Tuve que irme de ahí, la rabia y la frustración me tenían al borde de cometer una estupidez. Ya es suficiente de esta mierda sin sentido.
Regresé a la casa y a Alexa fue la primera que me encontré.
—¿Dónde está tu mujer?
—No me hables de esa persona. Haremos lo de Kwan luego, debo organizar mis ideas, pensamientos y emociones. Vamos a encontrarlo, no te preocupes.
—Ahora el que me preocupa eres tú.
Mi teléfono sonó, y era uno de mis hombres.
—¿Qué pasa?
—La señora soltó, y se llevó al objetivo, ¿Vamos tras ella? — fue otro puñal en el pecho, pero mucho más fuerte.
Y la muy descarada se atreve a negarlo en mi puta cara. Me he vuelto un maldito idiota.
—Regresen a la casa y dejen ser libre y feliz a la parejita del puto año— colgué la llamada, y apreté el teléfono.
No sé porqué te sorprende, John, ya sabías que esto iba a ocurrir. Debí matarla cuando pude, y me estaría ahorrando este maldito dolor que me está matando por dentro. Me han visto la cara de pendejo todo este tiempo y yo me he dejado, pero ya se acabó.
—¿Te encuentras bien, John?— preguntó Alexa, y sonreí.
—De maravilla, ha sido el mejor día de mi vida. Creo que no puedo ser más feliz.
—Sí, se te nota, pareciera que vas a romper todo a tu paso con esa mirada que estás dando nada más. ¿Qué pasó con tu mujer?
—Que es una cualquiera, una perra malagradecida, que luego de todo lo que he hecho por ella, me paga huyendo con otro.
—¿Quieres salir?
—Voy a salir, pero solo.
—No deberías, estás en la mira de mucha gente y si lo haces pueden madrugarte.
—Necesito sacarme esta espina que tengo dentro, y aquí no podré hacerlo.
—Yo te acompaño a que mates las penas, pero no vayas solo.
Subí a mi habitación y me bañé, para luego salir a una barra con Alexa y Kian. Venimos en autos separados, me quise mantener distante de ellas.
Necesitaba acabar con ese puto dolor en el pecho. Esto de querer y de darlo todo por alguien, es un asco. Es una traidora y soy tan imbécil, que le permití que me matara y me rematara. Ni siquiera me desquité y dejé que escapara con su Romeo. Que patético me he vuelto.
—Dame la botella completa— eso de servirme un trago y otro y otro, es un fastidio.
Quisiera ver a mi niña hermosa, pero no quiero que me vea así. Si viera el padre patético que le tocó, sentiría lástima de mí.
Mientras tomaba, vi a una chica entrar a la barra; su estatura era como la de Daisy, aunque no era rellenita, pero tampoco delgada, digamos que tenía la carne esparcida como se debe. Se veía muy joven al lado mío, pero en la cama eso no importa. Su pelo era largo y castaño, le llegaba mucho más abajo de su trasero, por lo que no podía apreciar esa parte bien, y tenía curiosidad. Tenía un traje rosa, que se ajustaba bien a su cintura. No parecía una chica tímida del todo, más bien coqueta.
Se sentó en una mesa sola, pensé que vendría a encontrarse con algún novio o amiga. Ordenó un trago al mesero y sacó su teléfono, fue cuando vi la oportunidad de acercarme a su mesa.
—¿Tienes acompañante? — le pregunté, a lo que me miró, llevando su pelo detrás de la oreja.
—¿Eres Trevor?— sonrió, levantándose de la silla.
—No, en su casa lo conocen. ¿Es una cita a ciega?
—¿Cómo lo supo?
—No es difícil, pero puedo hacerme pasar por él, si así lo quiere— dije, y sonrió.
—¿Por qué harías eso? — rio tímidamente, y se me quedó viendo.
—Porque me gustó cuando la vi, y tengo intenciones macabras contigo.
—¿Eso qué significa?
—Acuéstate conmigo— solté, lo más directo posible, y sorprendida sonrió.
—Es muy directo.
—¿Y para qué ir con rodeos? ¿Me deja explorarla adecuadamente? Le aseguro una noche loca, de esas que no se olvidan, lo más probable ese idiota que espera, no le pueda cumplir en ese aspecto y se desilusione al verlo. ¿Para qué esperar tanto, si tiene algo servido y de calidad justo en frente?
—Es muy presumido, pero me gusta.
—¿Se atreve a darme una oportunidad? Le prometo que no se va arrepentir— sonrió, y miró su teléfono.
—Me encantaría— sonrió tímidamente.
Todas las perras son iguales; a Daisy la conocí más o menos igual, y aceptó a la primera.
Saqué dinero de mi cartera y lo puse en la mesa por el trago que pidió y ella se fue conmigo. No me despedí de Alexa o de Kian, no estaba para eso.
La llevé al mejor Hotel y no dirigimos palabra alguna por el camino, ella se veía un poco nerviosa y miraba su teléfono cada vez.
Luego de reservar una habitación, subimos, y al entrar, la acorralé a la pared.
—No estés tan nerviosa, no haré nada que al final no te guste— la encaré—. Viéndote así de cerca, te ves mucho más hermosa—. la besé, y aunque nada se sentía igual, ya no me importaba una mierda.
No iba a detenerme por el recuerdo de una mujer ingrata. No tiene que sentirse igual, porque la idea es probar algo nuevo, algo que si valga la pena.
Profundicé el beso, sujetando su cuello sin ejercer presión en el, mientras que sentía su mano descender desde mi torso, a mi pantalón.
—Acabas de tocar el arma incorrecta, muñeca— dije, al sentir que tocó mi arma—. Lo siento, olvidé dejarla.
—¿Eres policía?
—¿Tengo pinta de policía? Cálmate, no te haré nada malo con ella. ¿Por qué no dejamos que se una a nosotros?— saqué el arma de mi pantalón y acaricié sus labios con ella—. Mucho mejor. Eres sin duda una belleza. La metería en tu boca, pero ya hay algo que está haciendo turno para estarlo— sonreí malicioso.