo estaba haciendo, pero no fue con esa intención.
—¿Quieres un café? — preguntó parándose de puntillas para alcanzar la harina del café arriba de la nevera.
Sabía que no debía estar mirándola, pero era imposible desviar la mirada cuando se podía apreciar todo eso. No es algo que se dé todos los días, alguien ya se había despertado con mirar eso; cualquiera se pondría así, no soy de hierro.
—¿Me estás escuchando?— se giró inesperadamente hacia mí y me puse nervioso.
Estaba teniendo todos esos pensamientos, que no la había estado escuchando.
—¿Decías?— pregunté nervioso.
—¿Qué tanto miras?
—Nada — negué con la cabeza.
—Eres un virgen pervertido — se bajó la bata y desvié la mirada.
—Nadie te manda a estar con algo tan corto. Sabías que estaba aquí, ¿Por qué no te cambiaste?
—Es mi apartamento, puedo andar como yo quiera.
—Pues no te quejes.
—Habías dicho que nadie miraría mi cuerpo y eres el primero que lo hace.
—No estaba mirándote. Solo no me atreví a decírtelo, porque sabía que me dirías pervertido.
Se giró y se subió la bata por unos segundos, luego volvió a taparse; la ropa interior no cubría todo eso que tenía ahí atrás. ¿Qué es lo que acaban de ver mis ojos? Quedé helado, pero solo de sorprendido, porque lo demás se calentó hasta más no poder.
—Dale una última ojeada, virgencito, porque nunca vas a tener a una chica así. Tú querida novia está muy seca, quizá fue mejor que no pudieras tener sexo con ella. La pobrecita se le hubieran quebrado los hueso según te la cogieras de perrito — soltó una risita divertida y continuó preparando el café.
—Cuidado con lo que dices de ella. Me suena a que estás celosa.
—¿Celosa yo? ¿Por qué habría de estarlo? Eres solo un idiota, bueno para nada, que se cree la gran cosa. Jamás podría estar celosa de ti. Al contrario, me alegro que hayas encontrado la felicidad que buscabas. ¿Me dirás la razón por la que no pudiste tener sexo con ella? ¿Se negó o no se levantó el muerto? Yo lo veo funcionando bien— miró mi pantalón y me giré.
—Y luego dices que el pervertido soy yo.
—Responde.
—No es tu problema.
—Lo es, porque ayer me dijiste que había sido mi culpa. ¿Por qué es mi culpa? — no encontraba qué decirle.
—Porque a ella no le agrada la idea de que me haya casado contigo.
—¿Por qué le va a molestar eso? Al final de cuentas, tú y yo solo estuvimos casados por unos días y no tuvimos nada. ¿Seguro que no hay nada más?
—No, no hay nada más— decirle que fue porque mencioné su nombre en pleno acto, sería capaz de decírselo a todo el mundo y burlarse de mí de seguro.
—Puedes usar mi baño, hay un cepillo nuevo. Terminaré de preparar el café.
—De acuerdo.
Me fui al baño y me quedé pensando. Se siente tan incómodo hablar con ella luego de todo lo que ha pasado entre los dos. Antes era normal discutir, pero ahora que no estamos así, se siente distinto. Sí tenemos nuestras diferencias, pero no tanto como antes.
Al terminar, regresé a la cocina y ya había preparado el café. Ella no toma café, ¿Por qué tendrá el mismo que me gusta a mi en su apartamento?
—¿Cuándo te vas a casar? — le pregunté al ver el anillo nuevamente.
—Voy a darme un baño. Quédate aquí — se fue al cuarto y me quedé tomando el café.
Otra vez evadió mi pregunta. ¿Para qué se va a casar con ese tipo? Hay mejores hombres en el mundo, ¿Por qué con esa escoria?
Al rato terminó de bañarse y se unió a la cocina nuevamente, su perfume era tan dulce, que invadió todo el apartamento.
—¿Qué quieres desayunar?— me preguntó.
—Yo estoy bien, comeré algo después de ir a mi casa.
—No puedes estar tanto rato sin comer. Voy a preparar algo.
—Te ayudaré.
Me quise unir a la cocina. A pesar de no saber cocinar, siento que no es justo dejarla sola cuando se está tomando la molestia de preparar algo. Estaba muy concentrada en lo que hacía.
—¿Cómo corto las fresas?— le pregunté.
—En ruedas. De los demás me encargo yo.
La corté como me dijo y se la mostré.
—¿Así?— ella sujetó mi mano y acercó su boca a la fresa, sonrió antes de lamerla y morderla.
Tragué saliva al verla haciendo eso, imaginé tantas cosas en un mínimo segundo, que tuve que desviar la mirada.
—Sí, así —sonrió, y siguió cortando los ingredientes.
Se quedó tranquila luego de eso, mientras que yo me quedé como un idiota con el corazón agitado y el muerto parado. Todo lo hace con esa intención.
Luego de hacer el desayuno, nos sentamos en la mesa. Creo que es la primera vez que nos sentamos en una misma mesa y comemos sin discutir o sin darnos esa mirada llena de molestia. Quería disculparme por lo que sucedió ayer, pero no quería dañar el ambiente. Comimos en silencio, y por más que traté, no pude desviar la mirada de ella. De alguna forma estaba esperando que ella acabara con el silencio que había. Sabía que si yo hablaba, lo más probable terminaba haciéndola enojar.
Vi que cogió una cereza y la lamió antes de comérsela; fue tan inesperado lo que hizo, que no pude disimular. Me quedé viéndola y alimentando esa suciedad de pensamientos que he estado teniendo últimamente. No sé qué demonios ha cambiado entre los dos o el porque me está pasando esto, pero quiero disfrutarlo mientras pueda. No estoy pecando por mirarla, no hay forma de que ella sepa lo que estoy pensando.
