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Chapter 140 - 140

Fui con Lin y al verme se quedó serio.

—Debo darte un pequeño escarmiento, espero no esté malo.

—Te ves de buen humor, Alma.

—Siempre estoy de buen humor. Deberás aguantar como un machito ahora. Espero estés consciente de que no podré detenerme hasta que me lo ordenen. No voy a matarte, así que puedes calmarte—le di un puño en la cara, solo para calentar y sin aviso.

Él escupió en el suelo y me miró.

—Eres un hijo de puta. Pegas bastante duro o es que lo haces intencional. Se nota que está disfrutando desde ya.

—Si te notas muy presionado, puedes decirme algún lugar, ya luego me encargo de mover las fichas— reí—, mientras tanto cállate, y sé hombre— volví a darle otro golpe en la cara y volvió a escupir en el suelo—. ¿Te crees vaquero o qué?

—Vas a romper mi hermosa dentadura, cabrón.

—La mía está intacta y he recibido golpes que ni te imaginas y no ando quejándome por ahí. ¿No que te creías muy macho?

Escuché los pasos de Kleaven, ya conozco el sonido de esos zapatos de marca que usa y volví a golpear a Lin.

—¿Me dirás dónde está tu padre o tendré que hacerte cantar de otra manera?

—Alma—me llamó Kleaven, y me acerqué a él—. Ve al aeropuerto y busca a mi esposa. En una hora va a llegar, pero quiero que ya estés allí. Luego seguirás domando a la pequeña bestia— miró a Lin, y bajé la cabeza.

—Sí, padre. Permiso— salí de la habitación.

Sigo pensando que debió venir Akira, en vez de enviar a ese hijo tan cobarde y arrogante.

Me fui al aeropuerto y me quedé esperando. No sé cuánto tiempo exacto pasó, cuando mi teléfono sonó. Era un número extraño y pensé en Daisy. Respondí rápidamente la llamada.

—¿Bueno?

—¿Puedes?— escuché la voz de Akira, cualquiera diría que está conectado a mi cerebro.

—Sí, seré breve. No sé si mi esposa habló contigo, pero te iba a sugerir que te infiltraras entre nosotros. La información que tienen tuya, no es mucha. El único problema es que te pareces mucho a tu hijo y te reconocerán de inmediato, es por eso que pienso que deberías cambiar tu apariencia un poco e infiltrarte. Tengo muchas cartas que podemos usar en contra de ellos, pero necesitaré alguien que esté cerca y tenga buenas conexiones, alguien como tú. Cuando nos dispongamos atacarlos, si estamos dentro, será mucho más fácil. Me estoy encargando de conseguir aliados aquí dentro y me ha ido muy bien.

—Tienes razón, hombre. Me gusta la idea. ¿Y mi hijo cómo está?

—Solo le di tres golpes y ya su cara estaba jodida, y eso que me estaba controlando, en lo demás está bien. Ha recibido un buen trato de mi parte. Por otro lado, Kleaven quiere que usemos a tu hijo para atacarte, es por eso que hay que darnos prisa. No sé cuánto tiempo quiera mantenerlo vivo y no quiero rendir malas cuentas.

—Muy bien, ayúdame a entrar ahí.

—Eso será pan comido. Encontrémonos mañana en la tarde. Haré que me acompañe uno de sus hombres, y que sea poco conocido, así nos deshacemos de él y tú ocupas su lugar, ¿Qué te parece?

—Muy bien. Envíame la dirección y me encargo de aparecer.

—Cuida a mi esposa, como lo has hecho hasta ahora. Te debo mucho y ni siquiera te conozco.

—No te preocupes, ella estará segura aquí. La casa está bastante vigilada, no hay forma de que alguien entre aquí. Las he cuidado como si fueran parte de mi familia, así me gustaría que cuides a mi hijo. Es un cabrón, pero es buen chico y es lo único que me queda ahora.

—Cuenta con eso. Tengo que colgar, te enviaré la dirección ahora— colgué la llamada al ver que el Jet estaba aterrizando, y le envié la dirección.

Salí del auto y me paré exactamente en la escalera para esperar a que bajara. Al ver la mujer exótica que bajó, creí que mis ojos sangrarían, no por lo guapa, sino por lo fea que era. Jamás había visto una momia en persona, esa mujer tenía más cráteres en la cara que la luna. Le hacía falta una cirugía con urgencia. Mi imaginación voló rápido y es que el Sr. Kleaven, definitivamente tiene que estar drogado para meterle mano a semejante vejestorio. Esa mujer es más fea que un carro por debajo. El perfume que tenía, hizo que me diera alergia instantánea. Estaba vestida con un traje rojo y tacones altos, traía consigo una pequeña cartera donde se asomaba un pekinés blanco, con un lazo más grande que su pobre cabeza.

—Buenas tardes, guapo— sonrió al verme y sentí náuseas.

Incluso su acento era horrible. Por favor, que alguien me mate.

—Buenas tardes, mi señora. Permítame ayudarle con la cartera— me pasó la cartera, y la perra se me quedó mirando.

Es que es igual de fea a su dueña.

La llevé al auto y le abrí la puerta, luego le entregué la cartera con la perra.

—¿A dónde desea que la lleve, mi señora?—le pregunté al subirme.

—Al centro comercial, por favor. Necesito comprarle unas cosas a mi querida, Pitty.

¿Pitty? Un poco más y la llama pito, aunque eso parece la puta perra esa.

—Claro, mi señora. ¿Cómo le fue el viaje?

—De maravilla. Definitivamente mi esposo me envió al más guapo de todos.

Si sigue con esas indirectas y mirándome por el retrovisor, creo que voy a encender el auto en llamas desde ahora, incluso creo que le haría un favor.