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Chapter 129 - 129

—Si tratan de hacer una tontería más, tu preciosa hija pagará las consecuencias, Alma. Piensa bien antes de hacer una mala movida.

—Ahora sí que estamos jodidos— soltó Kwan.

Tiré el arma al suelo y suspiré, Óscar y Alexa hicieron lo mismo.

Esto no puede estar pasando. ¿Cómo me dejo coger tan fácilmente por estos hijos de puta?

—¿Qué estás esperando para bajar el arma, Kwan? Si no la bajas y le hacen algo a mi hija, seré yo quien te muela a golpes.

—Maldita sea— tiró el arma de mala gana.

—Bien hecho. Alcen las manos y contra la pared, enviaré a alguien a que los rebusque— no tuvimos de otra que hacerlo.

Envió a dos de sus hombres que venían en la camioneta con él y nos rebuscaron.

—Es el puto colmo que ahora estoy jodido por tu culpa, Alma. Si salgo vivo de esta, te mataré— comentó Kwan.

—Todo esto te pasa por idiota, Kwan. ¿Para qué te bajaste de igual manera? Te debiste haber largado, al final esto es tu culpa— dijo Alexa.

—Ya cállate, Alexa.

—Cualquiera diría que te sentiste culpable.

—Mis razones no tengo que discutirlas contigo, estúpida.

—¿Ustedes dos de qué mierda hablan?— pregunté.

—Gracias a Kwan, es que a tu mujer se la llevaron los japonés pendejos esos.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Te cortaré la lengua como digas algo más, perra.

—¿Qué? ¿Ahora no quieres que le diga la pendejada que hiciste? Este planeaba entregarte a los Roberts, y por eso hizo que se llevaran a tu mujer de aquí, pero mira que perro es el Karma, ahora está aquí jodido junto a nosotros— Alexa rio.

—Te juro que si salimos de esta, a ti también te haré pagar por esto, bruja. 

—Te cortaré el pene para que no puedas usarlo nunca más, traidor.

—Al final, serás tú quien lo extrañará.

—¿Tú hiciste que esa gente se llevara a mi mujer para entregarme? Maldito traidor de mierda. Debí matarte cuando pude, pero fíjate que aún no estoy tarde para hacerlo— le di un puño en la cara, tan fuerte que lo hice caer al suelo—. No hay nada más que odie, que a los traidores— me subí encima de él y lo golpeé varias veces, hasta que uno de los hombres me separó de él—. ¡Te mataré, cabrón!— estaba cegado por la rabia y la impotencia.

Todo está saliendo para el culo. Mi esposa en manos de esos japoneses, mi hija en mano de los Roberts, y ahora también yo. ¿Qué tipo de hombre soy, que ni siquiera he podido defender a mi propia familia?

No sé qué demonios hacer, necesito pensar en un buen plan y ni siquiera nada se me cruza por la cabeza.

El otro hombre ayudó a Kwan a levantarse.

—Esto te saldrá caro, Alma— dijo, limpiándose la cara.

—Agradece que me separaron, o de lo contrario, ya estarías en el otro mundo, porque iba a asegurarme de matarte a golpes, hijo de puta. ¿Y así dices querer a Daisy? ¿La dejas en manos de gente desconocida, solo por tus cabrones celos? Ella no es, ni será jamás tuya; ni aunque me entregues al mismísimo diablo. Espero te quede eso bien claro.  

—Ya cállense ustedes dos, y caminen— el hombre me empujó, hasta llegar a la camioneta.

Nos amarraron las manos a los cuatro y nos subieron.

Le vi la cara a Allan Roberts, era la tercera vez que lo veía en persona, y obviamente lo reconocí de inmediato.

—Que placer volver a verte, Alma.

—Eso suena muy gay de tu parte. ¿Dónde está mi hija?

—En un lugar seguro. No te preocupes, en unos minutos la verás.

—Espero no se hayan atrevido a tocarle ni un pelo, o todos ustedes me las pagarán.

—No estás en posición de amenazar, hombre. ¿Por qué siempre eres tan terco? Eres igual a Leonardo, y eso que no era tu padre.

—¿Me vas a decir qué es lo que quieres conmigo? ¿Por qué esta cálida bienvenida?

—No te desesperes. Cuando lleguemos verás todo lo que te tengo preparado. Ha sido un fastidio el que te escapes tanto. Hemos estado detrás de ti por mucho tiempo, y nos has causado mucho dolor de cabeza, ¿Sabes lo molesto que es?

—Lo hubieras dejado de hacer y no hubieran tenido que pasar tanto trabajo.

—Sigues con ese sentido de humor tan fabuloso como siempre.

—Gracias.

Llegamos a un edificio que tenía cinco pisos, en aspecto se veía abandonado, pero había varias camionetas ya estacionadas afuera.

—¿Está la familia reunida? — pregunté.

—No, resulta que están de camino para acá. Quieren disfrutar contigo un poco, ya que supieron lo que hiciste en la isla. ¿Te divertiste matando a mi hermano y su familia? No sabes el resentimiento y la rabia que te guardan; en especial Félix, en esa vuelta le mataste a la hija y su novio.

—Oh, no recuerdo bien, ¿Habrá sido la perra escandalosa?

—No juegues con fuego, Alma. A mí en realidad no me importa lo que hagas con ellos, pero no le digas eso a Félix, o no lo pensará dos veces para torturarte, y ahí nadie podrá ayudarte. Mi padre te necesita, pero dio la orden de convencerte a unirte con nosotros y espero la tomes en cuenta; como sabrás, él tiene muy poca paciencia para lidiar con este tipo de cosas. ¿Lo comprendes?

—Sigo sin comprender la razón por la cual me tienen tanto aprecio. No puedo comprenderlo. ¿Creen que luego de tratar de matar a mi esposa, de hacernos la vida imposible, más de tener a mi hija en sus manos, voy a unirme a ustedes? Están muy equivocados. Si no me garantizan que no le harán nada, y que las dejarán libre de todo esto, yo no estoy dispuesto a aceptar nada.

—Empezamos con el pie izquierdo.  

Nos hicieron entrar y sentaron a los demás en el suelo, mientras que a mí me sentaron en una silla en medio de la habitación.

Tenía muy claro lo que venía ahora, solo tengo que soportarlo todo.