Mi cuerpo temblaba sin fuerzas.
- ¡Vamos! – gritó Laliba mientras me torturaba y yo gritaba en respuesta.
El sonido de tacones resonó en las escaleras del calabozo - Se ha invocado a todas las sirvientas. – interrumpió en tono monótono una de las sirvientas con pelo negro al fondo de la hilera de celdas.
- ¿Que se supone que haga con los prisioneros?
- Matalos, o has lo que tengas que hacer. Ahora lo importante es proteger la mansión, un gran grupo de las sombras del silencio se dirigen aquí.
– Parece que no tengo opción.
- ¡No, no! ¡Aléjate de mí! – gritó Rugnar mientras Laliba lo desencadenaba y lo tiraba al suelo de mi celda. – mátalo.
- ¿Qué? Yo no-
- Lo hagas o no este chico morirá, solo que, si lo hace por tu mano, puede que al menos sobrevivas. ¿Entonces que será? ¡Dime o yo lo matare! – dijo antes de golpear a Rugnar con los tacones de sus zapatos.
- ¡Pero mira lo fácil que puede lastimarte!
La máscara de Rugnar repentinamente se aflojó y cayó de su rostro. La pasión de su sonrisa y el fuego de sus ojos habían desaparecido hace mucho. Me miró en sus últimos momentos y de sus ojos solo emergieron unas geniales lágrimas.
El ambiente se presionó como si la propia gravedad me tragara. Como en una explosión, mi brazo rompió la esposa que me mantenía restringida y tomó violentamente el cuello de Laliba. Las garras de las sombras aparecieron, pero en vez de rodearme, estas también sujetaron el cuello de la sirvienta.
- ¡Así es, muéstrame quién eres! – gritó la sirvienta en éxtasis y tensando al máximo su tétrica sonrisa mientras la estrangulaba.
Mi mente se nublaba dentro de la penumbra. Las venas de mi brazo se hacían negras y se esparcían hacia al resto de mi cuerpo. La piel de mi mano se tornó a esta coloración oscura, y apretaba con mayor fuerza.
Y, sin embargo, en un instante, rompiendo con la presión, lo recordé. Mi hermano arriba de esas ruinas con una postura y una sonrisa que desafiaba el pánico del mundo, y luego su rostro envuelto en estática, el sol pegando contra su rostro y a pesar de que mi manó estaba en su cuello me sonrío.
Mis manos se aflojaron. La sirvienta cayó inconsciente en el suelo, y permanecí por unos segundos atónito. Mientras procesaba lo que había pasado, noté el brillo de las llaves en la cadera de la sirvienta. Sin pensarlo, me estiré lo más que pude para acercarla a mí y tomarlas. Mis manos temblaban y aún estaban entumecidas, por lo que me tomó un tiempo en abrir los candados.
Al liberarme de las esposas, me dirigí con dificultad al cuerpo de Rugnar. Seguía respirando. Trate de cargarlo, pero fue fútil. Estaba demasiado débil e incluso si tuviera toda mi fuerza, el peso de sus músculos suponían un gran desafío para mí.
- Vamos, tienes que levantarte. No puedo hacerlo solo.
- Déjame aquí.
- No puedo hacer eso.
- Qué sentido tiene eso, toda mi vida ha sido fracaso. Solo sonreía con confianza esperando que todo mejorase. Pero mírame, todo lo que siempre quise fue ser tan fuerte como para soportar cualquier cosa.
Un crujido me asaltó y mire asustado como un gorrión. En la puerta se encontraba una de esas largas y huesudas criaturas, esta era mucho más grande y alta que la que había visto. Con estos tétricos ademanes se postró en el marco de la puerta, me miró con esos ojos blancos y extendió su horrenda sonrisa. Sin embargo, un bastón atravesó la cabeza de la criatura casi instantáneamente, provocando que colapsara en el suelo y luego se marchitara. Estupefacto, alcé mi cabeza y vi a la hermosa Isabela.
Una de las sirvientas acompañándola, se acercó rápidamente al cuerpo de Laliba y checo sus signos vitales –sigue viva señora.
- Bien, llévala a la enfermería.
- Ahora, ¿Qué pasó aquí? – dijo acercando su bastón a mi cuello.
Alcé mis manos en reacción de su ataque y cerré mis ojos. En respuesta, Isabella escaneó los alrededores, miro el cuerpo de Laliba, el de Rugnar y luego a mí. Lograste demostrar tu verdadera naturaleza ¿no es así?
- Muy bien, llévense a ambos. – dijo gritándole a las sirvientas detrás de ella.
Desperté viendo el techo de madera de una de las habitaciones de la mansión, y toqué mi rostro descubriendo la ausencia de la máscara.
- Espero Altum haya estado en tus sueños. – dijo la serena y elegante voz de Isabella, mientras ella contemplaba la vista de la ciudad.
Al sentarme en la cama, interrumpiendo mi dolor, descubrí la máscara en mi regazo, y una sensación des confortante me invadió.
- No le tengas tanto miedo, solo es una Máscara.
- ¿Por qué me dejaste libre? ¿A qué te referías con verdadero rostro?
Dejó la taza de té que tomaba y dirigió su par de hermosos ojos a mí. Me miró por unos segundos, y alcanzó la máscara en su rostro. Como esperaba, era una hermosa mujer de facciones gentiles, hermosos ojos y cabello de oro; sin embargo, la mitad de su cara mostraba los músculos de su rostro y sus dientes sin que tuviera que abrir la boca.
- Exactamente lo que dije. Lograste demostrar quién eres en realidad. La máscara que vez ante ti en realidad no representa quién eres. Despues de todo es una "Mascara" ¿estás de acuerdo? – dijo riendo levemente- La única manera de completar el ritual era no dejar que la ilusión te engañara.
