Ha pasado una semana desde que nos unimos para desenmascarar a esa víbora que lleva tiempo en nuestra empresa. Hemos vigilado sus movimientos; nos convertimos en su sombra y hasta ahora no me parece que haya notado nada. Lo mejor de todo esto es que, mi esposa está más tranquila y obediente.
Hoy planeamos acabar con todo, ya que debemos hacerla cantar. Llegué a escuchar que se la pasa haciendo llamadas con un hombre, no he podido averiguar el nombre, ya que no suelta el teléfono ni para ir al baño, pero lo averiguaré.
Estaba en la oficina, cuando mi teléfono sonó y era Daisy.
—Amor mío, ¿Qué tal va todo? — preguntó.
—El día despejado y extrañando a mi esposa, que está muy perdida y me tiene abandonado— tenemos que hablar en clave, ya que esa mujer aún está en la oficina y Daisy está cerca de la casa donde se está quedando.
—Por acá está que arde.
—¿Sacaste la cuenta del viaje? — cuestioné refiriéndome a la cantidad de hombres que debían haber alrededor de la casa.
—Sí, solo 9.
—Eso me parece muy interesante. Espérame en el restaurante del otro día, mi amor.
—Entendido— colgó la llamada.
No podemos dejar que llegue a la casa, hay que hacer algo antes. Me levanté de la silla y fui a buscarla.
—Necesito que me acompañes a un almuerzo que tengo con el Sr. Hower
—Pero en media hora tiene una reunión, Sr. Frost.
—Queda cerca del lugar. No protestes tanto y date prisa.
—Sí, señor— recogió su cartera y salimos de la empresa.
Me le quedé viendo mientras caminaba. Todo parecía ir en orden. Al llegar al estacionamiento, ella planeaba manejar y al tenerla de espalda, quería aprovechar esa oportunidad y darle un sutil golpe en el cuello, pero por desgracia, ella lo esquivó y se alejó del auto.
—¿Así que esto era lo que planeabas? Tardaste mucho— sacó un cuchillo, y me señaló con él.
—No me amenaces con un cuchillo, si no estás dispuesta a usarlo— le di una patada a su mano, haciendo que soltara el cuchillo y, al verse con las manos vacías e indefensa, trató de correr y la halé del pelo para tirarla contra el suelo—. Ya puedes darte por vencida— puse mi pierna en su frente, y sonreí.
—¿Eso crees? — alcanzó el cuchillo, y retrocedí para que no fuera a cortarme.
Vi como se levantó, y me señaló de nuevo. Normalmente tengo el arma encima, pero por desgracia, hoy la dejé en mi auto y no podré buscarla ahora. No tenía pensado usarla porque no quiero matarla, así que deberé usar otro método.
—¿Cuánto tiempo más planeabas cogerme de pendejo? ¿Crees que no sé que eres tú la que ha estado robándome? — traté de acercarme, y sonrió.
—¿Crees que no conozco tus trucos, alma negra?
—Oh, ¿Me conoces?
—Lo suficiente, como para darme cuenta de que quieres matarme. Es una lastima que los planes tuyos y de Jinx no hayan salido como querían.
—¿Jinx?
—¿No me digas que no conoces el sobrenombre de tu esposa?
—Es un nombre muy feo y no pega con ella; afortunadamente no lo conocía.
—Ese sobrenombre lo escogió ella con nuestro amo. ¿Cómo ves que deseaban tener nombres parejos? — rio—. Ese era el segundo nombre de él y ella decidió ponérselo.
—A los muertos no se mencionan.
—Veo que te hiere todavía el tema, ¿No es así? ¿Acaso tú dulce mujer no te ha contado todavía?
—Ya acabemos con esto— me acerqué, y me tiró un navajazo que me hizo retroceder.
La muy perra es rápida. Un corte con eso, podría herirme de mala forma; aparte de que me parece que tiene algún tipo de polvo en ella. Es muy inteligente, yo que pensé que era una pendeja.
—Hagamos un trato; me dejas ir y no te mataré. De lo contrario, no puedo asegurarte que salgas vivo de aquí.
—¿Y a ti quién te dijo que alguien como yo, sería capaz de permitir que salgas de aquí? Tú no irás a ninguna parte — me acerqué repentinamente a ella y agarré su mano, tratando de torcerla hacia la espalda.
Nos encontrábamos en el forcejeo, y no tuve de otra que darle una patada a su pierna para que flaqueara y poder tener ventaja, pero no contaba con que alguien más se uniría a nosotros. Una persona en una motora se detuvo justo al lado nuestro; a pesar de que tenía casco, pude darme cuenta de que era un hombre.
—Suéltala — me apuntó con un arma, y no tuve de otra que usarla a ella como escudo.
—¿Y si digo que no?— pregunté.
—No llegarás muy lejos, Alma negra. Solo suéltame y déjanos ir. Nuestro problema no es contigo, es con tu esposa— soltó.
—Los problemas de ellas son los míos, así que, claro que me meto.
—No quiero matarte, pero si no me das opción— cargó el arma.
Podría quebrarle el cuello a ella y salir del paso, pero necesito información y no debo matarla todavía. La solté y la empujé, pero me quedé con su cuchillo.
—Lárgate, pero si te veo cerca de mi esposa o de mi empresa, te cortaré el cuello— le advertí.
Ella se acercó al hombre que aún me estaba apuntando e hizo que bajara el arma.
—Él no es nuestro objetivo, no le hagas nada o nuestra ama nos matará— se subió a la motora, y él se quitó el casco para ponérselo a ella.
Era un joven que tenía varios tatuajes en el rostro. El escorpión color rojo lo tenía en el mismo lugar que Daisy lo tenía. Cuando se movió la motora; en ese preciso momento, el sonido agudo de un disparo hizo que el hombre e incluso ella se cayera de la motora. El tiro le dio en la cabeza y, aunque no fue en la sien, supe automáticamente de quién se trataba. La mujer se mantuvo en el suelo desesperada y tratando de despertarlo. Miré en dirección a la entrada del estacionamiento y, ahí estaba Daisy; con esa única sonrisa maliciosa que la caracteriza y caminando por el mismo medio de la carretera hacia nosotros, con el arma que le regalé en nuestro pasado aniversario.
—Mi esposo te dejó ir, pero ¿Cómo ves que yo no, perra?