—¿Te gusta mirarme?— su pregunta inesperada y esa sonrisa maliciosa que esbozó, me hizo despertar del trance.
—¿No era eso lo que estabas buscando?
—Puede ser — se levantó de la mesa y recogió los platos.
—Yo lo hago—me levanté para ayudarla.
—Bueno, iré arreglarme. Voy acompañarte a la empresa.
—De acuerdo.
Luego de lavar los platos y recogerlos, la llevé a mi apartamento y me di un buen baño, para así luego irnos a la empresa.
—¿Estaban juntos?— preguntó mi madre al vernos. Ahora va a comenzar con sus pensamientos sucios.
—No, nos encontramos por el camino — le dijo Arianna.
—El destino es maravilloso, ¿No lo crees?
—Supongo que si — respondió.
—Iremos a mi oficina, mamá, tenemos asuntos que atender.
—No los molestaré más. Cuídate mucho, Arianna.
—Gracias e igualmente— ambas sonrieron.
Fui con Arianna a mi oficina y nos sentamos a conversar.
—¿Ya tienes en mente sobre qué proyecto podemos realizar, Bruce?
—¿Un hospital?— dije en voz baja.
—¿Puedes ser más tonto?
—Imaginé que dirías eso — reí—. No tengo ninguna idea.
—¿Qué te parece un centro comercial? Mi papá ya lo tenía en mente, pero aún no ha podido poner en marcha ese proyecto. Es algo que podría generar bastante dinero, además de que en este estado no hay ninguno, y el más cercano es en otro estado.
—De hecho, suena muy bien.
—Pero eso va a requerir mucho dinero.
—Mi papá se hará cargo. Lo importante es contar con la mano de obra y los permisos, que en este caso, tu empresa es la encargada.
—Hablaré con mi papá.
—Espero le agrade la idea. Es una oportunidad muy buena, no debería desperdiciarla. Al final, solo tendrá que hacer el trabajo más fácil.
—Gracias, Arianna.
—Haré un plano sencillo, para que así veas de lo que te hablo— cogió un lápiz y un papel, y fue dibujando el plano.
Se veía muy concentrada en lo que hacía, se nota lo mucho que le gusta esto. Es muy buena dibujante.
Recuerdo que también la regañaban por dibujar en clase. A pesar de no atender, siempre sacaba buenas notas. Estuvo varios minutos y luego me enseñó el papel.
—¿Qué te parece?
—Es increíble, hasta sabes las medidas.
—Es un más o menos, así lo visualizo.
—Tienes una buena imaginación.
—¿Y tu la tienes?— sonrió, y no se porque sentí algo de vergüenza. Es como si lo que dijo tuviera un mensaje oculto.
—Creo que sí — reí nervioso.
—Ya me tengo que ir, nos veremos la semana de arriba.
—¿Por qué tanto tiempo?— pregunté automáticamente.
—¿Quieres verme más a menudo?
—No era lo que quería decir.
—Veámonos el viernes en la noche. Escuché que abrieron un circo y estarán presentándose hasta el domingo. Podemos ir a divertirnos un rato.
—Es extraño que no hayas pedido ir a una barra a tomar.
—No es mala idea — sonrió y reí.
Acepté de que fuéramos el sábado y luego salimos de la empresa; íbamos a subir a mi auto para llevarla, cuando escuché la voz de Valentina.
—¿Bruce? —se me erizó la piel al escucharla, creí que no la vería más luego de lo que pasó.
—Valentina.
—Ya veo que estás ocupado. Fue una mala idea haber venido — se dio la vuelta y la seguí.
—Valentina, no es lo que crees. Iba a llevarla a su empresa, porque no trajo su auto.
—¿Crees que puedo creerte luego de lo que pasó?
—Perdóname, quería darte tu espacio. No quería molestarte más. Sé que hice una tontería, lo reconozco, pero yo no quiero que las cosas terminen así entre los dos.
—¿Realmente me quieres a mi, Bruce? Entonces ¿Por qué no me miras de la misma forma que antes?
—Claro que te quiero, Valentina. Ya te expliqué, pero tú no comprendes.
—Entonces bésame y demuéstrame que realmente todavía sientes algo por mi, Bruce.
—Yo… — Valentina me besó y me quedé quieto, no era que quería rechazarla ni mucho menos, pero al recordar que Arianna estaba ahí, de alguna forma quise alejarla un poco.
Miré a su dirección y estaba en la puerta de un taxi.
—Estoy feliz de que hayan podido arreglar las cosas—Arianna sonrió antes de subirse.
—¡Arianna!— quise caminar hacia el taxi, pero Valentina me agarró el brazo.
—¿Acaso ibas a ir detrás de ella, Bruce?
No sé qué era lo que iba hacer, pero no me sentía tranquilo habiéndola dejado ir así. Mi mente estaba tan cargada que ya no sabía qué demonios hacer.
—Hiciste esto por ella, ¿No es así?— le pregunté molesto.
—Claro que no.
—¿Tan difícil es confiar en lo que te digo?
—¿Por qué te molestas por esto? ¿No era esto lo que siempre habías querido?
—Sí, pero acabas de demostrar que no confías en mí.
—Estoy segura que algo más es lo que te pasa. Dime la verdad, Bruce.
—Tu desconfianza me molesta — quise caminar a la entrada de la empresa.
—¿A dónde vas?
—A mi oficina. Tengo cosas que hacer. Cuídate, y ten mucho cuidado por ahí.