- ¿Cómo sabes que eso fue lo que sucedió?
- Se te olvida que es en lo que nos especializamos. A diferencia de mi hija que puede saber todo de una persona, en mi caso en particular, puedo saber lo que pasó en un lugar con tan solo verlo, mi predicción se hace más fuerte si uso mis demás sentidos. Aunque tengo admitir que me costó aceptar lo que veía, podría apostar una fortuna en que en toda la historia de la cueva no ha pasado nada igual. Pensé que los rumores de tu marca eran exagerados, pero fueron confirmados al ver como no solo decidiste salvar a Rugnar, pero también perdonar la vida de Laliba al último momento. Por eso último te agradezco.
- Entonces, ¿Qué pasará conmigo?
- Eso tú lo decides. Estoy al tanto de que acabaste aquí como parte de tus pruebas como edecán. Así que te mostrare la salida como forma de agradecimiento.
Al escuchar esto mi cara se iluminó, y la esperanza volvió en mí. Sin embargo, no pude evitar recordar a Nube.
- Una disculpa, tal vez sea pedir mucho, pero ¿No puedo llevarme a Nube?
- Ha, tus modales no me dejan de sorprender muchacho. – dijo pintando una sonrisa - Pensé que no encontraría a nadie que apreciaría el lenguaje antiguo como yo. Mi hija podría aprender unas cosas de ti.
- ¿Hija?
- Selene, por supuesto. Claro… aún no me he presentado. Mi nombre es Amelia líder del clan de oculto entre las luces. – dijo inclinado su cabeza ligeramente- Disculpa haya mentido sobre mi identidad, pero debes que entender que es una de las estrategias que nuestro clan ha usado para disuadir a nuestros enemigos- Ahora, en cuanto a tu solicitud, lamentó que no podré cumplirla. Actualmente, mi hija, y varias sirvientas la llevan a la gran explanada para usarla como carnada para las sombras del silencio, y tienes que entender que mantener la seguridad del pueblo y la mansión es mi máxima prioridad.
- Ya veo…
- Sin embargo, no me gustaría ser tan desagradecida. Así que, por eso, dejare que te lleves a Rugnar en cambio. Fracaso con el ritual, pero lo perdonare como agradecimiento de que hicieras lo mismo con mi querida Laliba.
Me sentí culpable por no alegrarme completamente, pero sabiendo que era lo más que podía pedir, tensé los músculos de mi rostro para formar una sonrisa – Esta bien, muchas gracias.
- Jasmine, entra querida. – La misma sirvienta de pelo negro que había aparecido en el calabozo entró a la habitación – Llévalo a la salida de la cueva, garantiza su seguro retorno al gremio de los lobos.
- Si es lo que desea señora. – dijo con tono monótono.
- Antes de que te vayas. – dijo Amelia parándose y poniendo la máscara de madera en mis manos. – Solo como ultima condición, desde ahora hasta el día de tu muerte, deberás llevar contigo esta mascara. Si descubrimos que ya no está en tu posición, no descansaremos hasta encontrarte y hacer que sufras la más dolorosa y terrorífica muerte que puedas experimentar. – su cara tensó los músculos que hacen que una persona sonría.
Al dirigirnos a la salida, gritos de terror y batalla envolvían el ambiente mientras caminábamos por el borde de la cueva. Subimos por estas escaleras naturales hacía la sima de un precipicio y en ella la entrada de una cueva.
- Adentro yace el camino hacia la cámara central. Vamos a tener que escalar, así que tenga cuidado. – dijo Jasmine mientras cargaba a Rugnar como si no fuera nada.
Di un último vistazo a la ciudad. A pesar de lo lejos que nos encontrábamos, en las partes donde la plantas y árboles crecían, podía ver que el caos se sumergía dentro de la ciudad. Me preguntaba que estaría haciendo Nube, si había logrado escapar, si estaría sufriendo, si aún me odiaba. Pero eso era todo lo que podía hacer, especular, imaginar. La Angustia se acumuló en mi pecho hasta extenderse a mi cuello, y, sin embargo, no era la primera vez que me sentía así. Esas preguntas, eran las mismas que me hacía sobre Delilah.
Pero Nube seguía viva, el futuro en donde podría conocerla aún no desaparecía. Quiero conocer más sobre ti, quiero saber porque me agarraste la mano y no dejaste que me fuera. Tal vez sea verdad que me usaste, pero quiero tu seas la que me lo digas. Agarré mi pecho y lágrimas recorrieron mi rostro - Quiero saber si hay un futuro en el que puedas sonreír genuinamente.
Sin pensarlo, bajé por el camino del acantilado, pero tropecé con mis pies y rodé algunos metros por el inclinado camino. – ¿Que estás haciendo? El camino es por aquí – gritó Jasmine alcanzándome para ayudarme.
–¡Ya no quiero huir! – grité apartando su brazo violentamente. –
La gravedad parecía aplastarme como si pusiera todo el peso del mundo sobre mi espalda. Apreté mis dientes y grité tensando todos los músculos de mi cuerpo. Logré levantar mi torso, pero al hacerlo, mi cuerpo empezó a arder como si me quemaran vivo. Anclé mi pie en el piso para impulsarme hacía arriba, y súbitamente los dedos de mis manos se tensaron al sentir que la marca de mi mano derretía mi muñeca. Esta se envolvía en este color rojo ensangrentado por los ríos de sangre que salían y emitían vapor hirviendo. Grité con todas mis fuerzas, moviendo mi cuerpo sin que me importara que fuera la última vez. Y de repente, la presión se disipó.