Entré de nuevo al lugar y busqué todo lo necesario, luego me paré frente a su amante, esperando las órdenes de Kleaven.
—¿Tú no vas a decir nada?—preguntó Kleaven, dándole un puño a su amante, pero no dijo una sola palabra.
Su comportamiento no me agrada del todo, pero puede que sea algo bueno a mí favor.
Kleaven lo golpeó innumerables de veces, se podía notar la rabia y frustración que tenía porque él no le respondía.
—¡Ya déjalo!— le gritó la momia, arrastrándose a su dirección.
Al aferrarse a la pierna de Kleaven, él le dio una patada en el mismo centro del pecho.
—Te vas a arrepentir de haberme engañado. A mi nadie, pero nadie, me ve la cara de pendejo y sigue respirando— Kleaven me miró—. Castralo, Alma.
—Entendido, padre— busqué lo que necesitaba y me puse unos guantes negros.
—¡No te atrevas a hacerlo!— me gritó la momia y la miré de reojo, esbozando una media sonrisa—. No lo hagas, Kleaven. Tú no eres así. Perdóname por todo lo que te hice, te juro que no volveré hacer, pero no hagas esto— pidió en llanto, y continué en lo mío.
—¿Cómo te atreves a rogarme por la vida de este infeliz? ¡No tienes vergüenza!— le agarró el pelo, y la arrastró hasta las piernas del amante.
Me paré al lado y él hombre tenía sus ojos llorosos, pero no hablaba; de hecho, lo único que movía era sus ojos. ¿Qué tipo de droga le habrá dado Akira?
Procedí a hacer lo que me ordenó Kleaven. Acerqué el cuchillo, y a pesar de cortar su miembro lentamente para provocar dolor, él no hacía ningún movimiento, lo único que podía ver eran sus lágrimas. Su cuerpo estaba inmóvil.
—Aquí hay algo raro, padre— comenté, para evitar sospechas.
Lo que haya sido, ahora no está favoreciendo en nada. Los gritos de la momia me tenían de mal humor, en otra circunstancia ya le hubiera cortado el pescuezo de ganzo que tiene.
—Este tipo parece drogado.
—De eso me di cuenta— añadió, soltando a la momia.
La reacción que tuvo a la droga, no fue la misma que tuvo ella. Hay dos opciones, Akira le dio otra diferente, o hizo esto a propósito para que me cojan a mi. No veo de otra.
—¿Qué le pasa a este tipo? ¿Consume algún tipo de droga?— le preguntó Kleaven a la momia.
—No lo sé— respondió en llanto—. Él no estaba así.
—¿Qué hacemos, padre?
—Esto lo tuvo que haber hecho alguien.
—¿Desea que averigüe?— me quité los guantes y los llevé a la mesa.
Oficialmente esto confirma mis sospechas.
Me acerqué al hombre y me arrodillé frente a él, sin perder de vista a Kleaven y a la momia.
—¿No has visto nada sospechoso?— me miró, y supe que estaba sospechando de mi.
Ni modo, supongo que debo irme por el plan C.
—No lo sé, tú dime— agarré por el pelo a la momia haciéndola levantarse y puse mi mano alrededor de su cuello. Con la otra saqué el arma para ponerla en su cabeza.
Kleaven sacó su arma, pero fue muy tarde.
—Lo sabía.
—¿Lo sabías? Entonces ¿Por qué te confiaste demasiado?— rechinó los dientes—. ¿Qué hay con esa expresión, padre? Los años te tienen muy lento o es que eres demasiado pendejo, creo que las dos— reí.
—Veo que esto era lo que planeabas. ¿Sabes lo que te harán cuando sepan lo que acabas de hacer? — sonrió.
—Sí, lo mismo que con mi padre, a diferencia que esta vez me estoy llevando al pez gordo. Baja el arma, suelo ponerme nervioso y se me puede escapar un tiro.
—¿Y qué te hace pensar que haré eso?
—No tienes de otra, ¿O si? — la momia trataba de soltarse y estaba tirando patadas, pero no lo suficientemente fuertes para hacerme soltarla— . Debiste entrenar a la fea esta, así te hubiera salvado de este aprieto— suspiró molesto.
—¿Qué es lo que planeas? ¿Vengarte por tu parásito muerto o por tu esposa?
—Por ambas, pero la de mi esposa es la más que me importa ahora, creo que por obvias razones.
—¿Siempre muerdes la mano a quien te da de comer?
