El primer homicidio desde que los humanos obtuvieron las marcas blancas ocurrió esa noche.
Mis manos no dejaban de temblar debido a la gélida briza que me azotaba desde el estrecho y alto pilar de metal sobre el que me encontraba.
- Altair ren Helios, como estipula el código de los Quarz, serás enviado bajo tierra donde pasaras el resto de tus días.
Mi mente se hallaba ligeramente difusa. Las aterradas voces de la gente se mezclaban en la fuerte ventisca que azotaba en la gran explanada metálica. Desde la altura en que me encontraba, sabía que debían de haber al menos 500, 000 personas ahí reunidas. Excluyendo a los 15 Altos Quarz en la gigantesca torre de metal, con sus inexpresivos rostros y elegantes túnicas blancas con bordes dorados.
El recuerdo de lo que había pasado esa noche era no más que un recuerdo difuso. Recordaba estar caminando con Delilah y luego extender mi brazo para agarrar su mano y después la brillante marca blanca en mi muñeca reflejada en un charco de sangre como una luna solitaria.
- ¡Yo no lo hice! ¡Por favor créanme!
Lo recordaba, un hombre envuelto por todo su cuerpo de unas vendas oscuras y a diferencia de las marcas que había visto toda mi vida, la suya iluminaba la oscura noche de un violento rojo bermellón brillante.
- Caballeros Kystallos procederán a la votación rojo y blanco. – dijo una grave voz robótica que vibró a través de todo el complejo.
Fue inevitable. Cuando me había dado cuenta, los músculos de mis manos se habían aflojado y la lanza homicida se deslizó de mis manos. Mis manos desnudas y temblorosas. Los pasos metálicos de los caballeros Krystallos me rodearon y al retomar la consciencia había despertado encadenado.
-No, yo no quería que esto pasara. - dije a la vez que mis ojos se tensaban en penumbra.
Los caballeros Krytallos ahora estaban en la base de la gigantesca torre. Entre ellos mi amigo de la infancia Porter Iceland, quien me devolvió una fría mirada.
- Resultado de la votación: Rojo. Ejecución aprobada.
- ¿Cómo pueden dejar que una persona muera delante de sus ojos?
El pilar empezó a descender bajo tierra, pasando por el piso de la explanada, la compuerta cerrando los últimos rayos de sol que vería.
Al mismo tiempo, un fragmento de lo que había pasado esa noche paso por mi mente. Aunque fuera por solo unos segundos, cuando había levantado mi brazo contra la blanca luz de la luna
Mi marca era del color de la sangre.