—Tengo que honrar mi apodo. ¿Realmente creíste que iba a pasar por alto el que hayan secuestrado a mi mujer y le hayan dado un balazo?
—¿Todo esto lo haces por una pobre mujer? Que patético te ves— rio.
—Al menos a mi no me pegaron los cuernos. ¿Puedes pensar con claridad con ese peso que cargas en la cabeza? — reí, y me miró serio—. ¿Bajarás el arma o lo hago por ti? — se quedó en silencio—. De acuerdo— puse el dedo en el gatillo y tiró el arma, dándole una patada hacia mí dirección.
Eso fue muy rápido, o trama algo o quiere demasiado a esta momia decrépita.
—¿Y ahora qué? ¿Vas a matarme? — al mover sus manos, vi el brillo de otra arma en su chaqueta.
¿Así que planea jugar sucio?
—¿Quieres seguir con tu esposo o deseas huir de él y vivir una vida con alguien que si te trate bien? — le pregunté en el oído a la momia, y me miró de reojo asustada—. Te voy a dar una oportunidad para que puedas escapar de él y te vengas conmigo. Si te quedas, él terminará matándote por tu infidelidad, porque tengo muchas pruebas de ella y, créeme, si no aprovechas esta oportunidad, no tendrás ninguna más. Podrás liberarte de él por completo. Yo puedo darte lo que ese viejo no tiene, y te aseguro que vas a sentirte la mejor mujer en mis brazos. Ahora está en ti decidir, preciosa. Todo esto lo hago porque me gustas y quería demostrarte que valgo más la pena que él y vengar la muerte de mi esposa, ¿Vendrías conmigo, por favor? — solté un poco su cuello para que pudiera respirar bien, y sonreí—. No te haré daño y buscaremos a Pitty para que venga con nosotros, ya viste que le caí bien. ¿Me darías una oportunidad de hacerte feliz? Yo te protegeré de él.
—¿De qué tanto hablan? — preguntó, llevando su mano a la cintura.
—Correrás conmigo a la entrada. Es ahora o nunca— le dije, y los dos salimos corriendo, cuando escuchamos unos disparos detrás de nosotros.
Me quedé con ella en la entrada y nos cubrimos con parte de la puerta. No voy a dejarlo salir de ahí.
—Eres un cobarde, Alma. ¿Ahora vas a huir? — saqué el arma y disparé hacia él, sin apuntar.
La momia estaba fatigada al lado mío, y sujetando su cuello.
—Hiciste un buen trabajo— le dije.
—¿No nos iremos?
—Claro que sí, pero debo matar a tu esposo primero. No te separes de mí— se quedó al lado mío, y escuché los pasos de Kleaven que se iban acercando poco a poco.
Saqué el arma de nuevo y disparé otra vez sin apuntarle. No quiero matarlo todavía. Él seguía disparando hacia la entrada, pero trataba de acercarse cada vez más.
—¡Maldición, me quedé sin balas!— solté en voz alta.
—¿Qué te quedaste sin qué? — preguntó la momia asustada—. ¿Ahora qué haremos?
—Date por vencido, mi gente ya viene para acá y no podrás ir muy lejos—me asomé y disparó, aún le quedan balas—. ¿Seguirás jugando, alma? No te queda mucho tiempo— volví a asomarme, y disparó.
Le queda una bala más de esa arma, no sé si cogió la otra del suelo, pero deberé arriesgarme.
—Tienes razón, no me queda mucho— agarré el pelo de la momia y la empujé a la entrada, haciendo que Kleaven pensara que era yo quien se volvería asomar y le disparara.
—¡Suzan!— escuché su grito y se acercó al cuerpo de la momia, arrodillándose a su lado.
Al ver que me acerqué, me trató de disparar, pero no salió nada.
—¿Te gustó la sorpresa? — reí—. Has cometido un error muy básico de cálculo. Las balas no son infinitas ni se multiplican, cabrón— le di una patada a su mano, haciendo que soltara el arma.
—¿Qué se siente presenciar la muerte de tu esposa? ¿Ahora tienes una idea de lo que se siente perder a tu mujer? Tú mismo la mataste.
—¿Cómo te atreviste, hijo de puta?— se arrastró al arma y me apuntó, halando el gatillo varias veces.
Apunté mi arma a la momia, y lo miré.
—Me quedan exactamente dos balas; una para asegurarme de que esté bien muerta— le disparé en el pecho a Suzan, y apunté el arma hacia él—, y adivina para quién es la otra, padre— sonreí.